Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

martes, 3 de septiembre de 2024

Edgar Straehle (2024): Los pasados de la revolución. Los múltiples caminos de la memoria revolucionaria. Madrid, Akal

 



El libro de Edgar Straehle reflexiona sobre la revolución, pero a la vez cavila en el trasfondo del tema principal sobre qué es la historia, la memoria y la tradición. En efecto, toda revolución como hecho o acontecimiento histórico, tiene y cultiva una memoria que suele integrarse en una tradición. A partir de este recorrido el hecho histórico será invocado de formas diferentes, muchas veces banales y condicionadas por el presente convirtiéndolo en un bien de consumo (especialmente político).

Las revoluciones han sido despreciadas por el relato histórico hegemónico hasta que son reapropiadas, domesticadas y asimiladas por el poder, mientras ocurre ese proceso, como señala Straehle, la tradición revolucionaria ha sido posible gracias a que se desafió la narración oficial. La memoria de las revoluciones, negada por la hegemónica, ha tenido que ser cultivada para subsistir en la clandestinidad, en los márgenes.

Pero ya estoy mezclando historia, memoria y tradición como si todo fuera equivalente cuando no lo es. Creo que Edgar Straehle lo clarifica bien a lo largo de su libro. Veamos cómo lo plantea…

La memoria ¿qué memoria? Esta cuestión es relevante porque la memoria en este país está de plena actualidad y es campo de batalla entre diversos partidos políticos con influencia en los resultados electorales. Además, hay muchas asociaciones de memoria que trabajan por la «recuperación de la memoria», especialmente de la II República, Guerra Civil y Franquismo.

La memoria puede ser entendida como la presentación y representación de la historia pasada, desde un prisma selectivo y presentizada (es decir, la memoria es la selección desde el presente de lo que queremos recordar de la historia).

Representar o escenificar el pasado es una manera de apropiárselo y, al hacerlo, investirse de su poder o de su legitimidad simbólica; es una forma de cortar el tiempo intermedio que separa el presente del pasado evocado y de abrir el porvenir desde ese pasado.

De ahí esa conexión tradicional entre el poder y la memoria. Esta al dotarle de un pasado, ayuda al poder a extenderse en el tiempo y con ello lo pertrecha simbólicamente para reforzarlo de cara al futuro.

La memoria no solo se compone de recuerdos sino también de olvidos, en no pocos casos poco inocentes. Toda memoria se construye y renueva desde una selección que incluye y, por tanto, también excluye; que prioriza y, por tanto, posterga. A fin de cuentas, la memoria no deja de ser un terreno político y politizado también infestado de luchas, asimetrías, ninguneos y discriminaciones.

El pasado, por tanto, no se puede cambiar, pero sí lo pueden hacer las múltiples lecturas o apropiaciones que se hagan de este y, con ello, ayudan a convertir un «pasado pasado» en un «pasado presente».

Mientras la memoria subsiste y las batallas por la memoria son muy importantes en nuestros días, la tradición parece que se ha perdido, en especial  tras la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento del llamado socialismo real. No se acepta la herencia y se desconfía de cualquier tipo de tradición.

Estos temas que estamos comentando ocupan los tres capítulos primeros hasta llegar a la revolución protagonista del libro: la Revolución francesa. El capítulo 4 se dedica a esta revolución, pero está presente en casi todos los capítulos posteriores dedicados a otras revoluciones: La Comuna de París, la revolución rusa y Mayo de 1968 (capítulo 5), la revolución americana (acompañada de Hannah Arendt, capítulo 6), la Ilustración, la revolución de 1848 y Marx (capítulos 7 y 8), vuelve a la revolución francesa en el capítulo 10 y en cierta manera en el 11 cuando escribe sobre la interesante revolución haitiana. Un capítulo especial es el dedicado a la historia de las mujeres (capítulo 9 e invadiendo el 10).

Para concluir, dice el autor que la memoria y la tradición no solo se componen de recuerdos sino también de olvidos, en no pocos casos poco inocentes. Toda memoria se construye y renueva desde una selección que incluye y por tanto también excluye; que prioriza y por tanto posterga. No puedo estar más de acuerdo, me cuesta mucho entender que haya olvidado la revolución libertaria que se produjo en España durante la Guerra Civil, especialmente la que protagonizaron las mujeres.

Pese a este poco inocente olvido, el libro merece la pena ser leído.

 Reseña: Laura Vicente

 

 

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