¿Quién podía imaginar que iba a llegar a mis manos una fotografía de la llamada «Transición Democrática» en la que pude encontrarme sin demasiadas dificultades?
Se trata de
la Plaza de Toros de Zaragoza llena a rebosar
en la celebración del primer gran mitin del Partido Comunista de España
(PCE). En él participaba el mítico Santiago Carrillo y otras personas que no
recuerdo y que poco importan para explicaros esta historia pequeña.
El PCE contaba
con una gran fuerza propia: se había involucrado en la resistencia
antifranquista, disponía de militantes, intelectuales, bases materiales,
infraestructura y legitimidad derivada de esta lucha. Pese a ello, consideraron
esta fuerza insuficiente para propiciar la «ruptura» con la Dictadura y
decidieron abandonar esa posibilidad, aceptando la negociación, para impulsar
el «cambio», con el gobierno heredado del franquismo.
Se entró de
esta forma en un intercambio de fuerza
por reconocimiento y el PCE fue renunciando, en un auténtico proceso de
autoinmolación, a aquello que le había caracterizado hasta ese momento (principios
internos y fundamentos identitarios) en un tiempo récord. Entre estas renuncias
abandonó la República para aceptar la Monarquía.
Me sitúo:
Hacía poco
que había entrado en la Universidad. Una rareza en la época: hija de un obrero
del metal comunista y una modista que vivía en un barrio obrero de Zaragoza. Mi
padre, el Instituto de Bachillerato Pignatelli (el primero mixto) y la
Universidad fueron mi escuela para entrar en el activismo estudiantil. Mi
ideología estaba por definir (era muy joven) pero me movía entre los
planteamientos autónomos y anarquistas.
¿Qué hacía en
un mitin del PCE?
La respuesta
es sencilla: una suma de curiosidad y asombro ante los primeros mítines legales.
El PCE, como he dicho antes, acababa de abandonar la vía rupturista y teníamos
curiosidad por escuchar lo que tenían
que decir.
Así que allí
me fui con unos amigos.
El mitin:
Como he dicho,
la Plaza de Toros estaba llena de gente y no encontramos más sitio que en el «gallinero». Al poco rato de empezar el mitin un pequeño
grupo de personas delante de donde estábamos sacó una bandera republicana. En
cuestión de minutos, el «servicio de orden» del partido estaba allí para quitarles la bandera a
tirones. Como es raro que me calle ante una situación que considero injusta,
les interpele sobre lo surrealista que era que reprimieran una bandera que
hasta hace unos meses era suya.
La cosa acabó
regular. Entre empujones y malas maneras nos expulsaron del mitin a quienes
habían sacado la bandera y a mí de propina que no tenía nada que ver con ellos.
Me agarraron del brazo, me condujeron a la planta de abajo y me pusieron de «patitas
en la calle». Yo le iba diciendo «cositas» al del «servicio de orden», pero él
tenía claro su trabajo: echar alborotadores/as para que el acto transcurriera
en perfecto orden.
Este incidente fue muy aleccionador para mí
Me di cuenta del
papel normalizador que el PCE (y el
PSOE) estaban cumpliendo en el proceso de la «Transición Democratica». Quienes
estábamos luchando por la «ruptura» en la calle, en la Universidad, en los
lugares de trabajo y otros espacios, íbamos a perder la apuesta, como así fue.
Me percaté de
que el pueblo, o la clase obrera, se habían convertido de la noche al día en
electorado y que la acción entre iguales era sustituida por la división entre
gobernantes y gobernados.
Se impuso el
realismo, entendiendo por real, no una red de relaciones que, a su vez,
engendra la acción, sino el mero conjunto de las condiciones existentes.
La actitud
autoritaria y jerárquica del PCE, de la que oía hablar a mí alrededor, se
encarnó en aquel empujón y en aquel agarrón del brazo que iba incrementando la
presión conforme le iba diciendo que tenía derecho a expresarme libremente y
que para eso estábamos luchando contra los continuadores de la Dictadura.
Nunca más fui
a un acto del PCE.
¿Cómo obtuve esa foto hace unos pocos meses?
De forma absolutamente
inverosímil. Estábamos varias personas desayunando en Ruesta en la Escuela
Libertaria de CGT cuando salió en la conversación el tema de la «Transición» y
el PCE y yo conté lo que me ocurrió en el mitin. Una persona del grupo dijo,
ante mi sorpresa, yo tengo una foto de ese incidente, cuando llegue a casa te
la envío. Y así fue.
En la foto no
hay huella de la bandera republicana, pero sí del revuelo que se produjo y de
la presencia de numerosos miembros del «servicio de orden» del PCE en la zona
cercana al incidente. Y allí aparezco recriminando la retirada de la bandera
republicana.
Y por último:
La lectura de
dos libros me han impulsado a escribir esta pequeña historia personal y
colectiva: el de Amador Fernández Savater, La
fuerza de los débiles; y el de Miguel Abensour, Para una filosofía política crítica.
Bravo
ResponderEliminarGracias por hacerlo posible
Eliminar¿Dónde está el PCE?, ¿y la izquierda en general?.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ahora tiene una vicepresidenta en el Gobierno...
EliminarLa izquierda está obsoleta, falta de ideas...
Un abrazo
No esperaba otra cosa de ti, conociéndote. Yo solo quise boicotear un mitin de Fraga, pero no veas que matones había en la puerta.
ResponderEliminarConozco a Yolanda de vista, es una mujer de mucho nivel. Hace lo que puede.
Un abrazo
Hacer lo que puede... bueno, si sus votantes consideran que es suficiente...
EliminarUn abrazo.
Buenas reflexiones, Laura. Fue un duro dileme, que se plantea cada día y sigue planteándose. Las posiciones rupturistas suelen ser testimoniales y son, sin duda, imprescindibles. Pero si quieres participar en las instituciones del poder, está obligado a negociar y transigir, pues de eso va la democracia deliberativa. Ciertamente, las concesiones tienen un precio y, desde mi punto de vista, el problema no procede de esa primera renuncia, sino más bien de las muchas pequeñas renuncias posteriores, muy claras en el mundo sindical. El incidente de la bandera obedece a otra lógica: la represión de lo diferente es una constante del comunismo, incluso donde triunfó su revolución.
ResponderEliminarNo siempre son testimoniales como bien sabes, de hecho la ruptura democrática no implicaba una revolución ni mucho menos, sino un sistema de democracia deliberativa pero sin el lastre del franquismo.
EliminarEstas primeras renuncias tuvieron importancia en el orden simbólico, estaba claro que después habría más como así sucedió.
Para mi es un tema cerrado, no se aprovechó la ocasión. No hay que mirar atrás.
Ayer vi un libro en la librería, un tocho de más de 300 páginas, cuya tesis es que la transición no fue un proceso tan pacífico como se dice, sino que hubo bastante violeencia. Según cálculos que yo he visto hace tiempo, unos 500 muertos, y eso es solo la punta del iceberg
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