Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

viernes, 23 de octubre de 2020

LA DISPUTA DE LA CALLE

 


Uno de los acontecimientos que más me sobresalto en la salida del confinamiento, entre mayo y junio de 2020, fue la falta de iniciativa en la calle de la izquierda en general y del espacio libertario en particular. La celebración del 1º de Mayo  tenía más sentido este año 2020 que en los últimos años convertida en una procesión festiva en decadencia. ¿Corríamos más riesgos saliendo a la calle en 2020 que los que corrieron en 1889?  Con el mantra de que había que proteger la salud de las personas (cosa obvia y que todas/os compartimos) perdimos una gran ocasión para dotar de nuevo sentido a esta fecha. En ese momento millones de trabajadores/as de los sectores esenciales estaban corriendo riesgos manteniendo la producción y los cuidados para que la vida que merece ser vivida no se desplomara. Sin embargo, el sindicalismo consideró arriesgado salir a la calle con distancia social y mascarillas como hicieron, por ejemplo, en Atenas[1].

Fue la extrema derecha la que se apropió de la calle para canalizar sus consignas y su proyecto. Debemos disputar la lucha por el espacio de la calle para evitar que las derechas lo hagan y se apropien de forma renovada e inventiva del espacio público. El ámbito libertario tiene una sedimentación de saberes y experiencias lo suficientemente rico como para sustentar la práctica de ocupar el espacio público.

Vivimos hoy una situación de colapso en las condiciones de vida y de trabajo que vienen siendo aceptadas y justificadas por el covid. Dicen personas expertas que los ingresos de las clases populares se reducirán este año un 20% mientras que las de las clases altas lo harán en un insignificante 2%. Que los sectores más afectados son las personas migrantes y las mujeres. ¿Hay que aceptar esta situación en silencio o «luchando» en las Redes Sociales?

Las calles no sirven solo para canalizar el descontento y la indignación,  las movilizaciones sociales son momentos de reinvención de estrategias y prácticas políticas para discutir la centralidad del poder y tensar los límites de la política representativa, horadando y ampliando el imaginario de lo político[2].

La clase política española está mostrando su inutilidad, su incompetencia y su alejamiento de la realidad social, del sufrimiento de los sectores populares, de la penuria a la que están arrastrando a millones de personas que, con trabajo o sin trabajo, están en el lindar de la pobreza, de la precariedad. Irrumpir en la calle hoy debe ser un acto de resistencia frente a las políticas de precarización de nuestros cuerpos y nuestras existencias. Es ahí donde debemos redescubrir la potencia política de la reunión, de la manifestación, de las palabras, de los afectos y de las corporalidades.

 


[1] http://www.atlas-news.com/agencia-internet/internacional/Manifestacion-1_de_mayo-Atenas-Coronavirus_3_1825647421.html

[2] Algo de esto encontramos en un pequeño libro de Judith Butler, Virginia Cano y Laura Fernández Cordero (2019): Vidas en lucha. Conversaciones. Buenos Aires, katz, p. 9-10.

martes, 13 de octubre de 2020

EL «ESPONTANEISMO NEOANARQUISTA» NO ES ALGO SERIO

 

Llevo tiempo buscando poner al día algunas de las concepciones del feminismo anarquista actual. No resulta tarea fácil aprender a des-saber cómo señala Foucault, deconstruir el andamiaje de reglas y conceptos que instituyen lo real a nuestro alrededor: desandar el camino de esa «parte de pensamiento» que vincula lo real para las personas, mostrando –produciendo- los intersticios que cruzan su superficie, y haciendo que en cada uno de ellos brille el problema.

Es necesario que la persona (de hecho el «Hombre») del saber muera (el hombre abstracto y atomizado del humanismo burgués) para que renazca la persona del aprender y del inventar. Foucault nos lanza un reto casi heroico: desligar la persona concreta del imperio de las normas  en el que el saber la apresa para que el vuelo concreto, azaroso y fecundo del pensar pueda tener de nuevo un lugar. No se aprende un saber, se aprende a aprender.

Pese a las dificultades que implica acercarnos a ese pensamiento en el que brillen los problemas y construyamos/inventemos espacios  liberados de la exigencia del saber, no podemos dimitir de buscar, no tanto lo que se piensa, sino lo no-pensado.

En esa tarea azarosa voy encontrando textos, autoras (algunos autores también) e intercambio de posibilidades de aprender del debate en el grupo REDES[1]. Ese bagaje que voy reuniendo me va ayudando a desbrozar un camino que nunca acabará de estar despejado porque la realidad va más rápido que nuestra capacidad para pensarla, aprenderla, resistirla y construir la manera de enfrentarnos a ella.



