Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

domingo, 23 de mayo de 2021

LOUISE MICHEL: FEMINISTA Y ANARQUISTA

 


La conmemoración del 150 aniversario de la Comuna de París trae a la memoria, en este pandémico 2021, a una mujer poco conocida hoy: Louise Michel. Una mujer fundamental en la genealogía anarquista y feminista de la que procedemos todas aquellas que seguimos sintiéndonos cómodas con la denominación de anarcofeministas en el siglo XXI.

¿Quién fue Louise Michel?

Resulta muy difícil sintetizar todo su perfil biográfico, así que nos centraremos en algunos aspectos relevantes de su trayectoria vital para poder recalar en su papel en la Comuna de París. Este acontecimiento fue clave en su vida, razón por la cual le dedicó un libro que resulta interesante leer[1] para acercarnos a su manera de entender la Comuna.

Louise Michel nació el 29 de mayo de 1830 en Vroncourt-la-Côte (Francia). Hija  natural de una sirvienta, Marianne Michel, y del propietario del castillo de Vroncourt,  Etienne-Charles Demahis. Se crio en el propio castillo y recibió una educación volteriana y republicana, aficionándose al piano y a la lectura. Esta formación explica su amor por la enseñanza, la literatura y la poesía.

Tras la muerte de su padre tuvo que abandonar Vroncourt y marchó  en 1850 a Chaumont para obtener un diploma de maestra, comenzando a trabajar en escuelas libres (se negó a hacer el juramento a Napoleón III y no pudo acceder a la enseñanza pública) en diversas poblaciones francesas a partir de 1853.

En 1856 marchó a París ampliando sus horizontes vitales, profesionales e ideológicos. Trabajó en una escuela en la que desarrolló una pedagogía racionalista y en su tiempo libre pudo escribir y empezar a publicar. Entró en contacto con los ambientes radicales parisinos y empezó a colaborar en la prensa obrera. Su ideología basada en planteamientos republicanos y en la empatía hacia la población más empobrecida, especialmente mujeres, la condujo a formar parte de asociaciones de ayuda a mujeres trabajadoras.

En estos ambientes entró en contacto con sectores revolucionarios blanquistas[2] en los que conoció  en 1870 a Theophile Ferré, que fue su pareja, y a su hermana Marie.

La Comuna (18 de marzo-27 de mayo de 1871)

En 1870, tras la derrota de Napoleón III ante los prusianos, y una vez proclamada la Tercera República Francesa, grupos de revolucionarios/as, entre los que se encontraba Louise Michel, trataron de obtener armas en el Ayuntamiento de París para enfrentarse a las tropas prusianas.

La participación de mujeres fue numerosa, Louise Michel presidió el Club de la Justice de Paix de Montmartre, una de las demarcaciones de vigilancia creadas por el Consejo Federal de la AIT. Obtenidas por fin las armas, se proclamó la Comuna de París. Fueron mujeres las que en la mañana del 18 de marzo de 1871 plantaron cara a las tropas taponando las calles y mezclándose con los soldados, a los que pedían que confraternizaran con la ciudadanía.

En su libro sobre la Comuna, Louise Michel escribió un capítulo titulado: «Las mujeres del 70»[3] al que vamos a dedicar atención por su interés. En éste texto afirmaba que «a las mujeres les gustan las revueltas. No valemos más que los hombres, pero el poder no nos ha corrompido aún». Con estas palabras enunciaba algo importante y que ha sido una constante  en el posterior feminismo: las revueltas en las que pensaban las mujeres no presuponían la toma del poder.

La revuelta de las mujeres en la Comuna fue una revuelta de la vida y desde la vida, de ahí la enorme trascendencia subversiva de sus empeños. Quisieron redefinir la realidad, se dedicaron a gestionar la vida y a ser solucionadoras de problemas y preservadoras de la vida en el cotidiano. Se ocuparon de organizar sociedades de socorro a las víctimas de la guerra[4], «se socorrió (…) con el fin de aliviar un poco todos los sufrimientos, y con ello alentar (…) el compromiso de no rendirse». Montaron hospitales de campaña y recaudaron fondos para dotarlos de todo lo necesario, formaron parte de los comités de vigilancia, de los talleres de las alcaldías e, incluso, de la Defensa nacional. Organizaron la «marmita revolucionaria» durante todo el asedio para evitar que la gente muriese de hambre y afrontaron un sinfín de problemas cotidianos.

Su revolución de la vida buscaba una transformación de largo recorrido para cambiar las formas de vida, las relaciones personales (desaprendiendo la pasividad), el trabajo (en el que tener el mismo salario) y un sinfín de aspectos que cuestionaban la dominación patriarcal. Fuera de grandes proyectos las comuneras se centraron en solucionar problemas: las «mujeres no se preguntaban si una cosa era posible, sino si era útil, y entonces lograban llevarla a cabo». Un programa sencillo, poco heroico, pragmático…, una auténtica revuelta contra la realidad.

