Reconozco que esta pregunta es un tema recurrente en
el que pienso muchas veces[1].
Abandono el tema durante meses o años, pero siempre acabo recalando en él. Debe
ser porque mi posición no es definitiva y siempre que creo que lo tengo claro
aparecen fisuras, grietas, a veces, boquetes que me obligan a repensar, a
retomar la pregunta.
Daniel Colson equiparó, en su Pequeño léxico
filosófico del anarquismo, utopía con ideal y afirmó que todo rebelde «solo
debe apartarse con la mayor repugnancia de cualquier ideal». En una
entrevista afirmó con claridad que el anarquismo no es un ideal (o utopía),
sino que es realista y que habla de las cosas tal y como son.
Es cierto, que la utopía fue convertida en un
absoluto, se ideologizó intentando poner orden y dando sentido al caos, construyendo
un modelo ideal de sociedad que pudo (y aún puede) deslumbrar y tranquilizar en
un mundo de incertidumbres agobiantes. Las utopías concebidas como ideologías pueden
ser un «caballo de troya» en los anarquismos, porque las construcciones
monolíticas y homogéneas acaban siendo utopías autoritarias, es decir, modelos
de poder. Desembarazarse de la utopía parece, pues, lo más acertado.
Sin embargo, estoy con Amedeo Bertolo, en su Anarquistas…
¡Y orgullosos de serlo!, que resulta muy difícil prescindir de la utopía
como horizonte y esperanza de lucha. Bertolo afirma (y lo comparto) que la
utopía representa una dimensión del hombre imposible de eliminar y positiva: la
dimensión de la esperanza, de la voluntad innovadora y de la creatividad.
El anarquismo(s), nunca se ha acomplejado a la hora
de explorar y desarrollar la dimensión utópica, siendo especifica la importancia
dada a la libertad, la igualdad y la diversidad. La función de la utopía
anarquista es, ante todo, dice Bertolo, la voluntad de cambiar la sociedad superando
los límites de un sistema dado de poder, pero sobre todo rompiendo la compacta
membrana cultural que separa el espacio simbólico del poder del espacio
simbólico de la libertad. Una membrana formada desde hace miles de años por el
depósito, la estratificación y la transmisión, generación tras generación, en
las estructuras mentales y el imaginario social, de comportamientos gregario-autoritarios
y valores jerárquicos, de fantasías y mitos creados por y para sociedades
constitutivamente divididas en dominantes y dominados.
Viendo
lo que vamos viendo en el siglo XXI ya casi no me da vértigo nada, o por lo
menos me da el mismo vértigo que cuando oigo (y leo) planteamientos anarquistas
que hablan de «poder popular». Pero no quiero desviarme del camino y responder
la pregunta que da título a esta pequeña reflexión: ¿necesita utopías el
anarquismo? Me parece que sí, a riesgo de perder el atractivo principal del
anarquismo o anarquismos (si lo preferimos en plural).
¿Por
qué digo esto? La utopía tiene algo de sueño y algo de realidad que hay que
aglutinar con la mayor sabiduría posible, sabemos que el ser humano no es solo
razón, que también se mueve por deseos y emociones y es positivo que así sea.
La razón produce monstruos y el deseo locuras, pero eso somos, una mezcla
extraña que nos debe dar impulso para imaginar la posibilidad de vivir sin
policías, sin jueces, sin capitalistas, sin burócratas, sin roles de poder, sin
estructuras jerárquicas. Y partiendo de esa imaginación de posibles reales, pensar
y experimentar utopías anarquistas aquí
y ahora. O lo que es lo mismo, pensar y desear imposibles posibles.
[1] https://pensarenelmargen.blogspot.com/2021/06/un-mas-alla-de-las-utopias.html
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