sábado, 13 de junio de 2020

Laura Vicente, La revolución de las palabras. La revista Mujeres Libres

Por fin este libro ha salido a la calle. En marzo se quedó en puertas de entrar en la imprenta y el Covid.19 lo paralizó todo. Quizás no es el mejor momento para que un libro salga a la calle, las librerías no funcionan con normalidad y las presentaciones de libros tendrán limitaciones, pese a ello estoy contenta con su aparición.


El objetivo principal de este libro es conocer de manera exhaustiva la revista Mujeres Libres: el contenido, su relación con la organización del mismo nombre y, especialmente a sus protagonistas: las redactoras y las colaboradoras. No siempre les hemos podido poner nombre e imagen porque, en muchas ocasiones, los contenidos fueron anónimos o firmados con pseudónimos desconocidos, de la misma manera que tenemos imágenes de mujeres aparecidas en la revista que no podemos identificar con nombre y apellidos.

Cuando hablamos en el título de «La Revolución de las Palabras», hacemos referencia al papel subversivo que tuvieron las palabras para las mujeres. La experiencia de Mujeres Libres nos muestra cómo las mujeres compartieron sus vidas con otras desde la escritura: institutos de Mujeres Libres, alocuciones de radio, teatro callejero, conferencias y debates, etc. Las mujeres cambiaron a través de las palabras: escribiendo, leyendo, conversando y escuchando a otras, así como participando activamente en Mujeres Libres y en las diversas actividades políticas y sociales que llevaron a cabo.

Teniendo en cuenta nuestros objetivos, el índice de este trabajo empieza por aclarar la genealogía de cien años en que se inscribió Mujeres Libres, constatando el largo camino que había recorrido el feminismo social en España y, en concreto, cómo las pioneras habían sentado las bases del feminismo anarquista que floreció en toda su plenitud cuando se constituyó la revista y la organización Mujeres Libres en 1936.

En el libro está muy presente la vinculación entre la fundación de la revista y un plan de acción a largo plazo que, el estallido de la Guerra Civil y de la Revolución, aceleró dando lugar precipitadamente a la aparición de las dos primeras Agrupaciones de Mujeres Libres, todo ello entre los meses de mayo y septiembre de 1936.  Se trata de conocer cuál fue el plan de actuación que pusieron en marcha sus redactoras (Lucía Sánchez Saornil, Amparo Poch y Mercedes Comaposada) y las colaboradoras con las que contó la revista para empezar su andadura: tanto para escribir artículos como para la propaganda, distribución y gestión.

A continuación, nos centramos en las protagonistas de la revista, es decir, en sus redactoras y colaboradoras. Nueve mujeres[1] fueron especialmente relevantes, las conocemos porque fueron las que firmaron más artículos con nombre, seudónimo o iniciales conocidas. Somos conscientes que la mayoría de los artículos fueron anónimos y que es muy posible que hubiera otras mujeres que escribieran más artículos que las nueve mujeres indicadas, en todo caso esa posibilidad es mera especulación, mientras que estas nueve mujeres que firmaron sus artículos son una realidad tangible. Hemos separado redactoras de colaboradoras y de cada una de ellas hemos indagado en tres cuestiones: sus rasgos biográficos, los artículos que escribieron en Mujeres Libres y la concepción feminista que se derivaba de dichos escritos.

Después de las protagonistas, hemos entrado en el contenido de la revista (en sus trece números publicados) diferenciando dos etapas marcadas por el estallido de la Guerra Civil y de la Revolución. El contenido de la revista en la primera etapa fue sobre todo cultural y educativo (se trata de los tres primeros números, mayo-julio 1936). Todo cambió en la segunda etapa, en la que pasó a ser un periódico de combate (agosto 1936-otoño 1938).

En este libro nos hemos adentrado en las palabras de las mujeres que lograron construir una constelación de eslabones solidarios, conocerlas a ellas y saber de los esfuerzos que realizaron para construir nuevas maneras de organizar la economía, la política y la defensa a través de colectivizaciones, comités antifascistas y milicias junto a sus compañeros. Pero hubo mucho más, y ahí estuvo la enorme trascendencia subversiva y revolucionaria de sus empeños en la retaguardia, quisieron organizar de otra manera los «cuidados» que la Revolución no había evitado que siguieran en sus manos: se ocuparon de organizar de otra manera las maternidades, de organizar guarderías para sus criaturas y comedores colectivos para poder trabajar y tener los «cuidados» asegurados, se ocuparon de las personas refugiadas, de capacitar a mujeres analfabetas, y de un sinfín de problemas cotidianos armadas solo con las palabras.

