Viajé
a Bosnia en el verano de 2012, venía desde Croacia y encontré otro mundo.
Cuando llegué a Mostar lo primero que vi fue un gran cementerio, entre
edificios muy afectados por la guerra, en el que las tumbas correspondían a
musulmanes jóvenes muertos en 1993. Luego paseé por el
Kujundziluk, el barrio viejo,
repleto de pequeñas tiendas de recuerdos y artesanía. Visité la Mezquita Koski Mehmed Pasha y visité las casas Muslibegovica y Biscevica de la época otomana. De esa
época es también la Mezquita
Karadjoz-bey, con el minarete más alto de Hercegovina. Comí a la orilla del río Neretva, viendo
el puente que fue destruido durante la guerra y perfectamente reconstruido ya
en los años del segundo milenio (en 2005 fue declarado Patrimonio de la
Humanidad por la UNESCO).
Pese a que el casco
viejo es muy agradable, en Mostar se puede ver la parte más trágica de su
historia reciente, ya que por todos lados pueden verse señales de la guerra.
Casas derruidas, marcas de disparos en las paredes, las caras tristes de la
gente o el gran cementerio que he mencionado antes. La zona que representa
todo esto es el Bulevar, una
especie de línea divisoria donde los combates fueron más encarnizados.
En Sarajevo la
impresión fue muy similar a la que tuve en Mostar, pero ya estaba preparada
para lo que me esperaba. Sin más demora os dejo con la reseña y, justamente,
con una referencia a esta ciudad.
VELIBOR
COLIC, Los Bosnios.
SARAJEVO
En Marindvor, en el centro de Sarajevo,
se codeaban de forma más natural, y como de broma, Oriente y Occidente, el
siglo XXI y la edad Media. En un radio de unos quinientos metros, encontrábamos
una iglesia, la residencia del gobernador de Bosnia-Herzegovina, la Facultad de
Letras y el Holiday Inn, (…), y todo ello cerca de la Bascarsija, antiguo zoco
turco y lugar altamente turístico en tiempos felices. (…)
Hoy que Sarajevo agoniza en medio de
atroces tormentos (…) ya nadie emprende este itinerario que atravesaba el centro
(p. 78-79).
Esta
“novela” es una obra muy breve, tan solo 120 páginas, pero certera como un
estilete afilado. Su título tiene un evidente significado, entre quienes
estuvieron inmersos en la última guerra de los Balcanes, ellos, los bosnios,
fueron las principales víctimas.
Belibor
Colic nació en Modrica (Bosnia) en 1964. Alistado en el ejército bosnio,
desertó en mayo de 1992 y fue hecho prisionero. Logró huir y se refugió en
Francia donde vive en la actualidad. Su casa y sus manuscritos desaparecieron
quemados durante la guerra.
DOBOJ O “EL CAMPO DE LA MUERTE”
Durante toda la noche, el prisionero
Adnan H. había escuchado, tumbado sobre las losas de su celda, los gritos de
aquellos a quienes torturaban; llantos de hombres, amargos y cargados de
sentido, que habían abierto en su agotado cuerpo la última puerta del espanto,
por donde se había colado la muerte de sonrisa helada, transformando a Adnan H,
en un títere impotente
(p. 97).
MOSTAR
He
entrecomillado la palabra novela, al principio, porque me parece que Colic
estructura su obra con un formato que no es de novela, no es una narración
alrededor de unos personajes ficticios. La obra se compone de breves textos
sobre hombres (Musulmanes, Serbios, Croatas), ciudades y alambradas. La abre
con una oración y la concluye con un ¿Post
scriptum o Post mortem? Y así va desgranando, texto a texto, el cúmulo de
horrores de una guerra impensable que se hizo realidad.
EL ESTADIO DE SLAVONSKI BROD O “EL CAMPO
DE LA DERROTA Y LA VERGÜENZA”
Pese a ser verano, todo a nuestro
alrededor se teñía del gris de la vergüenza y de la derrota. Habíamos dejado
atrás nuestras ciudades destruidas, nuestras tumbas cavadas a toda prisa y, en
los lugares más insospechados, el miedo, la ignominia, la peste: habíamos dejado
atrás todo lo que hasta entonces había constituido nuestra vida. Abatidos, nos
poníamos en manos de los hombres de uniforme azul cielo para que decidieran
nuestro destino
(107).
MOSTAR
Una
guerra, que en la década de los noventa, pareció repetir las temidas
atrocidades de otra guerra anterior, incentivadas por las diferencias
nacionales asentadas en la religión.
Allí en nuestra tierra el furor sigue
desencadenándose, amigo mío. Aún dura el sangriento festín al que estábamos
convidados desde hace tiempo, parece ser. Declaramos la guerra a la otra
orilla, desenfundando de nuevo las espadas, los estandartes y las coronas.
Nuestros santos son más santos que los suyos, la chispa que brilla en nuestros
ojos es más luminosa. Tenemos más libros, más ángeles e incluso dos dioses (119).
Desde
que empiezas su lectura te va encogiendo el corazón, te va arrastrando por el
fango del horror, te va mostrando, sin posibilidad de mirar hacia otro lado, la
guerra, el asesinato en masa, la locura colectiva, el fanatismo, la tortura.
Tremendo testimonio.