Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

lunes, 23 de septiembre de 2019

ANARQUISMO: IDEAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA BASE TEÓRICA



Estamos ante un interesante libro[1] de 158 páginas que escribe un antropólogo que se interroga respecto al escaso reflejo que tiene el anarquismo en las universidades. Su punto de partida es una pregunta que relaciona especialmente con la antropología: « ¿qué tipo de teoría social puede ser realmente de interés para quienes intentamos  crear un mundo en el cual la gente sea libre para administrar sus propios asuntos?» (p. 21).


Ideas y planteamientos que me han parecido claves en el libro y que son relevantes en lo que se entiende por anarquismo(s):

Ética de la práctica
Considera que los principios básicos del anarquismo -asociación voluntaria, autoorganización, apoyo mutuo- se refieren a formas de comportamiento humano que habían formado parte de la humanidad desde sus inicios (p. 13). Puede encontrarse constancia de gente que defendió estos argumentos a lo largo de la historia, estamos ante una actitud más que ante un cuerpo teórico. La antropología puede ofrecer muchos ejemplos reales de que esta afirmación es acertada.
El anarquismo ha tendido a ser un discurso ético sobre la práctica revolucionaria, más que un discurso teórico o analítico sobre la estrategia revolucionaria como en el caso del marxismo. Ha insistido en las formas de la práctica y, por tanto, en que los medios han de ser acordes con los fines; no puede generarse libertad a través de medios autoritarios, se debe anticipar la sociedad que se desea (p. 17). Esa es la razón por la mayoría de los grupos anarquistas opera por un proceso consenso (que supone aceptar una gran diversidad de perspectivas teóricas amplias) frente al voto a mano alzada, divisor y sectario (p. 19).
La palabra clave de la democracia hace referencia al proceso de toma de decisiones. Todo buen proceso de consenso  se basa en que nadie debe intentar convencer a los otros  de convertirse a sus puntos de vista, sino que se busca que el grupo llegue a un acuerdo común sobre cuáles son las mejores medidas que adoptar. En vez de votar las propuestas, estas se discuten o reformulan, hasta que se llega a un planteamiento que todos puedan asumir. Al final hay dos posibles formas de objeción: quedarse al margen o bloquear la propuesta (p. 129).

Revolución
Su base práctica y ética ha llevado al anarquismo a concebir la revolución abandonando la idea de que esta dará lugar a una sociedad ideal, perfecta, sin conflictos. La existencia del trabajo, el sexo y la reproducción está llena de dilemas, los deseos humanos son siempre volubles. Por eso en una sociedad por igualitaria que sea habrá turbulencias que emergen de la propia naturaleza del ser humano (p. 52). La revolución no será un cataclismo, no consistirá en tomar el poder, sino que será un proceso gradual a través de la creación de formas alternativas de organización a escala mundial, de nuevas formas de comunicación, de nuevos sistemas para organizar la vida menos alienados (p. 66).
La revolución  es entendida como cualquier acción colectiva que rechace, y por tanto confronte, cualquier forma de poder o dominación y al hacerlo reconstituya las relaciones sociales bajo esa nueva perspectiva. Esta visión es el corolario inevitable cuando se deja de pensar en términos de estructura del Estado y de toma del poder estatal.

Espacios anárquicos
Me sorprendió sobremanera la idea de que el mundo contemporáneo está lleno de espacios anárquicos. Esos espacios anárquicos son espacios invisibles para el poder y de ahí proviene en realidad el potencial para la insurrección. Afirma con contundencia que el anarquismo siempre ha sido una de las bases principales de la interacción humana: nos autoorganizamos y ayudamos mutuamente todo el tiempo. Siempre lo hemos hecho.

La teoría del éxodo
Critica la confrontación directa con el poder y propone, como forma efectiva de oponerse al capitalismo y al Estado liberal, lo que Paolo Virno ha llamado una «retirada emprendedora», una defección en masa protagonizada por quienes desean crear nuevas formas de comunidad. Su objetivo no es la toma del poder sino ponerse fuera de su alcance, emigrando, desertando, creando nuevas comunidades (pp. 93-94).

Nueva forma de internacionalismo
La denomina como segunda ola o simplemente «globalización anarquista» y sus formas de organización están desarrolladas en base a:
-Procesos de consenso.
-Acción de masas directa no violenta.
-Modelo de red de instituciones alternativas.

