lunes, 13 de abril de 2020

CONFINAMIENTO, PANDEMIA, MUJERES…




Me cuesta mucho reflexionar sobre un acontecimiento cuando estoy inmersa en él, soy lenta, tengo la negativa impresión de que me encuentro en una «pecera» y solo veo lo que hay dentro de ella perdiendo la dimensión del exterior.

Las mujeres acostumbramos a estar muy pegadas a la realidad cotidiana, no porque nuestra biología lo marque así, sino por las normas ancestrales (los hilos con los que hemos sido tejidas),  impuestas por el patriarcado. Estas normas de control para que miremos corto, tienen una ventaja: difícilmente nos despegamos de tierra y cuando se produce alguna situación convulsa y desastrosa, acostumbramos a ver enseguida qué necesitamos para hacerle frente aunque sea con pocos recursos.

La Guerra Civil española nos proporcionó miles de testimonios de cómo las mujeres sostuvieron a las familias (incluida la familia de ideas) con sus «cuidados» y con sus trabajos precarios y, a la vez, participaron en la retaguardia y en la revolución con palabras y no con armas (entre otras cosas porque los hombres decidieron que la revolución no llegaba tan lejos como para cuestionar el monopolio masculino de las armas). Los campos y el exilio nos proporcionan muchos testimonios en la misma dirección.

Esta pandemia dicen que es una «guerra», lo dicen los líderes políticos (ya sabemos que hay pocas lideresas), lo dicen ufanos los militares (también hay pocas militaras), lo dicen los expertos y expertas. Una «guerra» especial, sin duda alguna, no vemos al «enemigo» y quizás por eso en lugar de movilizar a la población, como ha ocurrido en todas las guerras, nos desmovilizan, nos confinan y nos aíslan en casa.

El COVID.19, el temido «enemigo»,  ha desmantelado casi la separación en dos espacios en que se ha basado el discurso de la domesticidad impuesto por las revoluciones burguesas: el espacio público más masculino que femenino incluso hoy, el espacio privado (o doméstico) más femenino que masculino. De pronto, vemos con miedo y aprensión el espacio público, algo con lo que las mujeres estamos acostumbradas a vivir puesto que han tejido nuestros mimbres con la «cultura de la violación». Y en consecuencia el espacio seguro es el doméstico, no solo para las mujeres sino también para los hombres. Me parece que en ese espacio las mujeres nos movemos mejor que ellos (y no por esencialismos que me horrorizan, sino porque las normas de dominación impuestas a las mujeres nos han confinado históricamente en dicho espacio) porque los «cuidados» siguen estando mayoritariamente en nuestras manos. Dejo para otro día cómo es la convivencia en ese espacio, a veces muy pequeño, pero no puedo dejar de mencionar que ese espacio se ha convertido en una ratonera para las mujeres y otras personas que sufren maltrato.

El espacio público se ha reducido mucho pero en las calles se ha incrementado la presencia de las fuerzas de orden público (mayoritariamente masculinas), incluso fuerzas militares, que ahora sí, sin disimulo, nos vigilan y controlan. Y hemos descubierto que los «sectores esenciales» urbanos, en gran parte, están en manos de mujeres, la mayoría con sueldos y condiciones de trabajo precarias y con un componente relevante de mujeres racializadas, muchas veces sin papeles. 

El predominio de las mujeres entre el personal sanitario es clamoroso, sobre todo en las categorías inferiores. Feminizado está también el sector de limpieza (que espectacular ver a las mujeres que limpian las tribunas del Parlamento donde la mayoría de los que hablan son hombres). Mujeres son también las cajeras de supermercado, las reponedoras, las farmacéuticas y sus empleadas, muchas de las que están en los quioscos de prensa, las cuidadoras de ancianos y ancianas en las residencias, el servicio doméstico, la prostitución, etc. Otros sectores, en honor a la verdad, están en manos de hombres como es el caso del transporte y del sector primario.

¿Todo esto quiere decir que el patriarcado se derrumba? ¿Qué habrá un reconocimiento específico a estas mujeres mal pagadas y normalmente invisibilizadas, más allá de los aplausos de las 20 h.? No lo creo. Ojalá me equivoque.

