Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

jueves, 13 de noviembre de 2025

LA TEORÍA NO TRANSFORMA LA REALIDAD

 

Es muy frecuente escuchar lo ignorantes, simples y «cortos» que son los grupos, líderes y votantes de la extrema derecha (o fascismo, postfascismo o términos similares). No voy a entrar ahora en la cuestión conceptual sino en los calificativos aplicados a dicho sector político. Que los ignorantes y tontos coman la «tostada» a los listos e inteligentes es un misterio que se achaca siempre a los medios de comunicación, redes sociales y demás herramientas para «comer el tarro» a la masa acrítica y que no digo que no tenga su importancia.

Está proliferando en los medios anarquistas (mucho más en los medios comunistas, socialdemócratas y progresistas) la idea de que ante esta situación hay que organizarse, que el fallo, teniendo la razón y la inteligencia, es la desorganización, la falta de responsabilidad y disciplina y, especialmente, la falta de una estrategia clara que nos marque con claridad la táctica a seguir.

En realidad, el ámbito anarquista está organizado, sea a través de colectivos, de revistas o periódicos, de radios libres, de editoriales, de ateneos, etc. Sin embargo, quienes hablan de falta de organización consideran que esas organizaciones son excesivamente diversas, múltiples, incoherentes e indisciplinadas. El modelo organizativo que proponen se basa en un grupo cohesionado que para alcanzar sus objetivos necesita responsabilidad y compromiso militante. Así mismo es fundamental «formarse» a través de talleres y cursos que permitan una discusión previa que conducirá a la «minoría activa» a diseñar un planteamiento estratégico que marque la pauta de la organización, acompañada de un planteamiento táctico que indique las acciones a desarrollar.

Las supuestas estrategias a largo plazo no son nuevas (tampoco el anarquismo se libró de ellas en el pasado), durante mucho tiempo se basaron en una sólida creencia: la idea de que el tiempo de los dominantes estaba a su vez inscrito en un tiempo más esencial, el de una evolución histórica que destruiría las propias dominaciones que ella misma había generado. Pero el tiempo ya no trabaja para transformar la desigualdad en igualdad, a decir verdad, nunca lo ha hecho porque igualdad y desigualdad son dos mundos enfrentados:

«No existe la teoría por un lado y por otro la práctica para aplicarla. Tampoco existe oposición entre la transformación del mundo y su interpretación. […] Existen textos, prácticas, interpretaciones y saberes que se articulan unos a otros y definen el campo polémico en el que la política construye sus mundos posibles»[1].

Volviendo al inicio de este escrito, cuando se piensa que un sector de los anarquismos (y la izquierda en sentido amplio) son los únicos que ven la realidad objetiva y que la masa de la ciudadanía no la ve, de hecho, están afirmando la desigualdad de las inteligencias, por tanto, la tarea que tienen las gentes iluminadas de instruir a quienes no lo son, a quienes no comprenden, a quienes están abducidos por los mensajes de la extrema derecha. Se parte siempre de que las «masas» no comprenden sus intereses o no comprenden la estrategia necesaria para organizarse y luchar.

No es ajeno a estos sectores otra vieja idea táctica: unirse con fuerzas no anarquistas para tener más fuerza contra el fascismo creando «poder popular», y, por qué no, sutilmente conducidos por los sectores institucionales, votando a las fuerzas progresistas, dejando aparcado algo evidente: que el sistema representativo no es sino un resorte del poder estatal.

Diversos sectores de los anarquismos ya estamos organizados, hacemos organización siempre que hay una lucha, por humilde que pueda parecer, puesto que se dota de las herramientas que precisa y que nunca serán las mismas que otras coetáneas o que se produjeron en el pasado. Confiamos en la «sublevación espontánea de la vida contra la dominación»[2], una manera existencial de entender el anarquismo en la que siempre va primero la acción, y siempre bajo condición de una acción que despliega una nueva potencia cuando un funcionamiento o una situación anteriormente tolerados se vuelven insoportables. Nuestra genealogía nos lleva a pensar que es inútil esperar la información adecuada, la discusión política e ideológica avanzada que configure una estrategia bien definida que vaya a hacer emerger la situación capaz de despertar la acción del pueblo o de cualquier otro sujeto. Ninguna teoría ha transformado nunca la realidad. No despreciamos las ideas puesto que son algunas de las fuerzas que participan de la situación, pero no compartimos que dirijan la resultante.

 Laura Vicente

 



[1] Jacques Rancière (2023): Los treinta ingloriosos. Escenas políticas 1991-2021. Pamplona, Katakrak, p. 38.

[2] Tomás Ibáñez (2022): Anarquistas en perspectiva. Barcelona, Descontrol, p. 63.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios siempre aportarán otra visión y, por ello, me interesan.