Además, quisieron vivir una vida plena en medio del desbarajuste de la Guerra, de los bombardeos, de la proximidad del frente de batalla, de las personas heridas o muertas que había que cuidar o enterrar. En ese contexto, tomaron la palabra, enunciaron sus problemas, sus deseos, sus tristezas, sus sueños y sus temores. Organizaron sus vidas personales y las de las personas a su cargo, vivieron sus emociones, sus pasiones, su sexualidad, ordenaron la crianza, el trabajo y el activismo para que fueran compatibles. Muchas de ellas lo hicieron solas, sin hombres, por primera vez en sus vidas. Esa fue su revolución, una transformación de largo recorrido que empezó a cambiar las formas de vida, las relaciones personales,  el trabajo, los cuidados, y un sinfín de aspectos que cuestionaban la dominación patriarcal que padecían.

No resulta fácil acercarnos a lo que algunas mujeres, que dieron su testimonio sobre Mujeres Libres (organización y revista), denominaron como «atmósfera compartida de energía mágica», una sensación de que el mundo vivido hasta entonces se convertía rápidamente en una reliquia histórica, en una larga pesadilla dejada atrás. La promesa de un nuevo comienzo que no tenía más límites que los de la imaginación resultó difícil de olvidar para las protagonistas. Las mujeres, embarcadas en la aventura de tirar adelante Mujeres Libres, experimentaron la humanización de la sociedad que se produjo durante la Revolución social. Un sociedad que vivió un terremoto en la retaguardia, espacio que se feminizó. Un lugar en el que había muchas mujeres asumiendo múltiples responsabilidades solas y abriendo caminos de libertad en plena Guerra, mujeres que decidían abandonar el silencio y tomar la palabra, mujeres dispuestas a arrojar sus cadenas animadas por una atmósfera de esperanza sin restricciones tremendamente estimulante. Mujeres cuya vida mutó al desaprender la pasividad.

Las alternativas liberadoras de largo alcance implicaron un salto cultural cualitativo que hizo crecer la esperanza y la voluntad de cambiar la sociedad hasta el punto, no de superar simplemente los límites de un sistema dado de poder, sino de romper de par en par la compacta membrana cultural que separaba el espacio simbólico del poder del espacio simbólico de la libertad. La compacta membrana que las mujeres libertarias, involucradas en el proyecto de Mujeres Libres, quisieron romper, estaba compuesta de sedimentos que se habían ido acumulando durante miles de años en las estructuras mentales y el imaginario social, consolidadas en comportamientos autoritarios y valores jerárquicos propios de sociedades fundamentadas en la dominación patriarcal.
Romper una genealogía de mujeres silenciadas y dominadas no era nada fácil, rechazar y confrontar cualquier forma de dominación era un programa que en sí mismo era una revolución, sobre todo cuando se pusieron manos a la obra para construir relaciones sociales  y comportamientos individuales bajo parámetros de clase y de género radicalmente nuevos. Esa revolución solo sucumbió en 1939, la otra hacía tiempo que había sido derrotada. La importancia de la revolución protagonizada por las mujeres la supieron ver muy pronto en el bando insurrecto que preparaba una represión desmedida y específica para ellas. Curiosamente el bando insurrecto la percibió más y mejor que sus propios compañeros de organización que trataron de pararlas aludiendo a la división del Movimiento Libertario. Una actitud que nunca reconocieron errónea.


[1] Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada Guillén, Amparo Poch y Gascón, Consuelo Berges Rábago, Carmen Conde Abellán, Lola Iturbe Arizcuren, Áurea Cuadrado Castillón, Pilar Grangel Arrufat, Etta Federn-Kohlhaas.

2 comentarios:

  1. Jolín, una aragonesa-catalana siendo editada por una editorial granadina, si todo fuera así y fluyera tal cual, no tendríamos estas luchas baldías.

    Un abrazo.

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    1. Muy acertado, algo fácil parece un "milagro", jajaja

      Un abrazo.

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