La preeminencia universalmente reconocida a los hombres se afirma en la objetividad de las estructuras sociales y de las actividades productivas y reproductivas, esas estructuras de dominación son producto de un trabajo histórico de reproducción al que contribuyen unos agentes singulares (entre ellos los hombres, con unas armas como la violencia física y la violencia simbólica) y unas instituciones entre las que la familia y el Estado ocupan un lugar preeminente.

Para quien quiera (o pueda) ver, la división sexual del trabajo de producción y de reproducción, biológico y social,  confiere al hombre la mejor parte y la pandemia lo visibiliza. Pero a la vez, las dominadas aplican a las relaciones de dominación unas categorías construidas desde el punto de vista de los dominadores, haciéndolas aparecer como «naturales». De esta manera nos volvemos a meter en la «pecera» y las dificultades para ver lo que tenemos delante, como decía Orwell, son enormes y desvelan los problemas con que cuenta la rebelión contra los dominadores.

¿Esto quiere decir que esta rebelión es imposible? No, pero no resulta nada fácil que  las dominadas dejen de adoptar el punto de vista de los dominadores. Entre otras cuestiones hay que poner la mirada en desarticular el mantra de los dominadores de  reconocer como universal su manera de ser particular. Las normas con que se valora a las mujeres no tienen nada de universales, avanzaremos en la medida en que no colaboremos en su aplicación. La pandemia nos da una oportunidad para «ver» lo que tenemos delante, asumir los riesgos de que nos acusen de que justificamos el orden establecido e intentar desvelar las propiedades  por las cuales las dominadas y dominados (mujeres, clases trabajadoras, racializadas/os, ancianas/os etc.), tal y como la dominación los ha tejido, contribuyen a su propia dominación.

Para desmantelar esa contribución a la propia dominación, repaso algunos de los aspectos que veo delante de mí, a riesgo de dejarme otros muchos porque soy consciente de que reflexiono desde la «pecera» intentando ver más allá de sus paredes.

Me parece que como personas debemos prestar atención al nuevo totalitarismo que el COVID.19 está acelerando pero no ha creado, ya estaba en marcha. Y en esa línea, para resistir hay que enfrentarse a la tecnología que facilita llegar a la monitarización global), la tecnología puesta al servicio de las personas (si existe) ha de prestar un servicio previo de contrarrestar todos los pasos ya dados, y por llegar, en esa dirección.

Otro campo de acción está relacionado con cómo combatir el miedo y otras reacciones emocionales que van a agitar los gobiernos para la aceptación de la  monitarización global o similar. El miedo apabulla, abruma y paraliza, es un buen método para el control. Nos han preparado  para ver «enemigos» en otras naciones, en otras personas (migrantes, racializadas, etc.), en otras sexualidades, en las personas pobres, en las OTRAS en definitiva. Cuando el «enemigo» es un virus tendemos a reaccionar con esos mismos parámetros.

Tenemos que transformar el miedo en deseo de resistencia y para ello deberíamos encontrar y construir recursos de acción desde lo que tenemos a nuestro alrededor y contando con nuestras realidades cotidianas. Estos recursos de acción solo pueden ser expresión de un deseo vital para responder al desafío de esta época, algo que  surja de los cuerpos, mejor diría de las vísceras.

Desde mi parecer no deberíamos centrarlo en un futuro hipotético, en un «mundo nuevo» en el que el neoliberalismo, el capitalismo o el patriarcado se derrumben, algo que me parece improbable. Me parece mejor opción partir de lo que tenemos, del presente y no de un supuesto futuro emancipatorio, desechar las máquinas de esperanza en el futuro que tantas distopias nos han proporcionado y centrarnos en responder desde los deseos vitales, desde los cuerpos a los  desafíos actuales.

No parece una propuesta muy esperanzadora pero como feminista y anarquista es la que me resulta más atractiva para vincular mi compromiso a la lucha contra las sociedades de control, o «nuevo totalitarismo», que veo fuera de mi «pecera».

