Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt
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miércoles, 3 de enero de 2024

IDEAS VS IDEOLOGÍAS


 

Muchas cosas se me hicieron nítidas cuando pude diferenciar ideas de ideología. Igual quien me lee lo ha tenido siempre claro y piensa que es una simpleza lo que planteo: la oposición entre idea e ideología, o como dice Furio Jesi: «entre la epifanía inmediata de la idea y su endurecimiento en el canon ideológico, por lo tanto, entre novedad y continuidad (…)»[1].

Las ideas se localizan en el centro de la experiencia, de la vida, y de una conducta que antes no existía, son hechos nuevos que, además, aportan novedad, hechos subversivos en el devenir de la historia. Cuando las ideas se acartonan, se convierten en eslóganes es cuando se trocan en rígida ideología; de fuerza subversiva que eran al principio se convierten en paradigma; de realidad en movimiento en cartón piedra. Las ideas pasan a ser fórmulas ideológicas que han perdido novedad y capacidad subversiva, las ideas se someten, relativizan la subversión.

La ideología modeliza la lucha, establece un canon que conlleva acciones a largo y a corto plazo tanto en el aspecto organizativo como en lo referente a objetivos y formas de lucha. Estas acciones son llevadas a cabo (impuestas en el peor de los casos) por quienes tienen «conciencia» de cómo cambiar una situación política, social y económica. Las personas «conscientes» elaboran planes tácticos y estratégicos considerando las relaciones de causa y efecto en un tiempo histórico lineal. La lucha modelizada, normativizada, encajonada y anquilosada, transmite rigidez a las ideas (convirtiéndolas en eslóganes ideológicos repetitivos), articula propuestas que responden al modelo, pero no necesariamente a la realidad.

Las ideas que antes estaban en continuo movimiento, llenas de vida innovadora, que subvertían la realidad «escuchada» sin plan previsto, que sacudían el universo semiótico, que reordenaban cuerpos y voces, que redistribuían espacios y gestos, ahora se convierten en cemento pesado y rígido. Las ideas ya no las alimenta la vida, la experiencia, lo ordinario, lo común. Las verdades precarias se convierten en «la verdad», las gentes que comprometen su individualidad en acciones de cuyas consecuencias nadan saben, pasan a ser militantes (del latín militans que significa «el que se adiestra para la guerra»).

¿Qué es hoy el anarquismo? ¿Semillero de ideas nuevas o ideología rígida que canoniza las ideas del pasado convertidas en dogma, en doctrina?


Laura Vicente



[1] Furio Jesi (2014): Spartakus. Simbología de la revuelta. Buenos Aires, Adriana Hidalgo Ed., p. 17.

martes, 3 de enero de 2023

LA GUERRA DE UCRANIA Y LA IDEOLOGÍA DE IZQUIERDAS

  



Me ha costado mucho decidirme a escribir sobre el tema de la guerra en Ucrania y la actitud de la izquierda, incluidos sectores libertarios, hacia este conflicto bélico (no caeré en el justificante ideológico de decir «guerras» cuando quiero decir guerra en Ucrania). Asumo el riesgo que conlleva esta reflexión a contracorriente, busco el debate y el intercambio de pareceres.

No voy a adentrarme en un análisis geoestratégico, ni en cifras sobre armamento de los contendientes y sus respectivos apoyos, ni voy a recordar lo que acordó Rusia con Ucrania en 1990 sobre las armas nucleares en territorio ucraniano, mucho menos si Ucrania tiene identidad para constituirse como Estado-nación o es  solo la periferia de Rusia siendo la cuna de este Estado desde la Edad Media en el contexto del Kievan Rus (Estado eslavo oriental).

Mi interés no es analizar el conflicto desde esta perspectiva, entre otras cuestiones porque no conozco el tema lo suficiente para adentrarme con solvencia en sus intrincadas conexiones con las grandes potencias de principios del siglo XXI. Mi reflexión va por otros caminos puesto que me interesa entender porque la izquierda no se ha movilizado contra la invasión y guerra de Ucrania como si lo hizo, por ejemplo, contra la invasión y guerra de Irak en 2003.

