Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

martes, 23 de abril de 2024

Amador Fernández-Savater A vueltas con el capitalismo, el cambio social y las políticas del deseo

 



Capitalismo libidinal. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar (Ned Ediciones, 2024) de Amador Fernández-Savater es un libro en el que el autor continúa reflexionando sobre los temas que le preocupan, que le «afectan», que le traspasan el cuerpo y que aparecen en sus libros anteriores y en sus artículos en la prensa. El autor parte de un puzle de lecturas y conversaciones donde caben el Comité Invisible, Jean-François Lyotard, Marcuse, el colectivo Tiqqun, Diego Sztulwark, Jon Beasley Murray, Achille Mbembe, «Bifo» o Jorge Alemán. Y a partir de ese puzle articula la necesidad de tener una idea del funcionamiento del capital, del capitalismo libidinal, y se pregunta: ¿de dónde extrae las energías el capital, o las nuevas derechas a su servicio? ¿Cómo opera el capitalismo dentro de nosotras mismas? ¿Es posible resistir al neoliberalismo o no tenemos nada que hacer? Estas y otras preguntas y reflexiones recorren este libro que huye del pensamiento convencional y que trata de esclarecer las posibilidades que tenemos de afrontar al capital, un auténtico monstruo, un centauro bipolar que se mueve entre una pulsión de conservación, de normalidad y otra totalmente desquiciada de conquista y pillaje. ¿Es posible resistir a ese «monstruo loco»?

En el «Prólogo: En guerra con mis entrañas», Fernández-Savater ya nos anticipa que este libro va de eso, de pelearse con sus entrañas puesto que el neoliberalismo no es solo una política económica o una ideología es, siguiendo lo que dijo Foucault, la extensión de la lógica empresarial y el cálculo económico a todas las dimensiones de la vida. Su fuerza reside en que nos fabrica como seres humanos, nos construye un tipo de vínculos con los demás y con el mundo, siendo, por tanto, existencial. Por eso, se dice en el libro que se tengan las ideas que se tengan, las vidas son neoliberales y eso no depende de quién gobierne.

En cierta manera, el cambio social es contra nosotras mismas, contra nuestras entrañas colonizadas por el capital. La necesidad de cambio es totalmente impotente sin deseo de cambio y este pasa necesariamente por el cambio subjetivo, por el cuerpo, no solo por las ideas o por la situación material objetiva.

El capítulo primero, titulado: «La vida bajo el régimen del demasiado (o del no bastante)», nos sitúa en una forma de organizar el mundo y la vida que hace de la competencia la norma universal de los comportamientos. Porque el neoliberalismo gobierna a través de la presión ejercida sobre las personas por las situaciones de competencia que crea. Esa razón es mundial y «hace mundo», atraviesa todas las esferas de la existencia humana.

La conversación con el sociólogo Pierre Dardot y el filósofo Christian Laval alrededor de su libro La nueva razón del mundo, su lectura de Ahora del Comité Invisible, la película In time, la lectura del pensador francés Ives Citton y el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, le permiten a Fernández-Savater tejer un mosaico de saberes y de propuestas muy sugerentes y evocadoras. Desde el trasfondo del neoliberalismo, a la falta de memoria del pasado, desde la diferencia de la política y lo político a la experiencia de lo común, desde el tiempo cautivo a la imposibilidad de la atención, la crisis y el malestar aparecen omnipotentes, pero se piensan como ocasión para la solidaridad y el apoyo mutuo.

El segundo apartado: «Políticas del deseo: del Gran Rechazo a la Gran Dimisión», parte de cómo la represión del cuerpo en favor de la productividad se ha reemplazado hoy por la presión del rendimiento.  Pero este apartado de la mano de Jean-François Lyotard indaga en las políticas del deseo partiendo de las intuiciones de Mayo del 68 y de cómo los movimientos sociales de la década de 1960 dieron lugar a una gigantesca retirada del deseo que vacío de savia los canales y los objetos establecidos: familia tradicional, trabajo de fábrica, individualismo en serie, autoridad, dinero, consumo, propiedad, amor de pareja como propiedad del otro, etc.

Reflexionando sobre las posibilidades del cambio social y de la importancia de rescatar la clave femenina se van trasluciendo algunas características de una nueva idea de revolución que poco tiene que ver con la clásica revolución modelizada del siglo XIX y primer tercio del XX.

Las características de eso que se ha llamado el «Gran Rechazo» y la «Gran Dimisión», nos sitúan ante una reacción que desconcierta a la izquierda clásica e incluso a los movimientos sociales.

El siguiente apartado: «La derechización del malestar», nos muestra cómo la nueva derecha es capaz de leer los climas emocionales de rechazo, de daño y de resentimiento, poniéndolos al servicio de proyectos que los intensifican. El autor concluye que el problema es afectivo, no lógico, es de cuerpo, no de ideología, mientras la izquierda no sepa leerlo bien, la nueva derecha seguirá avanzando. De la mano del colectivo Tiqqun y de la conversación con Diego Sztulwark se va desgranando, entre otras cuestiones, las continuidades y diferencias entre el fascismo clásico y el fascismo posmoderno.

Y, por último, el capitulo cuatro, titulado: «Resistencias viscerales (conversaciones)», teje un mural de ideas poliédrico y complejo sobre la resistencia, las políticas del deseo, la crítica de la sociedad en la que vivimos, gozamos y sufrimos. Las conversaciones y/o entrevistas tienen como protagonistas a Jon Beasley Murray, Achille Mbembe, Yayo Herrero, Franco Berardi «Bifo» y Jorge Alemán.

Cierra el libro un Epílogo sobre la coyuntura libidinal española que hace referencia a la zona gris de la democracia.

En conclusión, un libro que permite abrir muchas líneas de fuga para fijar la mirada en el capitalismo (libidinal) en su estadio actual y, a través de las propuestas que Amador Fernández-Amador recolecta y enriquece. Desde su fina mirada podemos disponer de elementos suficientes para valorar posibilidades y avanzar en una resistencia cada vez más necesaria y complicada de realizar. Una resistencia que debe basarse en configurar un deseo de cambio que tiene, necesariamente, que situarse fuera del mercado y encontrar un buen punto de amarre para poder hacerlo.

Laura Vicente

  

viernes, 19 de abril de 2024

 


OS CUENTO…

5 y 12 de noviembre 2023

Hay semanas que las cosas se tuercen. Sin ser nada grave (para mí, en lo personal, solo la salud, si falta, es grave) entras en un estado de malestar, la luz se atempera y las nubes pesadas se instalan en la cabeza. Unas gafas, como aquellas que te daban a la entrada de aquellos cines de tres dimensiones, se acoplan en los ojos y ves todo en una sola dimensión y de color gris. Necesitas anestesia para que pasen los días.

Encima, la novela que estaba leyendo se me cerró herméticamente y no podía entrar en ella de ninguna manera, insistí e insistí, leí casi doscientas páginas. No hubo manera. Es un autor que me encanta y del que he leído varias novelas, Orhan Pamuk, ambienta sus historias en Estambul, una ciudad que deseo visitar hace mucho y cuyos planes para hacerlo siempre se han frustrado.

Nunca abandono un libro, nunca quiere decir que en toda mi vida lectora me sobrarían dedos de las dos manos para contarlos. De esos abandonos, un autor tiene el récord: Henry Miller y sus Trópicos. Para mí, cuando era veinteañera, una autora de referencia y que leí completa fue Anaïs Nin y ella tenía una relación personal con Miller que me animó a leerlo. Todo fue inútil, lo abandoné hace años y no le he dado una nueva oportunidad nunca. Explico esto porque si quito a Miller de la lista de abandonos con una mano tendría de sobra para contar los libros que he dejado de leer. En esa lista ha entrado El libro negro.