Laura Vicente

12 comentarios:

  1. Es verdad que dicen que estamos en guerra, pero no es verdad, en una guerra se matan los dos bandos, aquí no estamos en guerra estamos en una catástrofe, donde debería primar la solidaridad entre todos los de un lado, ayunándose unos a otros -todos-, mientras que esto no se entienda, los interesados en la guerra y sus mandos controlarán y ordenarán al personal como si fueran marionetas, es un modo de control, luego la tecnología hará el resto.
    Me gustaría pensar que de aquí saldremos mejores; pero no, van a seguir estrujando al sistema y nos van a joder un poco más, no creo que esto sea una cosa de hombres contra mujeres, es una cosa de humanidad contra humanidad.

    Un abrazo.

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    1. Yo no estoy de acuerdo con que sea una guerra, por eso la he entrecomillado la palabra. Pero es un lenguaje militarista y los militares han salido en las ruedas de prensa, a la calle...

      Tampoco he planteado que sea algo de hombres contra mujeres, he planteado que como en cualquier aspecto de la realidad, las mujeres lo sufren de una forma específica. Igual que las clases trabajadoras lo sufren de otra manera que las clases pudientes o la población negra (la mayoría de los casos de Covid.19 en N. York) respecto a la blanca. Tras el genérico humanidad siempre se ocultan estas diferencias que son muy relevantes.

      Un abrazo.

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  2. Totalmente de acuerdo. Y el capitalismo no se derrumbará, se modificará, seguro.

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    1. Esta demostrando una capacidad de adaptabilidad impresionante. Todo para llevarnos al colapso.

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  3. Estoy de acuerdo en que el sistema capitalista neoliberal que hoy manda en el mundo no se derrumbará pero creo, como Laura insinúa, que puede ser el momento de un ejercicio de resistencia individual contra el miedo inducido. Porque el miedo es lo que van a utilizar para aumentar el control sobre nosotros y asfixiar nuestra libertad individual, esa que es la más difícil de eliminar.

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    1. Estoy de acuerdo Gemma, resistencia individual y colectiva, si no lo hacemos nos las van a meter dobladas.

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  4. Vamos hacia un nuevo mundo en el que las relaciones personales van a cambiar y en el que los viejos patrones de conducta han llegado a su caducidad. Pero tiene que primar la libertad frente al miedo.

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    1. Es verdad que desde hace tiempo estamos en un proceso de cambio de las formas de dominación y de la manera de entender la vida y el mundo, el Covid.19 puede acelerar mucho este proceso. Estoy contigo en que la libertad es clave en ese proceso de transformación que se nos viene encima.

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  5. Todos y todas, y cada uno y cada una, estamos, de alguna manera en peceras similares, yo diría que en la misma pecera, pero siendo peces con diferencias personales por diversas razones naturales, familiares, sociales y circunstanciales... Todos y todas, cada uno y cada una, vemos las cosas como somos y, tal vez, no tanto como son, y según sea el color del cristal (no tanto ocular como mental) con que miramos (Campoamor mediante) ... Por eso son tan difíciles los análisis y las conclusiones sobre casi todos los temas que nos atañen... Las conclusiones a las que llegamos siempre dependen de nuestra manera de interrogar a la realidad que se expone ante nuestros sentidos.

    Tratas en este texto las vicisitudes que han de afrontar las mujeres en esta coyuntura que atravesamos, que no son nuevas, pero que sí se acentúan por los requisitos de confinamiento que se nos exigen (los recursos habitacionales y de subsistencia deberían estar previstos y bien dotados, con gestión eficaz e inmediata de urgencias) ... He de decirte que, dejando a un lado las múltiples variables que podrían ponderarse, en lo sustancial estoy totalmente de acuerdo contigo...

