Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

martes, 3 de abril de 2018

¿DÓNDE VAMOS SIN SENSIBILIDAD?



Hace tiempo que valoro conceptos que hace años consideraba secundarios porque pensaba que había otros con mucho más peso (me refiero a las grandes palabras: libertad, igualdad, utopía…). Sin embargo, con el paso del tiempo y de las experiencias vividas me doy cuenta que hay conceptos sobrevalorados por su ampulosidad y que han estado en la base de la construcción de grandes distopias. En cambio, de forma lenta pero segura, emergen otros conceptos menos épicos que las víctimas, que han sufrido los grandes totalitarismos del siglo XX, destacan como fundamentales: bondad, sensibilidad o ética.



Bauman y Donskis[1] han escrito un libro donde se refieren a alguno de estos conceptos convirtiéndolos en centrales en su reflexión sobre la modernidad líquida. No voy a referirme a las muchas ideas sobre cultura, educación, historia, memoria, etc. que aparecen en este libro para centrarme en tres aspectos que considero centrales (la crisis política, la adiaforización y el mal).
Los autores utilizan el concepto de interregno de Gramsci para hacer referencia a nuestra época desde el punto de vista político, concepto con el que se refiere a esas épocas en las que se acumula una evidencia de que las viejas y conocidas formas de hacer las cosas ya no funcionan, a la vez que sus sustitutos más eficaces aún no se han presentado o son demasiado precoces, volátiles e incipientes para ser tenidos en cuenta. Nuestro interregno, según los autores, está marcado por el desmantelamiento y el descrédito de las instituciones que solían contribuir a los procesos de formación e integración de las visiones, los programas y los proyectos públicos (109).

Este desmantelamiento-descrédito afecta de lleno al liberalismo en la Europa de hoy. Hay una ola de contraliberalismo que incluye graves violaciones de los derechos humanos por lo que podríamos estar entrando en un totalitarismo suave basado en la vigilancia masiva y la colonización de lo privado (101). De hecho,  nuestra época se define ya por la derrota de la idea del individuo autónomo y con ella de la libertad política.

Y lo peor está por llegar porque cada vez abunda más el antiguo liberal  que se decanta por una amalgama de racismo, xenofobia, etc. pero sigue comprometido con la economía de libre mercado y su aspecto neoliberal, algo que acerca a las democracias con países como China o Rusia (97).
En este interregno tiene un gran protagonismo el miedo y la inseguridad como argumento para construir el totalitarismo suave. En realidad ha sido el Estado el que ha permitido la mayor inseguridad proveniente del mercado y que afecta al trabajo, la vivienda, la educación, la sanidad, las ayudas a la gente mayor etc.  Por tanto, el Estado tiene que buscar otras variedades “no económicas” de vulnerabilidad en que apoyar su legitimidad. El miedo al otro (al inmigrante, al refugiado, al parado, al terrorista islámico, a los miembros de otras culturas y religiones, etc.) debilita la confianza mutua e incrementa la sospecha mutua y ahí el Estado recupera su papel de imprescindible para defender la seguridad y reducir, aparentemente, el miedo.


Uno de los aspectos que más destaca en este interregno es la pérdida de sensibilidad. Los autores utilizan el término  adiaforización (indiferencia): estratagemas para situar, a propósito, o por defecto, ciertos actos y/o actos omitidos respecto a ciertas categorías de seres humanos fuera del eje moral-inmoral (57). En ese proceso de insensibilidad, de indiferencia, ocupa un lugar importante la inflación de las palabras de peso, es decir, la aplicación de términos importantes que se utilizan cada vez con mayor libertad e irresponsabilidad al hablar de cualquier cosa, convirtiendo esas palabras (por ejemplo genocidio u holocausto) en una decoración exánime (140). La inflación de conceptos y valores (juramentos, promesas, conceptos) provoca que todo se vuelva uniformemente importante y, a la vez, superfluo. La falta de respeto hacia los conceptos y el lenguaje enmascara temporalmente la falta de respeto hacia los demás (155-157).
La insensibilidad moral inducida y artificial tiende a convertirse en una compulsión o segunda naturaleza, es decir, en un estado permanente y casi universal;  y los dolores morales quedan, en consecuencia, despojados de su saludable papel como advertencia, alerta y activación (189).