Mi obstinación en no abandonar la lectura de ficción es una marca de la casa, no he pensado los motivos y no lo voy a hacer ahora, qué más da…

Podría pensarse que han sido esos días espesos, pero no es así. Tengo la gran suerte de que cuando empiezo a leer, traspaso la puerta de la realidad y lo que me ocurre queda atrás, nunca he tenido crisis lectoras (excepto con la poesía que solo leo en situaciones personales determinadas y luego pasan años sin que lea un poema). De hecho, abandoné a Pamuk y ya estoy enfrascada en otra novela y en el resto de los libros de no ficción (pero de eso hablaré otro día).

Cine y series para otro día. De música, una guitarra excepcional: la del brasileiro Yamandu Costa.

OS CUENTO…

19 y 26 de noviembre 2023

La primera semana transcurría con normalidad hasta que todo saltó por los aires: mi madre que es muy vulnerable por la edad (87 años) y por sus enfermedades crónicas, entre ellas de vías respiratorias fue ingresada en el hospital por Covid.

A partir de ahí entró, y yo con ella, en ese universo tan excepcional del hospital (uno muy grande, además). El tiempo se rompe intempestivamente, se produce una distorsión del tiempo homogéneo, se interrumpe el flujo temporal y se entra en otro curso del tiempo.  El tiempo queda suspendido, congelado, se ralentiza. La Modernidad iguala las temporalidades (en la historia oficial), pero todas las personas hemos experimentado cómo el tiempo se desboca o se ralentiza.

La inquietud, la tensión, la confusión, la incertidumbre de lo que puede ocurrir te embarga. La información es escasa (durante el fin de semana cuando llegué, nula) y debes afrontar la situación de alguien querido sin tener herramientas para hacerlo, ves como se consume, como la medicación le produce efectos indeseados (la cortisona le produjo azúcar, alucinaciones, etc.). En esos momentos piensas en la vida y en la muerte, en la vida que merece la pena vivirse y en la que no… en fin, muchos pensamientos vienen y van.

Yo no soporto el calor, en los hospitales es agobiante, en las habitaciones Covid, más. La puerta debe estar cerrada siempre (yo hacía trampa y abría una ranura de la puerta, no creo que refrescara mucho, pero mi sensación de agobio disminuía) y me había desacostumbrado a llevar mascarilla durante horas.

He leído muy poco, pero la novela que llevo entre manos me ha acompañado en todo momento: Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Bartlett. Una mujer/hombre (¿hermafrodita? ¿Trans?... de momento no lo tengo claro) forma parte del maquis antifranquista en el Bajo Aragón. El régimen dictatorial construye una leyenda de «La Pastora», como la llamaban y era conocida, como alguien sanguinario, cruel y despiadado (escribo en masculino porque lo reconocían como hombre en el maquis). Está basada en hechos reales.

Música escucho poca (la clásica me ha calmado de tanta inquietud) y estoy con una miniserie: Undoing.

miércoles, 3 de abril de 2024

Otra historia, otra memoria A través del temblor. Cuerpo, visiones y política de Carlota Fuentevilla

 




Un libro tiene casi tantas lecturas como personas que lo leen. Es inevitable que mi lectura se sitúe en el ámbito de la historia y de la memoria, de ahí el título. Hace tiempo que pienso que la historia es más discontinua y contradictoria que lineal, continua y coherente como suele plantear la Historia con mayúscula. La labor de la historia (de la genealogía) es recoger las historias discontinuas, sorprendentes e inesperadas y llevar a cabo un registro retrospectivo de los conflictos, de los accidentes, de los desórdenes, pero también de los afectos y de los saberes que no encajan en esa Historia ordenada a la que estamos acostumbradas.

Estas historias poco visibles, descartadas y olvidadas pueden converger y pueden hacernos conservar, como dice Carlota Fuentevilla, la memoria viva y la complejidad de la memoria colectiva, con sus zonas oscuras y los puntos ciegos, que también funcionan como marcos y coordenadas donde establecer aquello que sucedió. Estas historias son una especie de transmisión subterránea y lateral, una especie de contrabando cultural y bastardo, como dice Paul B. Preciado, de lo descartado por no tener cabida en la Historia convencional e institucional.

En A través del temblor. Cuerpo, visiones y política[1], la autora cuenta las historias de Conchita González y Leonora Carrington que no pertenecen a los grandes relatos de la Historia. Conchita y Leonora son personas comunes, individualidades que personalizan el potencial de la inteligencia colectiva y que muestran sus capacidades. Las conexiones que realiza la autora pretenden buscar una «gran constelación» que puede revelar «otra historia» que permanece oculta. Para descubrirla es necesario realizar una especie de trabajo geológico en el que el peso de la historia funciona a través de una acumulación espacial de «capas» heterogéneas, no a través de la linealidad homogénea.

Carlota Fuentevilla parte de las apariciones y visiones para indagar en qué dicen de la sociedad de la que forman parte, así como de la religiosidad en la que están inmersas.

Pero la autora pretende ir más lejos y establecer esa «gran constelación» de la que habla y que abarca las relaciones de poder, lugar desde el que se han perpetrado de forma asidua distintos tipos de violencias para seguir perpetuándose. La autora rastrea cómo, dentro de esa trama, se han creado organizaciones, fuera y dentro de la Iglesia para regular, controlar, dialogar, canalizar o directamente para acabar con las heterodoxias.

Las relaciones sociales son relaciones de poder y este, en la línea de Foucault, se legitima a través del discurso y el saber: el conocimiento que deriva de ese discurso cristaliza a través de las instituciones y de ciertos aparatos de dominación que lo transforman en verdad acerca de la realidad y el propio individuo. La enfermedad mental ha ocupado siempre un lugar relevante en esas relaciones de poder

En la España franquista, la psiquiatría nacional estableció la «prevención» que se centró en el orden público y en la eliminación de la enfermedad mental instrumentalizando las premisas de la higiene mental. Se trataba de establecer, como señala la autora, la normalidad dentro del nuevo orden y el estrecho camino del que nadie debía salirse (y que vino marcado por la Iglesia y el poder autoritario).

Partiendo de estas bases, Carlota Fuentevilla nos presenta las historias de Leonora Carrington y Conchita González, se detiene en sus biografías y en cómo se patologizó la desobediencia y el desafío femenino. Algo que no era una novedad, ya que excavando en las «capas geológicas» del pasado se pueden encontrar ejemplos de abuso hacia las mujeres visionarias, médiums, creadoras o que tienen relación con prácticas consideradas sobrenaturales o con comportamientos susceptibles de asimilarse al campo de la locura. Y la autora logra mostrar la relación entre género, pobreza y locura que resulta evidente en los psiquiátricos.

Las vidas de Conchita y Leanora nunca se cruzaron personalmente, existía la conexión a través del doctor Morales Noriega (psiquiatra que tuvo una estrecha relación con el nacionalcatolicismo), y a través de la escritura de sus diarios en los que narraron sus propias experiencias. Experiencias que no encajan de ninguna manera con lo hegemónico y, por tanto, se relegan a una escritura a escondidas y a solas, un género literario menor.

Ambas tienen influencias de la tradición oral. Las clases populares, especialmente las mujeres, han pertenecido al mundo de la oralidad en el que no existe el pensamiento abstracto. El nivel de representación del mundo no está separado de la existencia, es decir, de la vivencia personal del mundo. En la tradición oral hay una voluntad profundamente política de situarse. Las historias eran suyas, pero a la vez hablaban de todo un pueblo y de las transformaciones que se producían.

Mientras Leanora es considerada como una mujer loca por su afán por escribir y salir del mundo exclusivamente oral, Conchita se mantiene dentro de la religiosidad popular que forma parte de la oralidad y que tiene un valor dentro de la vida comunitaria.

Desde lo psicológico la autora plantea que en los dos casos hay una imagen y contraimagen de la mujer. Conchita González era una niña creyente de un pueblo de montaña dedicada a las labores del campo que encarnaría la inocencia. En el reverso estaría Leonora, mujer con formación artística y creadora alejada de las prácticas católicas a quien se le atribuiría el arquetipo de una Lilith maliciosa, oscura y culpable por su comportamiento provocativo. Lilith representa la parte oscura y rebelde, el peligro, las mujeres esencializadas en una naturaleza traicionera y tentación descontrolada que se ha de reprimir.

