sábado, 8 de febrero de 2014

LOS “PODERES” DE UNA MUJER DE CLASE ACOMODADA EN LA CATALUÑA DECIMONÓNICA y III

Las relaciones íntimas entre Rafaela Torrents y Víctor Balaguer.

La inauguración del ferrocarril en Vilanova (1881) fue un evento importante para esta ciudad pero también para Balaguer y Torrents. Hacía tan sólo seis meses que Balaguer era viudo y el encuentro con Rafaela no le dejó indiferente. Dentro de las celebraciones por este acontecimiento se celebró un baile organizado por el Círculo Villanovés en el que Balaguer pudo apreciar  la belleza de Rafaela con un traje de brocado y una espectacular diadema de brillantes.


Como señalan Davidoff y May, en cartas y diarios y en la fantasía de la ficción o de los poemas, se transparentaban las tensiones cotidianas. Torrents y Balaguer vivieron una compleja relación cuyos sentimientos y contradicciones se manifestaron en la amplia correspondencia que intercambiaron.
La lectura de las cartas de Rafaela, en función de su contenido y objetivos, permite valorar su actividad femenina, conocer el rol que desempeñaba en el seno de la familia así como su ámbito de influencia, no sólo en el hogar sino en la sociedad barcelonina. Las cartas eran el engranaje que movía la maquinaria de las relaciones sociales, reforzaba el contacto y establecía acuerdos a distancia. Las cartas que se intercambiaron recogían una amplia variedad de temas, desde el contenido frívolo y el eco de sociedad hasta la noticia política comprometedora. Las cartas describían el día a día de la vida cotidiana, ofrecían una visión de hábitos y pasatiempos, exponían pequeños problemas inmediatos (caseros, climáticos, afectivos etc.), proporcionaban noticias de los familiares, disturbios locales, chismorreos cortesanos, nombramientos de cargos públicos, etc.

Las mujeres tenían un papel muy importante para establecer y conservar las relaciones, los contactos y las oportunidades para hacer prosperar las carreras de los varones (Torrents, la de su hijo). Salvador Samà Torrents aspiró a sustituir a Balaguer en el distrito de Vilanova cuando éste fue nombrado senador vitalicio en diciembre de 1888. Su madre también escribió a Balaguer manifestándole que “a mi me gustaria mucho más que lo fuese por este distrito que por otro, no me queda duda que V lo hara prestándole su valiosa cooperación” Así mismo, Balaguer trabajó para que el hijo de Rafaela fuera nombrado Gentilhombre de Cámara, cargo que logró en 1889.

Veranear en la playa

La inauguración de uno de los proyectos importantes de Balaguer, la Biblioteca-Museo de Vilanova, en octubre de 1884,  estuvo en el origen de la excursión que hicieron Torrents y Balaguer con diversos amigos a las ruinas de Poblet. Esta excursión parece que dio un giro a su amistad por la honda impresión que causó en él, que la recordaba diciendo: “no he de olvidar fácilmente aquel viaje. Viviera mil años, y lo recordara aún”. Retrató esta expedición en su libro “Las ruinas de Poblet”, que empezaba con una magnífica dedicatoria a Rafaela, “discreta dama y (…) cariñosa amiga” en la que le rogaba que  le permitiera ponerla al frente de la obra y bajo su protección y auspicios.

A partir de las “emociones experimentadas” en Poblet, Balaguer mostró  interés en impresionar a Rafaela y, para ello, desplegó toda su habilidad  persuasiva a través de numerosas cartas en las que le transmitía, con “cariñosas frases” y “continuas y delicadas atenciones”, todo su afecto. Era él mucho más expresivo que ella en sus afectos y así se lo manifestó porque Rafaela se excusó diciendo que sus “escritos no son de mucho afectuosos como los de V mi carácter es algo seco ya lo habrá V conocido, espero me lo perdonará”.

La intimidad de las relaciones entre la pareja quedó refrendada por el deseo de Rafaela de comprar una casa en Madrid. A finales de 1886 Rafaela estuvo más de un mes en la capital y durante ese tiempo las relaciones entre ambos se intensificaron. Rafaela recordaba en otra carta las “delicadezas” para con ella, propias de su “verdadera amistad” y los agradables ratos pasados con él en su casa: “Desde mi regreso me hallo más animada veo el orizonte (sic) mucho mayor y mi pensamiento lo absorbe, el Real, la castellana y demás paseos puntos de reunión. ¡Que pensará U. de mi, que al fin soy mujer con el corazón joven!”.

