Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

domingo, 23 de febrero de 2025

DESARROLLAR LA VIDA FUERA DEL GUIÓN


Charles Fourier afirmó en una ocasión que cuando la gente sentía, respiraba y desarrollaba su vida fuera del guion establecido, la emancipación estaba materialmente en marcha. Fue el caso de hombres y mujeres que, mucho antes del 19 de julio de 1936, ya sentían una «atracción pasional» por organizar su vida social sobre la base del apoyo mutuo, la cooperación, la libertad y la igualdad. En esa ocasión lo hicieron «a lo grande» y por ese motivo nos atraen tanto los «momentos» revolucionarios vividos por miles y miles de personas durante meses (e incluso años, por lo menos tres) en este país.

Pero, esa práctica emancipatoria no ha sido excepcional y se ha producido en otros muchos lugares y en otros tiempos. Sin salir de Europa aún a riesgo de que nos acusen de eurocéntricas: la revuelta de los esclavos de Espartaco, la revolución francesa de 1789 (en sus experiencias populares), la comuna de París, los soviets de la revolución rusa (1905 y 1917), los espartaquistas en la Alemania de 1919, Nanterre durante Mayo de 1868, el 15 M en algunos países europeos y en otros lugares del norte de África y EEUU, y tantas otras experiencias que me dejo y que son igualmente destacables.



Fue Walter Benjamin quien habló del «instante mesiánico», señalando que cada instante puede acoger la plenitud del tiempo mesiánico, que no hay ningún momento que no lleve consigo la oportunidad de revolución y que esta puede interrumpir la catástrofe del progreso. Fue también Benjamin quien no se amilanó ante el hecho de que todos estos «momentos» revolucionarios fueran derrotados y planteó la necesidad de recuperar esa genealogía de los vencidos y traerlos al presente para disponer de futuro.

Hannah Arendt describe la importancia de rescatar ese itinerario de los vencidos con la ayuda de una imagen magnífica, la del pescador de perlas que va al fondo del mar para arrancar en la profundidad perlas y corales y llevárselas, como fragmentos del mundo submarino, a la superficie del día. Benjamin propone esa inmersión en las profundidades del pasado para traer a la claridad del día, fragmentos y acontecimientos de tantos «momentos» revolucionarios como se han producido y han sido negados por los vencedores.



Kristin Ross identifica muchos de esos «momentos» con la forma-comuna, poniendo el foco en el conflicto entre el Estado y las comunas, en realidad entre el Estado y cualquier otro tipo de organización de la vida política, cualquier clase de inteligencia política alternativa, cualquier modelo diferente de comunidad. Las comunas y su forma de vida florecen en la medida en que retrocede el Estado, cuyo papel es gestionar todas las esferas de las sociedades al tiempo que mantienen su dominio y lo perpetua.

Algunos hilos recurrentes y reconocibles, según Ross, de la forma-comuna son:

1.     El espacio-tiempo de la forma-comuna está anclado en el arte y la organización de la vida cotidiana, y ligado íntimamente a la responsabilidad adquirida respecto a los medios de subsistencia. Por ello requiere de una intervención pragmática en el aquí y ahora, y un compromiso de trabajo con los ingredientes y elementos del momento actual.

2.     Un entorno local, vecinal o delimitado. Las dimensiones espaciales y temporalidades distintivas de la forma-comuna se despliegan junto con un Estado distante, desmantelado o en desmantelamiento, cuyos servicios son considerados superfluos por un grupo de personas, que han decidido hacerse cargo ellas mismas de sus propios problemas.

Cuando las cuestiones que afectan a la existencia (la crianza, los residuos, el combustible, los alimentos, etc.), y en especial a la subsistencia, dejan de estar limitadas al plano individual o familiar, y cuando el poder no emana de una ley, sino que proviene de la iniciativa directa de los de abajo gestionando sus asuntos en común, estamos ante una «toma de la vida», descartando la tradicional «toma del poder» que tantas distopias ha provocado en el pasado en nombre de la revolución y de la emancipación[1].

 Laura Vicente 



[1] Sirva este texto, que pretendía ser reseña, aunque no lo logre, para recomendar dos libros: Kristin Ross (2024): La forma-comuna. La lucha como manera de habitar. Virus, Barcelona; y Michael Löwy (2015): Judíos heterodoxos. Romanticismo, mesianismo, utopía. Anthropos y Universidad Autónoma Metropolitana, Barcelona y Iztapalapa.

 

 

jueves, 13 de febrero de 2025

¿NECESITA UTOPÍAS EL ANARQUISMO?

 



Reconozco que esta pregunta es un tema recurrente en el que pienso muchas veces[1]. Abandono el tema durante meses o años, pero siempre acabo recalando en él. Debe ser porque mi posición no es definitiva y siempre que creo que lo tengo claro aparecen fisuras, grietas, a veces, boquetes que me obligan a repensar, a retomar la pregunta.

Daniel Colson equiparó, en su Pequeño léxico filosófico del anarquismo, utopía con ideal y afirmó que todo rebelde «solo debe apartarse con la mayor repugnancia de cualquier ideal». En una entrevista afirmó con claridad que el anarquismo no es un ideal (o utopía), sino que es realista y que habla de las cosas tal y como son.

