3-Discurso y método de análisis
(arqueología/genealogía)
Foucault busca
un método de análisis de la historia
innovador que consiste en una crítica de los grandes temas de la historia de
las ideas (unidad, continuidad, totalidad, origen) y al abordar los documentos
como restos arqueológicos, se detiene en el estudio de las reglas de formación
de los discursos y de sus
discontinuidades, permitiendo la descripción del espacio de dispersión de los
saberes. No hay fuentes privilegiadas, hay que leerlo todo.
La episteme o discurso sería una especie de
recipiente donde todos vivimos sin ser conscientes de él y la arqueología y la
genealogía lo que pretenden es revelárnoslo. Ambas
operan en el contexto de una historia discontinua, agujereada y sin sentido
alguno.
a) El discurso
Lo que
Foucault denomina discurso es lo que no está dicho y permanece implícito, la
singularidad (cada hecho histórico se revela como una singularidad), la
extrañeza. Las singularidades las
evoca con los siguientes términos: “discurso”, “prácticas discursivas”,
“presuposiciones”, “episteme”, “dispositivo”
El discurso no es (son):
·
una infraestructura en el sentido marxista de la
palabra;
·
otro nombre para denominar la ideología;
·
una instancia distinta que determinaría la evolución
histórica.
El discurso es (son):
·
las gafas a través de las cuales, en cada época, los
hombres han percibido las cosas, han pensado y han actuado;
·
se impone a los dominantes tanto como a los dominados, no son mentiras inventadas
por aquellos para engañar a éstos y justificar su dominación;
·
el hecho de
que cada hecho histórico se revela como una singularidad
a la penetrante mirada del historiador;
·
la forma que tiene la singularidad, por lo tanto,
forma parte de ese objeto singular, es inmanente a él, no es otra cosa que el
trazado de las “fronteras históricas” de un acontecimiento.
El discurso
pone en juego todo un dispositivo (leyes, actos, palabras o prácticas que
constituyen una formación histórica, sea esta la ciencia, el hospital, el amor
sexual o el ejército) y dicho discurso es inmanente al dispositivo que se
modela a partir de él y que lo encarna en la sociedad.
El discurso
con su dispositivo institucional y social es un statu quo que solo se impone
mientras la coyuntura histórica y la libertad humana no lo sustituyen por otro.
Salimos del discurso (de nuestra pecera provisional) bajo la presión de nuevos
acontecimientos del momento o también porque un hombre ha inventado un nuevo
discurso y ha tenido éxito. Pero solo cambiamos de discurso (de pecera) para
encontrarnos en otro.
El discurso
es lo que podríamos llamar un a priori histórico
(espacio general del saber o saber único o episteme)
que es cambiante e inconsciente. Este a
priori es lo que, en una época dada, recorta un campo posible del saber
dentro de la experiencia, define el modo de ser de los objetos que aparecen en
él, otorga poder teórico a la mirada cotidiana y define las condiciones en las
que puede sustentarse un discurso reconocido como verdadero, sobre las cosas.
El a priori se da siempre como algo ya constituido, como
el basamento positivo de los conocimientos, y su análisis no depende de la
historia de las ideas o de las ciencias. En una cultura y en un momento dados,
solo hay siempre un episteme, que
define las condiciones de posibilidad de todo saber, sea que se manifieste en
una teoría o que quede silenciosamente investida en una práctica (son las tramas que la historia relata y en las que los
hombres y mujeres han visto verdades y lucha en torno a ellas). Debe dar
cuenta, sincrónicamente, de la convergencia de todos los saberes de una época
en la misma episteme. Cada sociedad
posee su régimen de verdad, su política general de la verdad y solo se
considerará que dicen verdad, por sus contemporáneos/as, quienes hablen conforme al discurso del
momento.
El
pensamiento se forma en el interior del dispositivo que él impregna y se impone
mediante ese dispositivo. El discurso no está sostenido solo por la conciencia
sino por las clases sociales, los intereses económicos, las normas, las
instituciones y los reglamentos. Los
discursos cartografían lo que las gentes hacen y piensan realmente, y sin
saberlo.
Los
historiadores/as escriben la historia multiplicando los detalles convincentes, los rasgos pertinentes que precisan el
retrato del referente y permiten distinguirlo de acontecimientos que ofrecen una
similitud engañosa con él. Gracias a
esa densificación, a este cruce de pequeños hechos verdaderos, se evita
incurrir en sumarios artefactos esencialistas como la raza, el genio nacional,
etc.
b) El método de análisis
El objetivo
de la arqueología y de la genealogía es
desentrañar las articulaciones internas y externas del discurso o episteme.
La arqueología:
muestra la composición interior del discurso y sus procesos de construcción de
la verdad, explicando el entramado de reglas que constituyen los saberes
propios de una época.
