Hace
tiempo que he decidido desconectar
del “proceso”, cosa nada fácil viviendo en Cataluña. Pasar pantalla, aislarme de la propaganda en un acto de desobediencia individual que, desde los
medios de comunicación subvencionados por el poder en Cataluña, nos sumerge en
una realidad inexistente[1].
En Cataluña, la postverdad hace cuatro años que se práctica en su máxima
expresión, provocando que una parte importante de la población (no llega al 50%
pero se aproxima) se considere mayoría y actúe como tal, logrando que muchas
personas prefieran moverse por sentimientos patrios y por emociones nacionales
y no por realidades objetivas.
El
alud de publicaciones (en forma de ficción, ensayo, historia, etc.) tratando de
hacer patria y demostrando el victimismo de Cataluña construyendo mitos sin
realidad, me condujo a la desconexión de manera radical hace meses.
Sin
embargo, Guillem Martínez es un periodista que me ofrece ciertas garantías de
objetividad y decidí reconectar para leer su libro, La gran ilusión. Mito y realidad del proceso indepe. Se trata de un
libro breve de poco más de doscientas páginas, un libro de divulgación de
algunos aspectos que componen el mito, la ilusión del “proceso”.
El
primer capítulo, “Pequeña historia de un país que fue un volcán, un mar
interior”, no parecía augurar nada bueno. Resulta sorprendente que un
periodista se lance a sintetizar en 50 páginas la historia de Cataluña desde el
neolítico hasta la actualidad, algo complicado para cualquier historiador/a,
una quimera para quien no lo es. Esas cincuenta páginas son un despropósito
conceptual en el que se utilizan conceptos como pueblo, democracia,
protodemocracia, partidos, prorrepublicano, etc., que él mismo reconoce en
momentos determinados que no son palabras históricas[2].
Comete el error habitual de hablar de Cataluña y no de Corona de Aragón
reiteradamente cuando habla de 1714 (con otras fechas para la derrota del resto
de territorios de la Corona de Aragón en la guerra de sucesión). Y en fin,
errores diversos entre los que me dejó sin aliento la afirmación de que en España
se logró la jornada laboral de ocho horas siendo la más tardía de Europa[3],
cuando por una vez es justo lo contrario.
Por
fortuna no me desanimo con facilidad y continué leyendo. El resto del libro se
centra en repasar el periodo que va
entre 1979 y 2010, periodo en que se instauró la democracia y dos estatutos, y
a partir de ese año el periodo de austeridad (2010-2012), el primer “proceso”
(2012-2015) y el colofón del segundo “proceso” (2015-2016). Con cierto detalle
el autor hace un repaso del problema territorial en España en relación,
especialmente, con Cataluña, el papel de CIU y de Jordi Pujol para favorecer la
gobernabilidad a cambio de convertir Cataluña en su feudo para poder hacer
negocios no siempre limpios, imponiéndose la corrupción y la construcción de
mitos. En este sentido el autor ha olvidado el importante papel que cumplió la
enseñanza en dicha construcción de mitos además de la estructuración de un
sistema educativo que nunca ha respetado el bilingüismo en Cataluña, único caso
en el mundo y contrario a las directrices dadas al respecto por la ONU en
relación al respeto de la lengua materna como lengua de aprendizaje en la
educación primaria.
La
crisis económica, el movimiento 15 M, la crisis de los partidos que habían
protagonizado el periodo político que se inició con la llamada “Transición” y
el viraje de CIU para auto construirse como partido nuevo, independentista y
guía del “proceso”. Un recorrido interesante y ajustado a la realidad que, en
general, no suele ser habitual en las muchas publicaciones que, como ya he
dicho, han inundado el mercado editorial catalán, más predispuesto a hacer
patria que a la objetividad.
Sin
embargo echo en falta algo fundamental en el libro de Martínez, ¿dónde está la
población silenciada en el “proceso”? Me refiero a la población de izquierdas,
mucha de ella viviendo en los barrios obreros de las grandes ciudades
catalanas, que ha quedado huérfana, a veces de manera escandalosa, en los
medios de comunicación, en las instituciones y en los partidos de izquierda,
por su posición contraria al “proceso”. En Cataluña a este sector que compone la mayoría de la
población, desmovilizada pero obstinadamente renuente a votar la propuesta
independentista, le identifican el anonimato y el silencio excepto cuando se
siente seguro entre gente de confianza. De
este tema hablé extensamente en un texto con el título de “Cataluña, república de eufemismos” para no extenderme más ahora.
Un
libro, por tanto, que puede aportar algo de objetividad y luz al tema del “proceso”
si obviamos la parte histórica que es deleznable y el silencio sobre la parte
de la población, no se olvide, mayoritaria, que no ha participado en “la gran
ilusión”.
[1] Palabras en cursiva, unas entre otras muchas de las que los “medios
de comunicación” gubernamentales han convertido en un mantra, desnaturalizando
su significado (como el caso de la desobediencia civil).
[2] Guillem
Martínez (2016): La gran ilusión. Mito y realidad del proceso indepe. Debate, Barcelona. Por ejemplo en la página 31 respecto a la palabra “democratización”
aplicado a instituciones estamentales del Antiguo Régimen. O en la página 32
dónde se habla de constitucionalismo aragonés.
[3] En la página 53.