domingo, 3 de febrero de 2019

FOUCAULT Y LA HISTORIA y III




3-Discurso y método de análisis (arqueología/genealogía)
Foucault busca un método de análisis de la historia innovador que consiste en una crítica de los grandes temas de la historia de las ideas (unidad, continuidad, totalidad, origen) y al abordar los documentos como restos arqueológicos, se detiene en el estudio de las reglas de formación de los discursos y de sus discontinuidades, permitiendo la descripción del espacio de dispersión de los saberes. No hay fuentes privilegiadas, hay que leerlo todo.
La episteme o discurso sería una especie de recipiente donde todos vivimos sin ser conscientes de él y la arqueología y la genealogía lo que pretenden es revelárnoslo. Ambas operan en el contexto de una historia discontinua, agujereada y sin sentido alguno.
a) El discurso
Lo que Foucault denomina discurso es lo que no está dicho y permanece implícito, la singularidad (cada hecho histórico se revela como una singularidad), la extrañeza. Las singularidades las evoca con los siguientes términos: “discurso”, “prácticas discursivas”, “presuposiciones”, “episteme”, “dispositivo”
El discurso no es (son):
·         una infraestructura en el sentido marxista de la palabra;
·         otro nombre para denominar la ideología;
·         una instancia distinta que determinaría la evolución histórica.
El discurso es (son):
·         las gafas a través de las cuales, en cada época, los hombres han percibido las cosas, han pensado y han actuado;
·         se impone a los dominantes tanto como  a los dominados, no son mentiras inventadas por aquellos para engañar a éstos y justificar su dominación;
·         el hecho de que cada hecho histórico se revela como una singularidad a la penetrante mirada del historiador;
·         la forma que tiene la singularidad, por lo tanto, forma parte de ese objeto singular, es inmanente a él, no es otra cosa que el trazado de las “fronteras históricas” de un acontecimiento.
El discurso pone en juego todo un dispositivo (leyes, actos, palabras o prácticas que constituyen una formación histórica, sea esta la ciencia, el hospital, el amor sexual o el ejército) y dicho discurso es inmanente al dispositivo que se modela a partir de él y que lo encarna en la sociedad.
El discurso con su dispositivo institucional y social es un statu quo  que solo se impone mientras la coyuntura histórica y la libertad humana no lo sustituyen por otro. Salimos del discurso (de nuestra pecera provisional) bajo la presión de nuevos acontecimientos del momento o también porque un hombre ha inventado un nuevo discurso y ha tenido éxito. Pero solo cambiamos de discurso (de pecera) para encontrarnos en otro.
El discurso es lo que podríamos llamar un a priori histórico (espacio general del saber o saber único o episteme) que es cambiante e inconsciente. Este a priori es lo que, en una época dada, recorta un campo posible del saber dentro de la experiencia, define el modo de ser de los objetos que aparecen en él, otorga poder teórico a la mirada cotidiana y define las condiciones en las que puede sustentarse un discurso reconocido como verdadero, sobre las cosas. El a priori  se da siempre como algo ya constituido, como el basamento positivo de los conocimientos, y su análisis no depende de la historia de las ideas o de las ciencias. En una cultura y en un momento dados, solo hay siempre un episteme, que define las condiciones de posibilidad de todo saber, sea que se manifieste en una teoría o que quede silenciosamente investida en una práctica (son las tramas que la historia relata y en las que los hombres y mujeres han visto verdades y lucha en torno a ellas). Debe dar cuenta, sincrónicamente, de la convergencia de todos los saberes de una época en la misma episteme. Cada sociedad posee su régimen de verdad, su política general de la verdad y solo se considerará que dicen verdad, por sus contemporáneos/as,  quienes hablen conforme al discurso del momento[1].
El pensamiento se forma en el interior del dispositivo que él impregna y se impone mediante ese dispositivo. El discurso no está sostenido solo por la conciencia sino por las clases sociales, los intereses económicos, las normas, las instituciones  y los reglamentos. Los discursos cartografían lo que las gentes hacen y piensan realmente, y sin saberlo.
Los historiadores/as escriben la historia multiplicando los detalles convincentes, los rasgos pertinentes que precisan el retrato del referente y permiten distinguirlo de acontecimientos que ofrecen una similitud engañosa con él. Gracias a esa densificación, a este cruce de pequeños hechos verdaderos, se evita incurrir en sumarios artefactos esencialistas como la raza, el genio nacional, etc[2].

