Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

domingo, 13 de enero de 2019

FOUCAULT Y LA HISTORIA I





Mi interés por la concepción de la historia de Michel Foucault me ha llevado a hacer diversas lecturas, que no doy por terminadas, sobre este pensador y sobre autores/as que han reflexionado sobre la obra de Foucault relacionada con la historia.
1-Con qué rompe Foucault en el campo de la Historia
La concepción de la historia de Foucault  rompió radicalmente con el legado hegeliano y con la influencia que la concepción hegeliana de la historia ha ejercido sobre el marxismo. El marxismo, por influencia de Hegel, planteó que la historia tenía un sentido necesario y un fin que  mostraba que se progresaba inevitablemente hacia ese momento de reconciliación en el cual se saltaba a la libertad definitiva (una especie de marxismo profético). Ese final feliz de la historia justificaba cualquier sacrificio; curiosamente la dialéctica hegeliana y marxista, cuyo movimiento no se puede detener de forma arbitraria, excluye ese final.
Foucault, como decíamos, rompió con ese legado al rechazar dos creencias[1]:
Primera creencia: teleología y esencialismo, tendemos a creer que siempre hay un “lo mismo” por debajo de las diferencias históricas o culturales, un “lo mismo” que corre a través de toda la historia sólo que adopta expresiones distintas según las épocas.
·         El postulado esencialista sostiene que, por debajo de la forma circunstancial y variable a través del tiempo o de la historia que adopta el “ser”, se encuentra una determinada forma del ser que es fija e inamovible.  Al considerar que la existencia no constituye sino la simple manifestación coyuntural de la esencia que la sostiene, el esencialismo niega rotundamente la posibilidad misma de crear y clausura la posibilidad misma de la libertad. Lo que hoy tomamos como natural no responde a ninguna esencia, sino que resulta de un conjunto de prácticas que lo han instituido.
·         La historia no es el camino que se sigue hacia la realización plena del ser, la historia no está vectorizada hacia un determinado fin (teleología).
Segunda creencia: continuidad y progreso, consiste en considerar que el transcurrir histórico de “lo mismo” avanza -progresa- en dirección a expresiones cada vez mejor realizadas de ese “lo mismo”.
·         La historia no presenta una continuidad en su desarrollo, está marcada por la discontinuidad. Su idea de la discontinuidad no es la de una ruptura brusca, la de un salto radical de una cosa a otra, sino la de la progresiva constitución de un nuevo estado de cosas. Discontinuidad, pero no discontinuidad formulada en términos de “nuevo origen”, de un nuevo punto de partida. El concepto mismo de “punto de partida”, de “origen absoluto”, es uno de los conceptos que cuestiona a lo largo de su obra.
·         Progreso: rechaza la idea de que la historia avanza -progresa- en dirección a expresiones cada vez mejor realizadas de ese “lo mismo”.
Según Foucault se ha de deconstruir la forma de concebir la historia, tal y como la concibe la historiografía tradicional, librándonos de las construcciones naturalizadas de largos periodos históricos (o lo que es lo mismo de grandes extensiones de continuidad histórica) que dan cuenta de unidades cerradas sobre sí mismas y conectadas por la idea de causalidad. Este planteamiento provoca que lo discontinuo ocupe un papel menor y opere como obstáculo que perturba la continuidad de los procesos aparentemente guiados por unas coordenadas, por un sentido histórico, por unos universales antropológicos[2].
Respecto al tratamiento de los documentos, Foucault se opone tanto a la interpretación como a la formalización. La historiografía tradicional, como ya hemos señalado, propone una historia global totalizante de un origen fundante, de una causalidad necesaria y que pone  énfasis en la continuidad de las grandes unidades históricas. Desde esta perspectiva, la forma histórica tradicional indaga los documentos para reconstruir el pasado que lo produjo, el documento se plantea como memoria.


[1] Este rechazo de dos creencia está extraído de Tomás Ibáñez(2001): Municiones para disidentes. Barcelona, Gedisa. Cap. Incitaciones Foucaltianas. Y del mismo autor (2009): Contra la dominación. Barcelona, Gedisa. Cap.: El proyecto intelectual de Foucault.

[2] José Wilson Márquez Estrada, “Michel Foucault y la Contra-Historia”, Revista Historia y MEMORIA, núm 8, enero-junio, 2014, pp. 211-243. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, p. 222.


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