sábado, 4 de octubre de 2014

FEMINISMOS EN EL SIGLO XIX (I)

En la década de los años ochenta del siglo XIX se produjo en Cataluña un incremento espectacular de las publicaciones de revistas de mujeres como no se había conocido en todo el siglo. De todas las revistas publicadas en estos años (sólo entre 1880 y 1885 se publicaron dieciocho nuevas revistas), las que analizaban la condición de la mujer eran una minoría, pero todas ellas estaban relacionadas con el llamado feminismo liberal. No por ello se puede afirmar que este feminismo naciera por estas fechas puesto que había una línea de continuidad desde el siglo XVIII, cuando las mujeres toman parte en el enfrentamiento con la tradición que incluía una serie de prejuicios que fundamentaban la discriminación de la mujer.
Aun cuando se produjeron formulaciones igualitarias desde finales del siglo XVIII con una “radicalización”, en clave universalista, del ideario ilustrado y liberal, se fueron configurando las diversas formas de subordinación y de exclusión de las mujeres de la igualdad y de la ciudadanía, existentes en los iniciales constitucionalismos, y en su base contractualista roussoniana. Los primeros feminismos se fueron desarrollando desde el siglo XIX a partir de la demanda de extensión a las mujeres de los mismos principios ilustrados de libertad, igualdad y razón; y por tanto, a partir de la democratización de estos principios.


La línea de pensamiento que arrancó en el siglo XVIII configuró una primera generación de mujeres que, en el caso de la tradición vinculada al laicismo,  al republicanismo y al obrerismo, arrancó de las mujeres vinculadas a los primeros grupos fourieristas y socialistas de mediados de siglo y de figuras como Margarita Pérez de Celis y Josefa Zapata en torno a las revistas El Pensil Gaditano, y El Pensil de Iberia. Paralelamente se desarrolló también en esa primera generación de mujeres el feminismo de tradición liberal, vinculado a las literatas del llamado canon isabelino. La segunda generación que apareció en los años ochenta y noventa del siglo XIX, consolidó y estructuró los feminismos aparecidos a mediados del siglo XIX.
El feminismo liberal empezó a consolidarse en un contexto en el que se produjo un cambio de circunstancias históricas en Europa entre los años de la I Internacional y la Comuna y los avances democráticos y el reformismo social de los años 80. En este contexto, el pensamiento liberal se encontraba en un punto de inflexión cuando, tras ser movimiento y progreso, encontró sus límites al verse atenazado entre la reivindicación elitista, que parecía negar la igualdad, y la exigencia democrática, que podía perjudicar la libertad.

Margarita Pérez de Celis

Como consecuencia de este nuevo contexto histórico europeo se produjo un relevante hecho de carácter político: la extensión del derecho al voto a los varones en toda Europa. La democracia política debía llevar necesariamente al reformismo social por parte de los gobiernos para tratar de satisfacer las demandas de un proletariado miserable. Estos cambios provocaron en España algunas modificaciones en el sistema de la Restauración como consecuencia de un cambio apreciable en el pensamiento de Cánovas, que manifestó la total insuficiencia de la religión en la resolución del problema social y defendió la necesidad de la intervención del estado, dando alguna muestra práctica de ello en la presidencia de la Comisión de Reformas Sociales y en la elaboración de algunos proyectos de ley que no llegaron a ser aprobados.
Cánovas, de todas maneras, estaba más preocupado por dar estabilidad al sistema liberal, ya que durante los primeros años de la Restauración el partido de Sagasta abogó por una reforma de la recién nacida Constitución de 1876. El hecho fundamental que dio estabilidad al sistema canovista fue la llamada al poder del partido de Sagasta, en 1881,  ya que supuso la integración en la monarquía de los principales grupos políticos existentes y, concretamente, de quienes habían participado activamente en la revolución de setiembre y, hasta entonces, sólo habían aceptado condicionalmente la Restauración.

Cánovas y Sagasta

La llegada de los liberales al poder en 1881 supuso el desarrollo en la calle, en la prensa o en la cátedra, de una libertad de expresión desconocida. Entre febrero y marzo de 1881 se anunció el nuevo clima público con el levantamiento de la suspensión que pesaba sobre algunos periódicos, con el sobreseimiento de las causas criminales incoadas por delitos de imprenta; con el reconocimiento explícito de la libertad de cátedra y el reintegro al servicio activo de los profesores separados, obligada o voluntariamente, de la enseñanza, con ocasión del famoso decreto de Orovio sobre textos y programas; y con la delimitación expresa entre los delitos de injuria o de calumnia y el derecho de criticar a los poderes responsables. La libertad de imprenta quedó también formalmente establecida por ley de 14 de julio de 1883.
Fue este clima de libertad de expresión, que se inauguró a partir de 1881, el que favoreció la proliferación de revistas femeninas y, en general, las posibilidades de consolidación de los feminismos como movimientos sociales surgidos en los mismos orígenes de la sociedad contemporánea. Los feminismos se conformaron como respuestas a la articulación, en esta sociedad, de una esfera pública y de unas formulaciones políticas que excluían a las mujeres de los derechos ciudadanos y del principio de igualdad, en torno a los cuales se estructuraba la nueva sociedad liberal.
La irreversible integración de los monárquicos liberales en torno a la constitución de 1876 llegó en las Cortes liberales de 1885-1890. La muerte de Alfonso XII logró la “autolimitación de los partidos en el uso del poder” que se compensaba con la beligerancia mutua, con la garantía del turno en la persona de los dos jefes establecidos: Cánovas y Sagasta. El primero consiguió el pacto, el segundo asentar su jefatura, y la Monarquía la estabilidad a cambio de respetar lo acordado y de no salir del círculo de acción establecido: de ser garante del turno. Otras dos reformas de alcance político, que se habían convertido en símbolos de la revolución de 1868, fueron el juicio por jurados (ley de 20 de mayo de 1888) y el establecimiento del sufragio universal masculino para mayores de 25 años (ley electoral de 9 de junio de 1890).
El restablecimiento del sufragio universal tendió puentes entre los artífices de la Restauración y los herederos del Sexenio y cerró definitivamente el ciclo de luchas entre las diversas familias de monárquicos constitucionales en torno a la naturaleza del sistema político: la izquierda monárquica renunció a restaurar la soberanía nacional.

La mayor parte de la Regencia de Mª Cristina fue, por tanto, una época de pacto político, de cambios acordados y rítmicos, de jefaturas estables y de funcionamiento del Gobierno y de la Oposición en una armonía desconocida hasta entonces.

4 comentarios:


  1. Años, tiempos de fraguar cambios...
    ...de la mano de un@s pioner@s... la avanzadilla...
    Sin aquell@s no hubieramos llegado a la situación presente... y aunque quede mucho por hacer,avanzar...

    Besos!!!!

    PD: Leyendo y aprendiendo...

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    1. Me encandilan las pioneras, siempre, desde niña. Siempre son para mi un referente.

      Y gracias, querida L.

      Besos!!

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  2. Interesante exposición histórica. Que me sabe a poco, ¿Habrá más?. Un beso.

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    1. Sí, una segunda parte el próximo sábado. En el futuro, quizás más :)

      Un beso!!

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