martes, 23 de noviembre de 2021

Juno Mac y Molly Smith (2020): Putas insolentes. La lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales.

 


No me he pronunciado públicamente sobre el tema de la prostitución. Antes de que los feminismos colisionaran en este tema, me consideraba abolicionista sin profundizar demasiado en el tema, pese a que es un tema importante. Desde que el tema se ha convertido en motivo de grave confrontación he ido leyendo textos diversos que me aportan información y herramientas para ir formándome una opinión más sólida.

Este libro forma parte de ese proceso de lectura. Concuerdo con algo que se dice en el Prólogo y es que no se puede plantear un sí o un no a la prostitución porque no sirve de nada y porque nadie defiende la prostitución en sí misma. Un feminismo que incida en el cambio social y en las políticas públicas debe partir de lo que hay (la existencia de la prostitución), no de lo que le gustaría que hubiera (su abolición). La práctica política de la «escucha» consiste precisamente en eso, en la escucha de lo que está pasando. Por otro lado, sería bueno desprender a los feminismos del exceso de ideología, porque esta corre el riesgo de convertirse en una forma de doctrina que pretende que la explicación de todos los misterios de la vida y del mundo, se dan en una única fórmula que remite a un único elemento determinante del proceso natural o histórico[1].

Soltemos lastre y planteemos el debate desde una perspectiva político-social, la discusión sobre qué hacer con la prostitución no se mueve entre abolición y regulación. Ninguna teoría ni ninguna ideología pueden servir para negar derechos básicos a ningún sector de la población.

El libro consta de cuatro temas (son ocho capítulos más la Introducción y la conclusión). Tres de estos temas (que corresponden a tres capítulos) hacen referencia a sexo, trabajo y fronteras, tres coordenadas que definen y centran el tema de la prostitución. El cuarto tema son los modelos legales más importantes respecto a la prostitución (cinco capítulos).

El planteamiento principal de las autoras es el siguiente: la prostitución es un trabajo (y quienes trabajan en ella son trabajadoras del sexo) y cómo tal trabajo debe dar acceso a derechos laborales (por supuesto también a los derechos humanos). Qué menos que no criminalizar ni estigmatizar a las prostitutas y tratar de identificar y proteger a las víctimas de trata.

 Estamos ante un libro escrito en primera persona, puesto que las dos autoras son trabajadoras sexuales, que ofrece argumentos, información, datos y opiniones (propias y de otras trabajadoras sexuales) …

Las autoras dan una importancia primordial a las «fronteras», ya que la inmensa mayoría de las personas que terminan en situaciones de explotación estaban tratando de migrar (p. 114). Las fronteras producen personas que no tienen, o apenas tienen, derechos mientras viajan y trabajan.

Critica amablemente al movimiento en pro de los derechos de las trabajadoras sexuales que afirman que trabajo sexual y trata don son fenómenos totalmente diferentes y que no deben mezclarse. De esa manera dejan en evidencia que las operaciones policiales contra la trata no deben afectar a las trabajadoras sexuales y que esos arrestos no son legítimos (parece que, si lo son los que afectan a las mujeres objeto de trata), desautorizando a quienes están trabajando en condiciones de abuso y explotación. De esta manera, colocan a estas personas fuera de la jurisdicción de los derechos de las trabajadoras sexuales. Sitúa la trata como un mal inexplicable, desgajado del contexto crucial de las condiciones migratorias y del impacto de las políticas regresivas de inmigración y de los cuerpos represivos sobre los derechos laborales y sobre la seguridad de las migrantes.

Por último, hace un repaso a los modelos legales respecto a la prostitución:

--Gran Bretaña: penalización parcial: los actos de comprar y vender servicios sexuales son legales, pero casi todo lo demás está penalizado (p. 147).

--Estados Unidos, Sudáfrica y Kenia: penalización completa (p. 185).

--Suecia, Noruega, Irlanda y Canadá: modelo sueco: un régimen legal que penaliza la adquisición de sexo y castiga a terceros (p. 219).

--Alemania, PPBB y Nevada: regulacionismo.