En esta «gran constelación» que la autora construye en su libro, tiene una gran importancia el cuerpo. Contrapone el cuerpo del trabajo y de la reproducción que tiene dolor, que sufre, frente al cuerpo del éxtasis, liberado del dolor y de todos sus pecados. Carlota Fuentevilla se posiciona con claridad cuando afirma que negar desde el secularismo las formas de adaptación y emancipación de las mujeres dentro de la religiosidad popular es hacer la vista gorda, corriendo el riesgo de caer en restar agencia a muchas trabajadoras como nuestras antepasadas. Por medio está el proyecto burgués del nuevo hombre de la modernidad que se conforma en el rechazo y miedo al cuerpo no solo individual, sino también social. Un planteamiento que no deja de ser polémico, más si tenemos en cuenta la larga tradición anarquista y libertaria que potenció un proceso de secularización con la intención de acabar con la institución religiosa, pero también con la religiosidad popular femenina, desde el anticlericalismo.

 

Laura Vicente



[1] El libro fue publicado en 2023 por la editorial Levanta Fuego.

domingo, 24 de marzo de 2024

MUJERES LIBRES: DE LA EDICIÓN A LA REVOLUCIÓN

 



La edición de Mujeres libres y su proyecto

  • Redactar y editar una revista forma parte de un plan a largo plazo

En la década de 1930 existía, en la subjetividad de las mujeres libertarias y anarquistas, la necesidad de organizarse juntas y separadas de los hombres del movimiento libertario. Desde la I Internacional se habían llevado a cabo numerosos intentos de constituir organizaciones de mujeres (Teresa Claramunt sobresale en este aspecto). Tres mujeres, apoyadas en muchas otras, conocedoras de aquellos intentos y de aquellas mujeres, trataron de avivar aquellas brasas para intentarlo de nuevo: Mercedes Comaposada Guillén, Amparo Poch Gascón y Lucía Sánchez Saornil.

Tenían un plan a largo plazo: crear una organización de mujeres de clase y feminista que luchara por su emancipación dentro del proyecto libertario.

Para cumplimentar el plan, la edición de la revista tenía unos objetivos más inmediatos:

  1. La revista debía tejer una RED DE CORDIALIDAD entre las mujeres que formaban parte del proyecto (son palabras de Lucía a Josefa Tena de Mérida el 10 de julio de 1936). RED: núcleos de mujeres colaboradoras alrededor de la revista y CORDIALIDAD entendida en clave política, era una apuesta por el entendimiento como punto de partida para una vivencia corporal cercana y amable entre las componentes del proyecto.
  2. La revista debía CAPTAR y CAPACITAR a las mujeres obreras a quienes iba dirigida. Por eso la revista se inicia como revista de formación y cultura.

 Así salieron los tres primeros números (mayo, junio y julio) con una redacción formada por las tres mujeres mencionadas y unas secciones que definían sus intereses: Trabajo y sindicalismo (Lucía), Salud, sexualidad, maternidad e infancia (Amparo); Cultura (Mercedes); Educación (pretendían que fuera Antonia Maymón, pero debió negarse); Conflictos Internacionales (con posiciones antimilitaristas y a favor de la paz, alguien con seudónimo paz firmó dos de los tres artículos de los tres primeros números.

Solo escribieron mujeres.

En estos números anteriores a la Guerra Civil la mayoría de los artículos los escribieron las tres redactoras, pero fueron creando red y dando lugar a un amplio grupo de colaboradoras (40 mujeres firmaron textos en los trece números).

Entre las colaboradoras destacan 9 mujeres que firmaron 3 o más artículos acreditados en los trece números: las tres redactoras + Consuelo Berges Rábago (no es libertaria ni (A), no forma parte de MMLL), que no escribió y se dedicó a tareas de edición durante la guerra ayudando a Mercedes.

Las 5 colaboradoras restantes fueron: Carmen Conde (no es libertaria ni (A), no forma parte de MMLL), Lola Iturbe (anarquista de CNT y de la FAI, no forma parte de MMLL), Áurea Cuadrado, Pilar Granjel y Etta Federn (MMLL y otras organizaciones del Movimiento Libertario).

Si tenemos en cuenta las 9 mujeres más involucradas en la revista, observamos una alianza entre mujeres con títulos académicos (5 mujeres; de ellas 4 eran maestras: Carmen Conde, Pilar Granjel, Consuelo Berges y Amparo, esta con doble titulación Magisterio y Medicina; y Etta Federn Lenguas Germánicas y Filosofía) y 4 mujeres sin títulos académicos: 3 obreras Lola Iturbe, Áurea Cuadrado (Sindicato del Vestido) y Lucía (telefonista) y Mercedes; bastante formadas las 4 a través del autodidactismo.

Además, están las colaboradoras que no escriben y que se dedican a tareas de administración, distribución, venta, etc.

  • Acceso a la palabra con voz propia y en el espacio público ¿es revolucionario?

Las mujeres estaban (y aún están) excluidas de las palabras en el espacio público, pero no poder hablar no significa no tener voz. Su mundo fue el de la oralidad en el que el nivel de representación del mundo no está separado de la existencia, o vivencias personales de este mundo. En la oralidad apenas existe el pensamiento abstracto. El mundo de la oralidad era propio de las clases populares (no solo de las mujeres), pero mientras los hombres tenían acceso al espacio público (incluso los iletrados a través de las consignas en las manifestaciones y huelgas, su asistencia a mítines y conferencias, su presencia en reuniones sindicales, etc.), las mujeres tenían un acceso muy limitado.

Su acceso a la palabra era en el espacio doméstico, privado, pero ahí las palabras eran menospreciadas y desvalorizadas: hablaban de «cosas de mujeres», consideradas intrascendentes pese a que se referían a un área fundamental para la vida: los cuidados (sin embargo, eran consideradas: cotorreos, parloteos, cotilleos, chismorreo).

La revista fue para las mujeres de este proyecto un acceso a las palabras hablando con voz propia, sin interferencias masculinas, fue encender las palabras de las mujeres. Las mujeres que impulsaron la revista quisieron tomar, usar y escribir palabras para crear vínculos entre ellas y pronto se dieron cuenta de que la fuerza de las palabras se producía cuando prolongaban un cuerpo y lo enunciaban. Rechazaron las palabras separadas del cuerpo y por eso es una revista con ideas, pero escasamente ideologizada.

Las editoras y redactoras de la revista Mujeres Libres, podemos considerarlas como donadoras de palabras, nombradoras, como señala Rita Segato. Levantaron un maremoto de palabras a través de la revista abandonando el silencio. Romper una genealogía de mujeres silenciadas no era nada fácil.

¿Podemos hablar de una revolución de las palabras?

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Esta es un parte de mi intervención en el Congreso Internacional: Editoras y traductoras más allá de las fronteras: mujeres en la cultura impresa transnacional anarquista (1890-1939)

miércoles, 13 de marzo de 2024

Annie Ernaux, Los años

 


 Dice Ernaux, al final de Los años, que es difícil apreciar un «yo» en esta «autobiografía impersonal» y es muy cierto. La forma de abarcar su vida es captar la duración que constituye su paso por la tierra en una época determinada, ese tiempo que la ha atravesado, ese mundo que ella ha grabado, solo con vivir (nace en 1940 y esta obra se publica en 2008).

La forma de su libro surge, por tanto, «de una inmersión en las imágenes de su memoria para detallar los signos específicos de la época», se trata, dice la autora, de «un relato resbaladizo» en un continuo en el que apenas da referencias cronológicas. De esta forma Ernaux refleja de manera magistral la dimensión vivida de la Historia a través de la memoria individual y colectiva.

Los años es un viaje en el tiempo en el que vemos cambiar las costumbres, la cultura, las relaciones personales y familiares, al compás de los cambios económicos, de los hábitos de consumo, del ámbito laboral y de cuidados, de la propia sociedad francesa, de las decepciones políticas (la reelección del socialista Mitterrand nos devolvía la tranquilidad, «más valía vivir con la izquierda sin esperar nada que ponerse nerviosos todo el tiempo con la derecha», de Mayo del 68, etc.

