Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

martes, 3 de diciembre de 2019

FEMINISTA Y ANARQUISTA ENTREVISTA A CLAIRE AUZIAS



Claire Auzias nació en Lyon en 1951, cursó Estudios Clásicos y de Sociología. Participó con 17 años en Mayo del 68 en su ciudad de origen[1] y en los años setenta se involucró en el Movimiento Feminista. Se sigue considerando feminista en la actualidad, así como anarquista individualista, reconociendo la importancia del anarcosindicalismo.
En 1980 hizo su Tesis Doctoral en la Universidad de Lyon sobre la memoria oral del movimiento anarquista durante el periodo de entreguerras (1919-1939). En la década de 1980, enseñó historia y sociología de las mujeres en la Universidad de Lyon antes de pasar a la historia moderna de los romaníes, primero en los países de Europa del Este (en la década de 1990) y luego en toda Europa (en la década del 2000). 
Como estudiosa del universo de los gitanos/as, ha publicado: Les Poètes de grand chemin; Os ciganos; Samudaripen, le génocide des tsiganes y Les Funambules de l’histoire. Gitanas  es su primer libro en español.
En 2004, en Marsella, fue una de las fundadoras de la editorial francesa Égrégores. Es miembro del consejo editorial de la revista Chimères, fundada por Deleuze y Guattari (Ediciones Erès, Paris). Actualmente vive en París.