Como ya se ha
dicho el acontecimiento, es decir, el hecho en su singularidad,
irrepetibilidad, individualidad, extrañeza, etc., tiene bajo su superficie unas
profundidades (o capas subterráneas o sedimentarias o estratos) a través de las
cuales se pueden desentramar las relaciones de saber, de poder y de verdad que las
soportan. La arqueología es la nueva mirada que se sumerge en dichas
profundidades del acontecimiento (que no remiten obligatoriamente al pasado) y
que se sitúa en una región media entre la mirada codificada y el conocimiento
reflexivo (¿la historia?). Esas capas sedimentarias o estratos (también
llamadas formaciones históricas) están hechas de:
COSAS PALABRAS
VER HABLAR
VISIBLE DECIBLE
SUPERFICIES
DE VISIBILIDAD CAMPOS DE
LEGIBILIDAD
CONTENIDOS EXPRESIONES
Visibilidades
que ocupan una época Enunciados que expresan una época
NO
DISCURSIVAS O DE MEDIOS DISCURSIVAS O DE ENUNCIADOS
Cada estrato
está hecho de una combinación de ambos. Cuando se produce un cambio de estrato,
se produce una variación de ambas y de su manera de combinarse. Nada hay previo al saber, pues el saber se define
por esas combinaciones de visible y de enunciable específicas de cada estrato,
de cada formación histórica. El saber es un agenciamiento práctico, un
“dispositivo” de enunciados y de visibilidades.
La genealogía:
muestra los efectos externos del discurso y sus relaciones sociales
concomitantes expresadas en prácticas institucionales aplicadas sobre sujetos
concretos en una época determinada. Se posiciona de forma frontal contra una concepción de la historia lineal,
vectorizada desde un origen hasta un final.
La historia genealógica estudia fenómenos empíricos y
no pretende descubrir una verdad total. Busca conclusiones de detalle que estén
científicamente establecidas, perpetuamente provisionales y revisables. La verdad descansa sobre un dispositivo hecho de reglas, de tradiciones, de
enseñanzas, de instituciones, de poderes, etc. Todo poder, toda autoridad, toda
moralidad se reivindica como la verdad. Unas veces el amo/a, o sus consejeros/as,
inventan una nueva manera de gobernar que se convierte de inmediato en verdad,
lo que engendra una nueva división sobre lo verdadero y lo falso. Podemos
vislumbrar, si no lo que somos, al menos lo que acabamos de dejar de ser, serán
otras generaciones, convertidas en algo distinto de nosotros las que lo podrán
hacer. No conocemos y nunca conoceremos más que diferencias.
La genealogía debe localizar la
singularidad de los acontecimientos, atisbarlos donde menos se los espera,
reconocer sus sacudidas, sus sorpresas, las vacilantes victorias, las derrotas
mal digeridas… La historia, con sus intensidades, sus desfallecimientos, sus
furores secretos, sus grandes agitaciones febriles tanto como sus síncopes, es
el cuerpo mismo del devenir.
La genealogía buscará la dispersión del accidente
mostrando la heterogeneidad y las diferencias que conforman la historia. La
idea es rastrear y comprobar que en la historia, detrás de las cosas hay otra
cosa bien distinta. La genealogía toma el material histórico para analizar el
conflicto de relaciones de fuerza históricas que ha permitido la producción de
los acontecimientos. Está atenta a la historia entendida como un entramado de
relaciones de fuerzas en conflicto, inadvertidas y fortuitas. Se centra en el
análisis del movimiento y las formas de configuración de las relaciones de
fuerzas y sus estrategias de poder. Se aplica para descubrir las armazones del
poder y sus prácticas sociales.
El/La genealogista busca el comienzo,
por eso el análisis de la procedencia permite disociar el yo
y hacer pulular mil acontecimientos ahora perdidos. Seguir el hilo complejo de
la procedencia es, al contrario, conservar lo que ha sucedido en su propia
dispersión: accidentes, mínimas desviaciones, los errores, etc.
La historia
es genealogía porque abarca la historia tradicional, pero la estructura en
torno a prácticas: las tramas que relata son las prácticas (es decir lo que se
hace/hacía) en que los seres humanos han visto verdades y la lucha en torno a
ellas: es la historia del saber, como historia del poder.
Foucault se inclina por la genealogía como perspectiva
general porque su interés se centra en el
presente, en nosotros, hoy, y pasa por deconstruir nuestra
propia experiencia intentando poner de manifiesto tanto su radical contingencia,
como el modo de construcción del “a priori”
que la hace posible.
4-Su concepción del poder
El poder pone en acción un saber y todo un dispositivo de leyes, de derechos, de reglamentos, de prácticas e
institucionaliza el conjunto como si fuera la verdad misma.
El poder está
en todas partes, la gente se ajusta a unas reglas, sigue unas costumbres que le
parecen evidentes. No podemos reducir el poder solo al Estado, al poder
central. El poder consiste en la capacidad de conducir no físicamente las
conductas del prójimo. Hay poder en la familia, entre dos amantes, en la
oficina, en el taller y en las calles de sentido único. Millones de pequeños
poderes forman la trama de la sociedad de la que los individuos forman el lizo.
