Las relaciones íntimas entre Rafaela Torrents y Víctor Balaguer.
La inauguración del ferrocarril en Vilanova (1881) fue un evento importante
para esta ciudad pero también para Balaguer y Torrents. Hacía tan sólo seis
meses que Balaguer era viudo y el encuentro con Rafaela no le dejó indiferente.
Dentro de las celebraciones por este acontecimiento se celebró un baile
organizado por el Círculo Villanovés en el que Balaguer pudo apreciar la belleza de Rafaela con un traje de brocado
y una espectacular diadema de brillantes.
Como señalan Davidoff y May, en cartas y diarios y en la fantasía de la
ficción o de los poemas, se transparentaban las tensiones cotidianas. Torrents
y Balaguer vivieron una compleja relación cuyos sentimientos y contradicciones
se manifestaron en la amplia correspondencia que intercambiaron.
La lectura de las cartas de Rafaela, en función de su contenido y
objetivos, permite valorar su actividad femenina, conocer el rol que
desempeñaba en el seno de la familia así como su ámbito de influencia, no sólo
en el hogar sino en la sociedad barcelonina. Las cartas eran el engranaje que
movía la maquinaria de las relaciones sociales, reforzaba el contacto y
establecía acuerdos a distancia. Las cartas que se intercambiaron recogían una
amplia variedad de temas, desde el contenido frívolo y el eco de sociedad hasta
la noticia política comprometedora. Las cartas describían el día a día de la
vida cotidiana, ofrecían una visión de hábitos y pasatiempos, exponían pequeños
problemas inmediatos (caseros, climáticos, afectivos etc.), proporcionaban
noticias de los familiares, disturbios locales, chismorreos cortesanos,
nombramientos de cargos públicos, etc.
Las mujeres tenían un papel muy importante para establecer y conservar las
relaciones, los contactos y las oportunidades para hacer prosperar las carreras
de los varones (Torrents, la de su hijo). Salvador Samà Torrents aspiró a
sustituir a Balaguer en el distrito de Vilanova cuando éste fue nombrado
senador vitalicio en diciembre de 1888. Su madre también escribió a Balaguer
manifestándole que “a mi me gustaria mucho más que lo fuese por este distrito
que por otro, no me queda duda que V lo hara prestándole su valiosa
cooperación” Así mismo, Balaguer trabajó para que el hijo de Rafaela fuera
nombrado Gentilhombre de Cámara, cargo que logró en 1889.
Veranear en la playa
La inauguración de uno de los proyectos importantes de Balaguer, la
Biblioteca-Museo de Vilanova, en octubre de 1884, estuvo en el origen de la excursión que
hicieron Torrents y Balaguer con diversos amigos a las ruinas de Poblet. Esta
excursión parece que dio un giro a su amistad por la honda impresión que causó
en él, que la recordaba diciendo: “no he de olvidar fácilmente aquel viaje.
Viviera mil años, y lo recordara aún”. Retrató esta expedición en su libro “Las
ruinas de Poblet”
, que empezaba con
una magnífica dedicatoria a Rafaela, “discreta dama y (…) cariñosa amiga” en la
que le rogaba que le permitiera ponerla
al frente de la obra y bajo su protección y auspicios.
A partir de las “emociones experimentadas” en Poblet, Balaguer mostró interés en impresionar a Rafaela y, para
ello, desplegó toda su habilidad
persuasiva a través de numerosas cartas en las que le transmitía, con
“cariñosas frases” y “continuas y delicadas atenciones”, todo su afecto. Era él
mucho más expresivo que ella en sus afectos y así se lo manifestó porque
Rafaela se excusó diciendo que sus “escritos no son de mucho afectuosos como
los de V mi carácter es algo seco ya lo habrá V conocido, espero me lo
perdonará”.
La intimidad de las relaciones entre la pareja quedó refrendada por el
deseo de Rafaela de comprar una casa en Madrid. A finales de 1886 Rafaela
estuvo más de un mes en la capital y durante ese tiempo las relaciones entre
ambos se intensificaron. Rafaela recordaba en otra carta las “delicadezas” para
con ella, propias de su “verdadera amistad” y los agradables ratos pasados con
él en su casa: “Desde mi regreso me hallo más animada veo el orizonte (sic)
mucho mayor y mi pensamiento lo absorbe, el Real, la castellana y demás paseos
puntos de reunión. ¡Que pensará U. de mi, que al fin soy mujer con el corazón
joven!”.