Es cierto, que la utopía fue convertida en un absoluto, se ideologizó intentando poner orden y dando sentido al caos, construyendo un modelo ideal de sociedad que pudo (y aún puede) deslumbrar y tranquilizar en un mundo de incertidumbres agobiantes. Las utopías concebidas como ideologías pueden ser un «caballo de troya» en los anarquismos, porque las construcciones monolíticas y homogéneas acaban siendo utopías autoritarias, es decir, modelos de poder. Desembarazarse de la utopía parece, pues, lo más acertado.

Sin embargo, estoy con Amedeo Bertolo, en su Anarquistas… ¡Y orgullosos de serlo!, que resulta muy difícil prescindir de la utopía como horizonte y esperanza de lucha. Bertolo afirma (y lo comparto) que la utopía representa una dimensión del hombre imposible de eliminar y positiva: la dimensión de la esperanza, de la voluntad innovadora y de la creatividad.

El anarquismo(s), nunca se ha acomplejado a la hora de explorar y desarrollar la dimensión utópica, siendo especifica la importancia dada a la libertad, la igualdad y la diversidad. La función de la utopía anarquista es, ante todo, dice Bertolo, la voluntad de cambiar la sociedad superando los límites de un sistema dado de poder, pero sobre todo rompiendo la compacta membrana cultural que separa el espacio simbólico del poder del espacio simbólico de la libertad. Una membrana formada desde hace miles de años por el depósito, la estratificación y la transmisión, generación tras generación, en las estructuras mentales y el imaginario social, de comportamientos gregario-autoritarios y valores jerárquicos, de fantasías y mitos creados por y para sociedades constitutivamente divididas en dominantes y dominados.



Hasta tal punto exploró el anarquismo la dimensión utópica que, en una época determinada (segunda mitad del siglo XIX-primer tercio del XX), desarrolló actitudes neo-románticas en su rechazo al capitalismo y el industrialismo. Max Weber, subrayó en
Economía y Sociedad, que el anarcosindicalismo desarrollaba actitudes religiosas al pretender ser «el equivalente real de una fe religiosa». El mesianismo secularizado puede detectarse en la idea de la catástrofe revolucionaria que conllevaba la destrucción total del orden existente. Dice Michael Löwy en Redención y utopía, que es en los anarquismos donde el aspecto revolucionario/catastrófico de emancipación es más evidente: «la pasión destructiva es una pasión creadora, dice Bakunin. Es en Gustav Landauer y otros, donde el abismo entre el orden existente («Topía») y la Utopía, se hace más profundo. La revolución concebida como irrupción en el mundo es más propia del anarquismo y no concebida como progreso o evolución, más propia del marxismo.

Viendo lo que vamos viendo en el siglo XXI ya casi no me da vértigo nada, o por lo menos me da el mismo vértigo que cuando oigo (y leo) planteamientos anarquistas que hablan de «poder popular». Pero no quiero desviarme del camino y responder la pregunta que da título a esta pequeña reflexión: ¿necesita utopías el anarquismo? Me parece que sí, a riesgo de perder el atractivo principal del anarquismo o anarquismos (si lo preferimos en plural).

¿Por qué digo esto? La utopía tiene algo de sueño y algo de realidad que hay que aglutinar con la mayor sabiduría posible, sabemos que el ser humano no es solo razón, que también se mueve por deseos y emociones y es positivo que así sea. La razón produce monstruos y el deseo locuras, pero eso somos, una mezcla extraña que nos debe dar impulso para imaginar la posibilidad de vivir sin policías, sin jueces, sin capitalistas, sin burócratas, sin roles de poder, sin estructuras jerárquicas. Y partiendo de esa imaginación de posibles reales, pensar y experimentar  utopías anarquistas aquí y ahora. O lo que es lo mismo, pensar y desear imposibles posibles.

 Laura Vicente



[1] https://pensarenelmargen.blogspot.com/2021/06/un-mas-alla-de-las-utopias.html

lunes, 3 de febrero de 2025

«A mi aire»

 


2024

«A mi aire» (4 abril)

No sabemos hasta que punto el neoliberalismo ha penetrado en lo más hondo de nuestra persona hasta que te paras a pensar en como era antes tu vida y cómo es ahora. Pero las personas más jóvenes que siempre han vivido en este sistema tan perfeccionado de dominación ¿cómo lo harán, cómo se percatarán?

Soy consciente de que mucha gente de cierta edad tampoco nos percatamos, pero tenemos esa referencia por si nos da por pensar.

 

«A mi aire» (11 abril)

En esta fecha murió Teresa Claramunt Creus hace 93 años.

Indagué con tanto interés en su pensamiento como en su vida personal.

Hoy mi reflexión hace referencia a cómo una mujer obrera se decantó por una militancia anarquista que la expuso a todo: al despido, a la represión, a la cárcel, a la expatriación y el exilio, a la pobreza, a la muerte de sus criaturas, a la soledad.

Esas militancias no existen ya en este país, esa entrega a la revolución, a la Idea, nos resuena extraña, incomprensible. Investigarla, recuperarla, conocerla, siempre fue para mí una experiencia que fue más allá de lo meramente académico.


«A mi aire» (18 abril)

Ir «a mi aire» no siempre es bien aceptado, te sales del grupo de la rutina y de la convención social y eso disgusta. Muchas veces son cosas intrascendentes: no asistir a esas reuniones tediosas que se obstinan en convocar quienes nos rodean, no caminar en grupo, opinar lo que siento y pienso, no apoyar a pies juntillas la república (la monarquía ni siquiera soy capaz de contemplarla) o la llamada memoria histórica o democrática (tanto da), cosillas así…

Pero ir «a mi aire» forma parte de mi idiosincrasia, si dejara de hacerlo no sería Laura, sería «otra».