Laura Vicente (L. V.).- He leído que te posicionas políticamente como libertaria, no como anarquista. ¿Desde cuándo tienes un posicionamiento libertario?
Claire Auzias (C. A.).- ¡Es falso! Considero que el término libertario es exactamente lo mismo que el de anarquista. Soy anarquista y soy libertaria; las dos cosas quieren decir lo mismo para mí.
Soy anarquista desde mayo del ’68, cuando descubrí este movimiento. Pero en el curso de mi vida ha habido momentos más activos que otros. Me he considerado alejada provisionalmente de ciertos anarquistas por razones personales; ya no me reconocía en un movimiento al que encontraba esclerotizado, congelado y pasadista. Eso duró casi diez años, durante los ’80. Pensé que estar en posesión de la verdad completa –el anarquismo– desde mi juventud temprana me impedía analizar y comprender con espontaneidad la actualidad. No quería que la doctrina acabada del anarquismo me limitara. Entonces me incliné más bien hacia el movimiento feminista, hasta 1987 aproximadamente; me traía algo nuevo en relación con mayo del ’68. Luego volví al anarquismo enteramente y ahí sigo desde entonces.
L. V.- ¿Cómo entiendes «lo libertario» en el siglo XXI?
C. A.- « ¿Qué es ser libertario en el siglo XXI?», ¡es una pregunta difícil!, querida amiga. No puedo más que responder un poco. No hemos ganado gran cosa finalmente a lo largo del siglo XX; así que podemos continuar el combate sin temer perdernos. El terreno en el que la situación ha mejorado es el de las mujeres y el feminismo. La vida de las mujeres del mundo occidental es menos dura que en el siglo pasado. Hemos ganado derechos. Nada queda adquirido de una vez por todas y hay que seguir combatiendo para salvaguardar estos derechos, porque la contrarrevolución conservadora, tal como tiene lugar hoy en día en los países populistas (EEUU, Brasil, Hungría, Rusia, Israel, Italia, etc., etc.), esta contrarrevolución conservadora amenaza todas las libertades, incluidas las de las mujeres. Lo que hemos ganado es el derecho al aborto, el derecho a la anticoncepción, el derecho a poseer nuestro propio dinero, nuestra cuenta en el banco, el derecho al divorcio y, más recientemente, los derechos de los homosexuales, hombres y mujeres. Debemos seguir considerando estos derechos de las personas, hombres y mujeres, como fundamentales, y defenderlos contra cualquier regresión posible.
Nos falta el derecho de morir con dignidad, es decir, el derecho al suicidio asistido. El derecho de morir sin dolor, con ayuda de la medicina, cuando lo decidamos. Este derecho existe en algunos países del norte, pero no en la Europa latina. Debemos combatir por este derecho.
Soy consciente de que estos derechos son más reales para las mujeres de las clases dominantes y que en el mundo entero hay aún desigualdades mayores. Luego hay que combatir para que las mujeres de otros lugares, como la India o África, puedan obtener estos derechos que quieren. Esta es la razón por la cual apoyo a las mujeres de los países musulmanes que están en prisión, porque se niegan a llevar velo, en tanto signo de la esclavitud de las mujeres.
Los derechos de las mujeres del mundo entero forman parte del anarquismo. El anarquismo debe luchar por ellos. Es verdad que las mujeres están marcadas también por su pertenencia de clase. Hay mujeres patrones industriales o patrones de banca, etc. Pero no es una razón para que no tengan derecho de abortar, si quieren. Más aún, si se trata de una joven violada en Afganistán.
El anarquismo del siglo XXI consiste también en participar en luchas ecológicas, bajo todas las formas que les plazca a los/las anarquistas. El anarquismo en el siglo XXI consiste también en participar en luchas menos conocidas, como por ejemplo la lucha contra los grandes proyectos inútiles (en Francia), la lucha contra la desforestación, la lucha por la protección de los pueblos indígenas y autóctonos amenazados por el capitalismo, como, por ejemplo, los indios de Amazonía o de los Estados Unidos. En realidad, hay pueblos amenazados en el mundo entero.
Es decir, la lucha anticapitalista debe ir acompañada, en mi opinión, de una atención próxima a las personas concernidas. Soy anarquista individualista; es decir, he participado en luchas colectivas y seguiré haciéndolo; pero la prioridad para mí es la liberación de las personas.
L. V. – ¿Qué representó Mayo del ’68 para ti? ¿En qué sentido viste una relación entre el movimiento de Mayo del ’68 y el anarquismo?
C. A. – A decir verdad, mayo del ’68 representó demasiadas cosas para mí como para responderte con facilidad. Fue mi partida de nacimiento político. Lo aprendí casi todo ahí. Es gracias a Mayo del ’68 que llegué a ser anarquista. Vi en acto y en la realidad cómo actúa el poder en el gobierno y cómo actúan los/las comunistas. Tenía 17 años, estaba en el Instituto y puse toda mi energía en las luchas, en las barricadas, en las fábricas, en las asambleas generales y con mis camaradas. Mayo del ’68 acabó con una derrota política muy grave, por la que aún estamos pagando. Y lo hacemos a nivel mundial, ya que el ‘68 tuvo lugar en muchos países del mundo, tanto del este como del oeste, desde Praga, Yugoslavia, hasta México, Japón, etc. Vi lo que significa una relación de fuerzas y cómo perdimos esta relación, muy rápido y para siempre. ¿Qué significa eso? Significa que la lucha y las luchas desde Mayo del ’68 deben reconstruir todo. Es, en efecto, lo que ellas intentan en la actualidad, pero la situación es desastrosa. Estamos en plena contrarrevolución mundial.
La relación entre Mayo del ’68 y el anarquismo es fundamental. La soberanía de las asambleas generales, los comités de acción eran la base de Mayo del ’68, es decir, el equivalente de los soviets, pero como unidad de base de toda decisión. El antiestalinismo era común a todos los izquierdistas y no solamente a los anarquistas. Fue en Mayo del ’68 donde vimos recrearse un nuevo anarquismo contemporáneo, con elementos viejos y nuevos. Admiramos a Nestor Makhno, Ravachol y Durruti (viejos). Intentamos construir una síntesis libertaria, antiautoritaria, entre ideologías vecinas, pero distintas, como los consejistas, por ejemplo. Todo el país se quedó pasmado ante la vitalidad del anarquismo, que creían muerto del todo en la víspera de mayo del ’68. La forma de los movimientos de masa, la indisciplina de una parte de los obreros y obreras, de la gente joven, la voluntad de decidir por sí mismos, sin esperar las órdenes del Partido, todo eso reforzó el sentimiento político de autonomía de la gente, aunque no todos se convirtieran en anarquistas después.
L. V. – ¿Cuáles son los aspectos obsoletos del anarquismo clásico que te empujaron a  alejarte de él durante los años ’70 y parte de los ’80?
