miércoles, 23 de marzo de 2016

JUSTOS, SALVADORES Y PARTISANOS. TIMOTHY SNYDER: Tierra negra. El Holocausto como historia y advertencia.


Cuando hice la reseña  sobre este libro ya señalé, que para no alargarla en exceso, los tres últimos capítulos los dejaba para una segunda parte. Estos capítulos sintetizan las acciones y actitudes de enfrentamiento al nazismo y de auxilio a las víctimas. Me interesaba conocer quienes fueron capaces de separarse de la masa y, aun a costa de arriesgar la propia vida y la de sus familias o vecinos, ayudar a los perseguidos/as, especialmente a la población judía.

Decía H. Arendt en Eichmann en Jerusalén que tan solo los seres “excepcionales” podían reaccionar “normalmente”, es decir, desde criterios morales y que la abrumadora mayoría del pueblo alemán creía en Hitler (…). Contra esta ciclópea mayoría se alzaban unos cuantos individuos aislados que eran plenamente conscientes de la catástrofe nacional y moral a que su país se dirigía. Los pocos justos fueron muy pocos confirma Timothy Snyderm, en Alemania y en la Europa oriental.

LOS POCOS JUSTOS
Joseph Roth en 1939 señalaba que la indiferencia resulta brutal cuando se enfrenta a lo humano:
(…) los indiferentes siempre han contribuido a que el mal triunfe. Si el humanitarismo se percibe como excepcional, ello significa que la inhumanidad es lo acostumbrado. Lo natural se convierte sin más en sobrenatural. (…) Nada es tan brutal como la indiferencia frente a lo que ocurre en el terreno de lo humano
Amparados en esa indiferencia, la mayoría de los judíos casi siempre fueron rechazados en su huida y morían. Las pocas personas que los ayudaban  lo hicieron porque eran capaces de imaginar cuán distintas podían ser sus propias vidas. El riesgo al que se exponían quienes ayudaban a los judíos lo compensaban con la visión del amor, del matrimonio, de los hijos, de soportar la guerra hasta que llegase la paz. Incluso el deseo sexual y el matrimonio era una posibilidad. El amor por los niños/as, ser una ayuda en una granja, podían ser otras posibilidades.


En la mayor parte de los casos que se socorría a los judíos, no había por medio ninguna institución, ni siquiera una privada como la granja, la casa, una familia o una relación amorosa. ¿Qué ocurría cuando no había ninguna motivación humana, ni ningún vínculo entre el acto individual de rescate y el universo en que tenía lugar, ni ninguna perspectiva de que el judío pudiese complementar el futuro del resto? ¿Quién acudía en su auxilio? Casi nadie.

Snyder analiza los motivos de los pocos justos y concluye que podían estar relacionados con algún elemento presente en el primer encuentro. Los judíos podían sobrevivir si se abstraían de su propio sufrimiento y eran capaces de observar el encuentro desde la perspectiva del otro. Las motivaciones eran diversas: sentirse obligado a ayudar a quien lo necesitaba, rebeldes de nacimiento,  o la firmeza en construir un lugar en el planeta que fuera seguro para los perseguidos. Integridad desinteresada, sentido de la humanidad, hospitalidad, amabilidad, comportamiento “normal”, bondad… Snyder analiza todas las posibilidades y afirma lo difícil que resulta conocer dichas motivaciones porque, en general, los que ayudaron no lo explican y si lo hacen es con modestia. Solían ser personas, señala Snyder, que en tiempos de paz solían tomarse las normas éticas y sociales quizás demasiado al pie de la letra. Eran, además, personas que se conocían a sí mismas.

Con querer ayudar no bastaba debido a que las presiones existentes, el riesgo y la duración de la ayuda podían ser excepcionales.
Era un época en la que ser bueno significaba no solo evitar el mal, sino actuar con total convicción por el bien de un desconocido, en un planeta en el que el infierno, no el cielo, era la recompensa a la bondad (353).
Resultaría consolador creer que las personas que provocaron la muerte de los judíos se comportaban de forma irracional, pero, de hecho, lo que a menudo hacían era adscribirse a la racionalidad económica estándar. Los pocos justos se comportaban de un modo que la norma, basada en cálculos económicos de bienestar personal, concebiría como irracional.