Liberación de lo imaginario
El imaginario es un elemento clave en la subsistencia del Estado, del poder, de la dominación. Por ello, la liberación de lo imaginario consiste en pensar cómo sería vivir en un mundo en que la gente tuviera realmente el poder de decidir por sí misma, individual y colectivamente (p. 154).

Ideas sugerentes que  permiten intentar crear «más que una Gran Teoría (…) una Base Teórica» para el anarquismo (p. 20).


[1] DAVID GRAEBER (2019): Fragmentos de antropología anarquista. Barcelona, Virus.


viernes, 13 de septiembre de 2019

EL ANARQUISMO COMO MUTACIÓN CULTURAL




Amedeo Bertolo (Antología) (2019):
 Anarquistas… ¡Y orgullosos de serlo! Barcelona, Fundación Salvador Seguí.

Este libro está formado por un conjunto de textos que Bertolo escribió a lo largo de muchos años. No pretendo repasar todos los aspectos que trata en estos textos porque son innumerables ya que es el pensamiento de toda una vida. Me he centrado en aquellos aspectos que se pueden considerar como fundamentales en el núcleo duro del anarquismo y que se deben actualizar. No están todos esos aspectos pero los que están en esta reseña creo que son primordiales.
Y empezaremos por uno de los que podemos considerar básicos: el cuestionamiento del poder. Mientras el marxismo atribuye a la propiedad de los medios de producción el privilegio y la explotación; el anarquismo opone la hipótesis sociológica de la distribución desigual y jerárquica del poder como origen de la desigualdad social (la distinción entre gobernantes y gobernados, entre los que mandan y obedecen, etc.). De esta hipótesis derivó un proyecto revolucionario que además de la socialización de los medios de producción, planteaba a la vez la destrucción de la autoridad en forma de Estado, utilizando instrumentos organizativos y operativos (el mutuo acuerdo, el federalismo, etc.) que buscaban la coherencia entre medios y fines. Desde este punto de partida el anarquismo promovió desarrollos necesarios y fecundos en mil direcciones: críticas a las instituciones coercitivas, a la pedagogía, la religión y la iglesia, a la administración de justicia o a la represión sexual y a la familia patriarcal.
El poder de los/las dirigentes se obtiene siempre confiscándoselo a la sociedad, negando, de hecho y de derecho, a todos los demás, la facultad de autodeterminarse individual y colectivamente. Esta autodeterminación individual y colectiva, se traduce en una desestructuración del poder en todos los macro y microsistemas en donde el poder se manifiesta: de la familia al estado, pasando por la fábrica, el barrio, la escuela, el hospital, el sindicato, el partido. Implica la socialización del poder en el sentido de que no esté concentrado en roles sociales determinados sino extendido en todo el cuerpo social.
La definición de poder es, por tanto, un nudo central dentro del pensamiento anarquista. Sin embargo, poder/autoridad/dominación han sido (y son) utilizados como sinónimos y de contenido negativo por el anarquismo. De ahí la importancia de clarificar el significado de los tres términos:
Poder
La producción de normas es fundamental en la sociedad humana, produce sociabilidad y por lo tanto «humanidad». La persona siempre  está más determinada por la sociedad de lo que ella pueda determinarla, produce la sociedad colectivamente, pero es modelada por ella individualmente. La producción y la aplicación de normas y sanciones definen entonces la función de regulación social, una función para la cual Bertolo proponía el término poder.
Dominación
 La dominación es cuando la función de regulación social la ejerce solo una parte de la sociedad, si el poder es monopolio de un sector privilegiado (dominante) da lugar a otra categoría, a un conjunto de relaciones jerárquicas de mando/obediencia. Define las relaciones entre desiguales, desiguales en términos de poder, o sea de libertad; define igualmente las situaciones de supraordinación/subordinación; y define los sistemas de asimetría permanente entre grupos sociales. La dominación pertenece de manera privilegiada a la esfera del poder, los que detentan la dominación se reservan el control del proceso de producción de la sociabilidad, expropiándoselo a los otros. El fenómeno es similar al de la posesión privilegiada de los medios de producción material, aunque aún es más grave ya que concierne a la propia naturaleza humana: la dominación es negación de humanidad para todos los expropiados, para todos los excluidos de los roles dominantes de la estructura social.
Autoridad
El poder entendido como función reguladora de la sociedad no es la única forma de determinación cultural de comportamientos. Hay una amplia gama de relaciones asimétricas entre los individuos dentro de la cual algunas elecciones de comportamiento se deben a opiniones o decisiones a las que se ha atribuido un peso particular determinante. A las relaciones de asimetría que son personales, Bertolo las define como influencia y a las relaciones funcionales de asimetría (los sujetos interactúan desempeñando roles que definen funciones sociales) como autoridad. En el caso de la autoridad las asimetrías de competencia, determinan asimetrías de determinaciones recíprocas entre los individuos.
Poder/dominación
Considera que es muy importante la diferencia entre poder y dominación que no siempre se ha entendido dentro del anarquismo. Esta diferenciación permite concebir mejor y expresar la negación central de la filosofía anarquista y por lo tanto la afirmación central de su valor fundacional: la libertad. Mejor hablar de dominio para las relaciones de poder permanentemente asimétricas también en ámbitos no políticos de lo social. E incluso para las relaciones «análogamente» asimétricas entre el ser humano y la naturaleza, que se refieren al mismo dominio imaginario tomado de lo social.
En efecto, el fundamento axiológico del anarquismo es la libertad. Bertolo habla en este texto desde la libertad entendida como categoría sociológica: es decir la libertad como ausencia de poder. Y acota su manera de entender la libertad:
« (…) la libertad social del anarquismo significa necesariamente también igualdad y diversidad» (p. 187). 
«Libertad, igualdad y diversidad al más alto grado posible y con la necesaria coherencia entre sí: he aquí el núcleo de la especificidad anarquista. Y de ahí también la especificidad de la utopía anarquista» (p. 188).

