Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

miércoles, 3 de diciembre de 2025

EL MUNDO DESPUÉS DE GAZA

 



He terminado hace unos días la lectura del libro de Pankaj Mishra[1] cuyo título es el que le he dado a este escrito. Confieso mi prevención porque el material que he leído sobre Gaza tras el 7 de octubre de 2023 me ha gustado poco. Este libro rompe esa racha y procuraré explicar las razones por los que me ha gustado y, de esa forma, hablaré de este libro.

1ª RAZÓN

La sorprendente decisión de que la primera parte del libro esté dedicada a la Shoah y a sus postrimerías, me parece una sabia decisión por parte del autor.

La Shoah, como no podía ser de otra manera, marcó a varias generaciones de judíos. El 7 de octubre de 2023 era fácil revivir el miedo a otro Holocausto. Cuando se formó Israel en 1948 pareció el único refugio posible, sin embargo, no fue así al establecerse en un espacio en el que se tuvo que llevar a cabo una limpieza étnica y quedar rodeado de pueblos desposeídos y naciones  vengativas.

Los primeros colonos sionistas que llegaron a la zona de Palestina llevaron ideas socialistas (las granjas colectivas), los sindicatos y la planificación económica. Quizás por ese motivo Stalin maniobró en favor de los sionistas y de la constitución del Estado de Israel. No fue el único apoyo desde la izquierda que recibieron.

Pero a medida que se aceleró la descolonización en Asia y África, muchos izquierdistas de una nueva generación comenzaron a alinearse con los pueblos del Tercer Mundo que habían sido colonias y empezaron a tildar a Israel, especialmente tras la guerra de los Seis Días en 1967, de empresa racista y colonialista. Esta guerra fue la segunda fundación de Israel, el país se reafirmó como potencia expansionista con la ocupación de tierras árabes. En este contexto se reavivó y se incorporó la Shoah en la retórica oficial israelí, convirtiendo el asesinato de seis millones de judíos en la nueva base de la identidad de Israel.

A partir de este análisis, Mishra trata de clarificar dos cuestiones que para muchas personas continúa siendo incomprensibles: cómo había llegado Israel, un país construido para acoger a un pueblo perseguido y sin hogar, a ejercer un poder terrible sobre la vida y la muerte de otro pueblo de refugiados; y cómo puede la mayoría del poder político y periodístico occidental ignorar, incluso justificar, sus injusticias y su crueldad sistemática.

Se revisa y explica la cruel experiencia judía de la modernidad que los consideró sistemáticamente «extranjeros» en Occidente; cómo el antiguo odio hacia los judíos se fue convirtiendo, con el auge del nacionalismo, en antisemitismo racial; el surgimiento  de la idea de una patria judía que dio paso al nacionalismo sionista; el culmen de estos factores con el Holocausto que concibió Alemania pero que contó con el silencio o el apoyo de Europa, Estados Unidos y, de otra manera, la URSS; la recuperación de la Shoah en los años sesenta que aceleró la conversión de las víctimas y supervivientes en una serie de argumentos ideológicos y políticos al servicio del sionismo; el giro de Israel hacia la derecha después de la segunda intifada palestina (2000-2005).

Estos acontecimientos han convertido a Israel en un reducto de etnonacionalismo cruel y en un «laboratorio» para la producción y ensayo de las herramientas empleadas por otros etnonacionalistas para reprimir a sus pueblos.

2ª RAZÓN

Tengo una mala relación con el campo activista y/o institucional de lo que se denomina memoria. Concuerdo con lo que señaló en una ocasión Susan Sontag: «Eso que llaman memoria colectiva no es un recuerdo, sino la imposición de que algo es importante (…)». El recorrido que el autor realiza sobre la manipulación de la Shoah en los países occidentales resulta importante para cuestionarnos el papel que tiene la «memoria» y la posición poco crítica por parte de sectores de la izquierda.

La Shoah/Holocausto pasó de la inexistencia hasta principios de los años sesenta del siglo XX, a una etapa posterior que llega hasta la actualidad en la que existe una cultura del recuerdo sin precedentes sobre el Holocausto. La memoria colectiva de la Shoah en Europa y en Israel se construyó, según el autor, a posteriori, en ocasiones deliberadamente, y con fines políticos específicos.

Pankaj Mishra proporciona numerosos datos de como las víctimas judías de Hitler pasaron de ser ignoradas a convertirse en un pilar clave de la identidad paneuropea que alberga la Unión Europea. Para justificar esta opinión, el autor recorre la posición de Alemania (Occidental y Oriental de formas diferentes) después de la guerra de un rechazo profundo y a veces cruel a enfrentarse con lo que realmente pasó y reconciliarse con ello. Y cómo al reclamar la cultura de la memoria de la Shoah, a partir de los años sesenta, se las hubieran arreglado para evitar reconocer los crímenes que la hicieron posible.

