sábado, 13 de julio de 2019

UNA FICCIÓN DE LA ACRACIA Cristina Morales, Lectura fácil


La portada de la novela de Cristina Morales contiene estos lemas que nos resultan tan conocidos: «Ni amo ni dios ni marido ni partido ni de fútbol». Lo tomo como una brújula que me orienta para afirmar que esta novela es una ficción de la acracia. Entendemos esta concepción matriz del anarquismo como ausencia de coerción. La acracia concibe como posible un orden social no agresivo en el que la convivencia respeta las diferencias de todo tipo a través de acuerdos voluntarios, rechazando cualquier imposición por la fuerza.

Lectura fácil no oculta un discurso político explícito contra el fascismo, el patriarcado, el neoliberalismo y otros «ismos» de nuestra sociedad actual.  Toda la novela conlleva la idea de que no existe la uniformidad, el pensamiento único, la verdad, el cuerpo o la sexualidad normativa, las bondades de la democracia o de los partidos nuevos de extrema izquierda que disfrutan de poder municipal (En Comú, la CUP), la supuesta radicalidad del nacionalismo independentista y el proceso, etc., etc.
La autora pretende descolocarnos, desquiciarnos de alguna manera, cuando sonreímos por los zascas a tal o cual postura política y, de pronto, recibimos otro en plena boca del estómago o en pleno centro de nuestro pensamiento autocomplaciente, sea este el que sea. Nos interpela continuamente, cuestiona las formas narrativas, confunde sobre su punto de vista como escritora y el nuestro como lectoras/es.
Su argumento y sus protagonistas (Marga, Àngels, Nati y Patri) cuestionan las injusticias, el racismo, el capacitismo, el clasismo… Y pretende subvertir las posibles respuestas desde la democracia, los nuevos partidos y Ayuntamientos (especialmente el barcelonés de Colau puesto que en Barcelona transcurre la mayor parte de la novela), el buenismo de los servicios sociales, incluso las respuestas ácratas de los ateneos libertarios de Sants.
Las protagonistas, cuatro mujeres discapacitadas que viven en un piso tutelado de la Generalitat catalana, lo son en el pleno sentido de la palabra puesto que Morales pretende que la voz narrativa sea la de estas cuatro mujeres, la trama sea suya y el punto de vista también. La trama se va desviando por cada una de las protagonistas: declaraciones ante el juzgado para decidir la esterilización de Marga por su intensa vida sexual, reflexiones sobre la danza y los cuerpos discapacitados, actas de una asamblea de okupas anarquistas, la reproducción de un fanzine punk, la novela que escribe Àngels de lectura fácil que da título a la propia novela de Morales y otras.
Su discurso político explícito quiere ser radical porque arremete ferozmente contra el buenismo de psicólogas, monitoras («moni-polis»), funcionarias de servicios sociales, centros de discapacitados, etc., que en realidad pretenden normativizar y disciplinar aquello que es diferente, indisciplinado, subversivo, o insólito. Es, por tanto, desobediente en su intención política. Es también un grito contra la condescendencia con que es tratada la denominada discapacidad.
Para mi gusto se pasa de discurso político y cae algunas veces en la reiteración. El protagonismo que tiene Nati en la novela confirma estos excesos aunque tiene momentos gloriosos como este fragmento que se produce en un local okupa anarquista:
« ¡Me quedé loca! ¡Estaba ocurriendo también allí! ¡Resulta que los hacen en serie y todos los fascistas llaman fascistas a quienes les plantan cara! Es la ley facha-macha: para el facha, tolerar significa que el otro se ponga de su lado. El facho-macho no admite la alteridad salvo que le sea sumisa o, como poco, cómplice, o, cuando menos silenciosa, y mucho mejor si la alteridad está muerta» (p. 75).
Si alguien piensa que, debido a tanto discurso, estamos ante una novela pesada o aburrida está muy equivocada, es una novela divertida en la que más de una vez esbozamos sonrisas cómplices. Pero también es una novela destructiva y, quizás, por eso podemos enlazar con la idea de la acracia y aquella frase tan manida de Bakunin:
«La pasión por la destrucción es también la pasión creativa»



2 comentarios:

  1. En Granada tenemos mucho facherio, demasiado diría yo, pero Cristina, granadina ella, no entra dentro de este grupo.

    Un abrazo.

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    1. Eso desde luego, Cristina Morales arremete contra el facherio, pero también contra el buenismo de la izquierda que decía que venía a cambiar la política, sin piedad.

      Un abrazo.

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