Hace una descripción magnífica de cómo se rompió el tiempo «normal» de la existencia en Mayo del 68 y se desencadenó un tiempo huracanado, un tiempo cualitativo, gozoso, no mesurable, no utilitario (Walter Benjamin):

«Una noche escuchamos (…) [que] había barricadas en el barrio Latino (…). Ahora nos dábamos cuenta de que pasaba algo y ya no teníamos ganas de de hacer vida normal al día siguiente. Nos cruzábamos, indecisos, nos reuníamos. Dejábamos de trabajar sin razón precisa ni reivindicación, por contagio, porque es imposible hacer algo cuando surge lo inesperado, salvo esperar. Lo que sucediera al día siguiente, no lo sabíamos y no buscábamos saberlo. Era un tiempo aparte».

El transcurso de su vida personal (tomando como referencia fotografías y la memoria) se entremezcla, como es evidente en esta cita, con los sucesos de la época conformando una autobiografía colectiva en el que el habitual «yo» deja paso al «nosotros» para construir un caleidoscopio de hechos, acontecimientos, pequeños y grandes cambios y su viaje de la infancia a la adolescencia, la madurez y la vejez.

Quizás, la llegada a la vejez desliza sentimientos de nostalgia al ver el pasado como parte de sí misma y sentir cierta frustración por el fracaso de la confianza en que el progreso significaría una mejora que, ni siquiera en Francia, se ha realizado, mucho menos en el conjunto del planeta.  

Ernaux utiliza un estilo rápido, directo, conciso, con cambios de ritmo continuos, combinando explicaciones más largas con pequeños fragmentos de pocas líneas que inicia en minúscula. Un estilo que te impregna mientras lees porque resulta cercano y poco intelectualizado.

 

domingo, 3 de marzo de 2024

CONGRESO INTERNACIONAL

 

Editoras y traductoras más allá de las fronteras: mujeres en la cultura impresa transnacional anarquista (1890-1939)

Universidad Carlos III de Madrid - Universitat Oberta de Catalunya 

Lugar: Campus UC3M, Madrid - Puerta de Toledo (Madrid) 

20 - 21 de marzo de 2024


En el marco del importante desarrollo académico de los estudios anarquistas a nivel global, ha surgido un interés renovado por la cultura impresa libertaria (Madrid y Soriano 2012; Souza Cunha 2018; Yeoman 2022; Ferguson 2023), base sobre la cual se desarrolló de manera impensada el que es considerado como primer movimiento político transnacional (Moya, 2009). La cultura impresa anarquista fue masiva y enciclopédica y, en su afán por educar al humilde, tuvo la capacidad de circular textos de muy diversa índole: literarios, científicos, técnicos y, por supuesto, ideológicos, entre tantos otros. Con esta agitada actividad impresora y traductora, los anarquistas y las anarquistas fueron agentes pioneros y muy activos en la transferencia de saberes transnacionales. Participaron en redes de intercambio y producción de impresos que “globalizaron el anarquismo” (Prichard, 2022; Eitel 2022) en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.

Paralelamente, y a pesar de que el rol que las mujeres jugaron en el movimiento anarquista ha sido revisitado en los últimos cincuenta años (Nash 1975; Rowbotham 1992; Enckell 2010; Pezzica 2013), hay aún mucho territorio por ser explorado en lo que respecta a la manera en la que las mujeres anarquistas o cercanas al movimiento participaron en esa cultura impresa. El movimiento anarquista abordó, desde sus primeros escritos, temáticas ligadas a la relación entre los sexos, a la familia y a la sexualidad. Muchas editoras y traductoras realizaron estas tareas con las miras puestas en ahondar en la igualdad práctica y teórica al interior y al exterior del movimiento, reclamando para las mujeres una misma educación y oportunidades de participación, reivindicando una idéntica pasión por la libertad y pregonando que las mujeres poseen ellas también condiciones y motivos para la lucha contra el estado. Este activismo impresor puede ser considerado «feminista», con todas las discusiones que acarrea la utilización del término en contextos anarquistas (Barrancos 1990 y 1996).

La labor en tanto que editoras y/o traductoras de figuras femeninas clave del anarquismo internacionalista como Louise Michel, Emma Goldman, Lucy Parsons, Soledad Gustavo o Virginia Bolten así lo sugiere. Permite intuir la importancia de los vínculos entre mujeres, movimiento anarquista y cultura impresa. Junto a ellas, una pléyade de mujeres anarquistas, o cercanas a los medios anarquistas, destacaron en las tareas de editar, imprimir y traducir textos, libertarios y no libertarios.

El encuentro que proponemos pretende continuar recuperando el papel que le cupo a las mujeres anarquistas en la edición y traducción de textos, volviendo a aquellas más conocidas y sacando del olvido a otras muchas. Abarcando y poniendo en diálogo por primera vez en torno a este tema a un amplio abanico de disciplinas, desde la historia política, intelectual y de la edición, hasta los estudios de traducción y de prensa periódica, entre otras, este encuentro se propone dar respuesta a las siguientes preguntas:

¿Cómo intervinieron las mujeres en la circulación de textos esenciales para la difusión de las ideas anarquistas en diversas lenguas y territorios? ¿De qué manera tejieron redes entre personas y publicaciones para construir o desarrollar sus proyectos editoriales o traductivos? ¿Quiénes entre ellas editaron libros, panfletos, folletos o prensa? ¿o bien pusieron a trabajar sus habilidades lingüísticas para dar a conocer un poema o una proclama en otra lengua? ¿Qué dificultades encontraron y cómo lidiaron con ellas? ¿Cómo investigar el lugar de las mujeres en actividades, a menudo subalternas e invisibilizadas, de producción editorial y traducción? ¿De qué manera rescatar sus figuras en una cultura impresa donde a veces primaba el anonimato o el uso de seudónimos? ¿Cómo pueden asistirnos nuevas metodologías y herramientas, como las humanidades digitales, en esta tarea?

Estamos convencidas de que en la convergencia de especialistas de diferentes ámbitos universitarios será posible la producción de nuevos conocimientos sobre la agencia de las mujeres en el contexto de la cultura impresa anarquista.

Participo en la mesa titulada Mujeres Libres. 

El 20 de marzo, 11:30- 13 h. 

Universidad Carlos III, Campus Puerta de Toledo, Ronda de Toledo 1, Aula 1. A. 08

viernes, 23 de febrero de 2024

EL TIEMPO NORMAL Y LA ACELERACIÓN DEL TIEMPO

 



La búsqueda en la que estoy empeñada está centrada en reconsiderar el concepto de revolución, en sopesar la experiencia del tiempo, en la importancia de diferenciar ideas de ideologías, en las vivencias de la emancipación, y en todo aquello que está vinculado a la manera en que las mujeres se adentran en esas experiencias y tejen vivencias que la historia convencional tiende a descartar.

Quizás, aunque parezca excesivamente pretencioso, el propio concepto de historia hay que ponerlo en cuestión. En todo caso, a diferencia de lo que plantea la Historia con mayúscula de poner distancia con los hechos, de acercarse objetivamente a los acontecimientos, me voy situando en otra posición en la que conocer los hechos sin poner distancia, desde dentro y con planteamientos empáticos (la Academia puede descartar mi intento por subjetivo, no importa).

Salir de los caminos convencionales por los que ha transitado la Historia me lleva gozosamente a libros poco convencionales como el de Furio Jesi[1]. Dice Andrea Cavalletti en su Prefacio, que el libro de Jesi es «una obra de montaje (…) en la que se suceden veloces secuencias narrativas y saltos teóricos vertiginosos». Pese a su título no es una historia de la insurrección espartaquista porque lo que le interesa al autor es conocer aquellos sucesos para entender lo que es la revuelta y la experiencia del tiempo, algo que se puede aplicar a otras revueltas.

