jueves, 13 de diciembre de 2018

FERRER, ASCASO, DURRUTI… Y LAS MUJERES (NOVIEMBRE DE 2018)



Reproduzco mi intervención en el acto:

Estos tres hombres por todos/as conocidos se han convertido en el símbolo de la famosa cita de Proudhon, Destruam et edificaba. Destruir y edificar, una síntesis que evita que la destrucción se convierta en simple terrorismo y el edificar en construir sin un criterio de emancipación.
Por eso este año nos volvemos a reunir aquí convocadas por una admirable mujer, Antonina Rodrigo, para recordar a tres hombres cuyas muertes violentas simbolizan su lucha:
--Francesc Ferrer y Guardia. Una persona consciente de que en el anarquismo es primordial el compromiso ético, es decir, que no se pueden alcanzar unos objetivos acordes con los valores anarquistas tomando unos caminos que los contradigan. En resumen, que los fines nunca justifican los medios. Por la dimensión ética de la rebelión, que convierte la cultura y  la educación en  elementos fundamentales, fue ejecutado Ferrer y Guardia en 1909.
--La reacción de las clases populares contra el golpe de Estado de julio de 1936 llevó a Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti a actuar en su contra y a participar en la Revolución puesta en marcha el 19 de julio. Ascaso murió el día 20 durante el asalto al cuartel de Atarazanas en Barcelona. Las milicias, el “pueblo en armas”, asumieron la lucha contra el bando insurrecto y entre quienes murieron estuvo Durruti el 20 de noviembre de 1936 en Madrid.


Pero este 2018 vengo a hablar de mujeres que estuvieron junto a estos tres hombres como compañeras de vida o que compartieron ideales, proyectos y organizaciones. La coincidencia de que los tres se unieran a mujeres francesas tan solo nos habla de la agitada vida de exilio y expatriación que sufrieron por su activismo.
--Con Ferrer y Guardia, Teresa Sanmartí, su primera pareja; la maestra librepensadora Leopoldine Bonnard; Ernestina Meunier, que le dejó una importante fortuna con la que financió diversos proyectos; y Soledad Villafranca, una mujer que se movió en los ambientes del republicanismo y del anarquismo y que fue su última pareja.
--Con Durruti, Emilienne Morin, hija de Stephen Morin, militante anarco-sindicalista. Emilienne militó en las Juventudes Sindicalistas del Sena en París y, en 1924, se casó con el anarquista Mario Cascari, del que se divorció dos o tres años después. En 1927 conoció a Buenaventura Durruti en la Librería Internacional Anarquista de París, siendo su compañera hasta su muerte.
--Con Ascaso, la anarquista francesa Berthe Faber, pareja primero del también anarquista Severin Férandel con quien llevó la mencionada Librería Internacional Anarquista de París. Después de la marcha hacia México de Férandel, se unió, también en 1927, con Ascaso hasta su muerte.
Ninguna de estas mujeres se conformó con cumplir con el papel que el discurso de género les destinaba como madres y esposas en el espacio doméstico y fueron compañeras que compartieron vida e ideas anarquistas con ellos, especialmente Emilienne Morin y Berthe Faber, involucradas ambas en el proceso revolucionario que se inició en 1936.
En la revista MMLL, Durruti estuvo muy presente puesto que, en los diez números posteriores al inicio de la guerra, hay seis  textos dedicados a su recuerdo, dos de ellos, poemas. De su compañera Emilienne Morin hay dos cartas enviadas a la revista,  la primera poco después de su muerte y la segunda publicada en mayo de 1938 (nº 12). En ella afirmó lo siguiente:
Queridas compañeras:
Sigo con inmenso interés vuestro grandioso esfuerzo para hacer de MUJERES LIBRES una de las revistas femeninas más hermosas del mundo (…)
Yo no he sido nunca feminista, el sentido que las sufragistas le han dado a la palabra; pero vuestro movimiento es verdaderamente del puro feminismo, social y humano, del que tiende a cultivar en la mujer todas sus cualidades intelectuales y morales con frecuencia ignoradas por las mujeres mismas. La mayor virtud femenina es la sensibilidad, y esta virtud (…) puede servir a las mujeres modernas y libres para convertir a nuestras hermanas, esclavas de sus propios prejuicios, en seres sanos (…), con el valor de mirar la vida cara a cara y no a la sombra masculina.
En las filas de Mujeres Libres (revista y organización) encontramos mujeres pacifistas en un contexto difícil como fue la guerra civil. Es el caso de Amparo Poch y Gascón, de la que estamos conmemorando el 50 aniversario de su muerte este 2018. Poch fue presidenta de la Liga Española de Refractarios a la Guerra, pese a que no dudo en alinearse en el bando  antifascista, afirmaba lo siguiente en 1937:
Apresurémonos a hacer una declaración: Nuestra conciencia rechaza de plano la guerra; nuestro corazón no puede admitir la violencia como razonable y justa en ninguna ocasión. Ningún acontecimiento ha hecho vacilar nuestras convicciones refractarias a la guerra y seguimos creyendo que ninguna es noble, es justa, es buena porque todas tienen, aun las que en apariencia se hacen por móviles honrados, un verdadero motivo: el poder. El poder es, según las ocasiones, la conquista de un territorio, de un gobierno, la entronización de una familia, etc. etc. Y si se trata de guerrear por el ideal..., la imposición sobre el mayor número posible de individuos, de las normas de vida del grupo vencedor. He aquí la verdad.
Esta posición recuerda a la de otra mujer, Simone Weil, que llegó a Barcelona el 9 de agosto de 1936. Como escribió más tarde, lo único que la horrorizaba  más que la guerra era permanecer en la retaguardia. Así, sin renunciar al pacifismo, no pudo evitar tomar partido por el bando en el que el sector anarquista había puesto en marcha una revolución social. Se enroló en las milicias de la CNT y fue a Pina de Ebro donde se incorporó a un pequeño grupo internacional dentro de la columna Durruti. Esto le permitió conocer de primera mano las opiniones de los y las campesinas sobre las colectivizaciones.
De esta manera cerramos el círculo que hemos abierto con los hombres que hoy homenajeamos aquí y que cerramos con las mujeres que participaron en el mismo proyecto revolucionario inspirado por ideas sindicalistas, anarquistas, feministas, pacifistas y ecologistas.
Y que mejor manera de hacerlo, para acabar, que con un poema de una mujer, Lucía Sánchez Saornil, dedicado a un hombre: Buenaventura Durruti.
Se trata del “Romance de Durruti“, publicado en la revista MMLL en marzo de 1937 (nº 7). Un romance largo del que selecciono un fragmento:
¡Durruti es muerto, soldados.
Que nadie mengüe su obra!
Se buscan manos tendidas,
los odios se desmoronan,
y en las trincheras profundas
cuajan realidades hondas
porque a la faz de la muerte
los imposibles se agotan.
---Aquí está mi diestra, hermano.
calma tu sed en mi boca,
mezcla tu sangre a la mía
y tu aliento a mi voz ronca.
Parte conmigo tu pan
y tus lágrimas si lloras.
Durruti bajo la tierra
en esto espera su honra.
Rugen los pechos hermanos.
Las armas al aire chocan.
sobre las rudas cabezas
solo una enseña tremola.
Durruti es muerto. ¡Malhaya
aquel que mengüe su obra!


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