Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

lunes, 13 de septiembre de 2021

UNA FOTO, UNA PEQUEÑA HISTORIA (Transición, mitin PCE, expulsión del mitin por no callar)

 


¿Quién podía imaginar que iba a llegar a mis manos una fotografía de la llamada «Transición Democrática» en la que pude encontrarme sin demasiadas dificultades?

 Os sitúo:

Se trata de la Plaza de Toros de Zaragoza llena a rebosar  en la celebración del primer gran mitin del Partido Comunista de España (PCE). En él participaba el mítico Santiago Carrillo y otras personas que no recuerdo y que poco importan para explicaros esta  historia pequeña.

El PCE contaba con una gran fuerza propia: se había involucrado en la resistencia antifranquista, disponía de militantes, intelectuales, bases materiales, infraestructura y legitimidad derivada de esta lucha. Pese a ello, consideraron esta fuerza insuficiente para propiciar la «ruptura» con la Dictadura y decidieron abandonar esa posibilidad, aceptando la negociación, para impulsar el «cambio», con el gobierno heredado del franquismo.

Se entró de esta forma en un intercambio de fuerza por reconocimiento y el PCE fue renunciando, en un auténtico proceso de autoinmolación, a aquello que le había caracterizado hasta ese momento (principios internos y fundamentos identitarios) en un tiempo récord. Entre estas renuncias abandonó la República para aceptar la Monarquía.

 


Me sitúo:

Hacía poco que había entrado en la Universidad. Una rareza en la época: hija de un obrero del metal comunista y una modista que vivía en un barrio obrero de Zaragoza. Mi padre, el Instituto de Bachillerato Pignatelli (el primero mixto) y la Universidad fueron mi escuela para entrar en el activismo estudiantil. Mi ideología estaba por definir (era muy joven) pero me movía entre los planteamientos autónomos y anarquistas.

¿Qué hacía en un mitin del PCE?

La respuesta es sencilla: una suma de curiosidad y asombro ante los primeros mítines legales. El PCE, como he dicho antes, acababa de abandonar la vía rupturista y teníamos curiosidad por escuchar  lo que tenían que decir.

Así que allí me fui con unos amigos.

El mitin:

Como he dicho, la Plaza de Toros estaba llena de gente y no encontramos más sitio que en el «gallinero».  Al poco rato de empezar el mitin un pequeño grupo de personas delante de donde estábamos sacó una bandera republicana. En cuestión de minutos, el «servicio de orden» del partido  estaba allí para quitarles la bandera a tirones. Como es raro que me calle ante una situación que considero injusta, les interpele sobre lo surrealista que era que reprimieran una bandera que hasta hace unos meses era suya.

La cosa acabó regular. Entre empujones y malas maneras nos expulsaron del mitin a quienes habían sacado la bandera y a mí de propina que no tenía nada que ver con ellos. Me agarraron del brazo, me condujeron a la planta de abajo y me pusieron de «patitas en la calle». Yo le iba diciendo «cositas» al del «servicio de orden», pero él tenía claro su trabajo: echar alborotadores/as para que el acto transcurriera en perfecto orden.  

Este incidente fue muy aleccionador para mí

Me di cuenta del papel normalizador que el PCE (y el PSOE) estaban cumpliendo en el proceso de la «Transición Democratica». Quienes estábamos luchando por la «ruptura» en la calle, en la Universidad, en los lugares de trabajo y otros espacios, íbamos a perder la apuesta, como así fue.

Me percaté de que el pueblo, o la clase obrera, se habían convertido de la noche al día en electorado y que la acción entre iguales era sustituida por la división entre gobernantes y gobernados.

Se impuso el realismo, entendiendo por real, no una red de relaciones que, a su vez, engendra la acción, sino el mero conjunto de las condiciones existentes.

La actitud autoritaria y jerárquica del PCE, de la que oía hablar a mí alrededor, se encarnó en aquel empujón y en aquel agarrón del brazo que iba incrementando la presión conforme le iba diciendo que tenía derecho a expresarme libremente y que para eso estábamos luchando contra los continuadores de la Dictadura.

Nunca más fui a un acto del PCE.

¿Cómo obtuve esa foto hace unos pocos meses?

De forma absolutamente inverosímil. Estábamos varias personas desayunando en Ruesta en la Escuela Libertaria de CGT cuando salió en la conversación el tema de la «Transición» y el PCE y yo conté lo que me ocurrió en el mitin. Una persona del grupo dijo, ante mi sorpresa, yo tengo una foto de ese incidente, cuando llegue a casa te la envío. Y así fue.

En la foto no hay huella de la bandera republicana, pero sí del revuelo que se produjo y de la presencia de numerosos miembros del «servicio de orden» del PCE en la zona cercana al incidente. Y allí aparezco recriminando la retirada de la bandera republicana.

Y por último:

La lectura de dos libros me han impulsado a escribir esta pequeña historia personal y colectiva: el de Amador Fernández Savater, La fuerza de los débiles; y el de Miguel Abensour, Para una filosofía política crítica.

 

 

9 comentarios:

  1. ¿Dónde está el PCE?, ¿y la izquierda en general?.

    Un abrazo.

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    1. Ahora tiene una vicepresidenta en el Gobierno...

      La izquierda está obsoleta, falta de ideas...

      Un abrazo

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  2. No esperaba otra cosa de ti, conociéndote. Yo solo quise boicotear un mitin de Fraga, pero no veas que matones había en la puerta.
    Conozco a Yolanda de vista, es una mujer de mucho nivel. Hace lo que puede.

    Un abrazo

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    1. Hacer lo que puede... bueno, si sus votantes consideran que es suficiente...

      Un abrazo.

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  3. Buenas reflexiones, Laura. Fue un duro dileme, que se plantea cada día y sigue planteándose. Las posiciones rupturistas suelen ser testimoniales y son, sin duda, imprescindibles. Pero si quieres participar en las instituciones del poder, está obligado a negociar y transigir, pues de eso va la democracia deliberativa. Ciertamente, las concesiones tienen un precio y, desde mi punto de vista, el problema no procede de esa primera renuncia, sino más bien de las muchas pequeñas renuncias posteriores, muy claras en el mundo sindical. El incidente de la bandera obedece a otra lógica: la represión de lo diferente es una constante del comunismo, incluso donde triunfó su revolución.

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    1. No siempre son testimoniales como bien sabes, de hecho la ruptura democrática no implicaba una revolución ni mucho menos, sino un sistema de democracia deliberativa pero sin el lastre del franquismo.
      Estas primeras renuncias tuvieron importancia en el orden simbólico, estaba claro que después habría más como así sucedió.
      Para mi es un tema cerrado, no se aprovechó la ocasión. No hay que mirar atrás.

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  4. Ayer vi un libro en la librería, un tocho de más de 300 páginas, cuya tesis es que la transición no fue un proceso tan pacífico como se dice, sino que hubo bastante violeencia. Según cálculos que yo he visto hace tiempo, unos 500 muertos, y eso es solo la punta del iceberg

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