Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

lunes, 3 de septiembre de 2018

ACTUALIDAD DE ANTIGUAS CONTROVERSIAS SOBRE LA MUJER


La controversia entre Mariano R. Vázquez y Lucía Sánchez Saornil tuvo como espacio de discusión el periódico Solidaridad Obrera[1], aunque ambos fueron los protagonistas del debate participaron otras personas del ámbito anarquista y anarcosindicalista, El tema giró en torno al papel de las mujeres en las organizaciones, en la lucha social y  en la futura revolución, se produjo en 1935. Pese a los más de ochenta años transcurridos no parece un debate obsoleto, contiene aspectos que tienen actualidad hoy en día, lógicamente ochenta años no pasan en balde y hay otros aspectos superados o que han abierto nuevos caminos de reflexión y acción en los feminismos[2].
En este artículo el protagonismo no lo tiene la controversia de 1935 sino los feminismos actuales entre los que me interesa especialmente la renovación del feminismo anarquista, pese a ello la controversia aparece como referente y se pueden reconstruir los rasgos principales de aquel debate.  La perspectiva que adopto es genealógica  puesto que partiendo del hoy, de lo que somos nosotras, quiero seguir  el hilo complejo de la procedencia, no con un planteamiento de causalidad sino conservando lo que ha sucedido en su propia dispersión: accidentes, mínimas desviaciones, errores, etc.

En el debate entre Sánchez y Vázquez se insiste en algo plenamente actual: los hombres tenían que cambiar de conducta abandonando su posición de poder y predominio patriarcal puesto que su responsabilidad en la situación de subordinación de las mujeres era/es clara. Ese cambio incluía de manera muy crítica a los hombres sindicalistas y anarquistas que pese a sus declaraciones de principio no tenían ningún interés en que se produjeran cambios importantes ni en las organizaciones ni en las luchas ni en las relaciones personales. Sánchez reiteraba en sus artículos que no es lo mismo asumir postulados teóricos igualitarios que ser consecuentes con ellos y llevarlos a la práctica, en sus artículos hay una rabia contenida porque no daba credibilidad a las buenas (y revolucionarias) palabras de los hombres de la organización respecto al tema de la subordinación de las mujeres.
Si Sánchez (incluso Vázquez) era consciente de la necesidad de romper la masculinidad, la feminidad era esgrimida por algunos sectores libertarios como argumento para acusar a las mujeres de ser responsables de su propia subordinación. Indudablemente hoy sigue presente el cuestionamiento del reparto de papeles de género que nuestra sociedad sigue sustentando. Incluso una parte de los feminismos actuales va más lejos  al cuestionar el propio concepto de género que el patriarcado sustenta para seguir afianzando privilegios y ahondando la opresión.  El cuestionamiento de los privilegios de la masculinidad,  el por qué a las mujeres se nos silencia e invisibiliza por el simple hecho de serlo,  o de qué manera a través del empoderamiento personal y colectivo podemos subvertir estos (y otros)  condicionamientos, son temas centrales en los debates feministas actuales.  En la controversia de 1935 no se vislumbraba un planteamiento tan radical como el actual y la acusación de la responsabilidad de las mujeres en su situación de subordinación e inferioridad fue uno de los motivos que provocó mayor enfado en Lucía Sánchez.


Aun cuando quedó claro que la sexualidad era un tema importante y difícil de resolver, no se produjo la apertura a nuevas sexualidades que en la actualidad se han unido en una apuesta de deconstrucción de conceptos como sujeto, identidad, género, sexo, raza… dando lugar al sector más radical del feminismo de la tercera ola. Lucía Sánchez afirmó que solo la revolución lograría evitar que las mujeres fueran tratadas como objetos sexuales y quedaran condicionadas por la vinculación de sexo y reproducción. Solo la revolución, decía Sánchez, uniría definitivamente los intereses de ambos sexos para progresar en la concepción anarquista de la vida.
Lucía Sánchez (y Mujeres Libres) constató que las mujeres tenían que reconstruirse a través de una mentalidad basada en la libertad y la autonomía personal (también denominada “conciencia de la personalidad”, como afirmaba Emma Goldman). Ella quería un TODO distinto y por eso planteaba avanzar en la emancipación interna y en la colectiva. Aun cuando se percató de que había situaciones diversas entre las mujeres cuando se cruzaba el género con la clase social, no llegó a  la constatación del feminismo actual de que existen diversidad de situaciones que afectan a las mujeres y que los feminismos de la primera y segunda ola no habían contemplado: la raza, la orientación sexual e identidad de género, la religión, la edad, la etnia, la clase social y otras variables. Curiosamente, el hecho de que Lucía Sánchez fuera lesbiana y Mariano R. Vázquez gitano no pareció tener influencia alguna en la controversia, sin embargo, hoy sabemos que, a veces, nos dice más sobre el discurso dominante lo que no es considerado relevante (opción sexual y etnia) que lo que si lo fue.
En el debate se destacó la necesidad de la transformación del espacio privado, íntimo, doméstico, espacio de los cuidados, de las relaciones de pareja. Ese espacio, de opresión patriarcal, debía reconstruirse, reorganizarse, valorarse y basarse, como punto de partida, en los mismos derechos y deberes de todas las personas que convivían (conviven) en dicho espacio. La necesidad de capacitación fuera del espacio doméstico se convirtió en bandera de las reivindicaciones de Mujeres Libres a partir de 1936. La capacitación de las mujeres en la actualidad poco tiene que ver con la de la década de los treinta del siglo pasado.
Las mujeres debían incorporarse a la lucha social, encauzada por el anarquismo, dando en esta lucha la misma relevancia al cuestionamiento del Estado y del capitalismo y al cuestionamiento del patriarcado (la llamada por Sánchez: “cuestión femenina”), el objetivo desde la concepción anarquista de la vida era la emancipación humanitaria. Sánchez intuyó que los cambios en la situación de las mujeres y su relación con los hombres no se podía postergar a la revolución, a un futuro incierto, por tanto, debían producirse cambios en el presente, no bastaba con enunciar la igualdad había que realizarla en el día a día. Algo que hoy resulta incuestionable pese a la dificultad que conlleva.
Pese a que la revolución era humanitaria y los intereses tenían que ser comunes, las protagonistas de la lucha y de las transformaciones tenían que ser las mujeres, lo anarquista era “dejar que la mujer actúe en uso de su libertad, sin tutelas ni coacciones”, pronto se demostraría cuan poco gustaba este planteamiento a los hombres (y a algunas mujeres) negando el reconocimiento de Mujeres Libres como cuarta rama del Movimiento Libertario.
¿Hasta qué punto esta controversia actualizada tendría vigencia hoy en el Movimiento Libertario?


[1] Solidaridad Obrera era el  órgano de expresión de la Confederación Regional del Trabajo de Cataluña y Baleares. Fue fundado en 1907 siendo el órgano de expresión de la organización Solidaridad Obrera, pasando a serlo a partir de 1910 de la CNT. Desde 1916, con altibajos provocados por la represión, las suspensiones y otros avatares, tuvo periodicidad diaria.
[2] Me ayudó a enfocar este apartado un par de conversaciones telefónicas con la compañera Rebeca Muñoz Peñalvo. Gracias.

2 comentarios:


  1. "...no es lo mismo asumir postulados teóricos igualitarios que ser consecuentes con ellos y llevarlos a la práctica..."

    Y así hasta nuestros días...

    Besos!!

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    1. En efecto, por eso y otros motivos, esta controversia tiene mucha actualidad.

      Besos!!

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