C. A. –No es que tuviera aspectos obsoletos, exactamente. Era yo la que necesitaba recuperar una espontaneidad de análisis y de reacción respecto a la actualidad, que la doctrina anarquista me quitaba. ¡Porque tenía respuesta a todo de antemano! Se trata sobre todo de una evolución personal y temporal. Por ejemplo, en 1981 voté a Mitterrand. Los anarquistas normales dicen que no hay que votar y yo misma no voto desde hace treinta años. Pero me interesó experimentar sentimentalmente lo que unas elecciones significan, cómo a uno lo engañan después, qué es una mesa electoral, qué son los militantes socialistas, cómo actúan, qué quieren. Quise ver esto de cerca, desde el interior, no como una anarquista que lo sabe todo de antemano. Y el resultado de mi experiencia fue que me volvió aún más anarquista que antes. Debo decirte que fui condenada ante la justicia en 1973, ante un tribunal especial, y por culpa de eso fui privada de mis derechos civiles. Me importaban un comino; precisamente en tanto que anarquista no ejercía esos derechos. Pero cuando la condena acabó, quise hacer la experiencia de lo que llaman «derechos cívicos», pagar mis impuestos, votar, etc. Me interesó mucho, a lo largo de los dos primeros años del gobierno de Mitterrand, el ejercicio del poder por parte de la izquierda. Era algo inédito, novísimo. No hallé allí nada beneficioso evidentemente, sino que comprendí que el poder es ejercido tanto por la izquierda como por la derecha; incluso mejor aún por aquélla. Era el complemento de experiencia directa que le faltaba a mi pensamiento.
También vi de cerca cómo la gente está dispuesta a todo para acceder a un poco de poder, aunque sea poquísimo. Puedo decirte que el poder es un enemigo de primera magnitud. Cualquier ciudadano/a ordinaria está dispuesto a vender su alma por un gramo de poder. También vi, en tanto que feminista, las relaciones entre «la sociedad civil» y el gobierno; vi cómo mis camaradas feministas encontraban normal trabajar con el ministerio de los derechos de las mujeres y no tomaban en consideración para nada que ese ministerio no era ni nuestro aliado ni nuestro amigo. Es lo que me chocó más. Y es por eso que dejé el movimiento feminista activo donde estaba.
 L. V. –Michel Onfray afirma que vivir la anarquía es un elemento clave del posanarquismo que defiende. ¿Qué opinas de esta afirmación suya?: «La anarquía es menos una ideología que vociferar que una práctica que encarnar» (me ha parecido que enlaza con tu afirmación sobre la prioridad de la liberación de los individuos).
C. A. – Michel  Onfray es, desde mi punto de vista, un enemigo público número 1. No es en absoluto anarquista. Copia nuestros trabajos sin citarlos (yo también soy su víctima) y aspira a ser una estrella en los medios. Explota el movimiento anarquista para su provecho personal. Dice de él estupideces. Por tanto jamás responderé sobre lo que dice ese tipo.
L. V.- Háblame de la importancia de lo que Emma Goldman denomina «emancipación interior». He visto que tu trabajaste sobre Emma Goldman en Une tragédie d'émancipation féminine, en 1978.
C. A.- Sí.  Trabajé sobre Emma Goldman en 1978 con otras tres personas, dos amigas del movimiento feminista de entonces, en Lyon, y mi madre, que fue la cuarta persona del grupo, porque era profe de inglés y Emma Goldman no estaba traducida al francés en aquella época.
Comparto, pues, con Emma Goldman y todas las feministas anarquistas del mundo, con todos los/las anarquistas individualistas del mundo entero, el pensamiento de que la emancipación interior es la cosa más importante. Al decir esto, no quiero ignorar el capitalismo ni las luchas anticapitalistas. Solo quiero decir que no creo que la revolución se detenga cuando no haya más clases sociales. Por el contario, pienso que nuestro universo psíquico, mental, imaginario, debe ser revolucionado de arriba abajo, completamente. Debemos tomar en consideración lo que ocurre en nuestra cabeza, en nuestras emociones, nuestros deseos y necesidades personales, si queremos ser humanos. Humanos que quieren crear un mundo para humanos, reales y verdaderos, y no robots, ni caricaturas, ni monstruos, como los soviéticos. En el siglo XX hubo revoluciones políticas. En Méjico, en la URSS, en España, en China. Algunas veces hubo cambios importantes para la vida privada de la gente, como, por ejemplo, el derecho al aborto y al divorcio en la URSS al principio. Pero desde finales del siglo XIX han surgido otras revoluciones: el naturismo, la danza (con Isadora Duncan), el vegetarianismo, la escuela moderna (con Francisco Ferrer), la educación libertaria, el psicoanálisis… En lugar de pensar que Freud era un pequeño burgués asqueroso, prefiero pensar que revolucionó las ideas de la burguesía con sus modales y desnudó el espíritu humano. Si actuamos hoy como si estos descubrimientos de otro continente no hubieran existido, seríamos retrasados/as mentales. Y quedaríamos muy por debajo de la media de nuestros contemporáneos/as.
Por eso ligo individualismo y psicoanálisis, porque ambos han pensado un estatuto para las personas, para los/las SUJETOS. Han dado una base conceptual a la persona e incluso derecho de ciudadanía al Inconsciente.
L. V.-Llegas al feminismo muy joven, en el contexto de Mayo del 68. ¿Qué te atrajo de este movimiento?
C.A.- No llegué al feminismo en Mayo del ’68. En Mayo del ’68, en Francia, no hay feminismo. Tal vez estuviera el viejo feminismo de nuestras madres y abuelas, con Simone de Beauvoir –esto era todo. No. Alcancé el feminismo en 1976, en Lyon. El nuevo movimiento feminista nació en Francia en 1970. Pero yo aún no estaba, en esta fecha. Me reuní con una amiga feminista en Lyon; ella me arrastró al Centro de las Mujeres de Lyon y seguí este movimiento. Todo lo que aprendí allí era diferente de Mayo del ’68. Las feministas no eran anarquistas. Criticaban con razón a todos los grupos políticos, sin excepción. Lo que me atrajo hacia este movimiento fueron dos cosas: mi experiencia de mujer discriminada, por ser mujer. Había sido violada dos veces a los 17 años: una vez por incesto y otra vez por un desconocido por la calle. Había entendido que había oficios que no podía ejercer porque era una mujer. Estaba, pues, preparada para el movimiento feminista. Lo que me atrajo también fue que salí de prisión, de la droga, del duelo de mi marido encarcelado y de la vida fuera de la ley. Ahora bien, necesitaba reencontrar una vida común en el mundo real. El feminismo me ayudó a ello. Y aprendí mucho con las feministas. La solidaridad entre mujeres, el orgullo de tener derecho a la vida, a la calle, a la risa, a todas esas fiestas que hacíamos juntas. La homosocialidad, no la homosexualidad, sino la homosocialidad, la socialidad entre mujeres...
L. V.-Quizás uno de los grandes descubrimientos del feminismo de los años 60/70 del siglo pasado fue la afirmación de «Lo personal es político», ¿cómo viviste este planteamiento tanto en lo personal como en lo político?
A.C.- Sí. « Lo personal es político ». Pero eso ya lo decíamos en 1968, gracias a Wilhelm Reich y otros pensadores de la liberación sexual. Los revolucionarios/as más modernas ya lo decían.