En el agitado camino de lecturas que enfrentan argumentos sin el ruido, desafortunadamente habitual, del activismo, se ha cruzado en mi camino Nancy Fraser entre otras muchas autoras. Ella es la autora del título de este artículo, como buena marxista afirma que está preocupada «por el surgimiento de un imaginario de izquierda que se concentra obstinadamente en los movimientos sociales y no piensa en los sindicatos, los partidos y otras formas de organización  de los trabajadores»[2]. Fraser considera que la izquierda está en crisis porque carece de programa y de perspectiva organizativa. Es en este segundo aspecto, el organizativo, en el que cuestiona la seriedad del «espontaneismo neoanarquista», confiando en sindicatos y partidos como formas organizativas tradicionales del movimiento obrero del pasado sin plantear cómo recuperar la confianza en unas organizaciones, en parte obsoletas, y mayoritariamente instaladas en el sistema que Fraser critica.

Esta autora realiza una distinción metodológica entre políticas redistributivas y de reconocimiento que resulta interesante y que cuestiona Judith Butler[3]. La distinción que hace Fraser se basa en dos aspectos diferentes del bien y la justicia[4]:

·        Uno centrado en la distribución que indica cómo la sociedad debería asignar los bienes divisibles, en especial el ingreso. Este aspecto remite a la estructura  económica de la sociedad y también, de manera indirecta, a sus divisiones de clase.

·         Otro centrado en el reconocimiento que expresa cómo la sociedad debería atribuir el respeto y la estima, que son las marcas morales de la pertenencia y la integración. Centrado en el orden de estatus de la sociedad, este aspecto remite a sus jerarquías del estatus.

Desde mediados del siglo XX, la hegemonía capitalista se forjó en Estados Unidos y en Europa mediante la combinación de los dos aspectos señalados. Al margen de la crítica que se puede realizar a esta opción metodológica en la que no vamos a entrar en este texto, Fraser acierta en diversos aspectos de la visión de la forma actual de capitalismo: globalizador, neoliberal y financiariado.

Fraser señala que el capitalismo actual no es un mero sistema económico, es más amplio, es un orden social institucionalizado que como tal, abarca una serie de condiciones anteriores no económicas indispensables para una economía capitalista:

·         Actividades no asalariadas de reproducción social que garantiza la oferta de mano de obra asalariada para la producción económica.

·   Un aparato organizado de poder público (corpus legal, policía, etc.) que suministran el orden, la previsibilidad y la infraestructura necesaria para una acumulación sostenida.

·        Una organización relativamente sustentable de nuestra interacción metabólica con el resto de la naturaleza que asegure las provisiones esenciales de energía y materias primas.

El capitalismo actual está en crisis y para Fraser es necesario romper tanto con la economía liberal como con las diversas políticas de reconocimiento que la respaldan: hay que desprenderse del nacionalismo étnico de signo excluyente y del individualismo meritocrático liberal (sospechosamente no menciona que hay que desprenderse del capitalismo y el patriarcado). Para ello hay que construir un bloque contrahegemónico que elabore una política de distribución sólidamente igualitaria con una política de reconocimiento inclusiva y sensible a la clase que puede conducirnos a «un mundo mejor»[5] (sospechosamente ambiguo en su manera de entenderlo).

Para conducir ese bloque contrahegemónico que debería construir un «populismo progresista» desconfía de los movimientos sociales y del «espontaneismo neoanarquista», para confiar en un conglomerado de partidos y sindicatos de clase trabajadora. Entre esas fuerzas «antineoliberales izquierdistas» contabiliza a Bernard Sanders del Partido Demócrata estadounidense, Jeremy Corbyn del Partido Laborista en el Reino Unido, las fuerzas que se aliaron en torno a La France Insoumise de Jean –Luc Mélenchon, Podemos en España, y los primeros tiempos de Syriza en Grecia. Este es el bloque antihegemónico, algo «por completo diferente», en el que confía Fraser para contrarrestar al bloque hegemónico del neoliberalismo (tanto progresista como reaccionario)[6].

Para descartar a los movimientos sociales y al «espontaneismo neoanarquista» le ha bastado una línea, en esa línea me parece que puede estar el vuelo concreto, azaroso y fecundo del pensar que nos facilite el aprender a des-saber, a  deconstruir el andamiaje de reglas y conceptos que Fraser ha engullido al plantear su propuesta de bloque contrahegemónico.

No descarto, sin embargo, que algunos de sus planteamientos nos iluminen algunas partes de ese camino que intentamos desbrozar para clarificar el feminismo anarquista y con él otros espacios de lucha de esos movimientos sociales de los que desconfía Nancy Fraser.

