Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

sábado, 24 de mayo de 2014

MIJAÍL BAKUNIN (1814-1876) Mujer, Libertad y Amor


Explicaba Kropotkin[1] que Bakunin ejerció una enorme influencia sobre algunas personas influyentes de su época como Wagner, que representó a Bakunin bajo los rasgos de su Siegfried, héroe de la mitología germánica, que destacó por su valentía y por sus hazañas para arrastrar por amor a la valquiria Brünnhilde. Influyo también en la escritora francesa George Sand y en los rusos, Aleksandr Herzen, filósofo y economista, y Nikolái Ogarev, escritor y periodista. Su personalidad apasionada, conquistaba a su alrededor por su ardor revolucionario. 

Resulta difícil saber si era acertada o no esta visión que dio Kropotkin de Bakunin como hombre que influyó, más que por sus escritos, por su arrebatadora personalidad. En todo caso estamos ante un filósofo que se caracterizó por la relevancia que dio a la libertad tanto en el orden social como personal. La libertad permitía actuar según los dictados de la propia voluntad, lo cual derivaba en la soberanía individual, es decir, en el poder que cada persona debía preservar sobre su presente y su destino. Bakunin consideraba que el ser humano nunca era un medio, sino un fin en sí mismo, que tenía el derecho inalienable de buscar la verdad a través de la libertad. Para consolidar la idea de libertad individual era necesaria la muerte de lo absoluto, es decir, de cualquier principio trascendente superior, fuera Dios, el rey, el Estado, la nación, o porque no tomarme la licencia de incluir en su nombre, el patriarcado.

La libertad individual, opuesta a la autoridad, era partidaria de la colaboración entre soberanos individuales llevada a cabo voluntariamente a través de la armonía natural, de origen ilustrado, y el racionalismo liberal. Era imposible dejar fuera de esa soberanía individual a las mujeres y Bakunin no lo hizo, apostando desde muy pronto por una postura emancipadora en relación a la situación de opresión del sexo femenino y desarrollando un pensamiento crítico con el orden privado que legitimaba el matrimonio monógamo y la familia burguesa.

No parece que Bakunin en su vida amorosa y de pareja fuera un heterodoxo, aunque la carta que escribió a su hermano Pablo[2] siendo un treintañero nos muestra a un apasionado hombre: Yo amo, Pablo, amo apasionadamente: no sé si puedo ser amado como yo quisiera serlo, pero no desespero; (…). En esta carta tejió en una sencilla trama sus principales ideas respecto a cómo concebía el papel de la mujer y el amor de pareja que, poco tiempo después, amplió, también con brevedad, en el texto “La mujer, el matrimonio y la familia”. Estas ideas ejercieron una gran influencia en las primeras mujeres que en España, desde concepciones anarquistas, empezaron a clamar por la emancipación femenina, como Guillermina Rojas que, en una fecha tan temprana como 1871, clamó contra la familia en un mitin en el teatro Rossini de Madrid.

En la mencionada carta, Bakunin hizo una defensa apasionada del amor activo para el que necesitaba que su pareja fuera libre y con sentimiento de su propia dignidad, instinto de rebeldía y de independencia. Esa fe política era un pilar fundamental de su existencia particular e individual. La dependencia de la amada es amar una cosa y no un ser humano, porque no se distingue el ser humano de la cosa más que por la libertad. La vida misma es la comunidad de las personas libres e independientes, es la santa unidad del amor que brota de las profundidades misteriosas e infinitas de la libertad individual.


MIJAÍL BAKUNIN Y ANTONIA KWIATKOWSKA

No sabemos a quién amaba el treintañero Mijaíl, sí sabemos que ya cuarentañero se casó repatriado en Siberia, en 1858, con Antonia Kwiatkowska de la que estuvo permanentemente separado por su otra pasión: la revolución.

En “La mujer, el matrimonio y la familia”, Bakunin explicó de forma más académica la igualdad social de la mujer con el hombre que requería la abolición de una legislación que, en toda la Europa decimonónica, consideraba a la mujer un ser inferior y dependiente, una eterna menor de edad sin capacidad jurídica y siempre dependiente de un varón adulto. Este cuestionamiento de la las leyes familiares y matrimoniales conducía a Bakunin a una clara defensa de las uniones libres o matrimonio natural basado exclusivamente sobre el respeto humano y la libertad de dos personas (…) que se aman.

¿Quién puede dudar de la relevancia de todas estas ideas en las mujeres anarquistas españolas? La defensa de la emancipación femenina, la libertad y la igualdad de los sexos, el amor libre y el fin de una legislación discriminatoria, construyeron una genealogía desde la mencionada Guillermina Rojas, la sindicalista Vicenta Durán, las librepensadoras Amalia Carvia y Belén Sárraga; las verdaderas constructoras del feminismo anarquista, Teresa Claramunt y Teresa Mañé y la generación que en los años treinta hizo posible Mujeres Libres: Mercedes Comaposada, Soledad Estorach, Lola Iturbe, Amparo Poch y Lucía Sánchez Saornil entre otras muchas.

Este artículo reducido ha sido publicado en el periódico quincenal Diagonal, nº 223, 22-05-2014/04-06-2014.






[1] LEHNING Arthur, Conversaciones con Bakunin, Barcelona, Anagrama, 1978.
[2] BAKUNIN, Mijaíl, “Carta a Pablo”, París, 29 de marzo de 1845.

4 comentarios:


  1. Interesante...

    +Petonsssss y abrazo!!!!

    ;)

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  2. Una cosa está clara, dudo que nuestros políticos, especialmente los que nos gobiernan, conozcan a Bakunin, ya que consideran "a la mujer un ser inferior y dependiente, una eterna menor de edad sin capacidad jurídica y siempre dependiente de un varón adulto".

    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. A veces una tiene serias dudas de hacia dónde vamos. Y prefiero no sacar mi pesimismo a pasear.

      Un abrazo!!

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