«A mi aire» (25 abril)

Comprendo que al mundo del libro le conviene y favorece que exista la llamada fiesta del libro el 23 de abril, pero hace mucho que esa jornada no es «popular». Claro, también depende de cómo entendamos ese término tan manido. Si lo entendemos como que van multitudes, sí lo es. Pero también participan multitudes en ese turismo que cada vez vemos más perjudicial para la población (que no se ha construido todavía como «multitud»).

Que haya multitudes en «san jordi» no quiere decir que haya multitudes lectoras, pero sí que esta fiesta se ha convertido en un producto que se vende bien en el mercado capitalista. Da igual el libro que se compre (el mercado ya publica libros para esas fechas y ofrece listas para «guiar» al pueblo), la cuestión es que se compre.


«A mi aire» (2 mayo)

Me pregunto si tiene sentido el 1º de Mayo.

Hace tiempo que se ha diluido la fuerza del movimiento obrero que ya no es, como lo fue, la principal amenaza para la supervivencia del capitalismo.

Es indudable que el capitalismo sigue explotando el trabajo asalariado, pero este ya no constituye su principal fuente de riqueza, ya que la revolución digital le permite extraer beneficios de los grandes flujos financieros o de información entre otros.


«A mi aire» (9 mayo)

Hoy cumpliría mi padre 91 años, pero murió hace 27 años.

Mi padre se llama Rafael.

Para mí fue una gran pérdida, aunque es raro que pase un día sin que me acuerde de él y apele a su sabio consejo cuando quiero afrontar algo importante.

Él era especial por su sabiduría desde el cuerpo, desde su experiencia de obrero metalúrgico, desde su goce por seguir cultivando su huerto los fines de semana para mantenerse arraigado a la tierra que tan bien entendía.

Mi padre era comunista a su aire, su sentido de la justicia social, de la libertad y de la igualdad procedían también de la experiencia vivida (trabajando desde los siete años, primero en el campo y luego en las fábricas), no de la ideología.

Era sobrio en el vivir, en las palabras y en los afectos, pero no te cabía duda de que contabas con él y que siempre podía contar con su ayuda en lo que necesitara.

Me dejo muchas cosas en el tintero, pero están en mi pensamiento y en mi afecto hacia él. 

«A mi aire» (23 mayo)

He tenido muy desatendido todo aquello que precisaba de mi portátil porque colapsó, murió, o cómo quiera que se denomine al hecho de que dejó de funcionar. Yo también colapsé porque pese a tener un disco duro externo hacía un año que no lo actualizaba, así que todo lo trabajado en ese tiempo, especialmente de mi investigación, quedó comprometido.

Bien, al final la información se ha salvado y yo actualizaré cada semana por lo menos.

«A mi aire» (30 mayo)

El calor está aquí. Y con él mi desespero y malestar.


«A mi aire» (6 junio)

Hay cada vez menos clandestinos del tiempo. El horario es la regla, la sorpresa es la excepción. La hora está por todas partes, pero el tiempo no está en ninguna.

[Tener tiempo de Pascal Chabot está siendo muy fructífero]


«A mi aire» (13 junio)

Siempre he vivido entre dos ciudades, pero ahora más que nunca.

No quiero hacer «filosofía» pero este retornar a «vivir» en la ciudad de mi infancia y juventud es como recomponer algo (no sé qué), como recuperar una época que había olvidado.

Todo ha cambiado, pero aquí me siento cerca de ese pasado que hoy me enternece.


«A mi aire» (20 junio)

Que compleja es la identidad. A veces desconocemos que tenemos una identidad (o la conocemos, pero la vivimos como irrelevante) y, en momentos excepcionales, emerge como un huracán.

Tendré que concluir que las identidades tienen su importancia puesto que me configuran, pero no debe imponerse ninguna sobre las demás y, sobre todo, no debe ser excluyente.

Es inaceptable sacralizar una identidad, si lo hacemos, estamos perdidas.


«A mi aire» (27 junio)

Me ha costado entender que el derecho a tener derechos dota al Estado del poder de sancionarlos si no se cumplen. Los derechos (incluidos los derechos humanos) implican la existencia del Estado (ese aparto de poder y dominación que da vértigo cuestionar).

Simone Weill ofrece como alternativa a los derechos, los deberes acordados con las otras personas sin mediación del Estado.

Hay que reflexionar sobre esta encrucijada tan sorprendente.

jueves, 23 de enero de 2025

Sara Ahmed, Vivir una vida feminista, Barcelona, Bellaterra, 2018.


Este libro tiene una dedicatoria: «A todas las feministas aguafiestas que se lo están currando: VA POR VOSOTRAS».

Con toda seguridad es la primera vez que inicio una reseña por la dedicatoria. Lo hago porque me he sentido tantas veces, en tantos espacios y en tantos momentos, una «feminista aguafiestas» que reivindicarlo colectivamente, como hace Sara Ahmed, me ha resultado profundamente liberador.

