viernes, 13 de septiembre de 2019

EL ANARQUISMO COMO MUTACIÓN CULTURAL




Amedeo Bertolo (Antología) (2019):
 Anarquistas… ¡Y orgullosos de serlo! Barcelona, Fundación Salvador Seguí.

Este libro está formado por un conjunto de textos que Bertolo escribió a lo largo de muchos años. No pretendo repasar todos los aspectos que trata en estos textos porque son innumerables ya que es el pensamiento de toda una vida. Me he centrado en aquellos aspectos que se pueden considerar como fundamentales en el núcleo duro del anarquismo y que se deben actualizar. No están todos esos aspectos pero los que están en esta reseña creo que son primordiales.
Y empezaremos por uno de los que podemos considerar básicos: el cuestionamiento del poder. Mientras el marxismo atribuye a la propiedad de los medios de producción el privilegio y la explotación; el anarquismo opone la hipótesis sociológica de la distribución desigual y jerárquica del poder como origen de la desigualdad social (la distinción entre gobernantes y gobernados, entre los que mandan y obedecen, etc.). De esta hipótesis derivó un proyecto revolucionario que además de la socialización de los medios de producción, planteaba a la vez la destrucción de la autoridad en forma de Estado, utilizando instrumentos organizativos y operativos (el mutuo acuerdo, el federalismo, etc.) que buscaban la coherencia entre medios y fines. Desde este punto de partida el anarquismo promovió desarrollos necesarios y fecundos en mil direcciones: críticas a las instituciones coercitivas, a la pedagogía, la religión y la iglesia, a la administración de justicia o a la represión sexual y a la familia patriarcal.
El poder de los/las dirigentes se obtiene siempre confiscándoselo a la sociedad, negando, de hecho y de derecho, a todos los demás, la facultad de autodeterminarse individual y colectivamente. Esta autodeterminación individual y colectiva, se traduce en una desestructuración del poder en todos los macro y microsistemas en donde el poder se manifiesta: de la familia al estado, pasando por la fábrica, el barrio, la escuela, el hospital, el sindicato, el partido. Implica la socialización del poder en el sentido de que no esté concentrado en roles sociales determinados sino extendido en todo el cuerpo social.
La definición de poder es, por tanto, un nudo central dentro del pensamiento anarquista. Sin embargo, poder/autoridad/dominación han sido (y son) utilizados como sinónimos y de contenido negativo por el anarquismo. De ahí la importancia de clarificar el significado de los tres términos:
Poder
La producción de normas es fundamental en la sociedad humana, produce sociabilidad y por lo tanto «humanidad». La persona siempre  está más determinada por la sociedad de lo que ella pueda determinarla, produce la sociedad colectivamente, pero es modelada por ella individualmente. La producción y la aplicación de normas y sanciones definen entonces la función de regulación social, una función para la cual Bertolo proponía el término poder.
Dominación
 La dominación es cuando la función de regulación social la ejerce solo una parte de la sociedad, si el poder es monopolio de un sector privilegiado (dominante) da lugar a otra categoría, a un conjunto de relaciones jerárquicas de mando/obediencia. Define las relaciones entre desiguales, desiguales en términos de poder, o sea de libertad; define igualmente las situaciones de supraordinación/subordinación; y define los sistemas de asimetría permanente entre grupos sociales. La dominación pertenece de manera privilegiada a la esfera del poder, los que detentan la dominación se reservan el control del proceso de producción de la sociabilidad, expropiándoselo a los otros. El fenómeno es similar al de la posesión privilegiada de los medios de producción material, aunque aún es más grave ya que concierne a la propia naturaleza humana: la dominación es negación de humanidad para todos los expropiados, para todos los excluidos de los roles dominantes de la estructura social.
Autoridad
El poder entendido como función reguladora de la sociedad no es la única forma de determinación cultural de comportamientos. Hay una amplia gama de relaciones asimétricas entre los individuos dentro de la cual algunas elecciones de comportamiento se deben a opiniones o decisiones a las que se ha atribuido un peso particular determinante. A las relaciones de asimetría que son personales, Bertolo las define como influencia y a las relaciones funcionales de asimetría (los sujetos interactúan desempeñando roles que definen funciones sociales) como autoridad. En el caso de la autoridad las asimetrías de competencia, determinan asimetrías de determinaciones recíprocas entre los individuos.
Poder/dominación
Considera que es muy importante la diferencia entre poder y dominación que no siempre se ha entendido dentro del anarquismo. Esta diferenciación permite concebir mejor y expresar la negación central de la filosofía anarquista y por lo tanto la afirmación central de su valor fundacional: la libertad. Mejor hablar de dominio para las relaciones de poder permanentemente asimétricas también en ámbitos no políticos de lo social. E incluso para las relaciones «análogamente» asimétricas entre el ser humano y la naturaleza, que se refieren al mismo dominio imaginario tomado de lo social.
En efecto, el fundamento axiológico del anarquismo es la libertad. Bertolo habla en este texto desde la libertad entendida como categoría sociológica: es decir la libertad como ausencia de poder. Y acota su manera de entender la libertad:
« (…) la libertad social del anarquismo significa necesariamente también igualdad y diversidad» (p. 187). 
«Libertad, igualdad y diversidad al más alto grado posible y con la necesaria coherencia entre sí: he aquí el núcleo de la especificidad anarquista. Y de ahí también la especificidad de la utopía anarquista» (p. 188).

