viernes, 23 de marzo de 2018

ANARQUISMO Y JUDAÍSMO



Estas reflexiones sobre el libro de Yago Mellado López[1] no son una reseña al uso, no pretendo describir o resumir la obra en cuestión sino seleccionar y reflexionar sobre aquellos aspectos que más me han interesado del libro. Dejo dicho por adelantado que El anarquismo en el espejo judío me ha interesado mucho porque el libro trasciende el tema judío para reflexionar sobre el anarquismo como ideología política.
Precisamente en la Introducción (donde plantea las bases de la investigación llevada a cabo) reafirma una vez más[2] que el anarquismo es una ideología política por tres motivos: La afirma­ción de que la ausencia de gobierno (entendido como una institución separada del cuerpo social) sería la mejor forma de gobierno es ya, en sí misma, una afirmación teórico-política. En segundo lugar, todas las estrategias desple­gadas para lograr dicho fin (tanto las estrategias insurreccionales como las conocidas como políticas prefigura­tivas) entran dentro del campo de la acción política y, por tanto, de la ciencia política. Por último, también lo harán las estrategias organizativas y de redistribución y control del poder de los propios grupos libertarios.



Es indudable que el anarquismo es una ideología política, entre otras cosas, porque la idea de poder ha estado siempre en el centro de sus reflexiones. Un poder entendido no como algo externo sino cotidiano. El anarquismo ha tenido algunas intuiciones básicas que ha ido desarrollando de formas diferentes con el paso del tiempo, entre ellas  destaca la afirmación de que las relaciones de poder impregnan cada una de nuestras relaciones y hábitos cotidianos, de ahí el interés que ha mostrado por aspectos claves de la existencia como la alimentación, la salud, la familia, el amor, la sexualidad, la relación y respeto por la naturaleza, etc. Desde esta perspectiva todo es político, no hay separación entre lo privado y lo público, entre lo político y lo personal; un planteamiento que hoy sigue teniendo gran actualidad.
A lo largo del libro, el autor deja constancia de tres ideas fundamentales: La necesaria transformación del enfoque internacionalista libertario ante la expansión del antisemitismo y la cuestión judía. En segundo lugar, las dificultades para recoger el potencial de resistencia latente en la politización de la identidad judía. Y por último, el fracaso de la salida nacional-comunitaria que se expresó de forma dramática en las complicidades de las estructuras comunales de los kibbutzim con el colonialismo sionista en Palestina.
Especialmente interesante es la reflexión sobre las dos estrategias que recogieron el potencial de resistencia latente de la identidad judía: el anarquismo yiddish y la estrategia de recu­perar la dimensión nacional vinculada a una configuración comunal. Sin embargo, el primero fue incapaz de ofrecer una respuesta global al empuje del antisemitismo, algo que incidió en su rápida disolución en favor del sionismo y la asimilación. Y el segundo convirtió la comuna (los kibbutz) directamente en una herramienta de colonización y en la punta de lanza de la entrada del capitalismo en la región.