La autora es una escritora inglesa cuyos estudios se centran en la intersección de feminismo, teoría queer, crítica al racismo y postcolonialismo. En Vivir una vida feminista emergen todos estos temas desde la vivencia de los cuerpos, desde la cotidianidad de la vida, de ahí que la Introducción se titule: «Traer la teoría feminista a casa». Vivir una vida feminista no significa adoptar ideas, teorías o normas de conducta, significa, dice la autora, hacernos preguntas éticas sobre cómo vivir en un mundo no feminista, es decir, en un mundo injusto y desigual, cómo crear relaciones más equitativas, de apoyo mutuo, con nuestro entorno, cómo descubrir formas solidarias con las personas que más lo necesitan. Algo tan anarquista (aunque Sara Ahmed no se considere como tal) como priorizar la práctica sobre la teoría y prefigurar, en la medida de nuestras posibilidades, otra vida, otras relaciones, otra manera de pensar plenamente feminista.

Partir de la experiencia de la vida, partir de nuestra participación en el mundo, puede resultar más fácil que perdernos en teorías abstractas que producen distancia. Si lo logramos, producimos lo que la autora denomina «conceptos sudorosos», es decir, aquellos que salen de la descripción de un cuerpo que no se siente a gusto en el mundo, que intentan transformar un mundo desde la experiencia práctica.

Este libro se estructura en tres partes. La primera se titula «Hacerse feminista», la autora explica cómo se hace alguien feminista, cómo se hizo la propia autora: el punto inicial suele ser sentir las injusticias y tomar conciencia de ellas; el cuestionamiento de la felicidad, algo tan deseado y perseguido; y la voluntariedad feminista. La segunda parte, titulada «Trabajo de diversidad», se centra en la labor de transformar el racismo o el sexismo desde dentro de las instituciones. Muchas veces ese trabajo lleva a quien lo realiza a ser cuestionada, a tener que enfrentarse con verdaderos muros de ladrillo. Muros que constituyen «la residencia del amo». La tercera parte titulada «Vivir las consecuencias» nos sitúa en las conexiones frágiles, en la necesidad del chasquido feminista, en su mirada desde el feminismo lesbiano y la necesidad de la interseccionalidad. El libro se cierra con el sugestivo y cautivador kit de supervivencia de la aguafiestas   y con un glorioso Manifiesto aguafiestas.

El libro de Sara Ahmed es un borboteo impetuoso de vivencias, reflexiones, propuestas, ideas, enfados, alegrías, impotencia, capacidad, posibilidades, que es totalmente inabarcable, se desborda como agua entre las manos. Por tanto, señalaré los aspectos que me han parecido más esclarecedores y, a la vez, brillantes.

1.

Las «chicas voluntariosas» son mujeres obstinadas, testarudas, mujeres que tienen una voluntad que desea, mujeres desobedientes, mujeres que agitan y se agitan, mujeres que, a veces, en su agitación traspasan la frontera entre la cordura y la locura.

2.

«Otra reunión [o comida] arruinada»: reconocer esa escena que cuenta y comparte la autora. Ser la feminista a la mesa en el trabajo, en una reunión o en la mesa familiar. Cada vez que habla, a la mujer que habla como feminista suelen oírla como la causante de la discusión. Ella es el obstáculo en el espacio conversacional antes de que abra la boca siquiera: ella supone un problema porque sigue exponiendo un problema.  

3.    

«Chasquido feminista», tiene que ver con las tendencias que adquirimos colectivamente y que nos permiten romper vínculos que son dañinos, a la vez que invertimos en nuevas posibilidades. Hay que explorar de dónde se puede sacar la energía y los recursos para seguir adelante y no acabar derrotada por el desgaste que supone vivir una vida feminista.

4.                                                                                        

¿Qué es lo que hace que un privilegio sea un privilegio?: las experiencias contra las que estás protegida; los pensamientos que no tienes que pensar. Entender el privilegio como un dispositivo de ahorro de energía puede ser especialmente apropiado para pensar sobre el privilegio del cuerpo íntegro: nos ahorramos saber lo que nos ahorramos hacer.

5.

Slogan de las Sisters Uncut: «Si cortáis, sangramos». Acción directa: arriesgar tu cuerpo, interponerte, frenar el flujo del tráfico, poner tinta roja en el agua de Trafalgar Square…

6.

La identificación de la mujer tiene que ver con negarse, como mujeres, a identificarnos con la cultura masculina. Negarse a identificarse así es retirar tu energía de las relaciones con los hombres.

7.

El kit de supervivencia de la aguafiestas es necesario para cuando sientes que la vida se te complica más de lo necesario. Son cosas personales que se acumulan con el tiempo, que se necesitan cerca para seguir adelante con un proyecto feminista compartido: libros, cosas, herramientas, tiempo, vida, notas de permiso, otras aguafiestas, humor, sensaciones, cuerpos.

8.

Me quedan pocas palabras para completar esta reseña que no puede superar las mil, pero queda la guinda del libro: el Manifiesto Aguafiestas. Esta declaración aguafiestas no es un programa de acción que puede disociarse de la forma de estar en el mundo. El feminismo es práctica, hay que llevar a la práctica el mundo al que se aspira y que la autora sintetiza en unas «declaraciones de voluntad» o principios: No estar dispuesta a hacer de la felicidad mi causa; estar dispuesta a causar infelicidad; estar dispuesta a apoyar a otras que están dispuestas a causar infelicidad; no reírme de los chistes cuyo propósito es ofender; no estar dispuesta a pasar de historias que no dejan de pasar; no estar dispuesta a ser incluida si la inclusión significa que te incluyan en un sistema injusto, violento y desigual; y así hasta diez.

Leed el Manifiesto, por favor, es una gozada.    


