Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

jueves, 20 de noviembre de 2014

MUJERES CULTAS E INSTRUIDAS. LAS "MARISABIDILLAS" DOMÉSTICAS I

Las mujeres de clase alta y clase media, base social del feminismo moderado, construyeron a lo largo del siglo XIX un contramodelo de mujer que deseaba salir del espacio privado al espacio público, rompiendo la rigidez de la diferenciación social y abriendo una vía de escape por donde se colaron discretamente muchas mujeres.


En el siglo XVIII las mujeres de clase alta, educadas en una semiignorancia de buen tono, repartían su aburrida y monótona vida entre su perfumado gabinete, donde desarrollaban sus álbumes o escribían sus cartas privadas, espacio privado por antonomasia de las elegantes, y la figura del cortejo, como acompañante inseparable y cortés de la dama. Del cortejo se pasó en ocasiones al amante, dando lugar a cortejos escandalosos que generaron críticas y censuras por lo que suponían de abuso. Estos comportamientos eran más fáciles de encontrar entre cierta gente de la  nobleza, o entre nuevos burgueses adinerados que la imitaban miméticamente en su deseo de ascensión social. El cortejo implicaba la vida ociosa de las señoras, preocupadas sólo de chocolates, paseos, modas y reglas de conservar la belleza, paseos, bailes, siestas, teatros y juegos.

Un ejemplo de estas mujeres que se mantenían en el espacio privado y que pervivía en el último cuarto del siglo XIX, era Rafaela Torrents, Marquesa de Villanueva i Geltrú, burguesa emparentada por vía matrimonial con la familia Samá y que logró un título nobiliario gracias a la influencia de su poderoso amigo íntimo Víctor Balaguer. Rafaela Torrents mantuvo una interesante y larga correspondencia con Víctor Balaguer en la que además de muchos detalles domésticos, Rafaela trató de ejercer influencia sobre Balaguer haciendo de intermediaria para lograr recomendaciones o tratos de favor debido a su proximidad con él, que era el que realmente tenía poder. De hecho les unió un amor que, aunque pareció que podía acabar en matrimonio, nunca llegó a producirse. Rafaela Torrents seguía practicando la costumbre de tener un Álbum cuya función era que sus admiradores escribieran algo galante, asumiendo un papel pasivo desde el punto de vista creativo. El Álbum de Rafaela lo tenía en 1889 Víctor Balaguer que estaba interesado, para complacer a su amada, en que dicho Álbum no tuviera rival haciéndolo circular entre los poetas y autores más destacados del momento.

Hubo otras mujeres que aprovechando la coyuntura de la llegada de los Borbones, promotores de la renovación de las artes y las letras, dieron el paso de salir de sus gabinetes y desarrollaron una afición por la cultura que provocó la abundancia de escritoras entre las clases altas. Las literatas crecieron con éxito en los ámbitos que les eran propicios como las tertulias o Academias literarias, las Sociedades Económicas y los monasterios religiosos.
Muchas de las tertulias de las Academias, se celebraban en los palacios de ciertas familias de la nobleza. Las reuniones se organizaban también en casa de burgueses adinerados con inquietudes culturales o en las casas, más humildes, de hombres del mundo de las letras, académicos o profesores. No consiguieron estos salones literarios dirigidos por mujeres ni el esplendor ni la importancia social de los franceses.

La mujer se convirtió, por tanto, en asidua lectora, frecuentaba los coliseos y se tornó en motivo literario. La clientela lectora fue más urbana que rural, ya que fue en las ciudades donde creció el arte de la imprenta que editaba libros y también donde se desarrolló con mayor eficacia los proyectos de alfabetización. La lectura de novelas fue creciendo con el tiempo y con el asentamiento definitivo de la novela sentimental de la última década de siglo e inicios de la siguiente tendrán las lectoras una relación privilegiada con este género.

Cuesta creer que estas mujeres pudieran resolver el conflicto en términos satisfactorios entre esfera pública y entorno doméstico, pero se introdujeron en el espacio público de la palabra a través de su protagonismo en los salones y academias literarias o directamente a través de la escritura como literatas. Ellas abrirán el camino a las redacciones de los periódicos femeninos de las mujeres del XIX que huían de la monotonía del espacio privado por medio de la creación literaria y que formularon, como señala Iñigo Sánchez, imaginarios no marginales para el género femenino y superaron, en definitiva, la temida maledicencia social que limitaba desde épocas pretéritas  a la “mujer de talento”.

