Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

jueves, 23 de octubre de 2025

«A mi aire»


 2025

(de mi cuenta de IG: @lauramartierra)

«A mi aire» (4 septiembre)

Pasear por un bosque que no está encantado, recorrer una ruta que no es de las diez más bonitas, pasear por un pueblo sin sabor, disfrutar de árboles y riachuelos sin nombre, saborear una comida sin foto que subir a Instagram, conversar en un bar cualquiera (igual

da que sea de carretera) … cada vez es más difícil pero no imposible.


«A mi aire» (11 septiembre)

Recordar a mi padre, sigue siendo enternecedor y rico en recuerdos y enseñanzas. Si leyera esto me miraría con escepticismo y pensaría que exageraba.

El mundo que habitó casi ha desaparecido, pero su forma de vivir, sus valores, su potencia, siguen alimentando hoy mi resistencia.

[Ayer, 10 de septiembre, un nuevo aniversario de la muerte de mi padre]

 

«A mi aire» (18 septiembre)

Llevo muy requetemal lo que está ocurriendo en la montaña (en Pirineos que es lo que más conozco): personas que acampan en donde no se puede, se bañan en los ibones alterando la composición del agua por los rastros de cremas, perfumes y demás, sombrillas en las orillas de ríos de montaña, música sonando mientras caminan y que todas oímos, riesgos innecesarios por caminar sin el material necesario y un largo etc.

La montaña merece respeto y cuidado.


«A mi aire» (25 septiembre)

La situación en Gaza para la población civil es insoportable y debería darnos vergüenza consentir que la clase política española se limite a utilizar un acontecimiento histórico de exterminio para ver si pueden sacar redito político.

¡Vergüenza! ¡Indignación y rabia!

lunes, 13 de octubre de 2025

Viure la força. Simone Weil i la Columna Durruti

 



Viure la força. Simone Weil i la Columna Durruti

Xavier Artigas

 Barcelona, 2025, Descontrol.

 

El libro de Artigas va muy bien acompañado con un Prólogo de Myrtille Gonzalbo y un Epílogo de Amador Fernández-Savater. En el caso de Myrtille, componente del grupo de los Gimenólogos que llevan a cabo una labor investigadora y de recuperación de la memoria encomiable, su reflexión sobre estos temas vinculados con Simone Weil resulta interesante e incisiva. El escrito de Amador, en su línea de pensamiento, se centra en lo que cree fue una búsqueda de Weil de «otro tipo de eficacia política», de «otra fuerza de transformación, de una fuerza débil». Sin duda, en una guerra el máximo de eficacia viene encarnado por el máximo de armas que son capaces de generar el máximo de terror (cualquiera de las guerras actuales puede darnos buenos ejemplos). Amador se pregunta si se puede rechazar la eficacia del terror sin rendirse, si es posible la revuelta de los débiles, de aquellos que no tienen medios para aterrorizar.

Prólogo y Epílogo resultan pertinentes sobre todo si queremos que la historia sea algo más que la recuperación sin más del pasado. Si algo tiene de interés la historia, saliendo del ámbito académico, es transmitir al presente todo aquello que pudo ser y no fue porqué resultó derrotado. En el caso que nos ocupa: la Guerra Civil española y la Revolución anarquista que se expandió por muchos más poros que los que se reconocen habitualmente, son un referente (hay muchos más a lo largo de la historia de las clases oprimidas, dominadas y explotadas) que nos pueden guiar muchos años después.

El libro de Artigas, como el subtítulo señala, está centrado en la filósofa Simone Weil y su experiencia de la guerra, breve pero intensa y trascendente, en la famosa Columna Durruti. Por todo ello, sus páginas, en las que los datos concretos le han costado al autor encontrarlos y, quizás por ello, se regodea en ellos, son un ir y venir sobre el efecto que tuvo en la filósofa coger un arma, ella que se consideraba contraria a las guerras, y afrontar la violencia que suele ser especialmente dura en las guerras civiles.

¿La mujer que entró en España identificándose como anarquista ante los milicianos revolucionarios que custodiaban la frontera poco después del inicio de la Revolución, salió anarquista poco tiempo después?

La famosa Carta a Bernanos, escritor católico, en la que condena la violencia del bando republicano ha hecho pensar a los sectores más reaccionarios que Weil abandonó las ideas anarquistas tras su experiencia en el frente de Aragón. El autor de este libro realiza una minuciosa investigación para contextualizar la Carta y ofrecer numerosos indicios de que, tras salir de España, Weil siguió apoyando la causa libertaria.

De todas formas, el tema de la violencia revolucionario es todo un temazo que ha generado siempre numerosos debates y numerosas controversias y que no creo que haya desaparecido de las preocupaciones de quienes piensan que pueden producirse transformaciones profundas y que es difícil que no aparezca la violencia. Desde luego, su presencia es segura y continuada en el bando de los sectores dominantes, no hace falta que exista un proceso de transformación social.