Nos sorprende Jesi cuando afirma que, del pasado, lo que de veras importa es lo que no se recuerda. El resto, lo que la memoria conserva o puede encontrar, es solo un sedimento. ¿Dónde queda la memoria histórica, ahora denominada memoria democrática, con esta afirmación?

Jesi establece en la Introducción el punto teórico decisivo de su libro: la oposición entre idea e ideología, entre la epifanía inmediata de la idea y su endurecimiento en el canon ideológico, por lo tanto, entre novedad y continuidad, tiempo de subversión y tiempo de memoria. Vinculada a esa oposición idea/ideología, establece la diferencia entre revuelta y revolución.


Para Jesi, la diferencia entre revuelta y revolución no debe buscarse en los fines de una y otra, ambas pueden tener el objetivo de tomar el poder. Lo que las distingue es una diferente experiencia del tiempo. La revuelta es un repentino foco de insurrección que puede insertarse dentro de un diseño estratégico pero que de por sí no implica una estrategia a largo plazo, y la revolución por el contrario es un complejo estratégico de movimientos insurreccionales coordinados y orientados relativamente a largo plazo hacia los objetivos finales. La revuelta es la suspensión del tiempo histórico, al contrario que la revolución que está entera y deliberadamente inmersa en el tiempo histórico. Es la suspensión donde se libera la verdadera experiencia colectiva. Toda revuelta es batalla en la que se elige participar deliberadamente y cada persona forma parte de la comunidad, la batalla es la batalla de la comunidad.

Al ser la revuelta la suspensión del tiempo histórico, los partidos y sindicatos que son estructuras inmersas en el tiempo y en el espacio histórico, son echados de la revuelta, o aceptan suspender temporalmente la autoconciencia de su propio valor, o se encuentran en abierta competencia con la revuelta. En la revuelta solo existen grupos de contendientes.

Indudablemente, el tiempo normal es un concepto burgués y el fruto de una manipulación burguesa del tiempo. Este le garantiza a la sociedad burguesa un transcurrir tranquilo. Es cierto que el propio sistema puede suspenderlo deliberadamente, por ejemplo, en las guerras. De esta forma, mientras dure la guerra, los hombres serán situados en un tiempo distinto, el de la experiencia guerrera (turnos de guardias, marchas, construcción de trincheras y fortificaciones, ataques…). Todo tiene valor en función de la guerra: en las fábricas se trabaja para la guerra, en casa se vive al ritmo de la guerra, alguien cercano está en la guerra, etc.

Una cosa distinta es que el tiempo normal salte por los aires como consecuencia de una revuelta o una revolución. Si tal cosa sucede todos los mecanismos de la sociedad burguesa se pondrán en marcha para que el dispositivo normalizador vuelva a funcionar.

La Guerra Civil española y la Revolución Libertaria pusieron de manifiesto cómo se llevó a cabo la revolución y como las mujeres participaron en esta de manera diferenciada y sin que nadie las invitara a implicarse en ella. La separación de revuelta y revolución no la veo clara en estos acontecimientos, pero indudablemente hay una diferencia entre la revolución masculina y la femenina en la que tiene mucho que ver la diferencia entre ideología y explosión de ideas. Igualmente hay una experiencia del tiempo que resulta relevante y a la que no se ha dedicado apenas atención.

Por último, no fue el bando insurrecto quien batalló por el retorno al tiempo normal en la zona republicana, sino los partidos y sindicatos frentepopulistas opuestos radicalmente a la suspensión del tiempo y la vuelta al dispositivo normalizador del tiempo.

Laura Vicente

 

[1] Furio Jesi (2014): Spartakus. Simbología de la revuelta. Buenos Aires, Adriana Hidalgo.

 

martes, 13 de febrero de 2024

LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA

 



Ya habréis adivinado por el título que voy a hacer referencia al texto de Étienne de La Boétie[1], un texto que he leído muchas veces, la última hace un par de semanas. Volví a leerlo porque me asombra ver a partidos políticos que dicen que la política es negociación y pacto y que eso justifica el decir sí a lo que ayer dije que no, haciendo de «la necesidad virtud». No importan las promesas hechas en campaña electoral, se dicen muchas cosas para atraer el voto y todo el mundo lo sabe y lo comprende.

Pero por encima de todo, me llama la atención que quienes votan, personas que se consideran de «izquierdas», acepten la mentira tranquilamente y comprendan que hay necesidades superiores (por ejemplo, amnistiar a malversadores de dinero público que no invirtieron en sanidad o en enseñanza o en afrontar la sequía o tantas otras necesidades de la mayoría de la población) que justifican el engaño. Que se haga desde la derecha no es sorprendente, pero que personas que se consideran de izquierdas justifiquen la mentira para olvidar lo que hizo un partido de derechas en su tarea de gobierno resulta pasmoso.

No confío en la clase política, mucho menos en el Estado y sus aparatos de control, dominación y castigo, por eso no voto. Aunque procuro mantenerme ajena a la política institucional, no puedo evitar el asombro ante la confianza de quienes votan mostrando un comportamiento sumiso y dócil ante un sistema político cada vez más degradado.

Pero pasemos a hablar de un opúsculo inspirador que no es de extrañar que resultara atractivo a las mentes despiertas de los y las anarquistas de finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX y que era habitual en las pequeñas, pero bien nutridas, bibliotecas de los obreros y obreras.

En el siglo XIX, cuando arraigó el anarquismo en España, la escritura marcaba una diferencia de clase: se abría una brecha entre hablantes y escribientes, iletrados y letrados. No dominar la lectura y la escritura era percibido por las clases trabajadoras como una carencia, el anarquismo batalló para llenar ese vacío partiendo, muchas veces, del autodidactismo. No es raro, por tanto, la proliferación de escritores y escritoras dentro del mundo ácrata, así como la fundación de periódicos y revistas. Donde había anarquistas había periódicos y, por tanto, obreros y obreras «ilustradas».

¿Qué les pudo resultar atractivo, a anarquistas españoles, de un texto escrito en el siglo XVI? Hay un aspecto crucial que puede dar una explicación a esta pregunta, la lucha de emancipación la entendía el anarquismo también como autoemancipación de los dispositivos de poder, de los prejuicios, de la ignorancia, de las trabas que oprimían potencialidades y que se expresaban en actos comunes y cotidianos. La anarquía no era un lugar donde llegar gracias a una consecuencia lógica o científicamente deducible, sino una búsqueda a través de la lucha colectiva, pero también de una lucha en la construcción cotidiana para acercar lo máximo posible la brecha entre fines y medios.

En ese contexto, era normal el interés por La Boétie que reflexionaba acerca de las motivaciones de la dominación y de la tiranía. Este autor señaló tres causas de la servidumbre voluntaria, antítesis del deseo de autoemancipación ácrata: en primer lugar, la costumbre y la educación, en segundo lugar, la corrupción, y por fin, la violencia. El centro de la reflexión era la libertad, (…) un bien tan grande y placentero, que el perderlo es causa de todos los males (…). La libertad era entendida como un elemento natural, al que muchos seres humanos renunciaban sometiéndose al poder. El tirano era astuto y sabía cómo embrutecer a sus súbditos para lograr esa renuncia a la libertad.

La pregunta que se hacía La Boétie es plenamente actual y tiene que ver con el estupor que le causaba que la mayoría obedeciera a uno solo y quisiera servirle. La renuncia a la libertad se producía según La Boétie, muchas veces, sin necesidad y siempre suponía una degradación y la pérdida de humanidad de la persona. Si las personas no podían afrontar el hecho de su propia libertad siempre creerían y confiarían en redenciones venidas desde fuera y la humanidad permanecería alienada si no encontraría el camino para vivir en libertad.

Hay alguna luz para rechazar la servidumbre. Según La Boétie, la amistad, que siempre era igualitaria, era clave para desarrollar el amor mutuo. Los libros y la ciencia eran también claves puesto que daban al ser humano el sentimiento de sus derechos y el odio a la tiranía. Por tanto, era fundamental mantener la mente despejada y el espíritu clarividente, tomándose la molestia de pulirla por el estudio y el saber.

