sábado, 3 de febrero de 2024

OS CUENTO…

 

8 y 15 de octubre 2023

Los medios técnicos, a veces, facilitan amistades que nunca se hubieran producido sin dichos medios. Durante la pandemia a alguien se le ocurrió crear un foro de mujeres y hombres (la mayoría) anarquistas para reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo. Este foro utilizaba el correo electrónico para canalizar impresiones, sensaciones y sorpresas de un hecho tan excepcional, para nosotras mujeres y hombres europeos, como la pandemia del covid.

En ese foro enseguida sintonicé con algunas personas y de estas logramos construir dos amistades, sorprendentemente las dos son de origen argentino, que se han ido consolidando. Una de ellas ha venido de viaje desde Buenos Aires para ver a la familia de su pareja y hemos podido vernos durante estos días y hablar cara a cara con gestos, risas y lágrimas si hace falta.

Por otro lado, llevo unos días de revisión ginecológica anual que siempre me altera. No me gustan los médicos y médicas, lo siento si alguno de ellos o ellas lee estas palabras.

Os quería contar que llevo ya bastantes capítulos de una serie que hoy no triunfaría como lo hizo en los años noventa del siglo pasado (realmente parece no pasar nada de un capítulo a otro, es dulcemente lenta). La verdad es que vi muy pocos capítulos en su momento, pero tenía un agradable recuerdo de «Doctor en Alaska». Ahora que la estoy viendo capítulo a capítulo me sorprende que el recuerdo poco tenía que ver con lo que es la serie. El protagonista, Joel Fleischman, es un maravilloso y gruñón personaje: un médico judío de Nueva York que se ve obligado a desplazarse a Cicely, un pequeño pueblo en las tierras salvajes de Alaska, para devolver la inversión que se había hecho en su carrera de medicina.

Realmente todos los personajes son maravillosos: Maggie, Chris, Marilyn, Ruth-Anne, Shelly, Ed, Maurice, Holling, etc. Aunque su apariencia es de una especie de comedia superficial, aparecen temas relevantes: el significado de ser judío, el indigenismo, la ecología, la pareja, la importancia de las pequeñas comunidades, las diferencias sociales y otros muchos temas. Me gusta sin más.

Sobre lecturas, otro día os cuento, me he alargado mucho hoy.

Música: he recuperado a Gladys Knight.



22 y 29 de octubre 2023

Estas semanas se ha incrementado mi odio al militarismo, a las armas y a las guerras. El uso de armas, me da igual que sean Estados, grupos o mercenarios..., me generan una reacción negativa instintiva. Nada positivo puede salir del uso de las armas a manos de hombres uniformizados, obedientes y disciplinados que matan por defender fronteras, naciones, religiones, utopías o cualquier proyecto que los lleve a matar.

Las guerras y las armas conducen a más armas, más guerras, más odio y más deseo de venganza. La población civil sale siempre perdiendo, las personas menos preparadas para la guerra y la violencia sale siempre perdiendo. 

En el anterior «os cuento» no me dio tiempo a hablaros de los libros que he leído en este último mes. Una línea de lecturas tiene como eje los debates alrededor del concepto de anarquía. En julio leí el libro de Andityas Matos, La an-arquía que viene; en septiembre el de Catherine Malabou, ¡Al ladrón! Anarquismo y filosofía; y ahora estoy leyendo de Frédéric Lordon, La condición anárquica. Tengo preparado el siguiente de Reiner Schürmann, El principio de anarquía.

Todos ellos son libros en los que los autores, ellos mismos u otros que analizan, han otorgado a la anarquía un valor a la vez ontológico, ético y político determinante, sin por ello lograr movilizar un verdadero pensamiento del anarquismo. Hay diversos filósofos (Malabou revisa y dialoga con Schürman, Levinas, Derrida, Foucault, Agamben y Rancière) que inscriben la anarquía en el centro de su pensamiento, pero destacan su irreductibilidad al anarquismo político. Pero ambos tienen un mismo compromiso: la crítica inapelable de los fenómenos de dominación que remiten de manera unívoca a la sujeción y la alienación y desdibujan así el límite entre poder y abuso de poder. Ambos consideran por igual que la dominación es el problema del poder.

Y me quedo aquí, solo en esta primera línea de lectura.

Música: Arturo Sandoval, trompetista y pianista cubano de jazz (Guarachando

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