Reseña: Laura Vicente   (revista Redes Libertarias, nº 2)      

lunes, 13 de enero de 2025

LA INDOMABLE REBELDÍA DE CLAIRE AUZIAS

 



Conocí a Claire Auzias en 2017 cuando me llegó por casualidad su reseña sobre el libro Mujeres Libertarias de Zaragoza en A Contretemps. No hablamos mucho, pero lo suficiente para darme cuenta de que estaba ante una compañera que pensaba por sí misma y que transmitía calidez y afecto. Después la entrevisté en 2019 tomando como excusa su estupendo libro: Gitanas. Durante varios meses estuvimos intercambiando correos y hablando de muchas cosas que no tuvieron espacio en los dos textos que fueron publicados. Hicimos planes para vernos en Barcelona, ciudad a la que viajaba, me dijo, con cierta frecuencia. Luego vino la pandemia y todo quedó suspendido. Me llegó la triste noticia de su muerte acaecida el 6 de agosto de 2024 y fue inevitable retornar a los folios en que tenía la información de aquellas conversaciones. Sirva este texto para recordarla y para homenajearla. 

Claire Auzias nació en Lyon en 1951, cursó Estudios Clásicos y de Sociología. Se consideraba feminista, anarquista individualista y reconocía la importancia del anarcosindicalismo.

En 1980 hizo su Tesis Doctoral en la Universidad de Lyon sobre La memoria oral del movimiento anarquista durante el periodo de entreguerras (1919-1939). En la década de 1980, enseñó historia y sociología de las mujeres en la Universidad de Lyon antes de pasar a la historia moderna de los romaníes, primero en los países de Europa del Este (en la década de 1990) y luego en toda Europa (en la década del 2000). 

Como estudiosa del universo de las personas gitanas, publicó: Les Poètes de grand chemin; Os ciganos; Samudaripen, le génocide des tsiganes y Les Funambules de l’histoireGitanas fue su primer libro en español.

***

Claire Auzias se posicionaba como anarquista desde Mayo del 68 cuando era una adolescente de 17 años[1]. Sin embargo, me explicó, que se distanció de un anarquismo esclerotizado durante la década de 1980 y recaló en el feminismo. Este recorrido la condujo de nuevo al anarquismo y ahí se quedó para siempre.

Claire Auzias respondió así a la pregunta: ¿Cómo entiendes «lo libertario» en el siglo XXI?

 «No hemos ganado gran cosa a lo largo del siglo XX; así que podemos continuar el combate sin temer perdernos. El terreno en el que la situación ha mejorado es el de las mujeres y el feminismo. La vida de las mujeres del mundo occidental es menos dura que en el siglo pasado. Hemos ganado derechos. Nada queda adquirido de una vez por todas y hay que seguir combatiendo para salvaguardar estos derechos, porque la contrarrevolución conservadora, amenaza todas las libertades, incluidas las de las mujeres. Lo que hemos ganado es el derecho al aborto, el derecho a la anticoncepción, el derecho a poseer nuestro propio dinero, nuestra cuenta en el banco, el derecho al divorcio y, más recientemente, los derechos de los homosexuales, hombres y mujeres. Debemos seguir considerando estos derechos de las personas, hombres y mujeres, como fundamentales, y defenderlos contra cualquier regresión posible. Nos falta el derecho de morir con dignidad, es decir, el derecho al suicidio asistido. 

Los derechos de las mujeres del mundo entero forman parte del anarquismo. El anarquismo debe luchar por ellos. Es verdad que las mujeres están marcadas también por su pertenencia de clase. 

El anarquismo del siglo XXI consiste también en participar en luchas ecológicas, bajo todas las formas que les plazca a los y las anarquistas. También debe participar en luchas menos conocidas, como por ejemplo la lucha contra los grandes proyectos inútiles (en Francia), la lucha contra la deforestación, la lucha por la protección de los pueblos indígenas y autóctonos amenazados por el capitalismo.

Es decir, la lucha anticapitalista debe ir acompañada, en mi opinión, de una atención próxima a las personas concernidas. Soy anarquista individualista; es decir, he participado en luchas colectivas y seguiré haciéndolo; pero la prioridad para mí es la liberación de las personas».

Auzias siempre afirmó cuánto influyó en su vida la experiencia vivida en  Mayo del ’68. Afirmaba que para ella fue casi todo, su partida de nacimiento político, el acontecimiento que la puso en el camino del anarquismo, también la experiencia de una importante derrota política que tiene ecos en el siglo XXI puesto que, afirmaba, aún estamos reconstruyendo todo tras dicha derrota.

Pese a la derrota, Mayo del ’68 significó el resurgimiento del anarquismo puesto que la soberanía de las asambleas generales y los comités de acción fueron la base de Mayo del ’68. El antiestalinismo se extendió a todos los izquierdistas y no solamente a los anarquistas que lo tuvieron muy claro ya con Lenin (véase Emma Goldman o Ángel Pestaña de CNT). Todo el país se quedó pasmado ante la vitalidad del anarquismo, que creían muerto: la forma de los movimientos de masa, la indisciplina de una parte de los obreros y las obreras, de la gente joven, la voluntad de decidir por sí mismas, sin esperar las órdenes del Partido, todo eso reforzó el sentimiento político de autonomía de la gente, aunque no se autodefinieran como anarquistas después.


