martes, 13 de noviembre de 2018

Jornadas 80 Aniversario de la Federación Nacional de MMLL 8 al 10 de septiembre de 2017, Madrid.



Las Jornadas constituyeron un nuevo ejercicio de reconstrucción del pasado, y digo “nuevo” porque estas Jornadas son las terceras que  celebra la CGT (70 aniversario en 2007 en Zaragoza, 75 en 2012 en Valencia y estas, de las que hablamos hoy, en 2017 en Madrid)
Dice Eduardo Galeano:

No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la historia humana se niega a callarse la boca. El tiempo que fue sigue latiendo, vivo, dentro del tiempo que es, aunque el tiempo que es no lo quiera o no lo sepa.
                                          
Estas Jornadas tratan de evitar, como dice Galeano, que la historia enmudezca. Y es que la silencian y la mienten. Cualquier buen observador/a apreciará sin grandes dificultades cómo se manipula la historia y la memoria para convertirlas en objeto de consumo de ciertos planteamientos políticos.


La izquierda, últimamente, está dedicando calles o poniendo placas en diversos espacios a figuras del anarquismo. Sin embargo, este reconocimiento olvida casi siempre lo que define la idiosincrasia de estas personas, es decir, el hecho de ser anarquistas, anarcosindicalistas o libertarias.

Reconvertir personas con estas ideas en simples luchadoras por las libertades, escritoras, pedagogas, defensoras de la clase obrera, periodistas, trabajadoras por la salud, etc., siendo cierto es incompleto, una buena manera de olvidarlas, una buena manera de construir una memoria buenista, aceptable y políticamente correcta. La palabra “anarquista” sigue quemando en las manos, incluso en las manos de la izquierda.

Un buen punto de partida para que el “tiempo que fue” siga latiendo, lo más veraz posible en la actualidad es no confundir: recuerdo con memoria y con historia.

El recuerdo es la experiencia vivida y está destinado a morir con sus testigos. La memoria es la rememoración colectiva del pasado y  puede ser (o no) un elemento permanente de la conciencia social[1].
El recuerdo, pero también la memoria son subjetivas y necesitan ser contrastadas con otras fuentes que le otorguen más objetividad. Y es la historia la que debe aportar el discurso crítico sobre el pasado, es decir, la reconstrucción de los hechos y acontecimientos pasados ​​tendentes a su examen contextual y a su interpretación. La memoria solo puede vivir mediante una interacción permanente con la investigación histórica y con la acción social y política.

La realidad ha demostrado que somos una comunidad no del recuerdo, sino del olvido organizado, sistemático y deliberado[2]. El franquismo quiso destruir la memoria anterior a 1939 en su afán por aniquilar a los vencidos. Pero el olvido organizado no lo ejecutó solo el franquismo, la Transición democrática hizo pagar una cuota muy elevada a las víctimas del franquismo para asentar la democracia mediante el olvido de lo sucedido en la conciencia social (no en los estudios históricos académicos). La democracia no varió en exceso el rumbo en lo que respecta al movimiento anarquista hasta hoy mismo.


A veces la memoria se ha convertido en un campo de batalla entre versiones interesadas del pasado al servicio de las diversas tendencias políticas. La consecuencia más negativa de estas polémicas son los disparates que se consiguen asentar en la opinión pública como verdades históricas que no se pueden poner en cuestión. La manipulación del pasado, la creación de mitos y la distorsión de los hechos históricos, cuando se apoyan en la potente máquina económica y propagandística del poder, son muy difíciles de desmontar. Algo, o mucho, de eso hay en Cataluña con “el proceso”. Pero ahí está también la pretensión de crear una Comisión de la VERDAD del PSOE.

Hay tantos recorridos  de la memoria como itinerarios vitales, los espacios organizativos y de lucha que se estructuran alrededor del anarquismo deberían estar presentes en todos los escenarios de la memoria. Hay que atreverse a saber y construir nuestros propios mapas, nuestros puntos de referencia[3], ya que lo que olvidamos, ya no es nuestro. Hacer memoria es imprescindible para evitar que nos arrebaten lo que somos.

Celebrar estas Jornadas es importante, por tanto, para tratar de evitar esa banalización y ninguneo del que es objeto el anarquismo en general y el anarcofeminismo en particular. Pasó demasiado tiempo hasta que se puso en valor lo que hicieron las mujeres anarquistas.

En estas Jornadas del 80 Aniversario las diferentes ponencias, comunicaciones y mesas redondas se movieron en el tiempo pasado e intentaron hacer memoria y, en la medida de lo posible, evocar ese tiempo histórico.