Tras la Comuna

En la represión sangrienta que acabó con la Comuna murieron alrededor de 20.000 personas, 44.000 fueron detenidas, de las cuales 23 fueron condenadas a muerte y 7.500 fueron deportadas. Entre estas últimas estuvo Louise Michel, deportada a Nueva Caledonia. Su experiencia en la Comuna y la influencia de Nathalie Lemel, también deportada, la condujeron a las ideas anarquistas.

En 1880 fue amnistiada, regresó a París después de casi diez años de ausencia. Se dedicó a pronunciar conferencias en clubes revolucionarios por todo el país, en defensa de la Comuna. Fue encarcelada en varias ocasiones y sufrió varios atentados. En 1890 participó en una revuelta anarquista en Vienne y fue detenida una vez más; puesta en libertad quisieron declararla loca para encerrarla en un internado.

Marchó a Londres y siguió con su labor propagandista además de enseñar en una escuela a los hijos/as de los exiliados/as. En 1895 regresó a París para editar con Sébastien Faure el periódico Libertaire (Libertario). Hasta su muerte, publicó artículos, dio conferencias y siguió realizando giras por distintas ciudades francesas y algunos países europeos. Murió  en Marsella el 9 de enero de 1905.

 Laura Vicente


Este artículo apareció publicado en el periódico Rojo y Negro, nº 355, abril 2021 



[1] Louise Michel (2016, 2ª edición): La Comuna de París. Historia y recuerdos. Madrid/La Laguna, La Malatesta/Tierra de Fuego.

[2] El blanquismo fue un movimiento doctrinario y activista a favor de la república y con planteamientos comunistas, tuvo influencia sobre todo en medios estudiantiles e intelectuales. Se caracterizó por su férrea disciplina combativa revolucionaria. Debe su nombre al activista político revolucionario Louis Auguste Blanqui.

[3] Louise Michel, La Comuna de París, se trata del capítulo 9, pp. 117-120. Todos los fragmentos entrecomillados están extraídos de este capítulo.

[4] Se formó la Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a los Heridos, cuyo Consejo Provisional estuvo formado por siete obreras.

 

 

viernes, 14 de mayo de 2021

EMMA GOLDMAN Y EL PLACER DE VIVIR. 81 ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Emma Goldman murió en Toronto el 14 de mayo de 1940, estaba a punto de cumplir 71 años. Su vida fue un torbellino de experiencias y de compromisos, vivió la vida de forma apasionada, diversa y contradictoria. Ella misma dijo en su autobiografía que «estaba hecha de diferentes madejas, cada una diferente a la otra en tono y textura», no se definía a través de una sola identidad, o «madeja», sino que su vida la componían muchas identidades que ella trataba de hacer convivir.

Para Emma Goldman el placer de vivir era tan acuciante como el de luchar por la causa (con minúscula). Cuando Emma Goldman tenía veinte años, un muchacho muy joven le reconvino por la frivolidad de bailar, ya que eso «no era propio de un agitador (…),  indigno de una persona que estaba en camino de convertirse en alguien importante en el movimiento anarquista». Según este hombre su frivolidad «solo haría daño a la Causa». Ella, indignada por esta intromisión en sus asuntos, le espetó que «estaba cansada de que me echaran siempre en cara la Causa. No creía que una Causa que defendía un maravilloso ideal, el anarquismo, la liberación de las convenciones y los prejuicios, exigiera la negación de la vida y la felicidad».

Para ella bailar trascendía el hecho mismo de moverse al ritmo de la música, era un acto de libertad, el derecho a expresarse libremente y a que todas las personas pudieran acceder a las cosas bellas. Una encarnación de la libertad en el cuerpo que podía moverse libremente,  síntoma de una vida llena de alegría y vitalidad frente a la vida severa e intimidatoria, sin color ni calidez, la vida represiva que imponía el capitalismo (y el comunismo que vivió ella entre 1920-1921).

Emma Goldman tenía un pequeño programa personal de lo que era importante para ella en la vida: empatía, alegría, calidez, color, lugares de encuentro y de debate (para poder charlar, comer con las amistades o compañeros/as, bailar, recibir y regalar flores, leer, ir al teatro, etc.), en definitiva, disfrutar de la vida. Un programa que sustenta ese lema que se le ha atribuido: «SI NO PUEDO BAILAR, TU REVOLUCIÓN NO ME INTERESA».

Y además estaban las otras «madejas»: el activismo anarquista que la llevó a la cárcel en numerosas ocasiones, la pérdida de la ciudadanía estadounidense y de todo por lo que había luchado en Estados Unidos (incluía la revista que fundó en 1906)  por enfrentarse desde el antimilitarismo a la Iª Guerra Mundial, su condición de apátrida tras salir de la Rusia revolucionaria por no cerrar los ojos ante el autoritarismo y la represión del Partido Bolchevique y tantas otras experiencias que iban en contra dirección de su deseo de disfrutar de la vida.