Bertolo constata la oposición entre poder y diversidad:
«El poder, por naturaleza, niega todo lo que se le opone, y la diversidad se le opone, porque es ingobernable: ningún poder es suficientemente elástico como para gestionar lo infinitamente diverso. Solo lo diverso puede gestionarse a sí mismo. Lo diverso proclama la autogestión, lo diverso es la negación viviente de la heterogestión. El poder, por tanto, es una continua guerra –guerra a muerte- contra la diversidad, tiende a destruirla o, por lo menos, a encarrilarla en la desigualdad. En particular el poder de tendencia totalitaria de nuestros días es enemigo implacable de la diversidad» (p. 96).
La propuesta de cambio anarquista supone un salto cualitativo cultural (una «mutación cultural»), la función de la utopía anarquista es ante todo, la función revolucionaria de hacer crecer la esperanza y la voluntad de cambiar la sociedad hasta el punto, no de superar simplemente los límites de un sistema dado de poder, sino de romper de par en par la compacta membrana cultural que separa el espacio simbólico del poder del espacio simbólico de la libertad. Una membrana formada desde hace miles de años por el depósito, la estratificación y la transmisión, generación tras generación, en las estructuras mentales y el imaginario social, de comportamientos gregario autoritarios y valores jerárquicos, de fantasías y mitos creados por y para sociedades constitutivamente divididas en dominantes y dominados.
Los y las anarquistas son mutantes que tienden a transmitir su anomalía cultural (anomalía en relación con la normalidad, o sea, con el modelo dominante) y al mismo tiempo crear las condiciones ambientales favorables a la mutación, o sea, a la generalización del carácter mutante (150).
Es en esta ruptura cultural donde se encuentra el verdadero sentido de la revolución anarquista, que no es ni la gran noche, ni el Apocalipsis, sino una «mutación cultural» de una intensidad y alcance inauditos, hecha de cambios estructurales y comportamentales, de transformaciones individuales y colectivas. Ya que el Estado está, sobre todo, en la cabeza de la gente.
« (…) la utopía anarquista es, en realidad, el espacio de las mil utopías (…). La utopía anarquista no tiene nada que ver con las construcciones monolíticas y homogéneas que acabaron siendo utopías autoritarias, es decir, modelos de poder» (pp. 190-191).
Para que la sociedad pueda levantarse contra el Estado, debe poder imaginarse a sí misma –como posibilidad real, no como un sueño- sin policías, sin sacerdotes, sin jueces, sin patronos, sin burócratas, sin camarada-dirigente… es decir sin roles de poder, sin estructuras jerárquicas. Debe pensar y poner a prueba formas de autogestión y democracia directa, de descentralización y federalismo, relaciones no jerarquizadas entre hombres y mujeres, entre personas adultas y niños/as, entre ciudad y campo, entre trabajo manual e intelectual. En una palabra, debe pensar y experimentar modelos utópicos anarquistas.
Todos los textos recogidos en este libro rezuman una idea que parte de la riqueza poliédrica del anarquismo que tiene una fuerza en sí, una riqueza y una frescura inagotables. Esta idea es la necesaria reinvención de un anarquismo diferente que conserve el núcleo duro del viejo (porque sin ese núcleo no hay anarquismo) envuelto de una pulpa de pensamiento y de acción flexible, adaptable, experimentable, discutible, absolutamente no dogmática. Es necesario inventar un anarquismo cambiante y multiforme en el cual se reconozca el militante pero también el poeta, que comprenda en si la lucha pero también la vida, que refleje todo aquello que en el comportamiento individual y colectivo se mueve en sentido libertario y se refleje en él. Un anarquismo entendido como gran transformación del imaginario social, que niegue la dominación en todas sus formas, en todos los lugares culturales en los cuales se ha instalado desde hace milenios. Un anarquismo como gran transformación cultural, sin esperar la revolución y sin desesperarse si no se la ve probable.
La anarquía entendida, por tanto, como una dimensión ética, como una constelación de valores que se puede resumir utilizando los términos de libertad, igualdad, diversidad. Esa constelación de valores debe informar el actuar diario, individual y colectivo, personal y social. Tienen que ser compatibles un anarquismo social y un anarquismo existencial.
  