Hablamos mucho sobre nuestro interés compartido por Emma Goldman, Claire Auzias trabajó sobre ella en 
Une tragédie d’émancipation féminine, en 1978. Incidió mucho en la importancia que Goldman, y todas las feministas anarquistas,  dieron a la denominada «emancipación interior». Sin ignorar el capitalismo ni las luchas anticapitalistas, Auzias no creía que la revolución se pudiera concluir cuando hubieran desaparecido las clases sociales y añadía:

«Por el contrario, pienso que nuestro universo psíquico, mental, imaginario, debe ser revolucionado de arriba abajo, completamente. Debemos tomar en consideración lo que ocurre en nuestra cabeza, en nuestras emociones, nuestros deseos y necesidades personales, si queremos ser humanos. Humanos que quieren crear un mundo para humanos, reales y verdaderos, y no robots, ni caricaturas, ni monstruos, como los soviéticos. En el siglo XX hubo revoluciones políticas en Méjico, en la URSS, en España, en China. Algunas veces hubo cambios importantes para la vida privada de la gente, como, por ejemplo, el derecho al aborto y al divorcio en la URSS al principio. Pero desde finales del siglo XIX han surgido otras revoluciones: el naturismo, la danza (con Isadora Duncan), el vegetarianismo, la escuela moderna (con Francisco Ferrer), la educación libertaria, el psicoanálisis… En lugar de pensar que Freud era un pequeño burgués asqueroso, prefiero pensar que revolucionó las ideas de la burguesía con sus modales y desnudó el espíritu humano. (…) Por eso ligo individualismo y psicoanálisis, porque ambos han pensado un estatuto para las personas, para los/las SUJETOS. Han dado una base conceptual a la persona e incluso derecho de ciudadanía al Inconsciente».

Claire Auzias entendía el feminismo desde la solidaridad económica y de clase buscando la confluencia con las mujeres pobres. Se consideraba feminista universalista y anarquista, de ahí su defensa de la emancipación para las mujeres de toda la tierra, de todas las razas, sin tomar en consideración los problemas religiosos de las mujeres que los consideraba una auténtica esclavitud. Valoraba muy peligrosas las regresiones sociales y el avance del totalitarismo respecto a los derechos adquiridos en el siglo XX. Respecto al tema de la prostitución, se manifestaba en contra de la explotación sexual de las mujeres (y de los hombres), pero no se consideraba abolicionista, porque pensaba que la prostitución era una actividad inherente a la sexualidad humana y no veía cómo resolver el problema. Estaba en contra del mercado de esclavas sexuales en el mundo y del proxenetismo, pero no tenía claro cómo resolver el problema y le horrorizaba la gente que creía que era fácil de resolver, los consideraba fanáticos y fanáticas.

***

Lo que me decidió a buscar  y a hablar con Claire Auzias fue la publicación de su libro: Gitanas, un libro en el que algunas mujeres gitanas europeas describen con sus propias palabras su historia, su cosmogonía, su cotidianeidad, sus retos, sus fuerzas, lo que hace que sean mujeres, lo que hace que sean gitanas. Cada una de las mujeres habla desde su singularidad, pero cada una de ellas se halla sometida a las reglas generales de la civilización gitana de la que son un pilar.

Sin duda alguna, uno de los aspectos más llamativos de este libro es que las mujeres gitanas hablan con voz propia, hablan desde su cultura, desde sus preocupaciones y problemas. El libro de Claire Auzias recoge un «coro de mujeres gitanas», un coro de catorce mujeres de las que la mitad viven en Francia, dos en España, el mismo número en Rumanía, una en Portugal y otra en Suiza. El libro se completa con un prólogo de Sarah Carmona y un preámbulo y conclusiones de la autora. Por otro lado, hay un capítulo final de hermosas fotografías de Éric Roset de mujeres gitanas de diversos países.




Auzias, que utiliza en su libro el término «romnia» para denominar al conjunto de las mujeres del pueblo gitano del mundo, parte en su estudio de que estas mujeres se hallan muy alejadas tanto en el tiempo como en el espacio de sus consortes de otros grupos humanos del planeta. Las «romnia» entran con derecho propio en ese grupo «de los humildes, la historia de la gente sin historia ni escritura e incluso sin palabra». A estas, y otras, mujeres de los grupos desfavorecidos se les impone un plus de silencio que la autora intenta romper con su libro.

La dominación que sufrían las mujeres se acompañaba siempre de un conjunto de relaciones jerárquicas de mando/obediencia. Hombres y mujeres son desiguales en términos de poder, incluso dentro de un grupo marginado del poder como el de los gitanos y las gitanas. Las mujeres gitanas son expropiadas de las palabras y, en cierta manera, se les niega la humanidad como excluidas que son de los roles dominantes de la estructura social en general y de la cultura gitana en particular.

Si la oralidad marca una brecha de género, pocas mujeres gitanas se atreven a hablar en público, los hombres monopolizan la palabra en el espacio público, la escritura marca además una diferencia de clase: se abre una brecha entre personas hablantes y escribientes, iletradas o letradasNo dominar la lectura y la escritura es percibido por algunas mujeres gitanas como una carencia que intentan paliar a través del acceso a la educación. Aunque hay gitanas que saben leer y escribir, y que han accedido a la Universidad, su mundo es el oral, por ese motivo este libro de entrevistas orales tiene una riqueza inmensa para acercarnos a ellas.

