martes, 3 de marzo de 2015

VERSOS Y FLORES PARA ANTONIO MACHADO

No era la primera vez que viajaba a Colliure, y a la playa de Argelès-sur-mer, dos lugares, para mí, estrechamente unidos. Sí que lo hacía, por primera vez, en la fecha en que murió el poeta con el propósito de asistir al sentido homenaje que se celebra cada año en la localidad que lo vio morir y en la que decidimos también hospedarnos.

Colliure es un núcleo medieval del Rosellón en el que se unen los Pirineos con el Mediterráneo en una fusión plena de belleza que supieron apreciar pintores de las vanguardias del pasado siglo (Picasso, Matisse, Gris, Dufy y otros) que lo eligieron como lugar de inspiración de sus obras.


Pero no fui a Colliure por su luminosidad inspiradora sino por ser la última morada de un poeta al que admiro de una forma íntima y profunda. Llegamos el sábado 21 y tras dejar nuestras cosas en el Hotel Les Templiers, desde cuyo pequeño balcón veía la fortaleza en la que fueron confinados numerosos soldados republicanos, y el mar próximo, salimos a pasear desde la calle Pelletan hasta el Paseo Marítimo donde destaca el bello y original campanario construido sobre un antiguo faro de piedra. Y de aquí al pequeño cementerio en el que se encuentra la tumba de Antonio Machado y su madre Ana Ruiz para poder visitarla en el silencio de un medio día frio y ventoso, como pudo ser aquel que vio morir al poeta mientras miles y miles de personas, entre quienes se encontraban seis pertenecientes a mi familia política, entraban cansados en la inmensa y desoladora playa de Argelès.

Compartimos la cena con un grupo de personas llegadas de España y  Francia entre quienes estaba Vida Manso, hija de un anarquista, que pasó la frontera en brazos de su madre el año 1939. Antonina Rodrigo, investigadora, historiadora y amiga, hizo de nexo de unión con estas personas desconocidas para mí y con las que pronto mantuvimos una conversación fluida en la que hubo momentos para el recuerdo emocionado del exilio pero también para las risas de mil y una anécdotas.


Tras la cena en el restaurante de Les Templiers dimos un breve paseo por el Paseo Marítimo antes de retiramos a descansar. Esa noche escribí a mano unas palabras dedicadas a Machado en el mismo folio en el que había impreso uno de mis poemas favoritos de Machado, “Preludio”:
Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.
Madurarán su aroma las pomas otoñales,
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.
Al grave acorde lento de música y aroma,
la sola y vieja y noble razón de mi rezar
levantará su vuelo suave de paloma,
y la palabra blanca se elevará al altar.

El domingo amaneció soleado y ventoso y nos dirigimos al Centro Cultural donde estaban previstos varios actos en recuerdo del poeta. Para llegar atravesamos un pequeño mercado callejero que se celebra todos los sábados y en el que hay puestos de especias, quesos, pan, fruta, flores,  ostras, vinos, patés y cestas de colores. Al salir, para llegar pronto al cementerio, compramos flores para el poeta y su madre recorriendo lugares por los que Machado había transitado cuando llegó agotado a esta localidad francesa.


Los Machado (Antonio, su madre Ana, su hermano José y Matea, su mujer)   llegaron a Colliure el 28 de enero de 1939 en un tren atestado de refugiados españoles, mientras una multitud pasaba a pie la frontera bajo la lluvia, la nieve y el viento.

Fatigosamente, entre la multitud, descendieron de la estación a la Placette en el centro del pueblo, allí Mme Figuères tenía una mercería, que hoy se ha convertido en una moderna tienda de vinos, y en la puerta de su establecimiento instaló un velador con un termo de café, otro de leche caliente y pan, que ofrecía a las gentes que pasaban. Los Machado le pidieron asiento para madre e hijo que llegaban exhaustos por la caminata, la dueña les hizo pasar al interior. Muy cerca de este establecimiento estaba el hotel que les había recomendado el ferroviario Jacques Baills  y donde la propietaria, Mme Quintana, les brindó una cálida acogida. Las dos mujeres francesas aportarían, en los últimos días de la vida del poeta, la solidaridad y la generosidad que tanto necesitaban los Machado.

Los días que pasaron en el hotel de Mme Quintana fueron los de la  agonía de Antonio Machado, al igual que los últimos de su madre que murió tres días después. Antonio fue enterrado en un nicho del panteón de otra mujer, Mme Deboher, y su madre en la fosa municipal. Tuvieron que pasar casi treinta años para que se construyera la sencilla tumba, por suscripción popular, en la que desde 1958 reposan juntos los restos de ambos.



Y alrededor de esa tumba, hacia la una de la tarde, se celebró el sentido homenaje, decenas de asistentes, acompañadas de las autoridades municipales de Colliure y Argelès, durante el cual se depositaron flores, placas conmemorativas y se recitaron poemas o se pronunciaron palabras emocionadas en recuerdo del poeta. 


Me animé a leer ese “Preludio” de Machado y unas pobres palabras expresadas, al final, entre lágrimas, mi admiración por el poeta, mi dolor por su exilio y el de centenares de miles de personas y mi ilusión porque sus palabras vivan siempre alimentando mi (nuestra) Utopía.

4 comentarios:


  1. Hermoso y muy emotivo.

    Besos y un cálido abrazo!!!!

    ;)

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    1. Gracias, fue un fin de semana lleno de encuentros, emociones, recuerdos, risas... y Colliure es precioso.

      Besos!!

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  2. Un bello gesto y emocionante recuerdo a Machado, que como tantos otros amantes de la libertad, tuvo que encontrar reposo al otro lado de la frontera, otros hallaron fuerzas para seguir en su lucha contra el fascismo. Un beso.

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    1. Tantas personas que tuvieron que salir empujadas por el totalitarismo, tanto sufrimiento y tanto convencimiento de la justicia de los ideales, me emociona sin poderlo evitar.
      Un beso.

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