martes, 3 de septiembre de 2019

POSANARQUISMO


MICHEL ONFRAY (2018): El posanarquismo explicado a mi abuela. El principio de gulliver. Madrid, Editorial Nueva.


Empezaré por decir que no acabo de entender la primera parte del título: ¿por qué explicado a mi abuela? Si con abuela quiere decir mujer que entiende poco, que es simple… me parece inadecuado totalmente. Aprovecho para comentar que hay opiniones encontradas sobre su actividad intelectual, hay sectores del anarquismo que consideran que explota el movimiento anarquista para su provecho personal. Que copia trabajos sin citarlos y que aspira a ser una estrella en los medios de comunicación.
Pese a ello, me arriesgo a publicar esta reseña.
Michel Onfray parte de dos ideas claves: la primera, la necesidad de deshacerse del anarquismo clásico con su carga trascendente, romántica y utópica (entendido como proyecto imposible) para reivindicar lo inmanente. La segunda idea, la configuración de un posanarquismo del siglo XXI que se centre en lo cotidiano dando lugar, no a una gran revolución que lo cambia todo, sino a microrrevoluciones del día a día.
Sin descartar del todo las aportaciones del anarquismo clásico, plantea desechar sus planteamientos ingenuos y/o resentidos, aprovechando además aportaciones de teóricos no anarquistas.
El libro empieza con una especie de autobiografía propia, titulada: «Autoretrato con bandera negra» de la que destaco el inicio que comparto con él:
«La genealogía del anarquista se esconde en sus vísceras. No se accede a ella a través de los libros, sino que uno la siente antes como una evidencia, que solo después viene a confirmar el papel. Y es que existe en primer lugar, una rebelión instintiva frente a la autoridad» (p. 31).
Resulta interesante este recorrido vital que nos va aclarando algunos planteamientos que luego desarrollará en la segunda parte del libro. Destaco por su relevancia en su posicionamiento dentro del llamado posanarquismo, las dos tradiciones dentro del anarquismo que considera relevantes: la tradición de genealogía hegeliana (Stirner, Bakunin, Kropotkin…) y la tradición menos preocupada por la negatividad dialéctica que por la positividad constructiva (esta procede de La Boétie, con hombres como Ryner, Faure, Reclus, Proudhon…) (p. 58).
Onfray se inscribe en la segunda tradición, la de la «anarquía positiva» que rechaza caer en los callejones sin salida de la anarquía del resentimiento o de la anarquía de la utopía, que quiere realizar el paraíso sobre la tierra. Esta tradición no ensalza la crítica, la negatividad , la deconstrucción, el resentimiento, el deseo de venganza, la sed de odio, etc., sino que crea soluciones, anuncia salidas (81). Desde su encuadramiento en la tradición que procede de La Boétie, considera que no hay que conformarse con el corpus canónico del anarquismo y que «inventar, añadir, crear hoy nuevas posibilidades de pensamiento libertario [no anarquista al parecer]» (p. 60).
¿Qué conservar del anarquismo clásico? Repasa algunas lecciones interesantes de Godwin (desear una comunidad dichosa basada en una autoridad inmanente, elegida, contractual y libremente consentida), Proudhon (el pragmatismo libertario), Stirner (construir una fuerza por la «asociación de egoístas» que multiplique la potencia del Único), de Louise Michel (la justicia como una visceralidad motriz del pensamiento y de la acción), de Fourier (construcción de microcomunidades libertarias), de bakunin (desconfiar del poder y de quienes lo ejercen), de Kropotkin (desarrollar la solidaridad que existe entre los animales y en el hombre), y así de muchos otros como Thoreau, Reclus, Faure, Jacob, d’Axa, Pouget, Armand, anarcosindicalistas, Makhno, Pelloutier, Volin, Malatesta, Ryner, Devaldès, Goldman, Lecoin. Por cierto, solo dos mujeres.