Para adquirir la casa en Madrid, Rafaela pensó en poner a la venta cuarenta
acciones que tenía de la Compañía Transatlántica, pero se encontró con un
grave problema para poderlas vender, puesto que no tenían cotización libre por
sus peculiares características. El “vivísimo deseo” de tener casa en la Corte forzaron a Rafaela a
recurrir a la mediación de Balaguer en 1887. Pero éste pronto se dio cuenta que
debía tomar la dolorosa decisión de darle una cariñosa, pero clara, respuesta
negativa a la marquesa ya que, aunque su corazón “que todavía es joven” deseaba complacerla, no podía hacerlo
“atendiendo a los intereses del país”.
Casa de Santa Teresa, casa de Víctor Balaguer en Vilanova
Abandonado el proyecto de montar casa en la Corte, Rafaela centró gran
parte de sus esfuerzos en conseguir un título nobiliario propio. Ella misma
explicó a Balaguer sus méritos: el apoyo incondicional a D. Alfonso desde que
fue restaurado en el trono en 1874, los obsequios al gobierno, a la familia real
y al propio Ayuntamiento de la ciudad condal. Un merecimiento aparte fue el
haber edificado un colegio en Vilanova, ya que si bien tenía un legado (el que
donó Salvador Samà), no le había alcanzado, según sus propias palabras, salvo
para la mitad de su coste, aportando ella más de veinte y cinco mil duros.
Balaguer, quizás para compensar su negativa en el tema de las acciones de
Transatlántica, enseguida le mostró su apoyo incondicional en esta empresa y le
manifestó, respecto al título, que sería “el que V quiera y como quiera. Escoja
V el título, y el que V elija, aquel será”. Rafaela se dedicó a preparar
veladas literarias y bailes a ministros y a miembros de la familia real,
mientras Balaguer hacía las gestiones pertinentes para su obtención. La celebración
de la Exposición
de 1888 en Barcelona fue un marco idóneo para que Rafaela desplegara sus
encantos debido a la presencia constante de miembros del gobierno y de la
familia real. La burguesía barcelonesa utilizó la exposición para hacer gala de
una ostentación de lujo y elegancia que quedaba refrendada por la posesión de
un título. Rafaela no era una excepción y, finalmente, en enero de 1889 obtuvo
el título de Marquesa de Villanueva.
Aunque la mayoría de las mujeres estaban confinadas a la esfera privada, en
las clases elevadas se producía, por tanto, una transición hacia entornos
públicos, producto de la formación intelectual o de las actividades que ciertas
mujeres tuvieron la oportunidad de acometer.
Víctor Balaguer
La amistad entre ambos se fue haciendo cada vez más íntima y hacia
1888-1889 pareció posible el matrimonio
entre ambos ya que los rumores respecto a dicha posibilidad eran
constantes. Las dudas de Balaguer
también eran numerosas tal y como demuestra en una carta, que no envió a
Rafaela, y en la que describía lo ocurrido en una comida en casa de Sagasta. En
esa reunión, una persona “de confianza” como Evarist Arnús se ofreció como
mediador para “concertar resueltamente mi boda con una señora, que no nombró,
pero de la que hizo grandes elogios”, ofreciéndose él a mediar delante de la
señora en Barcelona, y Sagasta a ser el padrino de boda. Balaguer le decía en
esta carta no enviada que ir a Barcelona era aceptar la mediación de Arnús: “…
y confesar lo que no existe, era dar lugar a murmuraciones por mi parte y algo
que podía interpretarse en mi como deseo de comprometer a una señora por quien
siento gran veneración y respeto y profundísimo cariño”.
Balaguer le escribió a Torrents una carta “pidiéndole si le interesaba a V
mi presencia en Barcelona”, el telegrama de respuesta no llegó y Balaguer lo
interpreto como “que su propio corazón le dijo que yo no debía ir”. Los rumores
de boda entre ambos llegaron a la prensa y Rafaela le escribió a Balaguer que
se enteró que le “daban Esposo” por la prensa y que decían que su divisa era
“un Deu un Rey y un homa”. Le dice a Balaguer que había decidido no contestar
para evitar “tratos con ellos que son la peste del universo”. En relación a la
noticia Rafaela añadía:
“Crea V mi buen amigo que la felicidad existe. En este mundo de continua
lucha de variados matises (sic), recuerdo dije a V que no me conocía lo
bastante y que sería siempre la misma, he sufrido mucho más de lo que V puede
imaginarse ni nadie, quizas algun dia tenga valor para contarselo”[1].
