Las
mujeres han trabajado siempre; pese a ello se les ha negado históricamente el perfil
de trabajadoras. Por una parte las tareas domésticas no se han valorado como
trabajo puesto que era el destino natural de la mujer y las tenía que realizar
con ternura, abnegación y dedicación a los demás. Todavía hoy se están deconstruyendo los conceptos y modelos de la
economía tradicional. La economía feminista apuesta por un cambio radical del
análisis económico a partir del cual se integren los diferentes trabajos realizados por hombres y
mujeres y, además, se considere como objeto central el bienestar y la sostenibilidad de la vida humana. Hoy se empieza a reconocer el importante papel que
jugaba el trabajo de cuidados que era
un aspecto central del trabajo doméstico alejado del trabajo asalariado. La
producción capitalista sólo podía existir porqué sus necesidades –individuales
y sociales, físicas y emocionales- eran cubiertas con el trabajo no retribuido
de las mujeres. El trabajo doméstico se entiende hoy como un conjunto de
necesidades a satisfacer en lugar de un conjunto de tareas a catalogar.[1]
El mismo discurso que no consideraba los cuidados
como trabajo influyó en la consideración negativa del trabajo extradoméstico
femenino. Las mujeres realizaban un trabajo remunerado porque no quedaba más
remedio y se consideraba como algo temporal, por tanto debían afrontar los
trabajos menos cualificados y peor pagados.
Puesto que las mujeres no tenían perfil de trabajadoras,
dependían de los hombres, no tenían autonomía personal y su pequeño mundo
quedaba reducido al hogar donde reinaba como “ama de casa”, ángel del hogar” o
“perfecta casada”[2].
Pese a tantos impedimentos las mujeres se han ido
incorporando al trabajo remunerado y han dejado al descubierto la importancia
para el capitalismo de su trabajo no remunerado. Sin embargo la mujer es la que
sufre las tasas de paro más elevadas, los trabajos precarios e intermitentes.
Cobran menos que los hombres y la brecha salarial llega, de media, al 27 %.
Por eso la huelga convocada no es solo laboral y
tiene que abarcar otros espacios y trabajos: el de los cuidados, el del
consumo, el del estudio y los espacios asociativos. Por eso la huelga es de
todas las mujeres, todas pueden encontrar su espacio en esta movilización que
es global transfronteriza y transcultural.
Este
es un “movimiento internacional diverso que planta cara al orden patriarcal,
racista, capitalista y depredador con el medio ambiente, y que propone otras
vidas y otro mundo radicalmente distinto. Formamos parte de las luchas contra
las violencias machistas, por el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y
nuestra vida, por la justicia social, la vivienda, la salud, la educación, la
soberanía alimentaria, y la laicidad, contra el extractivismo y los tratados de
libre comercio, la explotación y muchas otras luchas colectivas. Unidas por
otra forma de entender y organizar la vida, la economía y las relaciones.
Porque somos antimilitaristas y estamos contra las guerras, y las fronteras,
contra los Estados autoritarios y represores que imponen leyes mordaza y
criminalizan la protesta y la resistencia feminista. Unidas a las mujeres que
defienden los derechos humanos y la tierra, arriesgando sus vidas. Formamos
parte de un proceso de transformación radical de la sociedad, de la cultura, de
la economía, de las relaciones. Queremos ocupar el espacio público,
reapropiarnos de la decisión sobre nuestro cuerpo y nuestra vida, reafirmar la
fuerza política de las mujeres, lesbianas y trans y preservar el planeta en el
que vivimos”[3].
El
8 de marzo de 2018 no es la meta, es una etapa más en este proceso abierto de
movilización del feminismo que es imparable.
[1] Algunas aportaciones
importantes respecto al estudio de las necesidades a satisfacer son el enfoque
de las capacidades de Amartya Sen y Martha Nussbaum o la idea de las
capacidades de Manfred Max-Neef.
[2] Términos decimonónicos que
servían para ensalzar su trabajo no remunerado en el hogar.
[3] Fragmento recogido del argumentario de la Comisión de contenidos del
8 de marzo de 2018
Esta mañana le he preguntado a mi esposa si iba a hacer huelga en casa el día 8, me ha dicho que sí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estupendo, imagino que tú estarás apoyando para que la haga. Es muy importante la huelga de consumo, no comprar nada ese día y utilizar poco o nada los aparatos electrónicos.
EliminarUn abrazo.
ResponderEliminarDándole vueltas... y reflexionando...
EliminarBesos!!
Reflexionar es importante, espero que esa reflexión lleve a buen puerto.
EliminarBesos.
Yo, cómo X, reflexionando... Como siempre, el poder de tu palabra...
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, como le digo a Emilio Manuel es muy importante la huelga de consumo y como le digo a X espero que la reflexión lleve a buen puerto.
EliminarUn buen abrazo.
Tengo una visión diferente sobre el trabajo doméstico. Dices que era mal considerado trabajar fuera de casa pero creo que eso fue en un primer momento cuando se consideraba que hacerlo era solo para fortalecer la economía familiar. Con el tiempo eso varió, el empoderamiento femenino en el siglo XX convirtió en un signo de liberación económica, cosa cierta, hasta el punto de considerar que el trabajo de cuidados era algo servil y menor.
ResponderEliminarYo he debatido con personas que se declaran muy feministas y queconsideraban que todo lo relacionado con los cuidados era una forma de esclavismo femenino. Qué grave error, si el femenismo de la ola en boga no se libera de determinados estereotipos patriarcales relacionados con el trabajo y lucha por los derechos económicos de la gente que se dedica a los cuidados estaremos reproduciendo el esquema patriarcal que se dice combatir.
Un abrazo
La diferencia es muy evidente, el trabajo de cuidados era (y es) gratuito, el trabajo asalariado no es ni mejor ni peor sino que te proporciona autonomía económica a través del salario.
EliminarUn abrazo.