Algunas de estas mujeres intentan algo muy difícil: hacer convivir el mantenimiento de su cultura que todas respetan y valoran con las transformaciones que desean para intentar emanciparse. Algunas de ellas se consideran feministas y están en el intento de conciliar las realidades que viven con lo que quisieran vivir. Un auténtico encaje de bolillos que las demás feministas debemos dejar hacer, observar y apoyar si lo piden. Todas las mujeres que nos enfrentamos al patriarcado vivimos y sufrimos un auténtico desgarro interior que no resulta nada fácil para ninguna. Las mujeres gitanas buscan  emanciparse de modelos y paradigmas, cada mujer individualmente y en colectivo quieren buscar su camino, sin que nadie les dé lecciones del camino correcto porque estos pueden ser muy variados y diversos.

Es una realidad, leyendo a estas mujeres, que la modernidad se abre paso en su vida: «las madres solteras eran multitud, las familias monoparentales legión, las familias mixtas una proporción respetable y que las clases medias formaban, junto con el lumpen y las capas rurales miserables, el resto de la población rom». Tenemos mucha tendencia, quienes ignoramos la cultura gitana (igual que africana o asiática), a uniformizar la situación de todas las mujeres gitanas, no es así. Este libro nos lo muestra en toda su riqueza de matices.

Dice Auzías en sus conclusiones que:

«Las mujeres romnia tienen el futuro de su pueblo en sus manos, y no los hombres, a no ser que quieran unirse a su causa. Son la vuelta de tuerca en la reproducción de la cultura romaní, no solo en el aspecto fecundativo (…), sino también por su función de transmisión, que permite mantener una cultura propia».

Esta música resulta familiar porque la hemos oído y leído en más de una ocasión referida a las mujeres en general, y es que nada «nos permite afirmar que el patriarcado sea más virulento en este pueblo [rom] que en los demás. Lo realmente seguro es que lo es igual».

 

A mi pregunta sobre si creía que el feminismo había abandonado a las mujeres gitanas, Claire Auzias fue muy clara:

«El feminismo francés ha abandonado a las mujeres gitanas –¡se dice pronto! ̶ . En Francia, al revés que en España, no hay un movimiento autónomo de mujeres gitanas. No hay ninguna figura de envergadura entre las mujeres gitanas que se haya levantado públicamente para decir que es feminista y que participa en la lucha de las feministas de cualquier origen. Ninguna. Ha habido mujeres gitanas directivas de asociaciones de la sociedad civil, en general gracias al Consejo de Europa que dijo que era importante promover la paridad. Lo cual quiere decir que las mujeres gitanas en Francia son, casi todas, candidatas a las actividades del Consejo de Europa. Lo he visto anteriormente en marcha y es mejor que nada. No hay que tirar al bebé por el desagüe junto con el agua de la bañera. Pero desde un punto de vista militante, ninguna mujer gitana francesa se ha rebelado. Hay figuras bastante conocidas, como la hija de Mateo Maximoff, pero es una excelente embajadora del pueblo gitano en general; no es especialmente feminista. Es decir, mientras no haya ninguna mujer líder, que tome la palabra en público para proclamar su activismo feminista gitano, no habrá un movimiento feminista gitano.

¡Francia es un país arcaico en muchos terrenos! La vanguardia está en España. Es en España donde encontré más mujeres gitanas comprometidas en política y en los derechos de las mujeres. Tengo aún amigas entre ellas, como evidentemente Ana Giménez, la primera mujer gitana doctora de la Universidad y profesora en Castellón. Esta ausencia de movimiento feminista gitano en Francia se debe al dominio enloquecido de los directivos humanitarios no gitanos sobre la expresión de los gitanos y gitanas de este país. No tienen derecho a expresarse personalmente ni de manera autónoma, salvo las asociaciones gitanólogas que hablan en su lugar. Es un colonialismo extraordinario. Y los gitanos y gitanas son, por cierto, la única fortaleza donde la palabra y el papel de los interesados están prohibidos. Hoy por hoy rechazo participar en conferencias o mesas redondas donde no haya un colega gitano, o gitana, que tome la palabra en igualdad conmigo. Mi libro Gitanas tiene como objetivo dar a conocer que las mujeres gitanas de todas las condiciones son capaces de hablar, de decir sus problemas y analizar la situación, como cualquier ciudadano o ciudadana. Tiene como objetivo darles enteramente la palabra. Por eso los franceses no han apreciado este libro. Pero las feministas, por el contrario, en Francia, estuvieran encantadas de que hubiera hecho este libro. Daba existencia a nuestras conciudadanas en el plano feminista. Puedes ver en el libro que les planteo cuestiones típicas del movimiento feminista general.

En definitiva, en España el feminismo no abandonó a las mujeres gitanas, pero en Francia, sí. Porque la estructura del Estado francés es tan totalitario, tan jacobino, tan centralista, que está prohibido tener actividades disidentes, diferentes, particulares. Hay que ser anarquista para levantarse contra un Estado como este. Y los gitanos y gitanas no son anarquistas. ¡Ya están suficientemente discriminados como para encima cargar con una actividad política peligrosa!

Por eso, los únicos gitanos (hombres y mujeres) que toman conciencia de esta expoliación de su palabra en el plano político llegan a ser identitarios. «Identitario» quiere decir racista, a la manera americana: «guerra contra los blancos, quedémonos únicamente entre gitanos, entre negros, entre indios americanos, etc., porque somos personas discriminadas y colonizadas». Va en contra de la emancipación anticolonialista de la filosofía de las Luces, pero es fiel a la ideología que domina en la actualidad.

Las feministas gitanas están en España y en Rumanía. Allí sí hay feministas reales, activas y proclamadas públicamente. Lo puedes leer en mi libro».