Para adquirir la casa en Madrid, Rafaela pensó en poner a la venta cuarenta acciones que tenía de la Compañía Transatlántica, pero se encontró con un grave problema para poderlas vender, puesto que no tenían cotización libre por sus peculiares características. El “vivísimo deseo” de tener casa en la Corte forzaron a Rafaela a recurrir a la mediación de Balaguer en 1887. Pero éste pronto se dio cuenta que debía tomar la dolorosa decisión de darle una cariñosa, pero clara, respuesta negativa a la marquesa ya que, aunque su corazón “que todavía es joven”  deseaba complacerla, no podía hacerlo “atendiendo a los intereses del país”.

Casa de Santa Teresa, casa de Víctor Balaguer en Vilanova

Abandonado el proyecto de montar casa en la Corte, Rafaela centró gran parte de sus esfuerzos en conseguir un título nobiliario propio. Ella misma explicó a Balaguer sus méritos: el apoyo incondicional a D. Alfonso desde que fue restaurado en el trono en 1874, los obsequios al gobierno, a la familia real y al propio Ayuntamiento de la ciudad condal. Un merecimiento aparte fue el haber edificado un colegio en Vilanova, ya que si bien tenía un legado (el que donó Salvador Samà), no le había alcanzado, según sus propias palabras, salvo para la mitad de su coste, aportando ella más de veinte y cinco mil duros.

Balaguer, quizás para compensar su negativa en el tema de las acciones de Transatlántica, enseguida le mostró su apoyo incondicional en esta empresa y le manifestó, respecto al título, que sería “el que V quiera y como quiera. Escoja V el título, y el que V elija, aquel será”. Rafaela se dedicó a preparar veladas literarias y bailes a ministros y a miembros de la familia real, mientras Balaguer hacía las gestiones pertinentes para su obtención. La celebración de la Exposición de 1888 en Barcelona fue un marco idóneo para que Rafaela desplegara sus encantos debido a la presencia constante de miembros del gobierno y de la familia real. La burguesía barcelonesa utilizó la exposición para hacer gala de una ostentación de lujo y elegancia que quedaba refrendada por la posesión de un título. Rafaela no era una excepción y, finalmente, en enero de 1889 obtuvo el título de Marquesa de Villanueva.
Aunque la mayoría de las mujeres estaban confinadas a la esfera privada, en las clases elevadas se producía, por tanto, una transición hacia entornos públicos, producto de la formación intelectual o de las actividades que ciertas mujeres tuvieron la oportunidad de acometer.

Víctor Balaguer

La amistad entre ambos se fue haciendo cada vez más íntima y hacia 1888-1889 pareció posible el  matrimonio entre ambos ya que los rumores respecto a dicha posibilidad eran constantes.  Las dudas de Balaguer también eran numerosas tal y como demuestra en una carta, que no envió a Rafaela, y en la que describía lo ocurrido en una comida en casa de Sagasta. En esa reunión, una persona “de confianza” como Evarist Arnús se ofreció como mediador para “concertar resueltamente mi boda con una señora, que no nombró, pero de la que hizo grandes elogios”, ofreciéndose él a mediar delante de la señora en Barcelona, y Sagasta a ser el padrino de boda. Balaguer le decía en esta carta no enviada que ir a Barcelona era aceptar la mediación de Arnús: “… y confesar lo que no existe, era dar lugar a murmuraciones por mi parte y algo que podía interpretarse en mi como deseo de comprometer a una señora por quien siento gran veneración y respeto y profundísimo cariño”.

Balaguer le escribió a Torrents una carta “pidiéndole si le interesaba a V mi presencia en Barcelona”, el telegrama de respuesta no llegó y Balaguer lo interpreto como “que su propio corazón le dijo que yo no debía ir”. Los rumores de boda entre ambos llegaron a la prensa y Rafaela le escribió a Balaguer que se enteró que le “daban Esposo” por la prensa y que decían que su divisa era “un Deu un Rey y un homa”. Le dice a Balaguer que había decidido no contestar para evitar “tratos con ellos que son la peste del universo”. En relación a la noticia Rafaela añadía:

“Crea V mi buen amigo que la felicidad existe. En este mundo de continua lucha de variados matises (sic), recuerdo dije a V que no me conocía lo bastante y que sería siempre la misma, he sufrido mucho más de lo que V puede imaginarse ni nadie, quizas algun dia tenga valor para contarselo”[1].