El libro abre esa caja de pandora que es mejor conocer y afrontar y no mirar hacia otro lado pensando que la violencia de los débiles siempre está justificada.

 

 Laura Vicente

viernes, 3 de octubre de 2025

¿ES POSIBLE LA RESISTENCIA?

 



No es que sea una novedad, pero hoy, más que nunca, es necesaria la desconfianza, incluso preventiva hacia el poder y sus detentadores (sí, también respecto al llamado Gobierno progresista). Esta generalización requeriría matizaciones, concreciones y detalles, pero sobre todo necesita pensar qué pasa hoy en un mundo en el que la extrema derecha parece avanzar imparable, mientras quienes tratamos de evitarlo parecemos instalados en la confusión y, muchas veces, en la frustración y el desánimo.

Las fórmulas del pasado siglo parecen no servir, los sujetos colectivos diferenciados (en especial la clase social) parecen haberse disuelto o, por lo menos, carecen de la fuerza del pasado. Los partidos ideológicos y los sindicatos de clase han llegado a su fin o forman parte del propio orden establecido, los conflictos han cambiado de sentido excepto algunos conflictos residuales que acaban en fracaso o con sindicalistas encarcelados.

Hace tiempo que se ha impuesto una terminología que implica pensar la sociedad según agendas genéricas e indiferenciadas: «los de arriba» y «los de abajo», «el 1%» y «el 99%», «los pocos» y «los muchos».

Entre «los muchos, los de abajo, el 99%», priman los movimientos espontáneos que parecen moverse por estallidos de descontento que surgen aquí o allí de manera imprevisible (el Movimiento del 15 M, los chalecos amarillos y tantos otros). Algunas los han llamado actos de «democracia insurgente». Son, en todo caso, subjetividades horizontales que surgen al mismo tiempo, movidas casi por una dirección invisible en reacción a un determinado estado de cosas, que se representan a sí mismas a través de sus protestas, sin una estrategia de lucha ni una voluntad explícita de mediación y negociación. Se designan de acuerdo con las emociones que los movilizan: los «descontentos», los «indignados», los «frustrados», etc[1].

«Los pocos» son las élites que se ubican en dos categorías: los ricos y poderosos (la oligarquía), y los dirigentes de los partidos y los propios partidos (lo que se ha venido denominando el establishment). «Los pocos» están llevando a cabo una verdadera revolución reaccionaria, no quieren saber nada de la fiscalidad progresiva pese a lo poco que pagan si lo comparamos con las clases medias y bajas. No salen a la calle, aunque cuentan con una extrema derecha que cada vez está más presente, utilizan medios indirectos a través de leyes o de los resquicios que deja la legalidad. Son «antisistema» desde el sistema que pretenden endurecer para los más pobres y desarrollan una oposición mucho más radical que «los muchos»: liberalización salvaje de la economía y del trabajo, reducción del gasto social, arremeten y generan alternativas falsas a las desigualdades sociales, raciales y de género, desprestigian los organismos nacionales e internacionales para mejor expoliar a los pobres, instigan a los sembradores de odio y miedo, y un largo etc.

La mayoría de la población ya no confía en la representación a través de los partidos, tampoco en los sindicatos, ambas estructuras tienen aparatos cerrados, sedimentados en burocracias con intereses propios y centrados en sus líderes y sus allegados dóciles, condiciones para el desarrollo de la corrupción, el enchufismo y el privilegio. Los partidos y los sindicatos se han convertido en máquinas electorales, con prácticas de control y medición a través de los sondeos, que suponen un genérico «dentro» y «fuera».

Mientras tanto, la mayoría social se describe a sí misma a través de las necesidades insatisfechas y la fatiga cotidiana de vivir: empleos precarios y mal pagados, jornadas laborales largas sin horas extraordinarias ni tope de jornada laboral (resulta grotesco el intento de la ministra de reducir la jornada laboral en media hora tal y como lo ha mostrado la indiferencia en el mundo del trabajo), viviendas caras y la cesta de la compra que no encaja con los precios que dice el gobierno progresista. Este panorama desmoraliza y enferma, impide proyectos de vida, incluso a corto plazo.

Las ideologías no consiguen traducir la representación emocional en una representación política ni social. La élite se atrinchera en el Estado, separándose de la ciudadanía, cuerpo externo que se ha de controlar, conquistar y embaucar. Sí, embaucar, lo que importa ya no es la naturaleza estructural del conflicto sino la manifestación visual de dos bandos enfrentados, todo ello teñido de mensajes y símbolos identitarios y racistas que cuajan en «los de abajo». El sector oligárquico desplaza con éxito la atención de «los muchos» a otros «muchos (inmigrantes, nacionales o no)».

Sé que donde hay poder y dominación hay resistencia, podría decir algunas cosas al respecto, pero hoy lo dejo aquí. Lo siento.

 Laura Vicente 



[1] Esta reflexión debe mucho a un librito de Nadia Urbinati (2023): Pocos contra muchos. El conflicto político en el siglo XXI. Katz, Buenos Aires/Madrid, p. 16.