En aquellas movilizaciones contra la guerra de Irak, en las que participé activamente, se nombraba la guerra en singular y, por supuesto, había otras guerras en el mundo en aquel momento. En aquella ocasión teníamos claro quién era el agresor (Estados Unidos y sus aliados entre los que se encontraba España) y quién el agredido (Irak). En las manifestaciones, además, se coreaban gritos de asesinos al «trio de las Azores» (Blair, Bush y Aznar). De hecho, la respuesta fue tan ágil que ya existían plataformas en contra de «la guerra» antes de producirse la invasión, las cuales convocaron una manifestación en todas las grandes ciudades para la tarde del día en que comenzara la invasión, sea cual fuere. Por último, se estima que en España se manifestaron entre ocho y once millones de personas.

La actitud de la izquierda ante la guerra de Ucrania ha sido muy diferente (también es cierto que en 2003 gobernaba el PP, mientras que en 2022 gobierna la coalición PSOE/UP). Parece que Ucrania no es un país defendible porque, por poner un ejemplo, hay nazis (algo que sorprendentemente se asume de la propaganda rusa para justificar la agresión a Ucrania, olvidando qué fuerzas políticas europeas y de algunos países americanos reciben y dan su apoyo a Putin). Incluso, no queda claro que sea un país agredido porque la guerra es entre dos bloques y los perdedores se darán en los dos países que se enfrentan (como si Ucrania no estuviera enfrentada a la segunda potencia militar del mundo). No he visto manifestaciones gritando asesino a Putin, aunque en realidad es que no ha habido manifestaciones, ni plataformas contra la guerra de Ucrania, así que las protestas no han movilizado sino a unos miles de personas, mayoritariamente ucranianas y sobre todo en los primeros días de la guerra.

La ideología, entendida como doctrina que pretende que la explicación de todo es una fórmula única, desarraiga de la realidad y entorpece la labor de «escucha» de esta, algo que debería ser obligado entre libertarios/as. Sin embargo, está primando la «no-escucha» de la realidad y se están trazando las pautas de cómo se quiere que sea, y cómo se quiere ordenar para hacerla cuadrar con el proyecto ideológico. Una pirueta que se sostiene solo desde la coherencia interna del discurso pero que no soporta el testimonio de quienes lo están viviendo. En definitiva, la izquierda (incluida una parte de la libertaria) parte de la ideología para construir los hechos y no que sean las ideas las que broten de los hechos.

¿Cómo podemos obviar algunas realidades patentes? La segunda potencia mundial en armamento, Rusia, fue quien decidió en febrero de 2022 agredir e invadir a Ucrania, un país muy inferior desde el punto de vista militar. Rusia justifica la invasión porque dice combatir el fascismo tocando la fibra emocional de la población exsoviética que fue educada en el recuerdo de la «Gran Guerra Patria». Tras unos meses en los que Ucrania, con la ayuda de países europeos y de la OTAN, ha impedido una victoria rápida de Rusia, esta se está centrando en destruir las infraestructuras energéticas de Ucrania con el único objetivo de socavar la resistencia de la población civil ucraniana ante el largo invierno que ya ha empezado.

Convendría centrarse en quienes son las víctimas principales de esta guerra: éxodo de población desde el inicio de la guerra, la totalidad de las muertes (igualmente de personas heridas y desaparecidas) de civiles, la destrucción de viviendas y de lugares de trabajo, la falta de alimentos y de electricidad para afrontar el frío, la amenaza permanente de bombardeos sobre ciudades sin ningún interés militar y tantos otros efectos de la guerra provocada por Rusia, sobre población civil.  Nada de esto sucede en Rusia.

Resulta sorprendente el impulso de una bienintencionada izquierda por aplastar toda sensibilidad, por vaciar el corazón ante el sufrimiento de la población civil ucraniana escudándose en la ideología. Sin embargo, «el corazón es la sede de la participación en el mundo, de la disposición a ser afectado por él y afectarlo a su vez»[1]. Recuperemos la capacidad de acción o de «afectar» y «ser afectada» a partir de la facultad de percibir a la otra persona y de entrar en relaciones comunes con los otros seres humanos, algo que desde mi parecer forma parte de la idiosincrasia anarquista y libertaria.

A partir de esa labor de «escucha» y arraigo a la realidad con la sensibilidad hacia las víctimas y las personas vulnerables, podremos además hablar de geoestrategia, de bloques, de posibilidades de encarar las guerras desde el antimilitarismo y el antimperialismo, etc., cuestiones, por otro lado, que no dependen de la coyuntura de una guerra y que son luchas permanentes.



[1] Manifiesto conspiracionista. Logroño: Pepitas de Calabaza, 2022, p. 19.