jueves, 23 de marzo de 2017

ANTI, PRO, ANARQUISMO Y REBELIÓN

Estamos muy acostumbradas/os a expresar lo que queremos en negativo, en modo anti- (capitalismo, clericalismo, fascismo, racismo, sexismo, etc. etc.). El catálogo de ANTIs sería muy largo y razones no nos faltan para manifestar ese estado anímico contrario a mucho de lo que nos rodea. El 15M nos enseñó algo (mucho más que algo) que deberíamos haber sabido, o sabíamos, por la aportación, en este sentido, del anarquismo. Me refiero a intentar plantear nuestras peticiones, necesidades, reclamaciones en positivo. Y no es que sea partidaria del positivismo a ultranza que tan bien cuestiona Byung-Chul Han[1] cuando señala que el exceso de positividad se manifiesta como un exceso de estímulos, informaciones e impulsos por lo que la percepción queda fragmentada y dispersa. La sociedad del poder sin límites, su plural afirmativo, Yes, we can, expresa el carácter de positividad. La llamada a la motivación, a la iniciativa, al proyecto, es más eficaz para la explotación que el látigo y el mandato y reemplazan la prohibición, el mandato y la ley. El exceso de positividad implica que vivimos en un tiempo pobre de negatividad en el que desaparece la otredad y la extrañeza y se impone lo idéntico.

ANA JUAN

Pero el planteamiento anarquista es liberador puesto que, como afirma  Daniel Colson[2], se concibe así mismo como fuerza afirmativa que, mediante la rebelión, rompe las cadenas de la dominación, para en el propio movimiento de la ruptura, afirmar mejor otro posible, otra composición del mundo. Este planteamiento crítico con el  modo anti no deriva en el modo pro- (chinos en los años 70, feminista, negros, animales, indocumentados, naturaleza, etc. etc.), puesto que esta propensión hipócrita de ponerse en lugar de otros/as, en una relación de sumisión, dominación, culpabilidad, se opondría a cualquier verdadero deseo de emancipación. Para el pensamiento anarquista cada ser colectivo pertenece a sí mismo y solo a partir de sí mismo encuentra las razones para asociarse con otros seres que también luchan por su emancipación. Este planteamiento refuerza la autonomía absoluta de los seres, la igualdad también absoluta que solo esa autonomía garantiza y la experiencia como único criterio del carácter emancipador de las asociaciones o desasociaciones que esa autonomía e igualdad autorizan.

De esta manera podemos propiciar encontrarnos en el interior de momentos emancipadores, momentos de rebelión en los que, rechazando las relaciones de dominación de forma radical, se pueda afirmar el otro posible que recomponga la realidad. La rebelión produce nueva realidad, como afirma Jacques Rancière[3], porque redefine el mapa de lo posible, no solo modifica lo que se puede ver, hacer, sentir y pensar acerca de la realidad, sino también quién puede hacerlo. Lo que no cuenta en el orden social, puede llegar a conformar un nosotros/as que se oponga a aquellos/as que solo defienden sus propios intereses y privilegios. Por tanto, el conflicto político designa la tensión entre el cuerpo social estructurado, en el que cada parte tiene su sitio, y la "parte sin parte", que desajusta ese orden en nombre de un vacío principio de universalidad. La verdadera política, por tanto, trae siempre consigo una suerte de cortocircuito entre el Universal y el Particular: la paradoja de un singulier universel, de un singular que aparece ocupando el Universal y desestabilizando el orden operativo "natural" de las relaciones en el cuerpo social. Esta identificación de la no-parte con el Todo, de la parte de la sociedad sin un verdadero lugar (o que rechaza la subordinación que le ha sido asignada), con el Universal, es el ademán elemental de la politización.

La rebelión siempre es afirmativa, significa la explosión de una fuerza que bloquea el orden establecido afirmando una libertad constitutiva de la realidad humana. Por eso el anarquismo puede hacer suya la expresión de Jean Genet:
No amo a los oprimidos. Amo a los que amo, que siempre resultan hermosos y a veces oprimidos, pero que están de pie en la rebelión[4].





[1] Byung-Chul Han (2012): La sociedad del cansancio. Herder, Barcelona.
[2] Daniel Colson (2003): Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze. Nueva Visión, Buenos Aires.
[3] JACQUES RANCIÈRE (2006): El odio a la democracia. Amorrortu, Buenos Aires.
[4] Jean Genet (1951): Miracle de la rose, (Euvres complètes). Gallimard, Paris. Citado en Daniel Colson (2003), p. 220.

6 comentarios:


  1. Para reflexionar...
    No creo ni en la negatividad, ni en la positividad llevadas al extremo.

    Me gusta mucho esa ilustración.

    Besos!!

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    1. Esa es la intención: pensar libremente, reflexionar...
      Ana Juan hace cosas muy bellas.

      Besos!!

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  2. Parece que los "anti" y los "pro" son esos lugares comunes en donde habitan los tópicos, y ya se sabe que éstos (los tópicos, en cierto modo la imposición de lo idéntico) son la base de muchas opiniones, esgrimidas sin haber asumido la responsabilidad de pensarlas. Es preocupante que muchos prefieran amoldarse al pensamiento de unos cuántos (las más de las veces, igualmente ineptos), abandonándose a esa máxima del mínimo esfuerzo... intelectual.

    Un artículo brillante y revelador, Laura.
    Un abrazo!

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    1. Gracias Paco.

      Odio los tópicos, los lugares comunes, las banalidades... por eso estoy "en el margen". Y la verdad es que no me incomoda, al contrario, he logrado un pequeño espacio de libertad para pensar a mi aire.

      Un abrazo!!

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  3. Muy interesante!! Creo que nuestra costumbre de expresar lo que queremos en negativo viene de que las frases en positivo suponen que son una realidad o verdad única, y no creemos que nuestras ideas puedan llegar a serlo.
    Buenas bibliografías!

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  4. Seguramente tienes razón Tomy, en todo caso, como dice Camus, ser rebelde es saber decir NO, así que expresar la rebeldía en negativo también es importante.

    Gracias!!

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