--Nueva Zelanda, Nueva Gales: despenalización total regula la industria sexual mediante el derecho laboral (p. 285)

Las autoras recalcan algunas conclusiones:

1) Que el asco por la industria del sexo y por los hombres (los puteros) no sobrepase vuestra capacidad de empatizar con las personas que venden servicios sexuales. Que se desplace la visión de lo que la prostitución simboliza, para enfrentarse con lo que la penalización de la prostitución causa materialmente en las personas que venden sexo. No olvidar que no son triviales las necesidades materiales actuales de las trabajadoras sexuales, su necesidad de ingresos, de garantías frente a los desahucios, de seguridad ante las leyes de inmigración.

2) La pobreza y la indefensión financiera es uno de los principales impulsos de la trata dentro de la industria del sexo. Las personas que están dentro del comercio sexual tienen un conocimiento valioso sobre el funcionamiento interno de la industria y pueden aportar mucho a la lucha contra la trata. 

Poner por delante de todo a las trabajadoras sexuales, preguntarles que es lo que creen que es mejor para ellas, en lugar de ser rescatadas a la fuerza de la vida que están tratando de construirse.

3) Ninguna persona es desechable. Los derechos de las trabajadoras sexuales no pueden desvincularse de otros movimientos pro derechos. La pobreza, causa fundamental de la prostitución no se resuelve con ninguna política sobre la prostitución (aunque la despenalización aporta seguridad a las prostitutas). Las trabajadoras sexuales pobres, migrantes, con discapacidad y para muchas más, no basta con derogar las leyes que impiden ofrecer servicios sexuales.

La abolición humana del trabajo sexual solamente puede ocurrir cuando las personas marginadas ya no tengan que mantenerse a sí mismas mediante la industria del sexo; cuando ya no sea necesaria para su supervivencia. Si todo el mundo tuviera los recursos que necesita, nadie tendría que vender sexo, excepto el pequeño número de personas que realmente lo disfrutan.

4) Cuidado con el progresismo. No basta con considerarse una aliada de las trabajadoras sexuales si tu política se limita a ser una mera defensa de la «igualdad y el respeto» o de la libertad «de hacer con el propio cuerpo lo que cada una quiera». No basta con combatir solo el estigma, no es suficiente con una mejor representación o lograr la «aceptación» y garantizar el respeto. Considera que esta manera de entender el tema es parcial y una política de gestos. Es necesario explorar los mecanismos de su opresión.

5) Consideran que enmarcar el intercambio de sexo por dinero como una acción empoderadora es una perspectiva liberal (es decir, pensar que la capacidad de una persona de aprovecharse de su propia cosificación sexual puede transformar mágicamente el statu quo de todas).

Un libro que aclara dudas y disuelve disputas mientras se lee, otra cosa es si el movimiento feminista reflexionará y reducirá sus enfrentamientos .

 

 



[1] Abensour. A través de la ideología se “emancipan” de la realidad, invocando una “realidad más verdadera”.

4 comentarios:

  1. En una profesión milenaria las soluciones no son fáciles, por lo general nunca se escucha ni se les ha dado voz a las afectadas y ahora todavía menos cuando las mafias se han meten por medio.

    Un abrazo.

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    1. Exacto, Emilio Manuel, siempre son otras personas las que deciden que les conviene a las prostitutas, aunque sea con muy buena voluntad siempre esa posición paternalista que las considera incapaces de saber lo que quieren.
      Otra cosa es la trata de personas, especialmente mujeres y niñas.

      Un abrazo!!

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  2. Creo que las autoras tienen un planteamiento muy sugestivo.
    Eliminar la prostitución, también hay prostitución masculina caso de los gigolós,es como intentar derribar la muralla china con un pico de jardinería, lo único que se proponen es ilegalizarla, es decir esconderla debajo de una alfombra y darle protagonismo a las mafias. Como ahora pero más a lo grande por estar más perseguida. Al Capone, Lucky Luciano y todos aquellos gangsters se frotarían las manos.

    Un abrazo

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    1. En el libro se hace un recorrido por todas las propuestas y parece que la propuesta de Nueva Zelanda es la que más les convence: despenalización total y regulación laboral como trabajo sexual. Lo que no veo claro es qué pasa con las prostitutas objeto de trata que no ejercen voluntariamente...
      La ilegalización, como en Estados Unidos actualmente, no sirve para nada.

      Abrazo.

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