Matilde Padrós y Rubio fue una de las primeras mujeres que ingresaron en la Universidad española. En 1888 fue alumna libre y al año siguiente consiguió matrícula oficial. Se doctora en 1893.

El proceso se fue desarrollando y condujo a las mujeres acomodadas y moderadas a una nueva conquista: el aula universitaria. En el s. XIX la mujer sólo podía acceder a la instrucción primaria, estando excluida de la secundaria y superior. Si quería una instrucción más extensa que la primaria tenía que acudir a escuelas privadas, seglares o religiosas, las cuales no estaban incorporadas al sistema estatal. La imagen que tenía la sociedad de las mujeres que aspiraban o accedían a unos estudios que iban más allá del nivel primario era negativa: marisabidilla, parlanchina, cultalatiniparla, bachillera o ridiculez, pedantismo, desconfianza, recelo, son algunos de los calificativos y actitudes que suscitaban.
El paso de la escuela a la universidad, se produjo en los últimos años del Sexenio Revolucionario y primeros de la Restauración cuando las primeras mujeres que fueron a la Universidad reclamaron dar estatuto público, visible, a su carrera universitaria. En 1882, con la experiencia de un grupo de mujeres que estudiaban ya en diferentes Institutos y Universidades españolas, se discutía concederles los Títulos a los que esos estudios tenían derecho. El 25 de septiembre de 1883 se volvieron a permitir los estudios de segunda enseñanza, pero se mantuvo la prohibición para los estudios universitarios. Fue la Real Orden de 11 de junio de 1888 en la que se reguló el reconocimiento del derecho a estudiar en la Universidad, aunque lo hizo de forma muy restrictiva.

MARÍA DE MAEZTU

Como señala Consuelo Flecha, el trabajo profesional que desempeñaron las primeras universitarias, así como la publicación de libros y de artículos en revistas fueron aportaciones que en su condición de universitarias realizaron fuera del marco que se consideraba el habitual para las mujeres, comportamientos con los que seguían ofreciendo argumentos destinados a romper aquella larga e incuestionable tradición sostenida sobre la natural condición femenina.

La llegada de las mujeres a las aulas universitarias fue un acontecimiento  sorprendente para la época en la que se produjo. Eran mujeres que no se conformaron con los papeles sociales que les habían sido asignados en función de su sexo. No encajaban en el prototipo de mujer que prevalecía en sus clases sociales de origen, en las que el trabajo fuera del hogar y la familia eran dos intereses que se excluían mutuamente, de ahí que tuvieran que soportar con firmeza el peso de muchos convencionalismos.

Estas universitarias, aunque con una conciencia sobre ellas mismas que no había prescindido de los lugares comunes en los que se las situaba, contribuyeron con su decisión, a un periodo de tanteos y de precedentes alentadores, que abrirían nuevas posibilidades para las mujeres. Demostraron tener un modo de ver el mundo diferente, que ponía en cuestión un saber y una mentalidad constituidos en criterios absolutos, y que las empujó a manifestar una firme contraposición con las convicciones adquiridas. Desarrollaron, más que una oposición abierta, formas de resistencia y de confrontación con la autoridad, con el poder, desde niveles de desarrollo muy diferentes de una conciencia femenina. La conciencia de estas primeras universitarias no se situó, como en el caso de otros países, en el marco ideológico de un primer feminismo, manifestado en la reivindicación de derechos políticos como el del voto, sino que se centró más puntualmente en la exigencia del reconocimiento del derecho a la instrucción superior y al ejercicio profesional.

4 comentarios:


  1. La cultura, la posibilidad de formarse, de estudiar... sea como sea... fueron, son y serán una llave fundamental...

    Besos y fuerte y cálido abrazo!!!

    ;)

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    1. La educación ha sido siempre una ventana de aire limpio y libre, para la humanidad, en especial para la mujer.

      Besos y abrazo!!

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  2. Una presentación muy didáctica. Y hoy en día siguiendo aquellos primeros pasos, estamos un poco más cerca, no mucho desde luego, para llegar a la igualdad. El que es, a mi entender, el mejor antídoto contra la contagiosa estupidez, con ocho apellidos de toda la vida, que nos llueve encima. Un beso.

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    1. ¿Qué es la utopía (de la emancipación de la mujer)? Una incitación a la lucha, una incitación a caminar, de hecho, la utopía es el camino.
      Gracias y un abrazo!!

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