LOS SALVADORES GRISES
Como ya sabemos, en los lugares donde el Holocausto tuvo lugar, los Estados habían sido aniquilados, las leyes abolidas y la previsibilidad de la vida diaria destrozada. En este panorama grotesco los judíos debieron asumir toda la responsabilidad de sus propias vidas; actuaron de forma extraordinaria en unas circunstancias que escapaban a su entendimiento. Tuvieron que luchar contra la inercia colectiva, abandonar a sus familias y seres queridos y enfrentarse a lo desconocido. (…) no había nada que pudiera servir de preparación para lo que se inició en 1941 (286).
Los salvadores grises fueron personas que proporcionaban “papeles” a los perseguidos/as. Para personas que habían quedado desprotegidas completamente por la aniquilación del Estado, disponer de documentos, aunque fueran falsos, podía suponer la vida. Parece paradójico pero Snyder constata la  existencia de mujeres judías del este que fueron a Alemania ocultando ser judías con documentos falsos y salvaron la vida. En este sentido los diplomáticos, por poder dar “papeles”, salvaron  a muchos judíos, un ejemplo fue el cónsul español de Burdeos, Eduardo Propper de Callejón.









Irena Sendlerowa tiene una calle dedicada en Varsovia por su ayuda a niños y niñas judías.

PARTISANOS DE DIOS Y DE LOS HOMBRES
Respecto a quienes ofrecieron resistencia, partisanos de los hombres, Snyder describe los dos grupos que opusieron resistencia a los alemanes tras las líneas del frente oriental: el Ejército Nacional polaco y los partisanos soviéticos. Ambos luchaban contra los alemanes y ambos aspiraban a controlar las mismas tierras del este tras la guerra, tierras que eran la patria universal de los judíos.
Estos partisanos de los hombres salvaron a algunos judíos o los incorporaron a sus filas si les convino, pero tendieron a negar el especial sufrimiento de los judíos. Stalin explico a sus aliados que trataría los territorios adquiridos al aliarse con Alemania como si siempre hubieran sido soviéticos. Las fuerzas soviéticas cuando entraron en esas tierras llevaban amnesia entre su munición: la anterior ocupación de 1939 debía olvidarse y considerarse su llegada en 1944 como liberación del fascismo. En cambio el Ejército polaco que nunca había combatido al lado de Alemania, fue considerado por los soviéticos como fascista y muchos de sus oficiales ejecutados.
La propaganda soviética y polaca negó el  sufrimiento de los judíos y retrató sus asesinatos como parte del martirio generalizado de la pacífica ciudadanía soviética o polaca. Todo ello buscaba justificar entre otras cosas la apropiación de propiedades judías. El gobierno de estilo soviético en Polonia, al igual que en los demás lugares, requería el monopolio de la virtud, así como el control del pasado.
Respecto a los partisanos de dios, la ayuda de las iglesias a los judíos fue nula entre las iglesias que habían disfrutado de una relación estrecha con el Estado antes de la guerra y/o eran mayoritarias. Los cristianos que se compadecieron de los judíos fueron excepciones dentro de la catástrofe moral de la cristiandad durante el Holocausto.

Un balance tan escueto de las ayudas recibidas por los judíos debería hacernos pensar sobre los intereses políticos que saltan por encima de lo puramente ético, la indiferencia ante lo humano, los comportamientos colectivos manipulados con destreza por el poder y tantas otras cuestiones que siguen en juego cuando se trata ayudar a las personas indefensas que sufren persecución. Naturalmente pienso en los miles de personas refugiadas que llegan a Europa desde Siria.

2 comentarios:


  1. Sí... todo lo ocurrido y lo que sigue ocurriendo nos debería hacer sentir, pensar/reflexionar... y denunciar/actuar... infinitamente más!

    Besos!!!

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