No creo que hayamos avanzado mucho, sino retrocedido, en esa búsqueda de la clarividencia manteniendo la mente despejada que proponía La Boétie. El estudio y el saber se ven sobrepasados en la actualidad por una masa no filtrada de informaciones que embotan por completo la percepción provocando, incluso, perturbaciones psíquicas.

El ruido del «enjambre digital», como señala Byung-Chul Han[2] es constante y se refleja en individuos aislados que no desarrollan ningún «nosotros», que no marchan en una misma dirección, no se manifiestan en una sola voz, son fugaces y por ello no desarrollan energías políticas ni cuestionan las relaciones de poder dominantes.

Los representantes del pueblo no se perciben como peones del «pueblo» sino del sistema (de ahí las revueltas reaccionarias antisistema). Caminamos a una democracia desideologizada (por eso da igual decir hoy lo contrario de lo que se dijo ayer, las ideas son irrelevantes) en la que los políticos son sustituidos por expertos que administran y optimizan el sistema. Ese es el motivo por el que los representantes y los propios partidos políticos se hacen superfluos abriendo el camino a individualidades que los sustituyen (tipo Trump, Milei, Putin, Bukele y tantos otros).

Volviendo al inicio, cada cual que piense sobre la relevancia de la mentira y del engaño de la clase política, de la desideologización y de los motivos por los que sobra la pregunta del por qué, ante el es así. ¿Nos dirigimos a una tiranía cotidiana y de baja intensidad que presenta la servidumbre voluntaria bajo los ropajes de la seducción en medio del ruido del enjambre que Le Boétie no pudo ni imaginar?

 Laura Vicente



[1] La última edición que conozco es la siguiente: La Boétie, Étienne de, Discurso de la servidumbre voluntaria. Barcelona, Virus, 2016.

[2] Han, Byung-Chul, En el enjambre, Barcelona, Herder.

sábado, 3 de febrero de 2024

OS CUENTO…

 

8 y 15 de octubre 2023

Los medios técnicos, a veces, facilitan amistades que nunca se hubieran producido sin dichos medios. Durante la pandemia a alguien se le ocurrió crear un foro de mujeres y hombres (la mayoría) anarquistas para reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo. Este foro utilizaba el correo electrónico para canalizar impresiones, sensaciones y sorpresas de un hecho tan excepcional, para nosotras mujeres y hombres europeos, como la pandemia del covid.

En ese foro enseguida sintonicé con algunas personas y de estas logramos construir dos amistades, sorprendentemente las dos son de origen argentino, que se han ido consolidando. Una de ellas ha venido de viaje desde Buenos Aires para ver a la familia de su pareja y hemos podido vernos durante estos días y hablar cara a cara con gestos, risas y lágrimas si hace falta.

Por otro lado, llevo unos días de revisión ginecológica anual que siempre me altera. No me gustan los médicos y médicas, lo siento si alguno de ellos o ellas lee estas palabras.

Os quería contar que llevo ya bastantes capítulos de una serie que hoy no triunfaría como lo hizo en los años noventa del siglo pasado (realmente parece no pasar nada de un capítulo a otro, es dulcemente lenta). La verdad es que vi muy pocos capítulos en su momento, pero tenía un agradable recuerdo de «Doctor en Alaska». Ahora que la estoy viendo capítulo a capítulo me sorprende que el recuerdo poco tenía que ver con lo que es la serie. El protagonista, Joel Fleischman, es un maravilloso y gruñón personaje: un médico judío de Nueva York que se ve obligado a desplazarse a Cicely, un pequeño pueblo en las tierras salvajes de Alaska, para devolver la inversión que se había hecho en su carrera de medicina.

Realmente todos los personajes son maravillosos: Maggie, Chris, Marilyn, Ruth-Anne, Shelly, Ed, Maurice, Holling, etc. Aunque su apariencia es de una especie de comedia superficial, aparecen temas relevantes: el significado de ser judío, el indigenismo, la ecología, la pareja, la importancia de las pequeñas comunidades, las diferencias sociales y otros muchos temas. Me gusta sin más.

Sobre lecturas, otro día os cuento, me he alargado mucho hoy.

Música: he recuperado a Gladys Knight.



22 y 29 de octubre 2023

Estas semanas se ha incrementado mi odio al militarismo, a las armas y a las guerras. El uso de armas, me da igual que sean Estados, grupos o mercenarios..., me generan una reacción negativa instintiva. Nada positivo puede salir del uso de las armas a manos de hombres uniformizados, obedientes y disciplinados que matan por defender fronteras, naciones, religiones, utopías o cualquier proyecto que los lleve a matar.

Las guerras y las armas conducen a más armas, más guerras, más odio y más deseo de venganza. La población civil sale siempre perdiendo, las personas menos preparadas para la guerra y la violencia sale siempre perdiendo. 

En el anterior «os cuento» no me dio tiempo a hablaros de los libros que he leído en este último mes. Una línea de lecturas tiene como eje los debates alrededor del concepto de anarquía. En julio leí el libro de Andityas Matos, La an-arquía que viene; en septiembre el de Catherine Malabou, ¡Al ladrón! Anarquismo y filosofía; y ahora estoy leyendo de Frédéric Lordon, La condición anárquica. Tengo preparado el siguiente de Reiner Schürmann, El principio de anarquía.

Todos ellos son libros en los que los autores, ellos mismos u otros que analizan, han otorgado a la anarquía un valor a la vez ontológico, ético y político determinante, sin por ello lograr movilizar un verdadero pensamiento del anarquismo. Hay diversos filósofos (Malabou revisa y dialoga con Schürman, Levinas, Derrida, Foucault, Agamben y Rancière) que inscriben la anarquía en el centro de su pensamiento, pero destacan su irreductibilidad al anarquismo político. Pero ambos tienen un mismo compromiso: la crítica inapelable de los fenómenos de dominación que remiten de manera unívoca a la sujeción y la alienación y desdibujan así el límite entre poder y abuso de poder. Ambos consideran por igual que la dominación es el problema del poder.

Y me quedo aquí, solo en esta primera línea de lectura.

Música: Arturo Sandoval, trompetista y pianista cubano de jazz (Guarachando

martes, 23 de enero de 2024

ENTREVISTA A LAURA VICENTE VILLANUEVA ACERCA DE SU LIBRO «TERESA CLARAMUNT, PIONERA DEL FEMINISMO OBRERO ANARQUISTA»

 


Teresa Claramunt nació en Sabadell en 1862 y desde niña trabajó en la industria textil por lo que experimentó en primera persona las jornadas extenuantes, los bajos salarios, las pésimas condiciones laborales y los conflictos sociales. Desde muy joven inició su activismo en pro del anarquismo y la defensa de las mujeres, temas fundamentales a lo largo de su trayectoria como propagandista, junto con el anticlericalismo, el acceso a la cultura o el antimilitarismo. Su falta de formación académica no impidió que sus mensajes, tanto en sus discursos como en sus escritos, apelaran a mucha gente que se sentía reconocida, valorada y defendida. A pesar de ser objeto de constante persecución, nunca abandonó la lucha por lo que calificó como “una sociedad más justa, más bella, más humana, que hemos dado por llamar la sociedad anarquista, ácrata o libertaria”; incluso enferma e inmovilizada, hasta el fin de sus días (11 de abril de 1931), estuvo difundiendo entre quienes la visitaban el ideal anarquista.

Pero este libro es más que una biografía al uso centrada exclusivamente en la vida del personaje. A partir de Teresa Claramunt, su autora nos adentra en el convulso contexto social y político de la época, marcado por las luchas obreras y las huelgas generales, y nos ofrece un panorama del papel del sindicalismo anarquista, la represión, la cárcel o las deportaciones que sufrieron diferentes figuras del movimiento libertario, entre las que se encontraba la propia Claramunt.