Sin embargo fue patente en las y los participantes  el rechazo  a recrearnos en el pasado, puesto que no deja de ser una realidad muerta. Solo la actualidad del pasado puede dotar de fuerza y sentido la inmersión hacia atrás y aportar, así, un proyecto emancipador. De ahí el subtítulo de estas Jornadas:

La lucha de todos los tiempos

Lo sucedido en el pasado no es más grande o digno de aprecio que lo que ocurre en el presente, el interés de lo sucedido está en los ecos que resuenan en el presente.

Los seres colectivos siempre son más de lo que son puesto que llevan en sí fuerzas que tienen que ver con actos realizados en tiempos anteriores, de esta forma no se trata de verlas desde fuera sino desde dentro, desde lo que somos podemos evaluar lo sucedido en el pasado. Así lo expresaba Jean Tardieu cuando decía refiriéndose a las clases populares:

Si con una llave, golpeo los hierros que él golpeaba, escucho todavía, en su sonido que permanece puro, brotar del fondo de los siglos criminales el grito de su esfuerzo y de su triunfo[4].

Este fue también el objetivo de estas Jornadas, escuchar el sonido puro que brota del fondo de los ochenta años transcurridos desde la constitución de la Federación Nacional de “Mujeres Libres”. Las mujeres ácratas del 2018 forman parte de una ascendencia de largo recorrido que tiene más de ciento ochenta años y bebiendo de ese caudal quieren coger fuerza para actualizarlo en el siglo XXI.

Las Jornadas sirvieron, por tanto, para hacer memoria, compartir conocimientos de historiadoras que están trabajando sobre esta organización, la revista y las activistas que las hicieron posibles. Pero las Jornadas sirvieron también para contactar con otras mujeres, debatir sobre las posibilidades actuales del anarcofeminismo y, por supuesto, para disfrutar en las actividades de ocio, en las comidas y cenas, en las tertulias y en las charlas en grupo que propician esos días de encuentro. En definitiva, sirvieron para construir REDES DE CORDIALIDAD como decía Lucía Sánchez Saornil.

Y, por último, una reflexión que también se hizo en las Jornadas y que me pregunto como ponente y participante en estas Jornadas:

¿Qué recorrido hubieran tenido las mujeres que participaron en esta genealogía del feminismo anarquista que fue cortada de raíz por el franquismo?
Imposible saberlo. Lo único que podemos es especular con las posibilidades truncadas.
Lo cierto es que…
… La guerra civil y el franquismo tuvieron una dimensión de género que no podemos olvidar: el golpe de Estado y la guerra pretendían, entre otros objetivos, cerrar el camino a los cambios que se venían produciendo y que, jurídicamente, aceleró la II República.

La derrota en la guerra condujo a estas mujeres al exilio interior o exterior, muchas vieron arruinadas sus vidas, perdieron sus trabajos, vivieron en la clandestinidad, fueron encarceladas, torturadas y ejecutadas; otras tuvieron que adaptarse a nuevos países, algunas, vivir una nueva guerra.

Las que se quedaron en España perdieron cualquier derecho sobre su cuerpo, sobre su vida, abandonaron su activismo, se escondieron y malvivieron para poder sobrevivir como Lucía Sánchez Saornil.

Las que se fueron de España tuvieron que adaptarse a un nuevo país partiendo de su condición de exiliadas y refugiadas, aprender la nueva lengua, las nuevas costumbres, tratar de trabajar en lo que pudieron y les ofrecieron. Muchas murieron pobres como la médica Amparo Poch.

Procuraron resistir, recuperarse y volver a tomar contacto tras la dispersión en sus exilios europeos y americanos. Recuperaron, a partir de 1962, la escritura como forma de resistencia y empezaron a editar Mujeres Libres de España en el Exilio. Un eslabón muy valioso que permitió conectar con las mujeres que, al morir Franco, empezaron a constituir grupos de Mujeres (Libres/Libertarias).

En conclusión:
Las Jornadas del 80 Aniversario, y la publicación en este libro de sus actas suponen un paso más en la recuperación de la memoria  y de la historia de las mujeres anarquistas, un paso más para evocar sus hechos y sus emociones y un paso más para conocernos mejor al llevar a cabo esa inmersión en el pasado que hicimos durante tres días.



[1]  Enzo Traverso (2001): La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales. Herder, Barcelona, p. 193.
[2] Zigmunt Bauman y Leonidas Donskis (2015): Ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida. Paidos, Barcelona, p. 161.
[3] Dasa Drndic (2015): Trieste. Automática Ed, Madrid. Simona Skrabec (traductora), p. 12-13.
[4] De Jean Tardieu: La Part de l’ombre, citado en Colson, Daniel: Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze. Buenos Aires: Nueva Visión, 2003.

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