    No las citas en el texto, pero creo que las religiones son las que más han contribuido a la alienación (cartas de Pablo de Tarso mediantes) de la mujer en esta sociedad y en todas las sociedades y siempre en nombre de la tradición y de mandatos divinos redactados por humanos (siempre o casi siempre hombres) Un machocentrismo, más integrista que el androcentrismo, que le niega a la mujer derechos por sexo o género que le tendrían que ser propios en igualdad de condiciones con los hombres por el mero hecho de ser persona... AMBOS PERSONAS EN IGUALDAD Y CON LOS MISMOS DERECHOS A LA HORA DE CONSENSUAR DE MUTUO ACUERDO, CON PLENA LIBERTAD Y CON IGUALDAD DE RANGO SOCIAL, LAS COSAS DE LA VIDA Y DE LA CONVIVENCIA... Perdóname si meto la pata, por ser tan temerario de meterme a opinar tan ampliamente de un tema que no domino más allá de mi personal opinión...

    Dejando a un lado el lenguaje castrense, yo sí creo que esto es una guerra, sobre todo geopolítica con marcados tintes de hegemonía económica... Como bien dices, luchamos contra un enemigo que no vemos, lo cual hace a esta "guerra" más peligrosa incluso que la de guerrillas... Pero ese enemigo invisible para nosotros, tiene un origen visible y cierto que no nos están contando... debe ser verdad que "en todas las guerras la primera víctima es la verdad"... y esta no va a generar la excepción que confirme la regla por lo que estamos viendo... yo no me creo la historia del murciélago y el pangolín... y tengo dudas razonables y ponderables acerca de la coyuntura pandémica, de la oportunidad pandémica, de la gestión pandémica (a nivel internacional) y, de alguna manera, también de sus fines... pero no quiero desviarme del tema del feminismo...

    Permíteme un apunte disonante: Creo que, dentro del movimiento feminista, algunas veces y algunos grupos que se integran en él, han errado y yerran al plantear sus reivindicaciones generalizando y como si fuera una contienda contra el género masculino... Creo que lo que tienen que reivindicar es la igualdad plena por derecho (en este país constitucional y fundamental), es un derecho humano inalienable, y como tal tiene que estar garantizado por encima de la voluntad o falta de ella de los hombres y, en términos absolutos, de los dioses...

    Laura, he escrito mucho y no lo voy a releer, si he metido la pata más o menos, o incluso hasta el corvejón, perdóname...

    Abrazo

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    1. Siempre agradezco mucho tus comentarios. Y es así porque parten de la lectura atenta del texto y tu opinión sobre dicha lectura, así que lo de meter la pata está fuera de lugar puesto que es tu opinión, como lo ves y lo vives tú.

      En tu respuesta hay aspectos en los que coincidimos y otros en los que te tenemos visiones diferentes. Dos apuntes:

      Los feminismos del siglo XXI van más lejos de la igualdad de derechos (aunque esta es importante como base) puesto que se están planteando temas como las identidades sexuales, la inexistencia del género, y otros aspectos que pueden tener largo recorrido.
      Y segundo, es mejor hablar de feminismos en plural, no hay UN movimiento feminista, hay muchas corrientes con grandes diferencias pero que, por ahora, son lo suficientemente inteligentes como para encontrar momentos de unión y confluencia como el 8 de Marzo y otras movilizaciones de este tipo. El feminismo con el que me identifico no plantea la lucha contra el hombre,el cambio debe ser conjunto o no será. Eso sí, el hombre va retrasado, ha vivido muy cómodo en su masculinidad privilegiada. Tiene que empezar a cuestionarla, tiene que empezar a andar y ponerse a la par con las mujeres.

      Un abrazo!!

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    2. Te agradezco esos dos apuntes, porque me ayudan a configurar mi esquema mental a comprender mejor el marco conceptual que se defiende desde esos feminismos, el primero ya lo ponderaba yo en mi fuero interno, pero no sabía como expresarlo ni qué dimensión darle, ahora creo que lo comprendo mejor.

      El segundo apunte me ayuda a comprender los matices de esos feminismos y qué colaboración o aportación demanda de los hombres...

      Gracias.

      Abrazo

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    3. A veces creo que falta interrelación y comunicación feminista entre hombres y mujeres, a veces no es fácil, algunas mujeres se han cansado de hacer pedagogía ante el desinterés de muchos hombres (por aquí no vamos bien).

      Abrazos.

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