Laura Vicente es doctora de Historia Contemporánea por la Universidad de Zaragoza, catedrática de esta disciplina en Enseñanza Secundaria y especialista en la historia del anarquismo, el movimiento obrero y las luchas de las mujeres. En esta línea, ha publicado Sindicalismo y conflictividad social, Zaragoza 1916-1923 (1993), Historia del anarquismo en España: utopía y realidad (2013), Mujeres libertarias de Zaragoza: el feminismo anarquista en la Transición (2017), Mujer contra mujer en la Cataluña insurgente: Rafaela Torrents (1838-1909) Teresa Claramunt (1862-1931) (2018) y La Revolución de las palabras: la revista Mujeres Libres (2020).

¿Cómo te surgió la idea de adentrarte en la vida de Teresa Claramunt y por qué elegiste a este personaje para narrar toda una época de luchas, fracasos, represiones…?

Me «encontré» con Teresa Claramunt cuando investigaba el sindicalismo zaragozano para la Tesis Doctoral. Esta mujer había sido desterrada a Zaragoza a raíz de la Semana Trágica en Barcelona. Leyendo la prensa de octubre de 1910 encuentro la noticia de su participación en un mitin para tratar de las huelgas de aquellos días. De su intervención me llamó la atención su interpelación a los hombres respecto a las pocas mujeres que asistían al mitin y a la necesidad de poner en marcha una revolución de las costumbres empezando por los hogares. Esa «imagen» de Teresa Claramunt en el estrado y esa idea de la revolución doméstica no la olvidé.

El trabajo y la crianza de dos hijos me apartaron de la investigación durante más de diez años y cuando volví a ella tuve muy claro que quería hacer una biografía de aquella mujer que no había olvidado: Teresa Claramunt.

La Tesis Doctoral se centraba en los años veinte del siglo XX y di un paso hacia atrás en el tiempo histórico puesto que Claramunt nació en 1862. El sindicalismo y el anarquismo del último tercio del siglo XIX me conducían al que había investigado en la Tesis, así que todo parecía encajar.

En el título de tu libro la defines como pionera del feminismo obrerista anarquista, puedes decirnos qué caracteriza a este feminismo frente al convencional.

De entrada, remarcar que no se definió como feminista que identificaba con sufragista. Ese feminismo lo cuestionó por burgués, por su posición contraria a la vía electoral, y por posicionarse en contra de la lucha contra los hombres.

Claramunt consideró que el feminismo burgués descuidaba la «dignificación» de la mujer obrera y que entendían la emancipación femenina como «libertad relativa, ficticia», formal (tan solo ante la ley).

Pese a no asumir el término «feminista» por lo que acabo de señalar, se decantó hacia posiciones que denominamos de feminismo social frente al feminismo de la igualdad. Es un planteamiento mayoritario en Europa ya que el planteamiento de la igualdad ante la ley solo de desarrolló en los países anglosajones. El feminismo social se basaba en dos características:

1ª La diferencia de género: este feminismo aceptaba las distinciones entre los sexos, tanto biológicas como culturales, y la existencia de una naturaleza femenina diferente a la masculina que estaba en la base de la división sexual del trabajo y de las funciones diferenciadas dentro de la familia y la sociedad. Pese a ello este planteamiento era feminista porque reclamaba los derechos de las mujeres considerando que el hecho de contribuir a la sociedad de manera diferente no tenía por qué suponer la desigualdad con los hombres.

2ª Los objetivos principales del feminismo social eran el acceso a la educación (el término utilizado era el de «capacitación»), considerado como un pilar de la inferioridad y discriminación de la mujer que fomentaba los prejuicios, la ignorancia y el fanatismo religioso. Entendida, sin embargo, como educación integral podía ser un elemento clave para su emancipación. El segundo objetivo era el acceso al trabajo asalariado: partían de que las mujeres estaban explotadas como los hombres, ganando un salario inferior. La mayoría de las mujeres tenían trabajos sin cualificación, mal remunerados y sufrían abusos sexuales en los lugares de trabajo. Y, además, tenían que hacer las faenas domésticas cuando llegaban a casa.

El reconocimiento de que la esclavitud de la mujer venía de la dependencia económica del hombre llevó a Claramunt y otras mujeres a señalar que el salario podía ser un factor liberador para las mujeres dotándoles de autonomía económica. Algo que no les impedía seguir cuestionando la explotación que sufrían como obreras.

Por último, la dominación de las mujeres no se daba solo en el taller y en la fábrica sino que se daba en el espacio íntimo de la pareja (espacio doméstico). Claramunt consideraba que las mujeres debían poner en marcha una auténtica revolución doméstica basada en una dura crítica al matrimonio y la familia burguesa, siendo partidaria de las uniones libres.

Al feminismo social se añadía desde el anarquismo la conciencia de clase puesto que eran partidarias de acabar con el capitalismo y la sociedad de clases. Solo con la revolución social se produciría una especie de equilibrio entre la naturaleza femenina y masculina que lograría el fin de las discriminaciones.

Se trata, por tanto, de un feminismo social, obrerista y con influencia anarquista en cuestiones como la sexualidad, la defensa de la libertad, del humanismo integral, la democracia directa, el antipoliticismo, etc.



En este periodo histórico nos relatas los enfrentamientos que hubo entre el anarco-colectivismo y el anarco-comunismo y cómo Claramunt transitó del uno al otro. Nos puedes explicar las diferencias entre ambos y por qué estas tensiones.

Teresa Claramunt más que transitar de uno al otro por criterios propios, podríamos decir que fue colectivista porque lo eran las sociedades obreras que conoció en Sabadell y luego pasó a ser anarcocomunista cuando la mayoría de estas sociedades obreras lo fueron. No es un tema que le preocupara y no tengo constancia de que hablara o participara en el debate que fue intenso a finales del siglo XIX.

Respecto a los enfrentamientos dentro del anarquismo, el colectivismo es una escuela de pensamiento que aboga por la abolición de la propiedad estatal y privada de los medios de producción, ya que prevé que estos sean de propiedad colectiva, controlados y autogestionados por los propios trabajadores y trabajadoras. Una vez que se lleve a cabo la colectivización, el dinero sería abolido y los salarios de los trabajadores se determinarían en organizaciones democráticas en función de la dificultad del trabajo y la cantidad de tiempo que contribuyen a la producción. Estos salarios se utilizarían para comprar bienes en un mercado comunal.

El anarquismo colectivista se enfrentó con el anarcocomunismo, porque este último defiende la abolición de los salarios y los individuos tomarían libremente de un almacén de bienes siguiendo el principio de “a cada uno según su necesidad”, frente “a cada uno según su trabajo.

En la práctica el colectivismo confiaba en las sociedades obreras y en la huelga ordenada y disciplinada, mientras el anarcocomunismo era partidario de la organización a través de grupos de afinidad y planteamientos más radicales.

El anarquismo colectivista fue la tendencia dominante del anarquismo en el siglo XIX hasta que el anarcocomunismo tomó su lugar.
 
La fama y popularidad que Claramunt alcanzó en Cataluña ¿se extendió a otros lugares de España ―más allá de Andalucía y Zaragoza, que mencionas en el libro―? ¿Llegó a tener relevancia internacional?

Desde luego donde su fama e influencia fue mayor fue en Cataluña, pero vivió en diversos lugares o recorrió muchos lugares dentro de campañas de propaganda. Su figura era conocida y tenía mucho prestigio.

En el ámbito internacional, Claramunt fue conocida en algunos países como Inglaterra o Francia por sus exilios obligados. Relevancia internacional quizás es un exceso, pero fue conocida fuera de las fronteras españolas.
 
“Los anarquistas decidieron bajar del palomar” y “El regreso del anarquismo a su torre de marfil” son los títulos de dos capítulos del libro en los que muestras dos posturas tácticas del anarquismo, ¿en qué situación consideras que se encuentra el anarquismo en este momento? ¿Su llama está viva a nivel de calle o está encerrado en sí mismo y sus certezas?

