La conmemoración del 150 aniversario de la Comuna de París trae a la memoria, en este pandémico 2021, a una mujer poco conocida hoy: Louise Michel. Una mujer fundamental en la genealogía anarquista y feminista de la que procedemos todas aquellas que seguimos sintiéndonos cómodas con la denominación de anarcofeministas en el siglo XXI.
¿Quién fue Louise Michel?
Resulta
muy difícil sintetizar todo su perfil biográfico, así que nos centraremos en
algunos aspectos relevantes de su trayectoria vital para poder recalar en su
papel en la Comuna de París. Este acontecimiento fue clave en su vida, razón
por la cual le dedicó un libro que resulta interesante leer[1]
para acercarnos a su manera de entender la Comuna.
Louise
Michel nació el 29 de mayo de 1830 en Vroncourt-la-Côte (Francia). Hija natural de una
sirvienta, Marianne Michel, y del propietario del castillo de Vroncourt, Etienne-Charles Demahis. Se crio en el propio
castillo y recibió una educación volteriana y republicana, aficionándose al
piano y a la lectura. Esta formación explica su amor por la enseñanza, la
literatura y la poesía.
Tras la
muerte de su padre tuvo que abandonar Vroncourt y marchó en 1850 a Chaumont para obtener un diploma de maestra,
comenzando a trabajar en escuelas libres (se negó a hacer el juramento a
Napoleón III y no pudo acceder a la enseñanza pública) en diversas poblaciones
francesas a partir de 1853.
En 1856
marchó a París ampliando sus horizontes vitales, profesionales e ideológicos.
Trabajó en una escuela en la que desarrolló una pedagogía racionalista y en su
tiempo libre pudo escribir y empezar a publicar. Entró en contacto con los
ambientes radicales parisinos y empezó a colaborar en la prensa obrera. Su
ideología basada en planteamientos republicanos y en la empatía hacia la
población más empobrecida, especialmente mujeres, la condujo a formar parte de
asociaciones de ayuda a mujeres trabajadoras.
En estos
ambientes entró en contacto con sectores revolucionarios blanquistas[2] en los que conoció en 1870 a Theophile Ferré, que fue su pareja,
y a su hermana Marie.
La Comuna (18 de
marzo-27 de mayo de 1871)
En 1870, tras la derrota de Napoleón III ante los prusianos,
y una vez proclamada la Tercera República Francesa, grupos de revolucionarios/as,
entre los que se encontraba Louise Michel, trataron de obtener armas en el
Ayuntamiento de París para enfrentarse a las tropas prusianas.
La participación de mujeres fue numerosa, Louise Michel presidió
el Club de la Justice de Paix de Montmartre, una de las demarcaciones de
vigilancia creadas por el Consejo Federal de la AIT. Obtenidas por fin las
armas, se proclamó la Comuna de París. Fueron
mujeres las que en la mañana del 18 de marzo de 1871 plantaron cara a las
tropas taponando las calles y mezclándose con los soldados, a los que pedían
que confraternizaran con la ciudadanía.
En su libro sobre la Comuna, Louise Michel escribió un
capítulo titulado: «Las mujeres del 70»[3] al que
vamos a dedicar atención por su interés. En éste texto afirmaba que «a las
mujeres les gustan las revueltas. No valemos más que los hombres, pero el poder
no nos ha corrompido aún». Con estas palabras enunciaba algo importante y que
ha sido una constante en el posterior
feminismo: las revueltas en las que pensaban las mujeres no presuponían la toma
del poder.
La revuelta de las mujeres en la Comuna fue
una revuelta de la vida y desde la vida, de ahí la enorme trascendencia
subversiva de sus empeños. Quisieron redefinir la realidad, se dedicaron a
gestionar la vida y a ser solucionadoras de problemas y preservadoras de la vida en el
cotidiano. Se
ocuparon de organizar sociedades de socorro a las víctimas de la guerra[4],
«se socorrió (…) con el fin de aliviar un poco todos los sufrimientos, y con
ello alentar (…) el compromiso de no rendirse». Montaron hospitales de campaña
y recaudaron fondos para dotarlos de todo lo necesario, formaron parte de los comités
de vigilancia, de los talleres de las alcaldías e, incluso, de la Defensa
nacional. Organizaron la «marmita revolucionaria» durante todo el asedio para
evitar que la gente muriese de hambre y afrontaron un sinfín de problemas
cotidianos.
Su revolución de la vida buscaba una
transformación de largo recorrido para cambiar las formas de vida, las
relaciones personales (desaprendiendo la pasividad), el trabajo (en el que tener
el mismo salario) y un sinfín de aspectos que cuestionaban la dominación patriarcal.
Fuera de grandes proyectos las comuneras se
centraron en solucionar problemas: las «mujeres no se preguntaban si una cosa
era posible, sino si era útil, y entonces lograban llevarla a cabo». Un
programa sencillo, poco heroico, pragmático…, una auténtica revuelta contra la
realidad.
Tras
la Comuna
En la
represión sangrienta que acabó con la Comuna murieron alrededor de 20.000
personas, 44.000 fueron detenidas, de las cuales 23 fueron condenadas a muerte
y 7.500 fueron deportadas. Entre estas últimas estuvo Louise Michel, deportada
a Nueva Caledonia. Su experiencia en la Comuna y la influencia de Nathalie
Lemel, también deportada, la condujeron a las ideas anarquistas.
En 1880 fue amnistiada, regresó a París después de casi
diez años de ausencia. Se dedicó a pronunciar conferencias en clubes
revolucionarios por todo el país, en defensa de la Comuna. Fue encarcelada en
varias ocasiones y sufrió varios atentados. En 1890 participó en una revuelta
anarquista en Vienne y fue detenida una vez más; puesta en libertad quisieron
declararla loca para encerrarla en un internado.
Marchó a Londres y siguió con su labor propagandista
además de enseñar en una escuela a los hijos/as de los exiliados/as. En 1895
regresó a París para editar con Sébastien Faure el periódico Libertaire (Libertario). Hasta
su muerte, publicó artículos, dio conferencias y siguió realizando giras por
distintas ciudades francesas y algunos países europeos. Murió en Marsella el
9 de enero de 1905.
Laura Vicente
Este artículo apareció publicado en el periódico Rojo y Negro, nº 355, abril 2021
[1] Louise
Michel (2016, 2ª edición): La Comuna de
París. Historia y recuerdos. Madrid/La Laguna, La Malatesta/Tierra de
Fuego.
[2]
El blanquismo fue un movimiento doctrinario y activista a favor
de la república y con planteamientos comunistas, tuvo influencia sobre todo en
medios estudiantiles e intelectuales. Se caracterizó por su férrea disciplina
combativa revolucionaria. Debe su nombre al activista político revolucionario
Louis Auguste Blanqui.
[3] Louise
Michel, La Comuna de París, se trata
del capítulo 9, pp. 117-120. Todos los fragmentos entrecomillados están
extraídos de este capítulo.
[4]
Se formó la Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a
los Heridos, cuyo Consejo Provisional estuvo formado por siete obreras.
Muy interesante. Me parece excelente esa idea que vincula el cambio social al cambio en la vida cotidiana que sin duda es una aportación de las mujeres mucho más conscientes de los problemas reales al margen de las grandes teorizaciones finalistas.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias. Me parece que hay una manera diferente de entender la revuelta y la revolución de las mujeres que no pretenden imponer y que, por ello, pasa desapercibida.
EliminarUn abrazo.