El ensayo
de JESSA CRISPIN, Por qué no soy feminista. Un manifiesto feminista, es breve pero arremete sin muchas contemplaciones contra aquellos
aspectos, del “ser feminista”, de los que abomina. En primer lugar somete a
examen el error de la universalidad del feminismo puesto que para que lo sea,
abandona el cuestionamiento de la sociedad, las relaciones y la vida, para
pasar a ser un método de empoderamiento y mejora personal. Para alcanzar el
universalismo y que todas las mujeres sean feministas se simplifica el mensaje
convirtiendo el feminismo en algo insustancial.
A Crispin
no le gusta el término empoderamiento, lo entiende como la capacidad para vivir
la vida que hemos escogido sin centrarnos en qué podría o debería ser esa vida.
El deseo de centrarse en el cambio personal es un síntoma de la incapacidad
para cambiar el mundo, muestra el sentimiento de impotencia del feminismo. Sin
embargo, me parece que Crispin desestima otro uso de empoderar
que tiene su origen en los movimientos por los derechos civiles que
buscaban empoderar a sus seguidores, es decir, conquistar
derechos y, con ellos, fuerza, poder para tomar sus propias decisiones y para
asumir el control de sus vidas. La palabra floreció cuando fue adoptada
por el movimiento feminista y con él se hacía
referencia al proceso por el cual las mujeres acceden al control de los
recursos, materiales y simbólicos, e incrementan su capacidad y protagonismo,
es decir, acceden a la autonomía personal. El empoderamiento tiene una doble
dimensión, individual y colectiva, e implica la transformación de las
estructuras y procesos que reproducen la posición subordinada de la mujer.
Crispin solo arremete contra la dimensión individual, que por otro lado es
necesaria para potenciar la colectiva.
La
autonomía y la independencia personal es entendida por la autora como ambición
para hacerse un huevo en el mundo de los hombres, si se lucha por la inclusión,
dice Crispin, lo único que se hace es unirse a las filas de los que están
incluidos y sacar provecho de ello. Para lograrlo hay que copiar la conducta de
los hombres y adoptar sus valores basados en el poder y el dinero. De esa
manera no se destruye el sistema sino que se entra en él y el resultado es un
mundo hipermasculinizado. Sin embargo, la autonomía personal se puede entender
en clave de emancipación interna, imprescindible para destruir el sistema.
Es
muy crítica con la creencia en unas cualidades innatas de la mujer que
potencian la idea de que se puede desechar al género masculino por completo.
Nada más fácil, dice la autora, que identificarse con un grupo (“mujeres”) y
rechazar o descalificar a su opuesto. De esa actitud puede resultar un odio al
género masculino que le resulta muy inquietante porque indica la incapacidad de
las mujeres de sentirse valiosas sin menospreciar el valor de los hombres. La
superioridad por otro lado deshumaniza a los hombres y ese planteamiento
combinado con el victimismo puede ser muy peligroso. La mentalidad de víctima
es un escudo para no analizar nuestras propias acciones y comprobar su
contenido defectuoso en muchos aspectos. Del odio surge la venganza, algo
tremendamente negativo para la causa del feminismo. Para Crispin, la
demonización de los hombres blancos heterosexuales sigue el mismo patrón de
odio y prejuicio que alimenta la misoginia, el racismo y la homofobia.
La
autora llama a no caer en esa trampa del odio al hombre y plantea la
emancipación del ser humano como clave de la emancipación femenina que solo
rompiendo con el sistema patriarcal, de clase, racista y hetero normativo, las
mujeres centraran sus objetivos en aquello que de verdad puede cambiar el
mundo.
Quizás
un error del planteamiento de Crispin es hablar de ser feminista en singular,
aunque reconoce que hay feministas con planteamientos diferentes, sus críticas
parece que se centran en una manera de ser feminista muy generalizada, algo que
me parece dudoso que exista en la actualidad.
El
libro se lee rápido y remueve algunas cuestiones que es importante cuestionar,
desde ese punto de vista resulta útil su lectura.
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