Es una pregunta difícil de responder. Me parece que la situación del anarquismo en la actualidad es compleja porque no está sabiendo interpretar de forma clara las transformaciones que se están produciendo. La práctica para el anarquismo es fundamental porque de ahí se derivan sus planteamientos teóricos, pero dicha práctica se vincula aún al sindicalismo y este mantiene estructuras organizativas y formas de lucha del siglo pasado poco adaptadas al siglo XXI. El hecho de que los mayores esfuerzos sigan vinculados a un sindicalismo necesitado de renovación provoca una escasa presencia en otros ámbitos y una pobreza en los análisis de lo que está ocurriendo. Esta situación influye en que sea difícil salir de las disputas internas tan habituales en el movimiento libertario.

El lado positivo es que existe una diseminación de ideas ácratas en movimientos que no se reconocen como tales y que nos permite concebir la esperanza de que hay una polinización que tendrá sus frutos.
 
En Teresa Claramunt se produjo con el tiempo un cambio ideológico respecto a los obreros y llegó a menospreciarlos por centrarse exclusivamente en peticiones de salario o jornada laboral, y carecer de una perspectiva revolucionaria. ¿Qué supones que pensaría de la clase trabajadora actual, de su situación laboral en clara regresión y de su sumisión al orden establecido?

Sí, es cierto que paso de una confianza en la actividad sindical a una desconfianza, provocada por los fracasos de huelgas importantes y por la oleada de atentados, en la capacidad de revuelta de la clase trabajadora. Eso la llevo a pensar que una minoría muy activa (una especie de vanguardia) podía desencadenar un proceso de transformación social que arrastraría a la masa obrera.

¿Qué pensaría hoy? Pues que sus suposiciones respecto a la tendencia al conformismo y al reformismo de la clase trabajadora eran acertadas. Lo que seguro que nunca pudo imaginar es cómo la clase trabajadora ha sido seducida por el consumo.
 
De nuevo has escrito sobre Teresa Claramunt en Mujer contra mujer en la Cataluña insurgente, en donde comparte protagonismo con Rafaela Torrents. ¿Quién era esta mujer y por qué decides confrontar las dos biografías? Parece evidente que, dada la procedencia de clase de cada una, sus vidas fueron muy diferentes, pero ¿has encontrado semejanzas entre ambas mujeres y sus experiencias vitales?

Rafaela Torrents era una mujer de clase acomodada que se casó con un indiano enriquecido (con la trata de esclavos y con el comercio) que les permitió comprar un título nobiliario a la monarquía española. Una familia de gran poder económico en la Barcelona de finales del siglo XIX y principios del XX. Mi idea con este libro era contrastar la vida de dos mujeres catalanas en la sociedad de la época. Muchas veces se observan mejor las desigualdades desde lo que no tienen las clases populares respecto a las altas. Sus vidas fueron radicalmente diferentes en múltiples aspectos: vivienda, alimentación, ropa, maternidad, acceso a la cultura y la educación, etc.

Semejanzas muy pocas: las dos eran catalanas, vivían en Barcelona en la misma época y poca cosa más. El abismo que las separaba era inmenso… de eso trata el libro.
 
Indudablemente, son muchos los valores que encarna Teresa Claramunt, como su conciencia feminista, su capacidad para sobreponerse a las adversidades o su compromiso infatigable, ¿cuál crees que es la principal enseñanza que podemos extraer en la actualidad de una personalidad inspiradora como la suya?

Teresa  Claramunt es representativa de un momento histórico en el que las personas más activas dentro del ámbito anarquista, y llegaron a ser muchas, elegían comprometer su propia individualidad en un activismo cuyas consecuencias no tenían en cuenta y que les podía llevar a la cárcel, la tortura o la muerte. La batalla en la que se enzarzaban era un compromiso diario en el que lo sacrificaban todo como personas porque su apuesta personal se identificaba con la batalla de toda la comunidad.

Desde mi punto de vista, la inspiración puede proceder de su capacidad crítica que la llevo a evolucionar en su manera de entender el anarquismo a lo largo de su vida y en segundo lugar, la importancia que dio a la transformación del ámbito privado en el que supo ver una politicidad femenina distinta a la masculina. Distinta no por esencia de los cuerpos sino porque masculino y femenino son historias diferentes que ella supo detectar muy bien (sobre todo en su folleto “La mujer” auténtico manifiesto del feminismo anarquista). Y en tercer lugar, la consecuencia, no exenta de errores, con la que afrontó su vida personal y su activismo.

¿Crees que la sociedad es consciente de lo que hicieron las generaciones que nos han precedido, de sus intentos porque alcanzáramos una vida mejor? ¿Cómo y desde qué ámbitos se puede transmitir y poner en valor a esas figuras, como Claramunt, comprometidas y en constante lucha por un ideal?

No, no creo que seamos conscientes de la genealogía de lucha que nos precede. Y no es así porque los “guardianes” de esa memoria, seleccionan aquello que consideran importante para mantener una sociedad de clases, basada en la dominación, jerarquizada, patriarcal y sumisa al Estado, sus instituciones y sus leyes. ¿Por qué sino denominan a la memoria como “democrática”?

Desde la academia (universidades y otros organismos) poco podemos esperar de unas investigaciones que requieren becas y ayudas económicas y de las que depende muchas veces el puesto de trabajo.

El ámbito libertario hace lo que puede para recuperar y difundir esa genealogía de lucha (la propia FAL es un ejemplo) pero no puede competir con el relato de una memoria que excluye, difama y difunde “basura antilibertaria” que se prolonga hasta la actualidad. El propósito fue, y es, invisibilizar toda la obra constructiva, innovadora y transformadora del movimiento libertario y anarquista, de esa manera, solo quedará que muera el recuerdo de aquello que puede producir efectos sobre el presente. Descargar, desde el poder político, mediático y académico, toda esa “basura antilibertaria” contra unas experiencias emancipadoras que es mejor enterrar, para que, desde el presente, no se puedan percibir posibles futuros y nos conformemos con sus pobres proyectos “progresistas”, versión mitigada del despliegue neoliberal que no pueden ocultar. Si nos prohíben el futuro, el pasado solo se repite una y otra vez bajo la forma de la nostalgia y la retromanía.

Esto no anula que hagamos todo lo posible para que esto no suceda, pero francamente, no soy muy optimista porque en lugar de unir fuerzas, el ámbito libertario, hoy, sigue empeñado en enfrentamientos y luchas internas que no favorecen la ingente tarea de recuperación y difusión de esta genealogía que no debe estar movida por la curiosidad o la nostalgia por el pasado sino por la preocupación por el presente.  
 
He mencionado antes que, según tu libro, Teresa Claramunt se decepcionó con los obreros y su falta de conciencia revolucionaria, igualmente cuentas que acabó alejada de fuerzas liberales con las que no tuvo problemas en confluir en sus comienzos de activista, marginada de la militancia anarquista por cuestiones relacionadas con su pareja sentimental, perseguida, enferma a consecuencia de su paso por la cárcel y sin recursos económicos. ¿Cómo es posible que soportara todo esto sin perder el entusiasmo y el amor por la anarquía? ¿Luchar era una cuestión de fe o para ella fue la única salida digna ante la miseria material y moral de su época?

Creo que ya he contestado a estas dos preguntas: la lucha para ella y para gran parte del movimiento libertario y anarquista era un compromiso diario en el que estaban dispuestas a sacrificarlo todo como personas porque su apuesta personal se identificaba con la lucha comunitaria. No creo que la miseria material lo explique todo, hoy hay en el planeta mucha población en situación de profunda miseria y no optan por la lucha colectiva o tan solo puntualmente. Me parece que las ideas cumplieron un papel movilizador que supo entroncar con la situación de miseria material y hoy nos cuesta mucho centrarnos en esa conexión práctica/teoría.

Carmen

Teresa Claramunt, pionera del feminismo obrero anarquista, ha sido escrito por Laura Vicente Villanueva y publicado por la Fundación Anselmo Lorenzo en 2006 en su colección Biografía y Memorias.

Entrevista tomada de https://fal.cnt.es/entrevista-a-laura-vicente-villanueva-acerca-de-su-libro-teresa-claramunt-pionera-del-feminismo-obrero-anarquista/