Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

jueves, 23 de enero de 2025

Sara Ahmed, Vivir una vida feminista, Barcelona, Bellaterra, 2018.


Este libro tiene una dedicatoria: «A todas las feministas aguafiestas que se lo están currando: VA POR VOSOTRAS».

Con toda seguridad es la primera vez que inicio una reseña por la dedicatoria. Lo hago porque me he sentido tantas veces, en tantos espacios y en tantos momentos, una «feminista aguafiestas» que reivindicarlo colectivamente, como hace Sara Ahmed, me ha resultado profundamente liberador.

La autora es una escritora inglesa cuyos estudios se centran en la intersección de feminismo, teoría queer, crítica al racismo y postcolonialismo. En Vivir una vida feminista emergen todos estos temas desde la vivencia de los cuerpos, desde la cotidianidad de la vida, de ahí que la Introducción se titule: «Traer la teoría feminista a casa». Vivir una vida feminista no significa adoptar ideas, teorías o normas de conducta, significa, dice la autora, hacernos preguntas éticas sobre cómo vivir en un mundo no feminista, es decir, en un mundo injusto y desigual, cómo crear relaciones más equitativas, de apoyo mutuo, con nuestro entorno, cómo descubrir formas solidarias con las personas que más lo necesitan. Algo tan anarquista (aunque Sara Ahmed no se considere como tal) como priorizar la práctica sobre la teoría y prefigurar, en la medida de nuestras posibilidades, otra vida, otras relaciones, otra manera de pensar plenamente feminista.

Partir de la experiencia de la vida, partir de nuestra participación en el mundo, puede resultar más fácil que perdernos en teorías abstractas que producen distancia. Si lo logramos, producimos lo que la autora denomina «conceptos sudorosos», es decir, aquellos que salen de la descripción de un cuerpo que no se siente a gusto en el mundo, que intentan transformar un mundo desde la experiencia práctica.

Este libro se estructura en tres partes. La primera se titula «Hacerse feminista», la autora explica cómo se hace alguien feminista, cómo se hizo la propia autora: el punto inicial suele ser sentir las injusticias y tomar conciencia de ellas; el cuestionamiento de la felicidad, algo tan deseado y perseguido; y la voluntariedad feminista. La segunda parte, titulada «Trabajo de diversidad», se centra en la labor de transformar el racismo o el sexismo desde dentro de las instituciones. Muchas veces ese trabajo lleva a quien lo realiza a ser cuestionada, a tener que enfrentarse con verdaderos muros de ladrillo. Muros que constituyen «la residencia del amo». La tercera parte titulada «Vivir las consecuencias» nos sitúa en las conexiones frágiles, en la necesidad del chasquido feminista, en su mirada desde el feminismo lesbiano y la necesidad de la interseccionalidad. El libro se cierra con el sugestivo y cautivador kit de supervivencia de la aguafiestas   y con un glorioso Manifiesto aguafiestas.

El libro de Sara Ahmed es un borboteo impetuoso de vivencias, reflexiones, propuestas, ideas, enfados, alegrías, impotencia, capacidad, posibilidades, que es totalmente inabarcable, se desborda como agua entre las manos. Por tanto, señalaré los aspectos que me han parecido más esclarecedores y, a la vez, brillantes.

1.

Las «chicas voluntariosas» son mujeres obstinadas, testarudas, mujeres que tienen una voluntad que desea, mujeres desobedientes, mujeres que agitan y se agitan, mujeres que, a veces, en su agitación traspasan la frontera entre la cordura y la locura.

2.

«Otra reunión [o comida] arruinada»: reconocer esa escena que cuenta y comparte la autora. Ser la feminista a la mesa en el trabajo, en una reunión o en la mesa familiar. Cada vez que habla, a la mujer que habla como feminista suelen oírla como la causante de la discusión. Ella es el obstáculo en el espacio conversacional antes de que abra la boca siquiera: ella supone un problema porque sigue exponiendo un problema.  

3.    

«Chasquido feminista», tiene que ver con las tendencias que adquirimos colectivamente y que nos permiten romper vínculos que son dañinos, a la vez que invertimos en nuevas posibilidades. Hay que explorar de dónde se puede sacar la energía y los recursos para seguir adelante y no acabar derrotada por el desgaste que supone vivir una vida feminista.

4.                                                                                        

¿Qué es lo que hace que un privilegio sea un privilegio?: las experiencias contra las que estás protegida; los pensamientos que no tienes que pensar. Entender el privilegio como un dispositivo de ahorro de energía puede ser especialmente apropiado para pensar sobre el privilegio del cuerpo íntegro: nos ahorramos saber lo que nos ahorramos hacer.

5.

Slogan de las Sisters Uncut: «Si cortáis, sangramos». Acción directa: arriesgar tu cuerpo, interponerte, frenar el flujo del tráfico, poner tinta roja en el agua de Trafalgar Square…

6.

La identificación de la mujer tiene que ver con negarse, como mujeres, a identificarnos con la cultura masculina. Negarse a identificarse así es retirar tu energía de las relaciones con los hombres.

7.

El kit de supervivencia de la aguafiestas es necesario para cuando sientes que la vida se te complica más de lo necesario. Son cosas personales que se acumulan con el tiempo, que se necesitan cerca para seguir adelante con un proyecto feminista compartido: libros, cosas, herramientas, tiempo, vida, notas de permiso, otras aguafiestas, humor, sensaciones, cuerpos.

8.

Me quedan pocas palabras para completar esta reseña que no puede superar las mil, pero queda la guinda del libro: el Manifiesto Aguafiestas. Esta declaración aguafiestas no es un programa de acción que puede disociarse de la forma de estar en el mundo. El feminismo es práctica, hay que llevar a la práctica el mundo al que se aspira y que la autora sintetiza en unas «declaraciones de voluntad» o principios: No estar dispuesta a hacer de la felicidad mi causa; estar dispuesta a causar infelicidad; estar dispuesta a apoyar a otras que están dispuestas a causar infelicidad; no reírme de los chistes cuyo propósito es ofender; no estar dispuesta a pasar de historias que no dejan de pasar; no estar dispuesta a ser incluida si la inclusión significa que te incluyan en un sistema injusto, violento y desigual; y así hasta diez.

Leed el Manifiesto, por favor, es una gozada.    


Reseña: Laura Vicente   (revista Redes Libertarias, nº 2)      

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