Plantea también el papel genealógico de una corriente anarquista que ha prosperado fuera de la anarquía histórica con personas como: Georgel Orwell, Simone Weil, Jean Grenier y Albert Camus. Así como muchos otros pensadores franceses: Foucault, Bourdieu, Deleuze, Guattari, Lyotard, o Derrida. Y destaca el Nietzscheanismo libertario que ha sembrado el pensamiento anarquista.
Vivir la anarquía es un elemento clave de su posanarquismo: «La anarquía es menos una ideología que vociferar que una práctica que encarnar» (p. 63). En este sentido habla de la experiencia de la Universidad popular de Caen (creada en 2002) o la inspiración de las ateneos en España desde el siglo XIX, lugares en los que la cultura funciona como instrumento de emancipación ética y política.
En la segunda parte del libro pasa a hablar del posanarquismo, un planteamiento que «no es para mañana, sino para ahora mismo» (p. 68). El término posanarquismo, arraigado en Estados Unidos, caracteriza un pensamiento que:
« (…) inscrito de manera dialéctica en la historia, conserva un cierto número de los ideales del anarquismo clásico, si bien los sobrepasa en beneficio de la construcción de un pensamiento extremadamente rico en potencialidades libertarias contemporáneas» (p. 71).
Descarta aspectos del corpus canónico del anarquismo como el Estado entendido como el «mal absoluto», puesto que aprecia virtudes como la «redistribución de manera igualitaria y libertaria, equitativa y justa, de los frutos de los impuestos» que realiza el Estado [¿de dónde habla Onfray?, no será de su país…], también considera revisable la participación en las elecciones, o la posibilidad de un capitalismo libertario. Aspectos todos ellos polémicos y poco y mal argumentados.
Otros elementos del corpus canónico a descartar y con los que personalmente estoy de acuerdo son: la interposición del modelo cristiano en la construcción de la mitología anarquista (p. 79), las tesis rousseaunianas de la buena naturaleza humana y de la maldad de la sociedad, o la revolución como hecho deseable que resuelve todos los problemas (p. 80).
Sus propuestas (pp. 95-108):
-Un socialismo libertario que rechace con la misma determinación el liberalismo y el comunismo, con una recusación radical de la tesis criminal según la cual el mercado hace la ley. El socialismo libertario pone la economía al servicio de los hombres, reorganiza la producción en el sentido del reparto más igualitario y justo.
-Una república inmanente que rechaza toda teocracia laica y es partidario de contratos bilaterales perpetuamente renovados. Se abole el reino del Concepto y promulga el tiempo del nominalismo en política.
-Una política nominalista que rechaza la Idea, el Concepto, sobre lo real.
-Una ética consecuencialista: pensamiento y acción son dos universos que se alimentan mutuamente.
-Un pensamiento alimentado de acción, que se construya incluso algo pequeño.
Partiendo de La Boétie rechazar la sumisión, la servidumbre y la dominación con el fin de devenir libres. Para ello se debe poner fin a la macropolitica que ha fracasado de manera lamentable (por ejemplo con el marxismo) en favor de micropolítica. Llama principio de Gulliver a la nueva lógica, más modesta, más humilde, de menor relumbrón, pero que termina con el modelo mesiánico y religioso (p. 107).
La revolución no se hará por lo alto, con violencia, sangre y terror, impuesta por el brazo armado de una vanguardia sin dios ni ley, sino por lo bajo, de manera inmanente, contractual, capilar, rizomática, ejemplar.
Las propuestas de Onfray resultan interesantes pero simplificadoras, pero quizás es solo porque se las explica a su abuela.