L. V.- ¿Cuáles crees que son los grandes temas del feminismo en la actualidad?
C. A. – Los grandes problemas del feminismo hoy son los siguientes, en primer lugar la solidaridad económica con las mujeres de los países pobres, en lucha por su emancipación. O sea, cuestiones de solidaridad económica y de clase. En segundo lugar, la lucha contra las doctrinas americanas, llamadas de «interseccionalidad» y la lucha racista de negras contra blancas. Soy feminista universalista. Siempre he defendido una emancipación para las mujeres de toda la tierra, de todas las razas. Y soy anarquista, luego no me intereso por los problemas religiosos de las mujeres, es decir, el velo en las islamistas. Para mí es esclavitud. Estoy contra el derecho de las pseudofeministas musulmanas y las pseudofeministas negras americanas. Estas identidades de confeti son, en realidad, una forma de enterrar la capacidad revolucionaria de las mujeres del mundo entero en su solidaridad. Luego, para mí, lo urgente es la solidaridad con las mujeres de los países musulmanes que están en prisión por sus derechos, su libertad y su emancipación, en lucha contra el salafismo. Cuando hayamos vencido a ese enemigo moral, habremos progresado en la liberación de las mujeres del mundo entero. Y, por supuesto, hay que vigilar los derechos adquiridos en el siglo XX. ¡Cuidado con las regresiones sociales y el retorno de los fascismos!
L. V.- ¿Qué opinas sobre el tema de la prostitución ¿Abolicionista o regulacionista?
C. A. – No puedo responderte bien a tu última pregunta, sobre la prostitución. Estoy contra la explotación sexual de las mujeres (y de los hombres). Pero no soy abolicionista, porque pienso que la prostitución es una actividad inherente a la sexualidad humana y no veo cómo resolver este problema. Hay un mercado de esclavas sexuales en el mundo e incluso en nuestros países, por supuesto. Estoy contra ese mercado y contra los proxenetas y las proxenetas también. Pero no sé cómo resolver este problema. Me horroriza la gente que cree que el problema es fácil de resolver; son unos fanáticos/as.
L.V.- Muchas gracias Claire por tu generosa colaboración para realizar esta entrevista. Con Claire continuamos hablando de la cultura gitana y de su libro Gitanas.  Esta parte aparecerá en el próximo número junto con una reseña de dicho libro.




[1] En este sentido resulta interesante su capítulo «Un Mayo menor» en Varios Autores/as (2017): Esplendor en la noche. Vivencias de Mayo 1968. Madrid, La linterna sorda, pp. 114-141.

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