Fue el feminismo (especialmente en la segunda mitad del siglo XX) el que impulsó un proyecto coherente de Historia de las Mujeres, un proyecto que aspiraba a una nueva historia.
En la década de 1960 se avanzó en la Historia de las
Mujeres dando lugar a una etapa que designamos hoy como de «reparación de
ausencias». Fueron estudios específicos que tenían a la mujer como objeto
privilegiado de análisis, es decir, se nombraba
a las mujeres. Se sabía que la ausencia de las mujeres en la historia no
era empírica sino simbólica; sin embargo estos estudios específicos
visibilizaban a las mujeres a costa de subrayar siempre su diferencia con los
hombres. Por ello no hacían sino colaborar en mantener la distribución simbólica de papeles de género.
En la década de 1970 se aspiró a explicar las
razones de las presencias y de las ausencias femeninas. Para ello, no solo
había que nombrar a las mujeres, era preciso resignificar las categorías con las que éstas habían sido nombradas;
explicar, más allá de la pura descripción positivista, que el binomio sexo-género ha actuado como eje vertebrador
de jerarquías entre lo masculino y lo femenino y revisar una vieja historia que
dejaba al margen a las mujeres en favor de los hombres.
Desde entonces, la Historia de las Mujeres ha
avanzado llenando de contenidos las enormes lagunas dejadas por la
investigación académica.
La Historia de las Mujeres que cobró vida desde los años setenta se situó en el centro de las preocupaciones de la renovación historiográfica. Era una historia en construcción que necesitaba replantearse casi todo el oficio, desde las fuentes a los objetos de estudio, desde el método, que no puede ser otro que la crítica y la interrogación de problemas y de épocas cerradas en falso, hasta la necesidad de plantearse otras esferas: la vida privada, la doméstica, la moral, las representaciones, las prácticas.
Por eso la Historia de las Mujeres era una historia
nueva que se enraizaba con las nuevas fuentes y métodos de la nueva historia,
de la historia crítica, de la historia
social y, sobre todo, cultural.
Seis décadas de estudios sobre Historia de las
Mujeres nos han puesto de manifiesto la riqueza y complejidad que reviste este
campo de estudio, cuyos postulados han de armonizar criterios de marginación y
subordinación con poderosos frentes de presencia y de agencia femenina. A esta
riqueza y complejidad de planteamientos viene acercándose con éxito la
historiografía feminista del cambio de siglo. Un ejemplo son los Coloquios Internacionales de la Asociación
Española de Investigación de Historia de las Mujeres (AEIHM) que llevan
diecinueve celebrados si no me equivoco.
Desde 2005, la AEIHM viene organizando un Seminario Internacional Historia y
Feminismo, con carácter bienal, destinado a profundizar en los aspectos
centrales de la práctica historiográfica desde una perspectiva interdisciplinar
en el campo de la Historia de las Mujeres y del Género, a la luz de las
relaciones e influencias en la historiografía feminista internacional y la
producción historiográfica española. En sus ediciones se pretende generar un
foro de reflexión en torno a cuestiones metodológicas y teóricas que ayuden a
enriquecer la disciplina de la Historia. El último celebrado fue el VIII
Seminario Internacional de la AEIHM cuyo título fue: «Historia Pública: La Historia de las Mujeres ante los nuevos retos de
difusión social», celebrado en Madrid en 2019.
Universidad de verano de Jaca, LAS MUJERES, SUJETO ACTIVO EN LA HISTORIA DEL S. XX. ENFOQUES PARA EL AULA. Laura Vicente.
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