De ello se desprende que hay libertad en todas partes, puesto que hay poder en
todas partes y constatamos que unos protestan mientras otros se dejan dominar.
En ningún sitio podemos escapar de las relaciones de poder; en cambio, siempre
y en todas partes podemos modificarlas, pues el poder es una relación
bilateral, que forma pareja con la obediencia, la cual somos libres de ofrecer
con mayor o menor resistencia. La libertad puede rebasar el dispositivo del
momento presente, pero es este dispositivo mental y social lo que rebasa. En
todas partes hay poder, hay pensamiento, hay libertad.
El
dispositivo es menos un límite puesto a la iniciativa de los sujetos que el
obstáculo contra el cual esa iniciativa se manifiesta. El pensamiento tiene la
libertad de tomar una distancia crítica con su propia construcción retirándoles
a las cosas su engañosa “familiaridad”. La sociedad dicta, en un tiempo y en un
lugar dados, cuál es el decir verdadero y el decir-falso. Todo concepto que
creemos eterno tiene una historia, “ha llegado a ser”, y sus orígenes no tienen
nada de sublime.
El problema
del poder se lo replantea Foucault sugiriendo, en Vigilar y castigar, el
abandono de un cierto número de postulados que han marcado la posición
tradicional de la izquierda:
*Postulado de
la propiedad: el poder es propiedad de una clase que lo ha conquistado. Foucault
dice que el poder no es una propiedad
sino una estrategia; el poder se ejerce más que se posee. El poder se
ejerce a partir de innumerables puntos y en el juego de relaciones no
igualitarias y móviles. El poder carece de homogeneidad, pero se define por las
singularidades.
*Postulado de
la localización, el poder sería poder de Estado. Foucault muestra que el Estado es un efecto de conjunto o
una resultante de una multiplicidad de engranajes y de núcleos que se sitúan a
un nivel completamente distinto, y que constituyen una “microfísica del poder”.
*Postulado de
la subordinación: el poder encarnado en el aparato de Estado estaría
subordinado a un modo de producción como infraestructura. Foucault afirma que no existe esa determinación económica.
*Postulado de
la esencia o del atributo: el poder tendría una esencia y sería un atributo que
cualificaría a aquellos que lo poseen (dominantes) distinguiéndolos de aquellos
sobre los que se ejerce (dominados). Foucault dice que el poder carece de esencia, es operatorio. No es atributo, sino
relación: la relación de poder es el
conjunto de las relaciones de fuerzas,
que pasa tanto por las fuerzas dominadas como por las dominantes.
*Postulado de
la modalidad: el poder actuaría a través de la violencia o de la ideología. Foucault
no lo ve así, el poder más que reprimir
“produce realidad” y más que
ideologizar, más que abstraer u ocultar, produce
verdad. La represión y la ideología no explican nada, sino que suponen un agenciamiento
o dispositivo en el que actúan, y no a la inversa.
*Postulado de
legalidad: el poder de Estado se expresaría en la ley. Foucault dice que la ley es una gestión de los ilegalismos.
5- Y escuetamente, ¿qué aporta Foucault a la Historia?
·
La ruptura con
la unidad y la continuidad en la historia y, de paso, con la causalidad de
esta.
·
No hay sujetos
que conscientemente marquen el devenir histórico. El sujeto es un entramado de
relaciones históricas.
·
La verdad es
una construcción resultado de relaciones sociales concretas y que se produce en
los discursos de saber y poder.
·
Un método de
análisis de la historia: la arqueología y la genealogía.
·
Un tratamiento
diferente del documento.
·
Su concepto del
poder.
·
Concepto de
contra-historia.
6- Bibliografía
-Deleuze, Gilles
(2015-1987): Foucault. Paidos,
Barcelona.
-Farés, Celina (2003):
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-Foucault, Michel (1997): Nietzsche, la genealogía, la historia. Pre-Textos,
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-Foucault, Michel (2014): El pensamiento del afuera. Pre-Textos,
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-Foucault, Michel y otros
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año 1, nº 2, primavera 2003, Mendoza, Argentina, 219. Michel Foucault y
otros autores (2015): 115 y 129. José Wilson Márquez Estrada, “Michel Foucault y la Contra-Historia”, 236.
El historiador/a
mientras piensa, debe saber observar desde fuera los discursos y generalidades
que pasan por verdaderos en cada época,
es decir, tratar de ver qué es verdad en los distintos tiempos históricos. Pero
a la vez, el historiador/a, vive en esa época y como persona que toma
decisiones concretas forma parte de esos discursos y generalidades.
Michel Foucault (1997): Nietzsche,
la genealogía, la historia. Pre-Textos, Valencia, pp. 27-28.