 



[1] REDES es un grupo de debate anarcofeminista (no presencial) que el 2 de noviembre cumplirá dos años de existencia. Para saber de sus debates os invitamos a transitar por su blog: http://redescordialidad08.blogspot.com/

 

[2] Forma parte de una respuesta que Fraser da en una entrevista a Bhaskar Sunkara titulada “El gato saltó de la caja”, recogida en Nancy Fraser (2019): ¡Contrahegemonía ya! Por un populismo progresista que enfrente el neoliberalismo. Argentina, Siglo Veintiuno, p. 91.

[3] Para entender este debate resulta muy interesante el libro: Judith Butler, Nancy Fraser (2000/2016): ¿Reconocimiento o redistribución? Un debate entre marxismo y feminismo. Madrid, New Left  Review. Traficantes de sueños.

[4] Nancy Fraser,  ¡Contrahegemonía ya!, p. 25.

[5] Nancy Fraser,  ¡Contrahegemonía ya!, p. 65.

[6] Nancy Fraser,  ¡Contrahegemonía ya!, p. 75-76.

sábado, 3 de octubre de 2020

«SER LIBERTARIO»




El libro de Sádaba[1] es un libro breve pero que tiene la consistencia de alguien que tiene muy clara su manera de entender «lo libertario», un término que, sin embargo, es  difícil definir. Me viene a la cabeza la forma en que lo define Amedeo Bertolo[2] con una metáfora referida al alcohol:
«El alcohol puro es imbebible, pero es esencial para producir una bebida alcohólica. Aceptemos ahora que el alcohol puro es la anarquía y, si lo queremos hacer bebible debe ser producido con graduaciones más bajas, que variarán conforme a los tiempos y lugares y en función de las materias primas utilizadas, casi siempre diferentes. En esta metáfora alcohólica, el termino libertario podría referirse, por ejemplo, a una sidra, es decir, a una bebida con un contenido alcohólico moderado».
Bertolo considera que  el anarquismo debe hacerse libertario, es decir, «compatible con las revueltas que hoy atraviesan el cuerpo social y las diferentes realidades geográficas e históricas»[3]. No sé si Sádaba estaría de acuerdo con este planteamiento puesto que en el primer capítulo habla de anarquismo pero nada de su manera de entender libertario (algo lógico puesto que es el tema del libro). En todo caso él anuncia al inicio del libro que su manera de entender «lo libertario» es muy personal  y que desea exponer «las dudas y tensiones que se producen cuando uno acepta en su código intelectual ser libertario»[4].

Partiendo de este planteamiento abierto desarrolla siete capítulos en los que trata temas que considera relevantes, problemáticos, huidizos o con tendencia a llenarse de emotividad como son: Estado y Nación, Filosofía, Religión, Vida Cotidiana, el Mal, la Inteligencia Artificial y el Amor y Humor.

No voy a entrar en lo que afirma sobre cada uno de estos temas pero sí en el sustrato que recorre todo el libro y su personal manera de entender «lo libertario». La base del sustrato libertario, como no, es la libertad que está en la base de la elección vital que todas las personas hacen explícita o implícitamente y que es un requisito fundamental sin el cual se vendría abajo toda la moral. Para enfrentarse al mal, no destruirlo porque eso es muy difícil, tenemos que contar con el poder de la libertad. A la libertad uniría la igualdad con la justicia.

Otro aspecto clave es la importancia de aclarar y mostrar lo que hay, y para ello la ética es central para trazar una línea entre lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Desentrañar lo que entiende por «vida buena» es juntar lo deontológico y el utilitarismo, o lo que es lo mismo: deberes y bondades o placeres.

La persona que se considera libertaria defiende con valentía lo que piensa (en la familia, en el trabajo, etc.) y participa en todo aquello que tiene que ver con el pensamiento libertario (manifestaciones, reuniones pertinentes, colaborando con movimientos afines, etc.).

Sádaba cuestiona el capitalismo actual que, endiosado, se puede hacer con nuestras vidas. Es algo más que un problema que se produzca la pérdida de nuestra intimidad, la manipulación de las emociones o el dominio de nuestra ya escasa libertad. Es necesario «cambiar sustancialmente el modelo económico»[5].

Las luces y las sombras del amor son otro tema tratado por Sádaba para desembocar en el humor que es imprescindible para derrotar «la seriedad, el mutismo y hasta el aburrimiento con los que nos castiga la vida»[6]. Y concluye:
«La ironía, la comedia, lo satírico no solo son formas de expresarse que dan salida a los estados de ánimo, sino que son punzadas contra el Poder»[7].






[1] Javier Sádaba (2019): Porque soy libertario. Madrid, Catarata.
[2] Amedeo Bertolo (antología) (2019): Anarquistas… ¡Y orgullosos de serlo! Barcelona, Fundación Salvador Seguí, p. 353.
[3] Amedeo Bertolo, p. 356.
[4] Sádaba, p. 18.

[5] Sádaba, p. 80.
[6] Sádaba, p. 45.
[7] Sádaba, p. 91