Y todo esto nos conduce al mal:
La geografía simbólica del mal no se detiene en las fronteras del sistema político, penetra mentalidades, culturas, espíritus nacionales, patrones de pensamiento y tendencias de la conciencia (17).
El mal no se limita a la guerra o a las ideologías totalitarias. Hoy en día se revela con mayor frecuencia en la ausencia de reacción ante el sufrimiento del otro, al negarse a comprender a los demás, en la insensibilidad y en los ojos apartados de una silenciosa mirada ética. En la actualidad el mal asume formas anónimas de insensibilidad que pasan inadvertidas; el mal es mucho más difícil de reconocer que en el pasado (221).




[1] Zigmunt Bauman y Leonidas Donskis (2015): Ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida. Paidos, Barcelona. Las imágenes son de Helma Speksnijder.


6 comentarios:

  1. Me he quedado un tanto clavado en tu primer apartado ¿porqué dices que pueden ser concepto sobre-valorados palabras como libertad, igualdad o utopía...?, personalmente no creo que eso sea así, puede que lo que ocurra es que tampoco hayamos sabido darle a la palabra el concepto adecuado, no podemos separar, por ejemplo, libertad con bondad, o sensibilidad, esto me trae a la memoria los emigrantes que en su lucha por la libertad esperan bondad y sensibilidad así como otros valores que en occidente tampoco encuentra; en esa lucha de igualdades entre, no solo, hombre-mujer, también, hombre/mujer blanc@-negr@, asiática o de cualquier otro lugar también hay que tener otros valores tan importantes como eso de los que tu dices que están supervalorados.
    Esto da para un libros y estoy seguro, no, segurísimo que estaríamos de acuerdo en que no sobra ningún valor, solo hay quien quiere minusvalorar algunos valores importantes para "joder" al otro, al que viene, al que nos genera miedo.

    Un abrazo.

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    1. Lo que quiero decir es que los conceptos de libertad, igualdad y otros, han sido perseguidos en abstracto, desligándolos de la empatía necesaria para que esos conceptos tengan una dimensión humanamente real. Esa distancia entre la mitificación de dichos conceptos y la sensibilidad o bondad necesaria para llevarlos a la práctica dio lugar a las grandes distopias comunistas construidas en nombre de dichos conceptos.

      La experiencia extrema de los Lager demostró que comportamientos bondadosos, solidarios y empatizadores fueron los que mostraron la poca humanidad que subsistió en ellos.

      Si hay una palabra que me gusta es libertad, pero mitificarla es un gran error, hay que concretarla y bajarla al terreno concreto de la vida cotidiana para practicarla y para ser respetuosas con la libertad ajena se necesita la sensibilidad hacia las "otras/otros".

      Espero haberme explicado mejor ahora.

      Un abrazo.

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  2. Me temo está en que los conceptos van perdiendo su significado y se vuelven frágiles y asumibles, tanto los positivos como los negativos.
    Para mí no hay nada nuevo bajo el sol, solo hace falta leer a Voltaire y su célebre Cándido para darte cuenta de que las cosas no han cambiado mucho desde el siglo XVIII. Al final, queramos o no, tenemos que dedicarnos a cultivar nuestro propio huerto y no desgastarnos y sufrir en las grandes batallas. Hay que ganar la cotidianidad con pequeñas cosas y no justificar nuestra inoperancia por la falta de sentido del mundo en el que estamos inmersos porque a fin de cuentas también tenernos amedrentados es parte del juego de los poderosos.
    Un abrazo.

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    1. Creo que si han cambiado bastantes cosas desde el siglo XVIII, pero no tengo claro a que te refieres, en todo caso estoy de acuerdo contigo en abandonar las grandes batallas épicas por grandes palabras y tratar de cambiar algo nuestra realidad más cercana.

      Un abrazo.

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  3. Sí...
    Sin bondad, sensibilidad, ética, empatía, asertividad... dónde vamos...
    Ayer, hoy... mañana.

    Besos!!

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