Intentó hacer compatibles todas las «madejas», en su búsqueda de la autonomía miró el mundo que la rodeaba de un modo diferente, volviendo visible lo imperceptible y sensible lo indiferente. Puso en cuestión el mundo que la rodeaba, rompió con los determinismos sociales, morales y culturales, buscó alternativas entre la pluralidad de «lo posible» e hizo sus elecciones.

¿Aún hay quien considera que Emma Goldman no merece la categoría de gran pensadora del anarquismo?

 Laura Vicente 

[Todos los textos entrecomillados corresponden a su autobiografía: Viviendo mi vida].

lunes, 3 de mayo de 2021

EL ANARQUISMO, LA ÚNICA IDEOLOGÍA QUE MATA

 Hay historiadores e historiadoras que leo por placer o con fines utilitarios (para alguna investigación en marcha) o por ambos motivos a la vez. Tony Judt forma parte del primer grupo, algo que quizás me replantee a partir de ahora. Cualquier persona dedicada a la investigación histórica tiene ideología, no existe una persona que no tenga su subjetividad, su visión del mundo, su manera de comprender la realidad. Pretender ser objetiva y no estar influida por todos esos componentes (y muchos otros como el género, la raza, la etnia, la clase social, la nación en la que ha nacido, su religión, etc.) es engañoso y sospechoso (quienes lo pretenden llaman historiadores/as «militantes» al «otro u otra» como insulto).

Tony Judt no oculta su opción política socialdemócrata y ha escrito algún libro al respecto como el titulado «Algo va mal». Su opción política, que no es la mía, nunca ha sido un obstáculo para que haya leído muchos de sus libros con verdadero placer pese a la distancia ideológica que nos separa. Lo he considerado un historiador honesto y para mí eso era suficiente.

Quizás por los muchos libros que he leído de Judt me sorprendió más el fragmento con el que me tropecé leyendo su libro, Cuando los hechos cambian:

«Ha habido terroristas anarquistas, terroristas rusos, terroristas indios, terroristas árabes, terroristas vascos, terroristas malayos, terroristas tamiles y muchos más» (p. 280).

Me quedé tan petrificada que lo releí varias veces para intentar entender por qué Judt había metido en el mismo párrafo al terrorismo que señala una corriente de pensamiento, el anarquismo, con el terrorismo localizado en diversos territorios geográficos. Por qué Judt sintió la necesidad de destacar el terrorismo llevado a cabo por personas anarquistas como si estas no pudieran quedar encuadradas en su nacionalidad respectiva.


Esta afirmación enseguida me recordó al monumento dedicado a Cánovas del Castillo en Madrid asesinado por el anarquista italiano Angiolillo en 1897. En la base del monumento puede leerse  literalmente: 

«Víctima del anarquismo. Murió asesinado en Santa Águeda el 8 de agosto de 1897 (…)».

Más recientemente volví a leer algo parecido cuando se produjeron las manifestaciones en favor de la libertad de Pablo Hasél en Barcelona y en la prensa pude leer que los protagonistas de las protestas e incidentes violentos eran: anarquistas, antifascistas y antisistema. ¿Por qué el articulista sintió la necesidad de destacar como violentas a personas anarquistas mientras utilizó términos en los que se engloban ideologías diversas, por supuesto las propias personas anarquistas, como antifascista o antisistema?

Los medios de comunicación y otros instrumentos de poder institucional colaboran sistemáticamente en asociar la idea de violencia al anarquismo, algo demencial puesto que otras ideologías como el liberalismo, el nacionalismo o el comunismo han inspirado guerras o actos de represión que han causado, y siguen causando, millones de personas muertas. No solo consideran que el anarquismo es violento y mata sino que sistemáticamente ignoran u ocultan el hecho de que muchos hombres y mujeres anarquistas optaron por no practicar la violencia nunca. El caso más reciente (pero hay muchos) es un vídeo editado por la Universidad de Zaragoza sobre la anarco-sindicalista, pacifista y fundadora de la revista Mujeres Libres, Amparo Poch y Gascón, en el que ocultan cuales eran las ideas que inspiraron su trayectoria puesto que no mencionan en ningún momento que era anarquista, ni tan solo libertaria.

Ese párrafo de dos líneas de Tony Judt me parece tan poco honesto, tan manipulador de la realidad, que revisaré mi afición a leer sus libros. Ha habido personas anarquistas que han practicado la violencia y ha habido muchas más que no lo han hecho nunca, el poder institucional siempre estará interesado en asociar la violencia a quienes cuestionan su poder y en quitarse de encima la dura losa de personas muertas que les vienen acompañando en su ejercicio del poder desde hace cientos y cientos de años.

Laura Vicente

Este texto fue publicado en kaos en la red