Como dije al principio, Claire Auzias fue una pensadora, es decir, una persona con un pensamiento propio, algo que no se considera posible en una mujer ni siquiera en el ámbito libertario, ni siquiera en el siglo XXI. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo, pero es indudable que tenía un universo intelectual propio, particular, experiencial que no puede sino interesarnos en un proyecto como el de Redes Libertarias en el que confiamos plenamente en las mujeres anarquistas, en las mujeres pensadoras.

 Laura Vicente (revista Redes Libertarias, nº 2)



[1] Resulta interesante su texto: «Un mayo menor» publicado en nuestra web https://redeslibertarias.com/2024/08/16/un-mayo-menor/

 

viernes, 3 de enero de 2025

«A MI AIRE»

 


2024


«A mi aire» (1 febrero)

Sigo dándole vueltas a la película Perfect Days.

¿Cómo alcanzar ese estado de serenidad y buen vivir teniendo solo lo necesario en un sentido tan escueto y sobrio como el protagonista de la película? Y pondré un ejemplo que me atañe: acaba un libro y va a la tienda de segunda mano para comprar el siguiente, no acumula (yo sí lo hago).

¿Cómo prescindir de la conexión vía móvil, correo electrónico o redes sociales?

 Se me ocurren muchas más preguntas, me gustaría saber las vuestras si las quieres compartir…

«A mi aire» (8 febrero)

Estoy empeñada en contar la historia de otra manera, desde la existencia, desde el cuidado, desde aquello que ha sido sistemáticamente ocultado porque «no era importante».

Coincide que la mayoría de las personas que hacen historia, haciendo mundo son mujeres; pero también pobres, personas que trabajan precarizadas (entre ellas las prostitutas), personas racializadas, personas con género y sexualidad no normativizada, etc.).

Esa es la historia que me interesa: la historia bastarda, la historia no contada, la historia de la vida que hace mundo.

 

«A mi aire» (15 febrero)

Me gusta leer y hacerlo en papel.

Leer es trascender la realidad cotidiana y entrar en otra realidad (ficticia o no, eso da igual). El placer, aunque sea con esfuerzo, por seguir una argumentación, es inigualable.

El cine se acerca, pero te lo da todo demasiado masticado, por algo se nos denomina «espectadores». Nunca a una lectora se le denominaría espectadora.

Me gusta el papel porque pauta la lectura, precisa un lápiz e incluso una libreta. Adoro los lapiceros y las libretas pequeñas.

«A mi aire» (22 febrero)

No me gustan las quedadas con compañeras y compañeros de trabajo en que no se para de hablar del trabajo.

Si el tema se agota (y es muy difícil que ocurra) las conversaciones son tan insustanciales que empiezo a mirar con desespero el reloj, aunque estemos (aún) a mitad de cena.

Entro en un túnel de personalidad duplicada, por fuera sonrío y hago gestos de asentimiento unido a afirmaciones como: «sí, claro», «desde luego» y similares. Por dentro me refugio en mi mundo y desconecto.

Cuando puedo huir, me prometo a mi misma que nunca más… y suelo cumplir.

 

«A mi aire» (29 febrero)

Me gustan siempre las novedades, los cambios y las mejoras. Tengo cierta tendencia a señalar lo que no me gusta, lo que rechazo y poco lo que me gusta, sobre todo si es privado, si es de mi vida personal cercana. Pero por fortuna suceden y me proporcionan grandes alegrías.

Aunque la alegría vaya unida al pesar por la caída que sufrió mi madre.

Así es la vida: alegría y pesar, nacimiento y vejez, tolerancia y sufrimiento…

 

«A mi aire» (7 marzo)

Estos días estoy leyendo y vivenciando la vinculación de las mujeres con la locura, con la enfermedad mental. Existen tantas mujeres que fueron encerradas, medicadas, disciplinadas por tener comportamientos que se salían de los estereotipos de cada época que da terror pensarlo.

¿Cuántas veces he oído que alguien me decía: «estás loca, no puedes hacer eso»? ¿Para qué haces eso? Tantos mensajes para cortar las alas, para desactivar iniciativas, para no correr riesgos, para quedarte tranquila y reproducir tu papel (cualquiera que este sea en cada momento). Y cuanta energía en desactivar esos mensajes e intentar desactivarlos, energía perdida para actuar a mi aire. Ha sido, es y será agotador.

Por eso el 8 de marzo sigue significando algo para mí.

«A mi aire» (14 marzo)

Hay momentos en que se me pone un brillo de disensión en la mirada. Quienes me conocen saben que me sobreviene uno de esos arrebatos pejigueros, belicosos, y que no hay nada que hacer. Hay personas cercanas que saben capear el temporal, pocas; lo mejor es que se marchen y me dejen sola… ya se pasara.

«A mi aire» (21 marzo)

Sobre archivos o Congreso

 

«A mi aire» (28 marzo)

Hay tantas cosas sencillas que han sido consideradas patologías cuando las hacían (o las hacen en algunos países hoy) las mujeres que dan ganas de llorar por tantas limitaciones, miedos, encierros, violencia y exclusión que han sufrido.

Pintar, viajar, caminar por la calle solas, navegar, volar, leer, escribir, amar libremente, cantar, tener visiones, practicar una espiritualidad no normativa, etc. y etc.

¿Cómo comprender, deconstruir, borrar de nuestra genealogía tanto silencio, encierro, violencia y exclusión huyendo de la victimización inmovilista?