viernes, 13 de mayo de 2022

ECONOMÍA FEMINISTA. ALGUNAS REFLEXIONES

 

Hay libros que me cuesta muy poco comprender que serán libros importantes para mí, que me ayudaran a organizar mi mirada de forma diferente, que me orientaran por nuevos caminos, seguramente difíciles de transitar. Porque cuando un libro rompe ideas preconcebidas te das cuenta hasta que punto se te hacía difícil pensar de otra manera. Este es el caso del libro de Amaia Pérez Orozco, Subversión feminista de la economía[1].

Leer obras que no son de Historia me está ayudando a enfocar la investigación desde otra perspectiva que me está ayudando mucho a dar valor y visibilidad a acontecimientos invisibles o silenciados. No resulta fácil introducir esa nueva mirada en el campo de la historia, pero no pienso desistir de intentarlo.

Se dice en la Introducción que crear pensamiento es un proceso multidimensional que escapa de la disyuntiva pensar/actuar y que va más allá de la labor de rata de biblioteca. Para poder actuar sobre el mundo necesitamos pensarlo y esto requiere conocer y nombrar las cosas. Crear pensamiento implica también compartir lo nombrado (Subversión feminista p. 43). Pensar el mundo aplicado a la disciplina histórica es tan factible como pensar el mundo hoy, desde la economía, como hace Pérez Orozco.

Ha sido una constante en la historia social reducir toda dimensión de la vida, toda relación social y todo proceso económico a la relación salarial, desde la percepción de la existencia de un profundo conflicto entre el capital y el trabajo (asalariado), poniendo en consecuencia la potencia de la lucha en la relación salarial (Subversión feminista pp. 51-52). Este planteamiento ha dado, en la investigación histórica, un lugar privilegiado desde el que mirar los conflictos sociales al ámbito mercantilizado y masculinizado de la producción: el trabajo asalariado ha sido el que ha dado identidad de clase, el que ha articulado el sujeto de la lucha y el proyecto de revolución modelizada que se ha considerado hegemónico y que ha descartado otros proyectos, otros sujetos y otras identidades. No se ha observado el conflicto, por ejemplo, desde las esferas económicas invisibilizadas y feminizadas, por ello es escasa y atípica la presencia de las mujeres allí donde sí se articula, en la lucha obrera y los sindicatos. Este hecho puede explicar la menor presencia de las mujeres en el sindicalismo e incluso que las mujeres más sindicalistas suelen ser más refractarias a incluir el feminismo como campo de lucha tan fundamental como la lucha obrera.

Y Pérez Orozco se centra, sobre todo, aunque no exclusivamente, en las esferas económicas, pero hay otros muchos espacios sobre los que indagar y que se han tomado poco en consideración en la disciplina histórica debido a la visión heteropatriarcal que ha articulado el discurso histórico hegemónico.

La autora afirma que fuera de los mercados se generan recursos, hay ejes de dominación no reductibles al conflicto capital-trabajo y el sistema ha de evaluarse según su impacto entre el bien-estar/mal-estar entendido de forma amplia (Subversión feminista p. 65). Desde este planteamiento hay que romper con la construcción dicotómica y sexuada de la historia, que nombra solo la parte mercantil masculinizada del mundo, pero la plantea como universal. Hay que investigar los conflictos sociales desde las esferas invisibilizadas de la historia y desde las experiencias de los diversos sujetos.

La autora propone, y aplica en los cinco capítulos y el epilogo, EL desplazamiento del eje analítico desde los procesos de valorización de capital hacia los procesos de sostenibilidad de la vida, entendiendo la socioeconomía como un circuito integrado producción-reproducción, trabajo remunerado-trabajo no remunerado, mercado-Estados-hogares; valorando en qué medida genera condiciones para una vida que merezca ser vivida (Subversión feminista p. 61).

En todos los capítulos sigue el mismo esquema, un apartado sobre las lecturas de la crisis y un segundo sobre las herramientas para el análisis y la política. El primer capítulo se centra en las crisis que (no) son y que se entiende por sostenibilidad de la vida (vida, sostenibilidad, cuidados). El segundo capítulo se centra en el ataque del capital a la vida (características de dicho ataque y el conflicto entre acumulación de capital y sostenibilidad de la vida, el papel del Estado del bienestar, etc.). El tercer capítulo hace referencia a cómo la economía se resuelve más acá del mercado (el trabajador «champiñón», la privatización y feminización de la responsabilidad de sostener la vida a través de los hogares). El cuarto capítulo se pregunta si hay que crecer para salir de la crisis de reproducción social (las críticas ecologista, feminista, desde los cuidados y los límites de la estrategia de emancipación a través del empleo). Y el quinto capítulo que se titula de forma muy clara: decrecimiento ecofeminista o barbarie. El Epílogo son breves apuntes sobre el Estado del bienestar, la deuda, el trabajo y el binarismo heteronormativo.

Resulta imposible hacer un resumen de todos los temas tratados en este libro. He elegido algunas cuestiones que me han interesado especialmente en mi tarea como historiadora, hay más, muchas más, pero eso tendréis que descubrirlo quienes leáis el libro. Un libro muy denso pero muy pedagógico y ordenado que se lee con papel y lápiz para trabajar sobre el caudal de pensamiento que anida en él.

 

[1] Amaia Pérez Orozco (2019, 4ª ed.): Subversión feminista de la economía. Sobre el conflicto capital-vida. Madrid, Traficantes de sueños.

 

2 comentarios:

  1. Cuando uno o una busca un patrón sobre el que pivotar una determinada visión de las cosas tiende a sobrevalorar el punto de partidos someterse a cierto dualismo tranquilizador. Si se pretende buscar un culpable de la trayectoria desalentadora del mundo se puede recurrir como Spengler, Toynbee a la decadencia de Occidente o como en el caso del marxismo al relevo de las oligarquías dominantes: esclavizadores, aristócratas, clero o burguesía mercantil o colonialista. Al otro lado están los buenos: esclavos, siervos y proletarios, poseedores de la razón en la dialéctica de cada momento.
    Ahora la moda nos exige ir a otro espacio: el esencialista. Por una pirueta del destino los valores masculinos son valores perniciosos y todos los valores femeninos son intrínsecamente positivos. La dualidad necesita un objetivo al que echarle las culpas y y no le vale con quedarse en el marco socioeconómico y vuelve al genetismo puro y duro como aquellos filósofos colonialistas y eugenésicos que hablaban de las ventajas de la cultura blanca sobre la negra o de la occidental cristiana especialmente la anglosajona sobre el resto.
    ¿Quién dijo que lo femenino es inocente en la deriva nefasta de la humanidad o es que las mujeres han aterrizado el otro día en el planeta Tierra?
    Claro, es más tranquilizador pensar que la masculinidad es tóxica y culpable de a donde hemos llegado. Es un tónico paliativo para liberar a las mujeres de la culpa compartida con los hombres del destino de la humanidad.
    Esto se parece cada vez más a un versión estereotipada de la pésima novela de Dan Brown.

    Un abrazo.

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    1. No entiendo tu comentario, la verdad. Ni en mi resumen ni en el libro de la autora hay nada que afirme que las mujeres son las buenas de la película, buenas por naturaleza, aunque si es cierto que han estado subordinadas a los hombres a lo largo de la historia. La autora incide muchas veces, y comparto su opinión, en rechazar posiciones esencializadoras respecto a las mujeres que es lo que tú criticas.
      Te recomiendo su lectura.

      Un abrazo.

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