Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

lunes, 3 de abril de 2017

JOSÉ LUIS PARDO, Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas.

El ensayo de José Luis Pardo trata temas muy diversos a lo largo de sus 291 páginas, no pretendo hacer referencia a todos ellos pero si advertir que no abarco en esta reseña todas sus reflexiones.

El autor hace girar el ensayo alrededor del malestar en el que vivimos desde hace algo más de una década. El estado del malestar para Pardo es el estado de guerra (o al menos de preguerra o de postguerra), el resquebrajamiento del pacto social que, tras la II GM, procuró reducir el enfrentamiento que emanaba de las desigualdades sociales existentes. La paz social era compatible con la democracia parlamentaria y el Estado de derecho, y en virtud de ello se pusieron en marcha una serie de instituciones que constituyeron el Estado del bienestar. Este pacto fue el principio del fin de los partidos comunistas que consideraban que esas desigualdades sociales solo se podían liquidar a través de la guerra, del conflicto y, por tanto,  sin paz social.



El estado de malestar no es sin más el estado de guerra, es la inseguridad acerca de si estamos en estado de guerra o de paz, se inició según el autor, cuando se derrumbaron las dos torres gemelas en Nueva York (11 sept. 2001).

En España los tiempos fueron diferentes debido a la Dictadura franquista, el consenso del Estado del bienestar no se estableció hasta 1977 con los “pactos de la Moncloa” y después con la constitución de 1978. También en este caso se trataba de un acuerdo de paz político y social. Político porque tenía que poner fin a la guerra civil de 1936; social porque significaba la opción del nuevo Estado español por la democracia social de derecho instaurada en dicha Constitución.

Hubo quién se quedó al margen de la paz social, destacando entre ellos al sector comunista que no se sintió representado por el PCE. Durante 30 años este sector construyó un relato de los que ahora se llaman contrahegemónicos, es decir, un relato que presentaba la transición como un vergonzoso trato entre ladrones que había supuesto la sumisión a los grandes poderes económicos y la abdicación de las exigencias emancipadoras de la política revolucionaria de la España de 1936.

La brecha abierta en el consenso constitucional se da en la última década porque convergen dos clases de malestar: el de los “auténticos” que se adaptaron mal a los tiempos de paz y peor aún al Estado del bienestar jurídico y el malestar de quienes partidarios del Estado de bienestar, veían su estructura jurídica peligrar por la aparición de una gran franja mundial de alegalidad por la que corren bombas, ejércitos irregulares, refugiados, armas, dinero, drogas, propaganda, etc.

En este malestar hay una pieza clave, el bienestar materia, ya que es la base sobre la que se levanta el bienestar jurídico, es decir el tener derecho a estar bien (estarlo depende de muchos factores) y el que el Estado garantice ese derecho.

Cuando se despoja a los ciudadanos de su bienestar material, su malestar se llama “pobreza”, pero si viven en un Estado de bienestar jurídico, su pobreza será digna, pues de no ser así a las carencias materiales se añadirá  la miseria moral. Cuando se deteriora el bienestar jurídico, incluso la prosperidad material es indigna (es la carencia de derechos o malestar jurídico). La protección jurídica sin base material pone al Estado en situación de dependencia de la “economía líquida” de los flujos financieros de los que se alimenta. Cuando la liquidez decrece, los ciudadanos se “indignan” pero no se sienten corresponsables de su malestar.

El autor insiste mucho en la crítica del comunismo y el compromiso del intelectual que durante mucho tiempo se fundamentó en estar dispuesto a dar la vida por la Idea, algo indisociable del estar dispuesto a matar por ella (cuando se produjera la revolución). Lleva a cabo del mismo modo una crítica sistemática a los filósofos que pretenden ser fabricantes de sentido de la Historia, que se comprometen hasta el punto de dar y quitar la vida. En este sentido lleva a cabo una crítica a brochazos gruesos contra Marx, Nietzsche, Foucault, Deleuze, Debord, y otros, lo que menos me ha gustado del libro, la superficialidad en el cuestionamiento de estos pensadores. Su crítica se fundamenta en la separación que aprecia entre los filósofos “idealistas” y los “prácticos”, de la controversia entre ambos se derivan dos concepciones de la política: una “contractualista”, que pone el estado de paz como condición de la misma (el pacto social es la fuente del bienestar), y otra, “conflictivista” que considera que solo el estado de guerra autentifica es política (la fuente de malestar es el contrato social mismo). Su descalificación de la segunda opción es muy evidente.