Esta respuesta tan misteriosa dio por cerrado el tema y, aunque Torrents y Balaguer continuaron compartiendo muchos planes, nunca se volvió a plantear el matrimonio entre ellos. Sin embargo su relación continuó siendo estrecha, hasta el matrimonio de ella con el empresario Andreu Sard en 1897, y poco tiempo después (1891), Balaguer favoreció a la Marquesa regalándole el monasterio de Fres de Val, en Burgos. Parece ser que la primera idea de ella fue trasladarlo a su finca del Tibidabo, pero finalmente decidió restaurarlo en su lugar de origen. Salvador Samà, hijo de la Marquesa, quedó sorprendido por “lo rumboso que ha estado V conmigo regalandome aquellas ruinas”, tal y como ella le explicaba en una carta. La idea de ambos era consolidar las ruinas y levantar algunas espaciosas celdas que sirvieran de albergue y centro de reunión de amigos, literatos y artistas. El monasterio sirvió, una corta época, de amable y romántico lugar de reunión de la sociedad española de fin de siglo y Balaguer pasó en Fres de Val algunas vacaciones.



A modo de conclusión: los resortes del poder femenino

Rafaela Torrents nació y vivió hasta su matrimonio en el seno de una familia acomodada de Vilanova i la Geltrú y fue educada según un discurso que situaba a la mujer en el espacio doméstico porque su naturaleza así lo determinaba. El matrimonio era la vía para la realización plena del modelo femenino dominante pero además, en el caso de las familias acomodadas, era una forma de unir patrimonios y vincular intereses económicos, o de otro tipo. La herencia de los bienes familiares primaba siempre a los hijos sobre las hijas y en el caso de éstas últimas sólo la podían recibir en el caso de que contrajeran matrimonio, única salida que se consideraba adecuada para una mujer.
Para integrarse en la sociedad acomodada barcelonesa, los Samà-Torrents mostraron su riqueza a través de la adquisición de viviendas lujosas, la asistencia al Liceo y a los eventos religiosos y festivos. Empezaron, además, diversos trámites para la adquisición de un título nobiliario. El ennoblecimiento de los Samà-Torrents vendrá, finalmente, por el título de Marqués de Marianao que heredó el hijo de Josep y Rafaela y por el de Marquesa de Villanueva y la Geltrú que logró ella.
La Marquesa de Villanueva como madre y esposa asumió el papel que le correspondía y que constituía la vida cotidiana de las mujeres de las buenas familias: gobernar las tareas domésticas, cuidar su imagen, educar a su hijo, el visiteo para ampliar su círculo de amistades, ir a misa, hacer caridad, acudir a la modista, ir de compras, visitar enfermos y asistir al teatro y a fiestas. Esta vida convencional pocas oportunidades ofrecían a las mujeres para ejercer poder, excepto el derivado de su función en la consolidación de patrimonios, de relaciones sociales y de la propia familia. Sin embargo su vida cambió al quedarse viuda con un niño de cinco años que recibió en herencia una gran fortuna. Rafaela Torrents no desaprovechó la oportunidad de ejercer “poderes” que le estaban permitidos por su nuevo estado civil y administró la fortuna realizando inversiones y llevando a cabo litigios y querellas judiciales. En definitiva, fue una mujer de negocios que gestionó una fortuna que le proporcionó una posición económica muy destacada y además pudo abrir o cerrar caminos en el campo de la política y conseguir poderosos “amigos” políticos. Con la ayuda de Balaguer,  su más firme amigo político, lanzó la carrera política de su hijo como diputado.
La viuda de Samà, a pesar de la fortuna que gestionaba, y consciente de sus limitaciones por ser mujer, inició un acercamiento a centros de poder, como la familia real o los políticos de la Restauración. La relación que entablaron Rafaela Torrents y Víctor Balaguer tuvo una base firme en las cartas, que eran el engranaje que movía la maquinaria de las relaciones sociales, reforzaba el contacto y establecía acuerdos a distancia. Era muy habitual que los hombres, maridos e hijos, utilizaran la mediación de las mujeres para pedir favores pues la influencia de políticos destacados era clave para ello en un sistema que no escondía el trato de favor que se practicaba desde el poder para lograr empleos y otros favores para sus clientes y amigos políticos. Ella aprendió y llegó a ser amiga de Balaguer y, a través del afecto, consiguió  influencia y favores.

[1] Carta de Rafaela Torrents a Víctor Balaguer, 10 febrero 1889. La referencia a la divisa en una carta del 17 de febrero de 1889. Epistolario Víctor Balaguer, BMVB.

4 comentarios:

  1. A veces pareciera que las cosas han cambiado, avanzado mucho... y, en cambio, otras... casi nada.

    Besos!!!

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    1. Pues así es, a veces parece que nada cambia porque no siempre la historia se mueve en el sentido del progreso. Hay retrocesos.

      Besos!!

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  2. Creo que las intrigas, que se adivinan en esta trama, dan para escribir una novela romántica, Solo faltan los enemigos, Es broma. Excelente retrato histórico de la alta sociedad. Un beso.

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    1. No digo que no. La relación clandestina de la Marquesa y el ministro masón podría dar mucho juego.
      Gracias!!

      Un beso.

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