Esta respuesta tan misteriosa dio por cerrado el tema y, aunque Torrents y
Balaguer continuaron compartiendo muchos planes, nunca se volvió a plantear el
matrimonio entre ellos. Sin embargo su relación continuó siendo estrecha, hasta
el matrimonio de ella con el empresario Andreu Sard en 1897, y poco tiempo
después (1891), Balaguer favoreció a la Marquesa regalándole el monasterio de Fres de
Val, en Burgos. Parece ser que la primera idea de ella fue trasladarlo a su
finca del Tibidabo, pero finalmente decidió restaurarlo en su lugar de origen.
Salvador Samà, hijo de la
Marquesa, quedó sorprendido por “lo rumboso que ha estado V
conmigo regalandome aquellas ruinas”, tal y como ella le explicaba en una
carta. La idea de ambos era consolidar las ruinas y levantar algunas espaciosas
celdas que sirvieran de albergue y centro de reunión de amigos, literatos y
artistas. El monasterio sirvió, una corta época, de amable y romántico lugar de
reunión de la sociedad española de fin de siglo y Balaguer pasó en Fres de Val
algunas vacaciones.
A modo
de conclusión: los resortes del poder femenino
Rafaela Torrents nació y vivió
hasta su matrimonio en el seno de una familia acomodada de Vilanova i la Geltrú y fue educada según
un discurso que situaba a la mujer en el espacio doméstico porque su naturaleza
así lo determinaba. El matrimonio era la vía para la realización plena del
modelo femenino dominante pero además, en el caso de las familias acomodadas,
era una forma de unir patrimonios y vincular intereses económicos, o de otro
tipo. La herencia de los bienes familiares primaba siempre a los hijos sobre
las hijas y en el caso de éstas últimas sólo la podían recibir en el caso de
que contrajeran matrimonio, única salida que se consideraba adecuada para una
mujer.
Para integrarse en la sociedad acomodada barcelonesa, los Samà-Torrents
mostraron su riqueza a través de la adquisición de viviendas lujosas, la
asistencia al Liceo y a los eventos religiosos y festivos. Empezaron, además,
diversos trámites para la adquisición de un título nobiliario. El
ennoblecimiento de los Samà-Torrents vendrá, finalmente, por el título de
Marqués de Marianao que heredó el hijo de Josep y Rafaela y por el de Marquesa
de Villanueva y la Geltrú
que logró ella.
La Marquesa de Villanueva como madre y
esposa asumió el papel que le correspondía y que constituía la vida cotidiana
de las mujeres de las buenas familias: gobernar las tareas domésticas, cuidar
su imagen, educar a su hijo, el visiteo para ampliar su círculo de amistades,
ir a misa, hacer caridad, acudir a la modista, ir de compras, visitar enfermos
y asistir al teatro y a fiestas. Esta vida convencional pocas oportunidades
ofrecían a las mujeres para ejercer poder, excepto el derivado de su función en
la consolidación de patrimonios, de relaciones sociales y de la propia familia.
Sin embargo su vida cambió al quedarse viuda con un niño de cinco años que
recibió en herencia una gran fortuna. Rafaela Torrents no desaprovechó la
oportunidad de ejercer “poderes” que le estaban permitidos por su nuevo estado
civil y administró la fortuna realizando inversiones y llevando a cabo litigios
y querellas judiciales. En definitiva, fue una mujer de negocios que gestionó
una fortuna que le proporcionó una posición económica muy destacada y además
pudo abrir o cerrar caminos en el campo de la política y conseguir poderosos
“amigos” políticos. Con la ayuda de Balaguer,
su más firme amigo político, lanzó la carrera política de su hijo como
diputado.
La viuda de Samà, a pesar de la fortuna que gestionaba, y consciente de sus
limitaciones por ser mujer, inició un acercamiento a centros de poder, como la
familia real o los políticos de la Restauración. La relación que entablaron Rafaela
Torrents y Víctor Balaguer tuvo una base firme en las cartas, que eran el
engranaje que movía la maquinaria de las relaciones sociales, reforzaba el
contacto y establecía acuerdos a distancia. Era muy habitual que los hombres,
maridos e hijos, utilizaran la mediación de las mujeres para pedir favores pues
la influencia de políticos destacados era clave para ello en un sistema que no
escondía el trato de favor que se practicaba desde el poder para lograr empleos
y otros favores para sus clientes y amigos políticos. Ella aprendió y llegó a
ser amiga de Balaguer y, a través del afecto, consiguió influencia y favores.