b) El método de análisis
El objetivo de la arqueología y de la genealogía  es desentrañar las articulaciones internas y externas del discurso o episteme.
La arqueología[3]: muestra la composición interior del discurso y sus procesos de construcción de la verdad, explicando el entramado de reglas que constituyen los saberes propios de una época.
Como ya se ha dicho el acontecimiento, es decir, el hecho en su singularidad, irrepetibilidad, individualidad, extrañeza, etc., tiene bajo su superficie unas profundidades (o capas subterráneas o sedimentarias o estratos) a través de las cuales se pueden desentramar las relaciones de saber, de poder y de verdad que las soportan. La arqueología es la nueva mirada que se sumerge en dichas profundidades del acontecimiento (que no remiten obligatoriamente al pasado) y que se sitúa en una región media entre la mirada codificada y el conocimiento reflexivo (¿la historia?). Esas capas sedimentarias o estratos (también llamadas formaciones históricas) están hechas de[4]:
COSAS                 PALABRAS
VER                       HABLAR
VISIBLE                  DECIBLE
SUPERFICIES DE VISIBILIDAD              CAMPOS DE LEGIBILIDAD
CONTENIDOS                   EXPRESIONES
Visibilidades que ocupan una época              Enunciados que expresan una época
NO DISCURSIVAS O DE MEDIOS                   DISCURSIVAS O DE ENUNCIADOS
Cada estrato está hecho de una combinación de ambos. Cuando se produce un cambio de estrato, se produce una variación de ambas y de su manera de combinarse[5]. Nada hay previo al saber, pues el saber se define por esas combinaciones de visible y de enunciable específicas de cada estrato, de cada formación histórica. El saber es un agenciamiento práctico, un “dispositivo” de enunciados y de visibilidades.
La genealogía[6]: muestra los efectos externos del discurso y sus relaciones sociales concomitantes expresadas en prácticas institucionales aplicadas sobre sujetos concretos en una época determinada. Se posiciona de forma frontal contra una concepción de la historia lineal, vectorizada desde un origen hasta un final.
La historia genealógica estudia fenómenos empíricos y no pretende descubrir una verdad total. Busca conclusiones de detalle que estén científicamente establecidas, perpetuamente provisionales y revisables. La verdad descansa sobre un dispositivo hecho de reglas, de tradiciones, de enseñanzas, de instituciones, de poderes, etc. Todo poder, toda autoridad, toda moralidad se reivindica como la verdad. Unas veces el amo/a, o sus consejeros/as, inventan una nueva manera de gobernar que se convierte de inmediato en verdad, lo que engendra una nueva división sobre lo verdadero y lo falso. Podemos vislumbrar, si no lo que somos, al menos lo que acabamos de dejar de ser, serán otras generaciones, convertidas en algo distinto de nosotros las que lo podrán hacer. No conocemos y nunca conoceremos más que diferencias.
La genealogía debe localizar la singularidad de los acontecimientos, atisbarlos donde menos se los espera, reconocer sus sacudidas, sus sorpresas, las vacilantes victorias, las derrotas mal digeridas… La historia, con sus intensidades, sus desfallecimientos, sus furores secretos, sus grandes agitaciones febriles tanto como sus síncopes, es el cuerpo mismo del devenir.
La genealogía buscará la dispersión del accidente mostrando la heterogeneidad y las diferencias que conforman la historia. La idea es rastrear y comprobar que en la historia, detrás de las cosas hay otra cosa bien distinta. La genealogía toma el material histórico para analizar el conflicto de relaciones de fuerza históricas que ha permitido la producción de los acontecimientos. Está atenta a la historia entendida como un entramado de relaciones de fuerzas en conflicto, inadvertidas y fortuitas. Se centra en el análisis del movimiento y las formas de configuración de las relaciones de fuerzas y sus estrategias de poder. Se aplica para descubrir las armazones del poder y sus prácticas sociales.
El/La genealogista busca el comienzo, por eso el análisis de la procedencia permite disociar el yo[7] y hacer pulular mil acontecimientos ahora perdidos. Seguir el hilo complejo de la procedencia es, al contrario, conservar lo que ha sucedido en su propia dispersión: accidentes, mínimas desviaciones, los errores, etc[8].
La historia es genealogía porque abarca la historia tradicional, pero la estructura en torno a prácticas: las tramas que relata son las prácticas (es decir lo que se hace/hacía) en que los seres humanos han visto verdades y la lucha en torno a ellas: es la historia del saber, como historia del poder.
Foucault se inclina por la genealogía como perspectiva general porque su interés se centra en el presente, en nosotros, hoy, y pasa por deconstruir nuestra propia experiencia intentando poner de manifiesto tanto su radical contingencia, como el modo de construcción del “a priori”[9] que la hace posible.


