viernes, 19 de abril de 2024

 


OS CUENTO…

5 y 12 de noviembre 2023

Hay semanas que las cosas se tuercen. Sin ser nada grave (para mí, en lo personal, solo la salud, si falta, es grave) entras en un estado de malestar, la luz se atempera y las nubes pesadas se instalan en la cabeza. Unas gafas, como aquellas que te daban a la entrada de aquellos cines de tres dimensiones, se acoplan en los ojos y ves todo en una sola dimensión y de color gris. Necesitas anestesia para que pasen los días.

Encima, la novela que estaba leyendo se me cerró herméticamente y no podía entrar en ella de ninguna manera, insistí e insistí, leí casi doscientas páginas. No hubo manera. Es un autor que me encanta y del que he leído varias novelas, Orhan Pamuk, ambienta sus historias en Estambul, una ciudad que deseo visitar hace mucho y cuyos planes para hacerlo siempre se han frustrado.

Nunca abandono un libro, nunca quiere decir que en toda mi vida lectora me sobrarían dedos de las dos manos para contarlos. De esos abandonos, un autor tiene el récord: Henry Miller y sus Trópicos. Para mí, cuando era veinteañera, una autora de referencia y que leí completa fue Anaïs Nin y ella tenía una relación personal con Miller que me animó a leerlo. Todo fue inútil, lo abandoné hace años y no le he dado una nueva oportunidad nunca. Explico esto porque si quito a Miller de la lista de abandonos con una mano tendría de sobra para contar los libros que he dejado de leer. En esa lista ha entrado El libro negro.

Mi obstinación en no abandonar la lectura de ficción es una marca de la casa, no he pensado los motivos y no lo voy a hacer ahora, qué más da…

Podría pensarse que han sido esos días espesos, pero no es así. Tengo la gran suerte de que cuando empiezo a leer, traspaso la puerta de la realidad y lo que me ocurre queda atrás, nunca he tenido crisis lectoras (excepto con la poesía que solo leo en situaciones personales determinadas y luego pasan años sin que lea un poema). De hecho, abandoné a Pamuk y ya estoy enfrascada en otra novela y en el resto de los libros de no ficción (pero de eso hablaré otro día).

Cine y series para otro día. De música, una guitarra excepcional: la del brasileiro Yamandu Costa.

OS CUENTO…

19 y 26 de noviembre 2023

La primera semana transcurría con normalidad hasta que todo saltó por los aires: mi madre que es muy vulnerable por la edad (87 años) y por sus enfermedades crónicas, entre ellas de vías respiratorias fue ingresada en el hospital por Covid.

A partir de ahí entró, y yo con ella, en ese universo tan excepcional del hospital (uno muy grande, además). El tiempo se rompe intempestivamente, se produce una distorsión del tiempo homogéneo, se interrumpe el flujo temporal y se entra en otro curso del tiempo.  El tiempo queda suspendido, congelado, se ralentiza. La Modernidad iguala las temporalidades (en la historia oficial), pero todas las personas hemos experimentado cómo el tiempo se desboca o se ralentiza.

La inquietud, la tensión, la confusión, la incertidumbre de lo que puede ocurrir te embarga. La información es escasa (durante el fin de semana cuando llegué, nula) y debes afrontar la situación de alguien querido sin tener herramientas para hacerlo, ves como se consume, como la medicación le produce efectos indeseados (la cortisona le produjo azúcar, alucinaciones, etc.). En esos momentos piensas en la vida y en la muerte, en la vida que merece la pena vivirse y en la que no… en fin, muchos pensamientos vienen y van.

Yo no soporto el calor, en los hospitales es agobiante, en las habitaciones Covid, más. La puerta debe estar cerrada siempre (yo hacía trampa y abría una ranura de la puerta, no creo que refrescara mucho, pero mi sensación de agobio disminuía) y me había desacostumbrado a llevar mascarilla durante horas.

He leído muy poco, pero la novela que llevo entre manos me ha acompañado en todo momento: Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Bartlett. Una mujer/hombre (¿hermafrodita? ¿Trans?... de momento no lo tengo claro) forma parte del maquis antifranquista en el Bajo Aragón. El régimen dictatorial construye una leyenda de «La Pastora», como la llamaban y era conocida, como alguien sanguinario, cruel y despiadado (escribo en masculino porque lo reconocían como hombre en el maquis). Está basada en hechos reales.

Música escucho poca (la clásica me ha calmado de tanta inquietud) y estoy con una miniserie: Undoing.

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