Entre la política “conflictivista” se encuentra el populismo, una opción con fuerza renovada y que en España ha adquirido importancia con la aparición de nuevas fuerzas políticas. Laclau es uno de los máximos defensores de esta política del antagonismo, del anti-pacto ya que piensa que para triunfar en política, la razón ha de volverse populista. La fórmula del populismo tiene tres componentes:
·    Para hacer política hay que buscar un buen enemigo: el “régimen”, la “oligarquía”, el “poder”, el “neoliberalismo”, “la casta”, etc. Resulta trasnochado el viejo enemigo del comunismo, el capitalismo.
·         Para hacer política hay que hacer muchos amigos que quedarán compactados en el pueblo, los nuestros, que formulen a su vez demandas ambiguas aunque sean contradictorias para evitar enfrentamientos y discrepancias entre la amalgama del “pueblo” (lo mejor es expresar dichas demandas de forma demasiado explícita).
·           Para hacer política, no hay que dejar que la verdad estropee la hegemonía por lo tanto se tiene que utilizar un lenguaje impreciso, vago, fluctuante, con significantes vacíos sin relación con la verdad.


El premiado ensayo de José Luis Pardo por la editorial Anagrama es un texto desigual con momentos superficiales y casi caricaturescos (destaca en este sentido el rechazo al comunismo y a las propuestas surgidas de mayo del 68) combinados con otros momentos más sólidos e interesantes relacionados con el análisis del malestar que vivimos hoy. 

5 comentarios:

  1. He leído detenidamente esta reseña y sigo sin saber si es un libro con ciertas chances de ser leído, o debe ser descartado por su -evidente- superficialidad.
    El libro de Laclau que citas ha sido la base filosófico-sociológica del relato -justificación- de un gobierno sedicente populista de estas tierras, que ha detentado el poder durante una docena de años -libro que tengo para leer-, y que tan bien resumes tú sobre las líneas de Pardo.
    Como mi oscuridad es plena en estos tópicos, aunque mi interés no ha decaído en intentar encontrar una explicación algo más satisfactoria, me gustaría saber por dónde comenzar en estas materias.
    Apelo a tu buen saber y entender, a sabiendas de tu postura política personal.
    Siéndote fiel, he leido 'Adiós al capitalismo' por sugerencia tuya. Un libro con interesantes ideas alternativas captadas del zapatismo. Pero me parece más una -invalorable- experiencia local con poca posibilidad de trascender a otras geografías con poblaciones y realidades diferentes.
    Una vez más, acudo a la académica para orientar mis lecturas en esta materia.
    Tus sugerencias siempre serán (y son) bienvenidas.
    Recibe un fuerte abrazo desde este Cono Sur.

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    1. Marcelo, es un libro desigual que me parece fallido cuando cuestiona a grandes teóricos, con los que se puede estar de acuerdo o no pero que merecen más profundidad en su crítica. Justamente lo mejor es su crítica a los planteamientos de Laclau que aquí asume Podemos. No se trata de una crítica directa a los populismos de izquierdas inspirados en Laclau pero está presente en el libro y creo que aclara muchos aspectos (con unos estoy más de acuerdo que con otros pero me parece que sus argumentos son sólidos).

      Frente a Laclau a mi me gusta Jacques Rancière con el que polemizó mucho en diversos medios. Sobre Rancière he escrito mucho y si buscas la etiqueta encontrarás referencias bibliográficas interesantes.

      Lo valioso de la experiencia zapatista y de Adiós al capitalismo es que resulta factible otra manera de entender la vida, la economía, las relaciones humanas y la política. Mi escepticismo es de tal magnitud que esas experiencias me confirman en la existencia de otras posibilidades, difíciles y complicadas pero posibles.

      Fíjate que yo ando leyendo a Camus...

      Confío en haberte sido útil.

      Un fuerte abrazo desde la otra orilla del Atlántico trazando una diagonal de hemisferio a hemisferio.

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    2. http://www.eldiario.es/interferencias/democracia-representacion-Laclau-Ranciere_6_385721454.html

      En este enlace encontrarás un interesante artículo sobre el debate Laclau/Rancière y otros enlaces.

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Tus comentarios siempre aportarán otra visión y, por ello, me interesan.