4-Su concepción del poder
El poder pone en acción un saber y todo un dispositivo de leyes, de derechos, de reglamentos, de prácticas e institucionaliza el conjunto como si fuera la verdad misma.
El poder está en todas partes, la gente se ajusta a unas reglas, sigue unas costumbres que le parecen evidentes. No podemos reducir el poder solo al Estado, al poder central. El poder consiste en la capacidad de conducir no físicamente las conductas del prójimo. Hay poder en la familia, entre dos amantes, en la oficina, en el taller y en las calles de sentido único. Millones de pequeños poderes forman la trama de la sociedad de la que los individuos forman el lizo. De ello se desprende que hay libertad en todas partes, puesto que hay poder en todas partes y constatamos que unos protestan mientras otros se dejan dominar. En ningún sitio podemos escapar de las relaciones de poder; en cambio, siempre y en todas partes podemos modificarlas, pues el poder es una relación bilateral, que forma pareja con la obediencia, la cual somos libres de ofrecer con mayor o menor resistencia. La libertad puede rebasar el dispositivo del momento presente, pero es este dispositivo mental y social lo que rebasa. En todas partes hay poder, hay pensamiento, hay libertad.
El dispositivo es menos un límite puesto a la iniciativa de los sujetos que el obstáculo contra el cual esa iniciativa se manifiesta. El pensamiento tiene la libertad de tomar una distancia crítica con su propia construcción retirándoles a las cosas su engañosa “familiaridad”. La sociedad dicta, en un tiempo y en un lugar dados, cuál es el decir verdadero y el decir-falso. Todo concepto que creemos eterno tiene una historia, “ha llegado a ser”, y sus orígenes no tienen nada de sublime[10].
El problema del poder se lo replantea Foucault sugiriendo, en Vigilar y castigar, el abandono de un cierto número de postulados que han marcado la posición tradicional de la izquierda[11]:
*Postulado de la propiedad: el poder es propiedad de una clase que lo ha conquistado. Foucault dice que el poder no es una propiedad sino una estrategia; el poder se ejerce más que se posee. El poder se ejerce a partir de innumerables puntos y en el juego de relaciones no igualitarias y móviles. El poder carece de homogeneidad, pero se define por las singularidades.
*Postulado de la localización, el poder sería poder de Estado. Foucault muestra que el Estado es un efecto de conjunto o una resultante de una multiplicidad de engranajes y de núcleos que se sitúan a un nivel completamente distinto, y que constituyen una “microfísica del poder”.
*Postulado de la subordinación: el poder encarnado en el aparato de Estado estaría subordinado a un modo de producción como infraestructura. Foucault afirma que no existe esa determinación económica.
*Postulado de la esencia o del atributo: el poder tendría una esencia y sería un atributo que cualificaría a aquellos que lo poseen (dominantes) distinguiéndolos de aquellos sobre los que se ejerce (dominados). Foucault dice que el poder carece de esencia, es operatorio. No es atributo, sino relación: la relación de poder es el conjunto  de las relaciones de fuerzas, que pasa tanto por las fuerzas dominadas como por las dominantes.
*Postulado de la modalidad: el poder actuaría a través de la violencia o de la ideología. Foucault no lo ve así, el poder más que reprimir “produce realidad” y más que ideologizar, más que abstraer u ocultar, produce verdad. La represión y la ideología no explican nada, sino que suponen un agenciamiento o dispositivo en el que actúan, y no a la inversa.
*Postulado de legalidad: el poder de Estado se expresaría en la ley. Foucault dice que la ley es una gestión de los ilegalismos.