Bertolo constata la oposición entre poder y diversidad:
«El poder, por naturaleza, niega todo lo que se le opone, y la diversidad se le opone, porque es ingobernable: ningún poder es suficientemente elástico como para gestionar lo infinitamente diverso. Solo lo diverso puede gestionarse a sí mismo. Lo diverso proclama la autogestión, lo diverso es la negación viviente de la heterogestión. El poder, por tanto, es una continua guerra –guerra a muerte- contra la diversidad, tiende a destruirla o, por lo menos, a encarrilarla en la desigualdad. En particular el poder de tendencia totalitaria de nuestros días es enemigo implacable de la diversidad» (p. 96).
La propuesta de cambio anarquista supone un salto cualitativo cultural (una «mutación cultural»), la función de la utopía anarquista es ante todo, la función revolucionaria de hacer crecer la esperanza y la voluntad de cambiar la sociedad hasta el punto, no de superar simplemente los límites de un sistema dado de poder, sino de romper de par en par la compacta membrana cultural que separa el espacio simbólico del poder del espacio simbólico de la libertad. Una membrana formada desde hace miles de años por el depósito, la estratificación y la transmisión, generación tras generación, en las estructuras mentales y el imaginario social, de comportamientos gregario autoritarios y valores jerárquicos, de fantasías y mitos creados por y para sociedades constitutivamente divididas en dominantes y dominados.
Los y las anarquistas son mutantes que tienden a transmitir su anomalía cultural (anomalía en relación con la normalidad, o sea, con el modelo dominante) y al mismo tiempo crear las condiciones ambientales favorables a la mutación, o sea, a la generalización del carácter mutante (150).
Es en esta ruptura cultural donde se encuentra el verdadero sentido de la revolución anarquista, que no es ni la gran noche, ni el Apocalipsis, sino una «mutación cultural» de una intensidad y alcance inauditos, hecha de cambios estructurales y comportamentales, de transformaciones individuales y colectivas. Ya que el Estado está, sobre todo, en la cabeza de la gente.
« (…) la utopía anarquista es, en realidad, el espacio de las mil utopías (…). La utopía anarquista no tiene nada que ver con las construcciones monolíticas y homogéneas que acabaron siendo utopías autoritarias, es decir, modelos de poder» (pp. 190-191).
Para que la sociedad pueda levantarse contra el Estado, debe poder imaginarse a sí misma –como posibilidad real, no como un sueño- sin policías, sin sacerdotes, sin jueces, sin patronos, sin burócratas, sin camarada-dirigente… es decir sin roles de poder, sin estructuras jerárquicas. Debe pensar y poner a prueba formas de autogestión y democracia directa, de descentralización y federalismo, relaciones no jerarquizadas entre hombres y mujeres, entre personas adultas y niños/as, entre ciudad y campo, entre trabajo manual e intelectual. En una palabra, debe pensar y experimentar modelos utópicos anarquistas.
Todos los textos recogidos en este libro rezuman una idea que parte de la riqueza poliédrica del anarquismo que tiene una fuerza en sí, una riqueza y una frescura inagotables. Esta idea es la necesaria reinvención de un anarquismo diferente que conserve el núcleo duro del viejo (porque sin ese núcleo no hay anarquismo) envuelto de una pulpa de pensamiento y de acción flexible, adaptable, experimentable, discutible, absolutamente no dogmática. Es necesario inventar un anarquismo cambiante y multiforme en el cual se reconozca el militante pero también el poeta, que comprenda en si la lucha pero también la vida, que refleje todo aquello que en el comportamiento individual y colectivo se mueve en sentido libertario y se refleje en él. Un anarquismo entendido como gran transformación del imaginario social, que niegue la dominación en todas sus formas, en todos los lugares culturales en los cuales se ha instalado desde hace milenios. Un anarquismo como gran transformación cultural, sin esperar la revolución y sin desesperarse si no se la ve probable.
La anarquía entendida, por tanto, como una dimensión ética, como una constelación de valores que se puede resumir utilizando los términos de libertad, igualdad, diversidad. Esa constelación de valores debe informar el actuar diario, individual y colectivo, personal y social. Tienen que ser compatibles un anarquismo social y un anarquismo existencial.
  

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