El número de mujeres asesinadas en 2024 a fecha de hoy
(15 de julio) es de 21, la mitad de estos asesinatos se han producido en los
meses de junio y julio. Parece que el verano no es para muchas mujeres esa
estación de vacaciones y relajación sino todo lo contrario.
Difícilmente el término
violencia puede definir la compleja situación de desigualdad, subordinación y
discriminación a la que las mujeres todavía estamos sometidas, y también la
experiencia que tienen en esta situación distintas mujeres en contextos
diferentes. Es importante, por tanto, indagar en las motivaciones y las formas
que adopta la violencia masculina sobre las mujeres puesto que está extendida
en todas las latitudes y atraviesa todos los estratos sociales. Esta tarea de
comprender qué se esconde detrás de la violencia es importante para poder
oponerse con otros instrumentos que no sean solo los de la justicia penal que
están demostrando su fracaso[1].
Desde el anarcofeminismo consideramos que debemos ir
más allá del discurso de la víctima porque no es un discurso subversivo y puede
revertirse contra la víctima y convertirse en un discurso reaccionario. Los
feminismos nos hemos obstinado en autovictimizarnos porque parece el único
camino para ser escuchadas cuando puede ser la forma de silenciarnos
perversamente. La víctima solo puede dar testimonio de «su» dolor y es difícil
que pueda hablar fuera de su guion de víctima, solo dejando ese guion se puede
trascender su propia victimización[2].
Somos conscientes de que estamos hechas
de orden patriarcal y hemos aprendido a hacer justicia desde lo punitivo. Pero este
planteamiento no nos sirve para nuestros propósitos, hay que desarrollar formas
alternativas de lidiar con el Derecho, buscando conferirle sentidos
radicalmente no apropiantes/individualizantes, es decir, desvinculados de la
opresión que genera y que mantiene la división entre poseedores y no poseedores
(ya que la propiedad ocupa el lugar de categoría central en la estructura bélico-jurídica
originaria). El individualismo posesivo de los inicios violentos del orden
jurídico sustenta no solo una diferencia radical entre aquellos que poseen y
los que no poseen, sino que también hace posible la creación y el desarrollo de
la personalidad del sujeto jurídico, comprendido como algo particular, cerrado
y único[3].
Es necesaria una revisión del tipo de
sexualidad que consideramos liberadora. Nuestra manera de entender el feminismo
no es esencialista y es pro-sexo, lo que implica asumir el peligro/riesgo en
las relaciones con los hombres (conviene también cuestionar las falsas
expectativas de la protección desde el Derecho y el código penal). El feminismo
anarquista lucha por la libertad, el deseo y el placer de las mujeres, o lo que
es lo mismo, opta por la libertad sexual por delante de la seguridad y no se doblega a las normas patriarcales. No podemos
aceptar que un sector del feminismo se haya vuelto «productor» de normas sobre
lo que está bien y lo que está mal en la sexualidad y en la relación entre los
sexos contribuyendo a limitar la libertad y moldear la subjetividad.
Somos partidarias de la autogestión colectiva de las
violencias y de profundizar en cómo operan estas (poder y violencia están
íntimamente relacionados, por lo que es necesario cuestionar el poder, no
reforzarlo); hay que ir a las causas de las violencias. Expresar el odio a las
personas que agreden (por ejemplo, en los movimientos sociales) parece que es
hacer algo, pero lo único para lo que sirve es para expresar la rabia de las
víctimas. No es nueva la propuesta de promover acciones de lucha y de educación
social en lugar de confiar en las vías legales: distribuir material informativo
que explica el papel de la sociedad en el desarrollo de las violencias contra
las mujeres o de la desigualdad en el mundo laboral; imprimiendo y haciendo
públicas las descripciones de los violadores, de forma que desaparezca la
seguridad del anonimato; y afrontando en grupo, junto a las víctimas, a los
violadores en público. Una educación que parte de la realidad y trata de
modificarla[4].
Somos partidarias de construir un proyecto político a
largo plazo basado en la autodefensa feminista, entendido como un «proceso de rehumanización»,
tal y como plantea Elsa Dorlin[5].
El miedo se ha construido colectivamente como una característica femenina, una
verdadera mujer debe tener miedo. Al tener miedo debe elaborar estrategias de
evasión, incluso debe excluirse de determinados espacios. Sin embargo, es
superando el miedo impuesto por siglos de opresión, asesinato, tortura,
silencio, mediante técnicas constantemente readaptadas, como se puede cambiar
de bando el miedo. No vamos a hacer apología de la violencia, pero esta ha sido
una herramienta negada a las mujeres (incluso para autodefenderse) incidiendo
en la incapacidad defensiva de las mismas. Las mujeres debemos aprender a
defendernos, sobre todo colectivamente (pero también individuamente porque la
violencia se lleva a cabo en muchas ocasiones en los espacios familiares),
debemos explorar los medios para hacerlo, renunciar a ellos supone reforzar el
sistema de valores dicotómicos y normativos basados en que ellos incorporan la
violencia y las mujeres no lo hacen en ninguna situación.
Como hemos
dicho al principio, hablar de violencia no define la compleja situación de desigualdad, subordinación y discriminación a la que las
mujeres todavía estamos expuestas. Las propuestas planteadas requieren
tiempo y que las personas asumamos con qué nos enfrentamos y dejemos de
recurrir sistemáticamente al Estado «protector» y punitivista. Nuestra lucha es
contra cualquier tipo de dominación lo cual desborda el Estado, pero la lucha
contra la dominación lleva implícita la resistencia al Estado. El poder va
mucho más allá del Estado, es polimorfo e históricamente cambiante de unas
relaciones de poder consustanciales con la propia vida social, por eso la lucha
contra la desigualdad y discriminación que sufrimos las mujeres resulta tan
compleja y tan difícil de afrontar.
[1] Las
propuestas que aportamos en este breve texto están más desarrolladas en un
artículo recientemente aparecido: Vicente, Laura, «Anarcofeminismo para el
siglo XXI: punitivismo», Redes Libertarias, nº 1 (2024), pp. 37-42.
[2] Este
planteamiento lo desarrolla Galindo, María, Feminismo bastardo. España,
Mantis Narrativa, 2022, p. 97.
[3]
Matos, Andityas, La an-arquía que
viene. Fragmentos para un diccionario de política radical. España, Ned
Ediciones, 2023.
[4] Estas
acciones son relatadas por Kytha Kurin en el texto: Anarco-feminismo. ¿Por
qué el guion? Canadá, 1980.
https://periodicolaboina.wordpress.com/2019/03/09/anarco-feminismo-por-que-el-guion/
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