Y de Alemania salta a Estados Unidos porque tampoco en este país han sido inofensivas las manipulaciones de la memoria de la Shoah. Recordar y conmemorar la Shoah en los países occidentales eliminó recuerdos incómodos de su posición durante la guerra respecto a lo que conocían del exterminio de la población judía. Las barreras a la emigración de los refugiados judíos fueron en Estados Unidos muy duras en plena guerra y una vez finalizada esta. Por ejemplo, 250.000 judíos se vieron condenados a pasar años en un limbo de campos de desplazados dirigidos por los Aliados, porque no había ningún país dispuesto a acogerlos.

También Israel dio un dramático y funesto giro de guion cuando la clase dirigente de Israel que había sido abiertamente laica empezó a considerar a los sionistas religiosos como socios suyos en el proyecto de judaizar la tierra que habían tomado en 1967. La memoria de la Shoah cumplió un papel tanto en Israel como entre los judíos estadounidenses estableciéndose vínculos, cada vez más profundos, entre los gobiernos israelíes, los grupos judíos pro-Israel y los supremacistas blancos.

El recorrido que hace el autor partiendo de estos vínculos es inquietante y extrañamente clarificadora de la actualidad muy relacionado también con la descolonización y el consiguiente neocolonialismo racial.

3ª RAZÓN

La relevancia del racismo en toda esta historia.

El racismo como algo más que un repugnante prejuicio personal, es decir, como una forma de ordenar la vida económica y social en gran parte del mundo. La «línea de color» como «religión» de la raza blanca desde principios del siglo XX que provocó el más violento de los fanatismos y la descolonización como una promesa de igualdad.

La idea de raza como «significante móvil», que no está conectada sin más a la clasificación biológica: es más bien una categoría flexible desde el punto de vista ideológico para definir a los otros. Eso abre un escenario de fraternidad humana y solidaridad más amplio que la comunidad étnico-racial, y una gama más amplia de víctimas de la modernidad.

La memoria de la Shoah se ha convertido, dice el autor, en una contranarrativa en la que se ha pervertido su memoria para permitir el asesinato masivo al tiempo que oscurecer una historia más amplia, la de la violencia occidental moderna fuera de Occidente.

Pero el autor no hace este análisis para caer en el maniqueísmo de buenos y malos, es consciente como Primo Levi de la «zona gris» y señala que, igual que la Shoah se considera el mayor de todos los males, incomparable y sin precedentes, los que describen el sionismo como ideología genocida pretenden aligerar la carga simbólica de la Shoah y representar la destrucción de Gaza como el verdadero mal de nuestro tiempo.

El autor es consciente, sin por ello justificarlo, del tortuoso camino que han recorrido los judíos para construir su Estado. Tan tortuoso como el de tantos otros pueblos colonizados. Y en tanto que gente que no encajaba, se convirtió en víctima propiciatoria de la nueva fe laica del nacionalismo.

Sabemos lo rápido que una víctima puede convertirse en un victimario inhumano y sucumbir a la idea de que una puede restablecer su propia identidad matando. Y deberíamos volver a leer a Primo Levi para entenderlo.

Recorrer ese «camino tortuoso» con Mishra es como bajar a los infiernos y una prueba de que este autor merece la pena ser leído, lo que no quiere decir estar de acuerdo en todo con él.

 

4ª RAZÓN

Releer a Primo Levi siempre salva de creerse en el lado correcto de la historia. El siglo XX dejó a la vista los peligros de un mundo donde no existía ningún límite ético que indicara lo que los seres humanos podían hacer o a lo que podrían atreverse. Gaza nos enfrenta de verdad a la enfermedad crónica de nuestras sociedades. Gaza provoca vértigo, provoca miedo, provoca pavor a la indiferencia de la muerte sistemática.

El libro abre muchos frentes de cuestionamiento y de reflexión que agradezco. Pero también encuentro temas que no acabo de ver claros, por ejemplo, la idea de que el fascismo lleva existiendo desde hace siglos. No comparto convertir el fascismo, una realidad del siglo XX, en un cajón de sastre donde cabe todo.

Tilda a algunos historiadores de anticomunistas, como Timothy Snyder, como si el comunismo fuera defendible, algo que no puedo compartir.

 Laura Vicente



[1] Pankaj Mishra (2025): El mundo después de Gaza. Una breve historia. Barcelona, Galaxia Gutenberg.