5- Y escuetamente, ¿qué aporta Foucault a la Historia?
·         La ruptura con la unidad y la continuidad en la historia y, de paso, con la causalidad de esta.
·         No hay sujetos que conscientemente marquen el devenir histórico. El sujeto es un entramado de relaciones históricas.
·         La verdad es una construcción resultado de relaciones sociales concretas y que se produce en los discursos de saber y poder.
·         Un método de análisis de la historia: la arqueología y la genealogía.
·         Un tratamiento diferente del documento.
·         Su concepto del poder.
·         Concepto de contra-historia.

6- Bibliografía
-Deleuze, Gilles (2015-1987): Foucault. Paidos, Barcelona.
-Farés, Celina (2003): “Paul Veyne; Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia. Madrid, Alianza, 1984”. Revista Confluencia, año 1, nº 2, primavera 2003, Mendoza, Argentina.
-Foucault, Michel (1997): Nietzsche, la genealogía, la historia. Pre-Textos, Valencia.
-Foucault, Michel (2014): El pensamiento del afuera. Pre-Textos, Valencia.
-Foucault, Michel y otros autores (2015): Saber, historia y discurso. Prometeo, Buenos Aires (Argentina).
-Ibáñez, Tomás (2001): Municiones para disidentes. Barcelona, Gedisa. Cap. Incitaciones Foucaltianas.
-Ibáñez, Tomás (2009): Contra la dominación. Barcelona, Gedisa. Cap.: El proyecto intelectual de Foucault.
-Márquez Estrada, José Wilson “Michel Foucault y la Contra-Historia”, Revista Historia y MEMORIA, núm 8, enero-junio, 2014, pp. 211-243. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
-Veyne, Paul (1984): Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia. Alianza, Madrid.
-Veyne, Paul (2017): Foucault. Pensamiento y vida. Paidós, Barcelona.








[1] Paul Veyne (1984): 36 y Michel Foucault y otros autores (2015): 12-13 (Sylvie Le Bon).
[2] Paul Veyne (1984): 89-90.
[3] Paul Veyne (1984): 65-66. Celina Farés (2003): “Paul Veyne; Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia. Madrid, Alianza, 1984”. Revista Confluencia, año 1, nº 2, primavera 2003, Mendoza, Argentina, 219. Michel Foucault y otros autores (2015): 115 y 129. José Wilson Márquez Estrada, “Michel Foucault y la Contra-Historia”, 236.
[4] Gilles Deleuze (2015-1987): 75-76.

[5] Todo esto está explicado con más detalle en las páginas 8-11 de este mismo escrito: El saber, el poder y el sí mismo.
[6] Paul Veyne (1984): 93, 97, 99-101.
[7] El historiador/a mientras piensa, debe saber observar desde fuera los discursos y generalidades que pasan  por verdaderos en cada época, es decir, tratar de ver qué es verdad en los distintos tiempos históricos. Pero a la vez, el historiador/a, vive en esa época y como persona que toma decisiones concretas forma parte de esos discursos y generalidades.
[8] Michel Foucault (1997): Nietzsche, la genealogía, la historia. Pre-Textos, Valencia, pp. 27-28.

[9] Concepto ya definido con anterioridad en este texto, p. 14.
[10] Paul Veyne (1984): 105-108.
[11] Gilles Deleuze (2015-1987): 51-56.

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