Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

viernes, 13 de noviembre de 2015

CULTURA DE LA EVALUACIÓN


La lectura de los libros de Byung-Chul Han, que aquí se han reseñado, y el interesante libro de JÉROME BASCHET, Adiós al capitalismo. Autonomía, sociedad del buen vivir y multiplicidad de mundos,  son la base de estas reflexiones personales en torno a la “cultura de la evaluación” que se está introduciendo en la educación (hablo desde la experiencia en mi centro docente de secundaria en Cataluña).

En los últimos años se nos está insistiendo mucho en que valoremos el rendimiento académico en base a los datos de aprobados y suspensos del alumnado. A la Administración, actualmente gestionada por CiU (o CDC, y quién sabe si también ERC e incluso la CUP), le interesa que los docentes asimilemos que los datos “cantan” y que el rendimiento académico son, exclusivamente, datos e información. Clasifican a los centros según los datos, mi centro es de tipología B, la información la proporciona el propio centro escolar y, por tanto, es “objetiva”, si tenemos muchos datos cuantificables, las causas y peculiaridades sobran. El “dataismo” es ciego a lo singular, a lo improbable, no le interesa esa riqueza (positiva y menos positiva) que cada docente enfrenta cada día en el aula. Pero los datos no son tan objetivos como la ideología neoliberal de la derecha de este país trata de hacernos creer.


La difusión de una “cultura de la evaluación” (cuantitativa y formal) no tiene otro objetivo que el de impregnar las conductas con este espíritu de competitividad permanente e impulsar a los agentes sociales a las obligaciones que derivan de esta situación. La competencia resulta ser una máquina ideal para conducir las conductas, pues hace que los individuos tengan que imponerse a sí mismos, por efecto aparente de su voluntad, las normas de comportamiento propias del sistema global en el cual se encuentran. Este dispositivo produce una heteronomía máxima bajo la apariencia de la mayor autonomía posible. Se basa en la interiorización de las normas y la movilización intensificada  de las voluntades de tal suerte que constituye una herramienta de producción del conformismo social tremendamente eficiente.


A esto se añade la dramatización de las situaciones de competencia, el principal incentivo de integración social es más bien la angustia de no quedar “fuera”, es la gobernanza mediante el miedo. Si no aprobamos al nº de alumnos/as que marca nuestra tipología se amenaza con que el profesorado, por ejemplo, puede no cobrar sexenios o el centro puede recibir menos ingresos y bajar de tipología.

Dejarnos imponer esta “cultura de la evaluación” nos introducirá en una forma de entender la enseñanza pública basada solo en el índice de aprobados para que los políticos/as puedan hacer una rueda de prensa en la que certifiquen que el nivel de la enseñanza es homologable al de los países más avanzados siendo inexacto. Aceptaremos que somos los docentes los culpables de los malos resultados y no la falta de inversiones y los recortes y, por último, entraremos en la competencia con otros centros escolares para “vender” mejor nuestro producto, perdón, nuestro centro, a través de una subordinación generalizada de la educación a la lógica de la economía neoliberal imperante.


8 comentarios:

  1. He escuchado a José Antonio Marina, varias propuestas relativas a un cambio en la ley de educación, lo que me sorprende es que haya sido captado por el Partido Popular, será por la proximidad al 20D, bien, entre esas propuestas va la "evaluación docente" y que esa ley debe de ser realizada por aquellos que forman parte del sistema educativo y no por políticos, evidentemente, si juntamos ambas propuestas, seguramente saldría un sistema de evaluación que beneficiaría a todos, los alumnos, profesores, padres y país.

    Abrazos¡¡

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    1. Es imposible evaluar la actividad docente a través de datos, mucho menos a través de aprobados y suspensos. Aceptar eso es caer en las redes del neoliberalismo tal y como he intentado explicar en este texto.

      Me sorprende lo de Marina.

      Abrazos!!

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  2. Como no entiendo mucho del mundo de la enseñanza, pero soy consciente de que de la preparación de los ciudadanos depende el progreso en general. Y que del acuerdo entre profesores, padres y alumnos, los actores principales, podría salir una enseñanza mejor y más dinámica. Y lo políticos deberían escuchar más y legislar menos. Eso de la clase B me suena a distopia y a formación de tipos Beta Un beso.

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    1. La enseñanza nunca la dejaran en manos de sus protagonistas, es algo demasiado importante para disciplinar a la sociedad como decía Foucault.

      Abrazos!!

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  3. Besos, ánimo y paciencia... 'profe'...
    Con tod@s... colegas, padres, alumnos... pero sobretodo, con los burócratas...

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    1. En eso estamos, no nos queda otra............ por desgracia.

      Abrazos!!

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  4. No es nada nuevo para mi lo que escribes, Laura. Hace más de 10 años me citó la Vicerrectora de mi institución para comentarme que mi actividad frente a los alumnos le acarreaba problemas serios. Éstos constituían una limitación para el acceso a beneficios de parte del presupuesto que el gobierno de turno asignaba para Educación. El problema era mi baja proporción de aprobados en una asignatura específica -que necesitaba del manejo fluido de herramientas propias de otras disciplinas, como física y análisis matemático-, lo que le negaba a la escuela la posibilidad de proveerse de recursos, puesto que la tasa de mis promovidos se mantenía excesivamente baja y eso era en lo que se fijaban las autoridades superiores para ello. Sólo respondí que lamentaba tan triste situación, puesto que, según yo veía, seguiría en ese camino y quizás se profundizara... Parece que en algo los argentinos hemos sido pioneros.
    Resiste. Todo es como una ola gigante; haz una fuerte apnea, mete la cabeza bajo ella y déjala pasar.
    Un beso!

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    1. Exactamente es de lo que hablo en este texto, que se evalúe en función del nº de aprobados y que haya una limitación en los recursos si no se llega al nivel establecido por los burócratas. Una mala noticia para la calidad de la enseñanza.

      En eso estamos, en resistir (lo malo es que se van acumulando los motivos para ello).

      Un beso!!

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Tus comentarios siempre aportarán otra visión y, por ello, me interesan.