Este libro es una autobiografía del autor en la que
describe los efectos de la enfermedad que padece y su desesperación. El primer
capítulo, “La enfermedad” es el más autobiográfico, en él López Petit relata el
proceso de demolición y el intento de
controlarlo (p. 13): dolor, cansancio, ausencia de sueño… La ausencia de no
dolor, la rara somnolencia, provoca que la noche del malestar se instale en él.
La noche provoca que no reconozca su cuerpo, que se desdoble en otro cuerpo:
hay un intruso que duerme en él.
El autor reflexiona y considera que en el fondo, soy el propio culpable de mi
sufrimiento. No encajo en este mundo. No quiero encajar en este mundo (22).
Para López Petit cada sociedad tiene sus
enfermedades. En la época global, el malestar
social es la enfermedad que acusa a esta sociedad de ser opresiva, huera,
descarnada e injusta. Es un estar-mal que
se manifiesta en una multitud de enfermedades indefinidas y generalizadas.
López Petit las denomina enfermedades del
vacío como la depresión, la ansiedad, la anorexia; enfermedades del sistema inmunológico como la fatiga crónica, la
fibromialgia, la sensibilización química múltiple… El malestar social tiene la
misma referencia: querer vivir y no poder
(71). Tengo varias amigas y conocidas, todas mujeres, que tienen alguna de
estas enfermedades del estar-mal.
Aunque la reflexión filosófica no siempre he sido
capaz de seguirla y entenderla, sus referencias a momentos históricos, y de
lucha social, me resultan claros. Él como algunos otros, entre quienes me
encuentro, hemos vivido como extranjeros en nuestros puestos de trabajo.
Sabíamos (nos dolíamos, enfurecíamos, rabiábamos, etc.) que la historia (de la Transición o del
Movimiento 15M) podía haber sido otra porque habíamos visto otra manera de vivir, se hacía difícil
seguir viviendo como si no hubiéramos oteado esa esperanzadora posibilidad
(157). De esta manera surge esa acusación habitual: “siempre lo encontráis todo
mal” (hace poco me lo dijo un alumno de 15 años cuando critiqué las
celebraciones navideñas). Es cierto, Lo
encontramos todo mal. Empezando por nosotros mismos. Estamos mal con nosotros
mismos porque no encajamos en este mundo. Más exactamente, no queremos encajar,
queremos hacernos incompatibles. La única alternativa que admitimos es esta: la
realidad o nuestro querer vivir (182).
Su apuesta es pasar de la noche del malestar a la
noche de la resistencia. Puedo coincidir en esa posibilidad pero… Pasan los años y no hemos cambiado nada
(Debord, 147).
ResponderEliminarInteresante reflexión...
Besos!!
Gracias, el libro lo es.
EliminarBesos
Me gusta lo que has entresacado del autor porque la enfermedad también es un producto de la civilización, es decir, un negativo de lo que la civilización posee y nos promete.
ResponderEliminarLa que vivimos es la del derroche, la del horror vacui, la del ruido constante, la de las mil y una posibilidades por tanto es hasta cierto punto lógico que enfermemos por ausencia de vacío, de silencio, de austeridad.
Respecto a ese sentimiento personal quizás tenga que ver con el listón tan alto con el que uno se ilusiona y la llegada del desencanto subsiguiente. No es malo comprobar de donde venimos y lo que hemos conseguido para liberarnos de él. Somos demasiado esclavos de los objetivos y a veces nos olvidamos del día a día, de lo que ayer no teníamos y hoy disfrutamos.
Un abrazo
En esa línea que señalas va el libro.
EliminarUna cosa es la vida personal que puede ser satisfactoria y otra diferente es la vida social, ahí no veo satisfacciones ahora mismo, la verdad, más bien preocupaciones por la dirección hacia la que nos dirigimos.
Un abrazo.