La historia del anarquismo judío condensó de manera simbólica las turbulencias de la ruptura que implicó para el anarquismo la entrada de la cuestión identitaria en el ámbito político y los límites del propio anarquismo clásico. Esos límites están relacionados con las herencias ilustradas que resultan caducas a día de hoy: el iluminismo del progreso, el racionalismo individualista y la ingenuidad sobre la naturaleza humana. Hoy existe una clara desconfianza ante la institucionalización del poder que se extiende también al conocimiento, sus ideas asumidas (incluidas aquí las heredadas por el propio anarquismo clásico) y sus grandes relatos. Tampoco cabe ya creer en la omnipotencia de la razón, ni tampoco mantenerse en una concepción naïve de la naturaleza humana, que ya no aparece como una aliada incondicional.
La transformación del pensamiento libertario, que ha sabido captar las trampas latentes de la concepción clásica del anarquismo, se ha producido por factores muy diversos, siendo relevantes: la entrada del feminismo en el escenario político, así como la de movimientos ligados al indigenismo, las luchas anticoloniales, la cues­tión racial, entre los cuales -y quizás por ser excesivamente temprano- el relato judío no deja de ser una narrativa marginal.
El autor afirma que el anarquismo contem­poráneo ha sabido ir sustituyendo el concepto de inter-nacionalismo, por el de comunidad global de resistencia. Este cambio de perspectiva tiene varios aciertos según el autor[3]: en primer lugar, rompe definitivamente con la concepción progresista que en el enfoque ilustrado permitía clasificar las diferencias en una escala evolutiva. El pasado se hace futuro y de ahí el interés de la antropología política y la recuperación de formas pre-estatales como herramientas a considerar para pensar sistemas de organización política alternativa. En segun­do lugar, rompe el paradigma de la universalidad para sustituirlo por la contingencia de la globalidad: una globalidad en proceso y que apela a una urgente reflexión. En tercer lugar, rompe la externalidad del otro: ya no se trata de gestionar la alteridad, no basta el reconocimiento; la soli­daridad debe ser concebida desde este enfoque no como altruismo sino como una vinculación/participación que nos concierne.
Hay aspectos complejos sobre los que la reflexión del autor es un tanto especulativa puesto que, desde mi punto de vista, estira demasiado la cuestión judía hasta llegar a la transformación actual del anarquismo. Entre estos aspectos me parece confusa la posible valorización de la tradición y la costumbre factible, según el autor, por el cuestionamiento del progreso y la quiebra de la linealidad. También me parece cogida muy a contrapelo la condición de paria aplicada al anarquismo yiddish por su recuperación de la cultura de supervivencia y el uso de una lengua despreciada como el yiddish. Recordemos que el sentido de la categoría de paria en Hannah Arendt corresponde a la exclusión social y política que vivieron los judíos de la Europa occidental en el siglo XVIII. Es cierto que Arendt habla   del paria consciente y que tal constatación podría hacer posible una visión más extensa del concepto que fuera válida para la comprensión de la existencia política de otros pueblos oprimidos y que incluyera otros modos de ser en el mundo que la misma Arendt sugiere. Yago Mellado no profundiza en estas posibilidades y, en cambio, acaba haciendo una propuesta poco clara como  la de las estrategias de reciclaje en que defiende la necesidad de reciclar aquellos elementos del pasado que contienen un valor de resistencia o potencial crítico incorporando entre estos elementos la tradición.
La tradición, afirma el autor, recupera su función crítica, no por su contenido (len­gua, tradiciones, creencias...) sino por su capacidad para la reproduc­ción de su existencia desde una posición de alteridad, por sus elementos críticos con la dominación. De ahí que no pueda desprenderse de la me­moria de exclusión, persecución y negación si no quiere ser fagocitado como ocurrió en el caso del sionismo. El riesgo de ser fagocitado es inmenso puesto que hay que realizar un triple salto mortal que implica reivindicar la identidad desde el enfoque de la resistencia, desplazando la búsqueda de los elementos originarios para centrarse, en palabras del autor, en el estig­ma que la dota de sentido como paria, como alteridad y las formas que permiten su reproducibilidad: es desde ahí, desde donde esa identidad se convierte en una cultura política de resistencia. Muy complejo este propósito y muy peligroso puesto que las posiblidades de acabar en el nacionalismo puro y duro (como ocurrió con el sionismo) son muy altas.





[1] Yago Mellado López (2017): El anarquismo en el espejo judío. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid.
[2] Recordemos el libro fundamental (y de significativo título) de José Álvarez Junco (1976): La ideología política del anarquismo español (1868-1910). Siglo XXI, Madrid.
[3] Los aciertos aparecen recogidos en las conclusiones del libro, p. 270-271.

4 comentarios:

  1. No conozco el libro ni las pecularidades del anarquismo judío excepto una información muy somera de lo que supuso los kibbutz como experiencia comunitaria. Curiosamente en la actualidad la mas importante experiencia anarquista o anarquizante también procede del Medio Oriente. Me refiero a las guerrillas kurdas, la YPG o la del PKK, que bebe en su organización interna y en su ideología de las enseñanzas municipalistas libertarias de Murray Bookchin.

    Un abrazo

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    1. Así es, inspirado en Bookchin y su municipalismo libertario, las guerrillas kurdas han desarrollado el confederalismo libertario. Una y otra tienen elementos de los que no me fío, pero en todo caso son experiencias de las que siempre estoy atentas para ver sus resultados. De hecho recientemente han muerto dos anarquistas europeos que fueron a luchar con dichas guerrillas a Afrin: Anna Campbell, inglesa y Sehid Haukur Hilmarsson, islandés.

      Un abrazo.

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