El fanático es el verdadero rival de su racionalismo.
VICTOR KLEMPERER
La manipulación del lenguaje resulta relativamente
fácil de realizar y se puede hacer de manera rápida si cuenta con la potencia
de las instituciones del Estado. Imponer palabras, expresiones e incluso formas
sintácticas se puede convertir en una necesidad para aquellas ideologías que
pretenden su asimilación mecánica e inconsciente a base de repetirlas millones
de veces. Una lengua, que se convierte en fanatismo de masas, se puede centrar
en despojar al individuo de su esencia individual en narcotizar su
personalidad.
Es difícil pensar en la posibilidad de que el
lenguaje, que es algo tan íntimo, tan cercano a nosotros/as, pueda enraizar
expresiones totalitarias (igual que racistas, clasistas o machistas) de las que
apenas somos conscientes y que nuestra lengua acaba imponiendo su voluntad. El
libro de Victor Klemperer[1] es
un excelente texto que escudriña en la terminología que el nazismo impuso en la
lengua alemana y en cómo pervive más allá del fin del III Reich.
Sería interesante que una filóloga/o llevara a cabo
una tarea similar en el vocabulario del soberanismo catalán y en cómo se han
introducido en parcelas de nuestra vida cotidiana expresiones que bajo la
apariencia de positividad, libertad y democracia, esconden trampas bien
calculadas por los expertos que, desde el aparato institucional catalán, se han
puesto en circulación en los últimos cinco años (algunos ejemplos relevantes: “mandato
popular”, “derecho a decidir”, “España nos roba”, “Constitución franquista”,
etc.).
[1] Basado en el libro de Victor
Klemperer (2016, 8ª ed): LTI. La lengua
del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Minúscula, Barcelona.