La controversia entre Mariano R. Vázquez y Lucía
Sánchez Saornil tuvo como espacio de discusión el periódico Solidaridad Obrera[1],
aunque ambos fueron los protagonistas del debate participaron otras personas
del ámbito anarquista y anarcosindicalista, El tema giró en torno al papel de
las mujeres en las organizaciones, en la lucha social y en la futura revolución, se produjo en 1935.
Pese a los más de ochenta años transcurridos no parece un debate obsoleto,
contiene aspectos que tienen actualidad hoy en día, lógicamente ochenta años no
pasan en balde y hay otros aspectos superados o que han abierto nuevos caminos
de reflexión y acción en los feminismos[2].
En este artículo el protagonismo no lo tiene la
controversia de 1935 sino los feminismos actuales entre los que me interesa
especialmente la renovación del feminismo anarquista, pese a ello la
controversia aparece como referente y se pueden reconstruir los rasgos
principales de aquel debate. La
perspectiva que adopto es genealógica
puesto que partiendo del hoy, de lo que somos nosotras, quiero
seguir el hilo complejo
de la procedencia, no con un planteamiento de causalidad sino conservando lo
que ha sucedido en su propia dispersión: accidentes, mínimas desviaciones,
errores, etc.
En
el debate entre Sánchez y Vázquez se insiste en algo plenamente actual: los
hombres tenían que cambiar de conducta abandonando su posición de poder y
predominio patriarcal puesto que su responsabilidad en la situación de
subordinación de las mujeres era/es clara. Ese cambio incluía de manera muy
crítica a los hombres sindicalistas y anarquistas que pese a sus declaraciones
de principio no tenían ningún interés en que se produjeran cambios importantes
ni en las organizaciones ni en las luchas ni en las relaciones personales.
Sánchez reiteraba en sus artículos que no es lo mismo asumir postulados
teóricos igualitarios que ser consecuentes con ellos y llevarlos a la práctica,
en sus artículos hay una rabia contenida porque no daba credibilidad a las
buenas (y revolucionarias) palabras de los hombres de la organización respecto
al tema de la subordinación de las mujeres.
Si
Sánchez (incluso Vázquez) era consciente de la necesidad de romper la
masculinidad, la feminidad era esgrimida por algunos sectores libertarios como
argumento para acusar a las mujeres de ser responsables de su propia
subordinación. Indudablemente hoy sigue presente el cuestionamiento del reparto
de papeles de género que nuestra sociedad sigue sustentando. Incluso una parte
de los feminismos actuales va más lejos
al cuestionar el propio concepto de género que el patriarcado sustenta
para seguir afianzando privilegios y ahondando la opresión. El cuestionamiento de los privilegios de la
masculinidad, el por qué a las mujeres
se nos silencia e invisibiliza por el simple hecho de serlo, o de qué manera a través del empoderamiento
personal y colectivo podemos subvertir estos (y otros) condicionamientos, son temas centrales en los
debates feministas actuales. En la
controversia de 1935 no se vislumbraba un planteamiento tan radical como el
actual y la acusación de la responsabilidad de las mujeres en su situación de
subordinación e inferioridad fue uno de los motivos que provocó mayor enfado en
Lucía Sánchez.
Aun cuando quedó claro que la sexualidad era un tema
importante y difícil de resolver, no se produjo la apertura a nuevas
sexualidades que en la actualidad se han unido en una apuesta de deconstrucción
de conceptos como sujeto, identidad, género, sexo, raza… dando lugar al sector
más radical del feminismo de la tercera ola. Lucía Sánchez afirmó que solo la
revolución lograría evitar que las mujeres fueran tratadas como objetos
sexuales y quedaran condicionadas por la vinculación de sexo y reproducción. Solo
la revolución, decía Sánchez, uniría definitivamente los intereses de ambos
sexos para progresar en la concepción anarquista de la vida.
Lucía
Sánchez (y Mujeres Libres) constató que las mujeres tenían que reconstruirse a
través de una mentalidad basada en la libertad y la autonomía personal (también
denominada “conciencia de la personalidad”, como afirmaba Emma Goldman). Ella quería
un TODO distinto y por eso planteaba avanzar en la emancipación interna y en la
colectiva. Aun cuando se percató de que había situaciones diversas entre las
mujeres cuando se cruzaba el género con la clase social, no llegó a la constatación del feminismo actual de que existen diversidad de
situaciones que afectan a las mujeres y que los feminismos de la primera y
segunda ola no habían contemplado: la raza, la orientación sexual e identidad
de género, la religión, la edad, la etnia, la clase social y otras variables. Curiosamente,
el hecho de que Lucía Sánchez fuera lesbiana y Mariano R. Vázquez gitano no
pareció tener influencia alguna en la controversia, sin embargo, hoy sabemos
que, a veces, nos dice más sobre el discurso dominante lo que no es considerado
relevante (opción sexual y etnia) que lo que si lo fue.
En
el debate se destacó la necesidad de la transformación del espacio privado,
íntimo, doméstico, espacio de los cuidados, de las relaciones de pareja. Ese
espacio, de opresión patriarcal, debía reconstruirse, reorganizarse, valorarse
y basarse, como punto de partida, en los mismos derechos y deberes de todas las
personas que convivían (conviven) en dicho espacio. La necesidad de
capacitación fuera del espacio doméstico se convirtió en bandera de las
reivindicaciones de Mujeres Libres a partir de 1936. La capacitación de las mujeres en la actualidad
poco tiene que ver con la de la década de los treinta del siglo pasado.
Las
mujeres debían incorporarse a la lucha social, encauzada por el anarquismo,
dando en esta lucha la misma relevancia al cuestionamiento del Estado y del
capitalismo y al cuestionamiento del patriarcado (la llamada por Sánchez:
“cuestión femenina”), el objetivo desde la concepción anarquista de la vida era
la emancipación humanitaria. Sánchez intuyó que los cambios en la situación de
las mujeres y su relación con los hombres no se podía postergar a la revolución,
a un futuro incierto, por tanto, debían producirse cambios en el presente, no
bastaba con enunciar la igualdad había que realizarla en el día a día. Algo que
hoy resulta incuestionable pese a la dificultad que conlleva.
Pese
a que la revolución era humanitaria y los intereses tenían que ser comunes, las
protagonistas de la lucha y de las transformaciones tenían que ser las mujeres,
lo anarquista era “dejar que la mujer actúe en uso de su libertad, sin tutelas
ni coacciones”, pronto se demostraría cuan poco gustaba este planteamiento a
los hombres (y a algunas mujeres) negando el reconocimiento de Mujeres Libres
como cuarta rama del Movimiento Libertario.
¿Hasta
qué punto esta controversia actualizada tendría vigencia hoy en el Movimiento
Libertario?
[1] Solidaridad Obrera era el órgano de expresión de la Confederación
Regional del Trabajo de Cataluña y Baleares. Fue fundado en 1907 siendo el
órgano de expresión de la organización Solidaridad Obrera, pasando a serlo a
partir de 1910 de la CNT. Desde 1916, con altibajos provocados por la
represión, las suspensiones y otros avatares, tuvo periodicidad diaria.
[2] Me ayudó
a enfocar este apartado un par de conversaciones telefónicas con la compañera
Rebeca Muñoz Peñalvo. Gracias.
ResponderEliminar"...no es lo mismo asumir postulados teóricos igualitarios que ser consecuentes con ellos y llevarlos a la práctica..."
Y así hasta nuestros días...
Besos!!
En efecto, por eso y otros motivos, esta controversia tiene mucha actualidad.
EliminarBesos!!